noviazgo

¿Qué consejos me puede dar para vivir bien mi noviazgo?

Pregunta:

Quiero tener un noviazgo santo, para un matrimonio santo. Tengo 24 años y mi novia 23, quisiera algunos consejos de su parte.

Respuesta:

         Para responderte, entresaco y resumo algunos pensamientos del libro Para Salvarte, del P. Jorge Loring[1]. Te recomiendo la lectura completa y atenta del mismo.

  1. La prudencia en la elección de la novia o del novio

         La elección de tu pareja es cosa tuya. Pero debes hacerla con mucha cautela. No te fíes de los flechazos, que son muy bonitos para novelas y películas, pero en la vida real poco útiles para hacer ellos solos, felices a los hogares.

         Tampoco te fíes sólo de tu vista, que ya sabemos que el amor ciega. Tu madre podría hacerte en esto un excelente servicio. Ella te conoce mejor que nadie; y ella, como nadie, desea tu felicidad; y su espíritu intuitivo verá si la pareja que le presentas podrá hacerte feliz. Si dudas del acierto de tu madre, consulta con una persona seria, competente y desinteresada.

         No olvides el proverbio ruso: «Antes de viajar por tierra, ora; si es por mar, ora dos veces; y si te vas a casar, ora tres».

         No se construye un hogar sobre la gracia de una sonrisa, sobre el atractivo de un rostro, sobre la ternura de un instante. Se construye un hogar sobre todo lo que es esencia misma del yo: los pensamientos, los deseos, los sueños, las decepciones, las penas, las esperanzas, las alegrías, las tristezas.

         Durante el estado de enamoramiento quedan notablemente alteradas las facultades perceptivas y deductivas en todo lo que se refiere a la persona amada. Los defectos que existan en dichas personas no se perciben, las cualidades se subliman… La mente ya no está equilibrada sino profundamente inclinada hacia el objeto del amor. El enamorado idealiza a la persona amada y la convierte en el centro de sus aspiraciones. La fascinación que ejerce en ti la persona idealizada puede ofuscarte y ocultarte la realidad. Podéis quedar totalmente ciegos para ver datos y circunstancias que desaconsejan totalmente seguir adelante. La fascinación puede ser engañosa. El amor de un hombre y una mujer es algo muy serio y tiene que construirse sobre cimientos muy sólidos.

         Lo que debes valorar ante todo es el valor personal del pretendiente. Después vienen las demás consideraciones: facha, rango, fortuna. Estos dones no son despreciables, pero no son esenciales.

         Primero que sea cristiano; cristiano convencido, práctico. Y si es piadoso, mejor. El matrimonio con un incrédulo suscitará conflictos de conciencia. Porque después planteará a los hijos el problema de la fe y las prácticas de piedad. No basta, pues, que esté bautizado. Bautizados, no practicantes, llenan las cárceles, y atormentan a sus esposas. Algunas chicas se han engañado en este aspecto esencial de su prometido y más tarde su esposo… Conscientes éstas de la irreligiosidad de su novio, han ido al matrimonio, con la ingenua idea de convertirlo. En la mayoría de los casos, el resultado ha sido nulo; cuando no, fuente de disgustos profundos para esa joven esposa.

         Jóvenes piadosas y buenas, que se unieron en matrimonio con hombres poco religiosos, o nada practicantes, han terminado por ser ellas igual.

         Después debes tener testimonio claro de la seriedad y sobriedad del muchacho. Ten cuidado con los calaveras; lo seguirán siendo, porque no te creo tan ingenua, que pienses, que así por las buenas, y por ti, va a dejar ese hombre ciertos hábitos que ha adquirido tal vez con larga experiencia: mujeriego, trasnochador, dado a la bebida, etc. El uso de las bebidas alcohólicas es uno de los factores más influyentes en los hogares desgraciados.

  1. Para ser realmente amada…

 

            1) No tienes que ser provocativa.

         La chica provocativa hace daño a los hombres, pero también a sí misma. La belleza física es, ciertamente, un factor importante y, por eso, debes cuidarla y realzarla con esmero y naturalidad, aunque sin exageraciones, extravagancias y descaros. El atractivo sexual atrae a una parte del hombre, pero vosotras queréis como esposo al hombre entero. No olvidéis que los hombres podrán buscar cierto tipo de mujer para divertirse; pero buscan otro muy distinto para casarse. La belleza femenina atrae a los varores, pero no es indispensable para casarse. Los hombres buscan, lo que da realce y valor a la mujer: sus encantos, su feminidad y sus virtudes.

 

            2) Ser elegante… pero principalmente virtuosa…

         Las muchachas deben ser elegantes en su modo de vestir y arreglarse, y ser distinguidas, alegres, discretas y dulces en todo su modo de ser. No descuides tu arreglo personal. Pero no quieras conquistar con sólo tu belleza física. Haz que se enamoren más bien de tus virtudes espirituales. De una mujer bella puede un marido cansarse; de una mujer virtuosa jamás se cansará.

 

            3)No ser pedante…

         Para hacerte elegir no es necesario parecer pedante ni sabia. Al hombre le gusta dominar, ser superior. Tiene miedo a una mujer que le aventaje. Ser culta sí, pero discretamente. Tampoco eligen los muchachos a las de carácter autoritario, a las dominantes, a las de tono dogmatizante, a las de gesto seco y rígido. Buscan el encanto, la dulