droga

¿Por qué es pecado la drogadicción?

Pregunta:

Tengo varios amigos que usan drogas; ellos dicen que no usan drogas pesadas sino suaves y que no les hace nada y además dicen que algunas drogas también se usan como medicina y ahí nadie dice nada. Yo tengo mis dudas… y tentaciones. Por eso mi pregunta: el uso de las drogas ¿siempre es pecado?

Respuesta:

Querido joven:

Es verdad que el término “droga” se aplica tanto a los narcóticos o estupefacientes (sustancias que producen en el hombre un estado físico o psíquico que subjetivamente resulta placentero y que lleva progresivamente a la habituación y a la subsiguiente necesidad de suministración en dosis cada vez más altas) cuanto a todos los medicamentos que ejercitan unos efectos sobre las facultades sensitivas e intelectuales del hombre. Por tanto puede hablarse de distintos “usos” de las drogas, unos lícitos y otros gravemente ilícitos.

1- El empleo terapéutico de algunas drogas

Algunas drogas pueden tener un efecto mitigador del dolor; de ahí que sea lícito el emplearlas cuando tienden a aliviar sufrimientos que hacen muy difícil, y a veces insoportable, el sobrellevar algunas enfermedades. Tal es el caso de los medicamentos analgésicos, los anestésicos, los usados para la cura del sueño, las drogas psicotropas, etc.. De todos modos conviene distinguir los problemas morales según las diversas clases de drogas:

  • Hay drogas que son meramente analgésicas (aquellas que no tienen más efecto que la supresión del dolor, sin interferir con el uso de la conciencia psicológica y sin producir efectos psíquicos concomitantes). Estas no suelen presentar dificultades morales, porque sus características farmacológicas no las hacen susceptibles de abusos, y únicamente cabría plantear la cuestión de la dosis que, si es excesiva, puede buscarse con fines suicidas.
  • Hay drogas que, teniendo o no un efecto analgésico, poseen al mismo tiempo efectos euforizantes: el opio y sus derivados naturales y sintéticos, la coca y la cocaína, etc.; alucinatorios (mescalina, LSD, marijuana y derivados de la Cannabis Indica, etc.); embriagantes (alcohol, éter, cloroformo, protóxido de nitrógeno, etc.); hipnóticos (barbitúricos). Todas estas son drogas que pueden presentar serias implicaciones morales, porque es fácil que del uso terapéutico se pase al abuso, sobre todo por lo que se refiere a los llamados de un modo más concreto estupefacientes, como ocurre con la mayoría de las drogas euforizantes y alucinatorias. De aquí la responsabilidad del médico, que debe recurrir a estas drogas (especialmente en lo que respecta a la morfina, que es la dotada de mayor poder analgésico) solamente en casos de urgencia (cólicos agudos, por ejemplo), y sólo si ya han fallado los demás analgésicos. Es prudente incluso que sea administrada sin que el enfermo sepa de qué medicamento se trata, y únicamente en enfermedades incurables y muy dolorosas se podrá suministrar con más amplitud. Siempre se ha de llevar un control estricto de las recetas, para cortar de raíz cualquier intento de tráfico ilícito con fines no terapéuticos[1].

2- El uso de drogas con fines no terapéuticos

Las drogas pueden tener también otros usos: forenses, estimulantes, placenteros, etc.; en estos casos debemos distinguir.

  • El posible uso forense. Algunas drogas (principalmente los barbitúricos) son capaces de producir un estado “crepuscular”, llevan a la desinhibición del yo y a la abolición de la censura moral. Por este motivo se las denomina vulgarmente como “suero de la verdad” (nombre, en realidad, impreciso). ¿Qué decir de esto? ¿Pueden usarse estas drogas para obtener información de parte de presuntos delincuentes? Estos procedimientos son inmorales y deben rechazarse en la seria práctica forense; de suyo violan los derechos naturales y adquiridos del reo (derecho a la libertad de la confesión, derecho a no autoacusarse, derecho a la reputación, aunque fuera sólo aparente o falsa, etc.); además llevan fácilmente a una dejación de deberes por parte de los peritos y de los magistrados, son un medio inadecuado para obtener una confesión objetiva y que responda a la verdad (porque algunas personas pueden disimular la realidad aun bajo los efectos de esas drogas), y otras veces se puede llegar a manifestar como hechos consumados cosas que en realidad son deseos reprimidos o sueños fantásticos. Aclaro que algunos moralistas admiten ese uso forense de la droga si se cuenta con el consentimiento del sujeto; para otros no sería lícito ni siquiera en esas condiciones.
  • El uso estimulante. A veces pueden usarse con fines estimulantes (para aumentar la capacidad de trabajo, el rendimiento físico, etc.). El problema en este caso es delicado, por las diversas circunstancias que pueden influir en la moralidad. Así, por ejemplo, ordinariamente se admite por todos el uso de drogas ligeras, que no ofrecen peligro de instaurar una verdadera toxicomanía, y que han entrado en las costumbres de casi todos los pueblos: tal es el caso del café, el té, el tabaco, el alcohol en moderada cantidad, etc. Únicamente el abuso de estos productos presenta inconvenientes morales. El uso estimulante de drogas más activas ofrece, sin embargo, serias reservas, porque supone o puede suponer pecados graves de templanza, prudencia y justicia. En algunos casos, como sucede con el uso de drogas en actividades deportivas, entra también en juego la lealtad, no solamente con relación a los competidores, de que deben abstenerse de drogas, sino porque contraviene a los reglamentos deportivos que actualmente incluyen de ordinario una prohibición expresa de usar drogas.
  • El uso experimental o por curiosidad. Por lo que se refiere al uso de drogas por curiosidad, espíritu de aventura, afán de originalidad, etc., aunque sea de modo completamente esporádico, ha de tenerse en cuenta la posibilidad de contraer una toxicomanía, y por consiguiente el grave y no proporcionado peligro al que se expone quien hiciera uso de drogas con esos fines superficiales, o para salir de una depresión, brillar en sociedad, etc. Ordinariamente hay también riesgo de incurrir en pecados de lujuria, no sólo por el efecto afrodisíaco de algunas drogas, sino por la obnubilación de conciencia que producen.

3- El abuso y las toxicomanías

Generalmente se da el nombre de toxicomanía al estado de intoxicación periódica o crónica, nociva al individuo y a la sociedad, que ha sido engendrado por el consumo repetido de una droga natural o sintética. Si se tiene presente que sus características son un deseo invencible de continuar el consumo de la droga y de procurársela con cualquier medio, una tendencia a aumentar la dosis, y una esclavitud de orden psicológico y a veces físico con relación a los efectos de la droga, se comprenderán las gravísimas repercusiones morales de estas situaciones: aparte del serio daño que suponen para la salud física, puede achacarse a la toxicomanía cualquier tipo de pecado, pues el toxicómano no duda en cometerlo si le puede facilitar la obtención de la droga. A esto hay que añadir los perjuicios morales que causa a la familia y a la sociedad.

Por otra parte sus características hacen muy difícil la ayuda espiritual, si no se instaura paralela y fielmente una cura médica y psicológica de desintoxicación.

Por estas razones, en este campo, como dice el dicho popular: es más fácil prevenir que curar. Prevenir ya sea mediante el consejo espiritual que recuerde a médicos, farmacéuticos, etc., sus deberes respecto a la administración, control y venta de estupefacientes, ya sea en general a los posibles candidatos a la toxicomanía: por lo común hombres y mujeres descentrados, de vida irregular y superficial, o de enfermos que han sido sometidos a un tratamiento continuado con drogas estupefacientes, o de jóvenes que frecuentan malos ambientes y malas amistades.

La drogadicción suele ser un terrible callejón sin salida.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

Bibliografía:

Miguel Ángel Fuentes, La cultura de la droga, en: “Droga vs. Vida. No renuncies a tu libertad” (Folleto preparado por Miguel Ángel Fuentes para el “1° Congreso Nacional de Jóvenes sobre Drogadicción”, Secretaría de Gobierno de la Municipalidad de San Rafael, EVE, San Rafael 1998);

J.L. Soria Saiz, Drogas, Gran Enciclopedia Rialp, Madrid 1989, t. VIII;

Alonso Fernández, Toxicomanías, Gran Enciclopedia Rialp, Madrid 1989, t. XXII.

Pontificio Consejo para la Familia, Droga: de la desesperación a la esperanza, 5 de agosto de 1982.

[1] Respecto al uso de estas drogas en enfermos desahuciados, no hay nada que objetar cuando se trata de ayudar a morir sin dolor, con tal que no se busque directamente acortar la vida y aunque el uso de estos analgésicos pueda eventualmente acelerar la muerte, por los efectos tóxicos concomitantes a su administración. Son precisas, sin embargo, dos condiciones: 1° que no se pretenda suprimir por principio el dolor, y a toda costa, sino simplemente atenuarlo o quitarlo de un modo razonable; 2° que los sedantes no imposibiliten para prepararse a la muerte con lucidez de espíritu, y para cumplir los deberes con Dios, con la familia y con la sociedad.

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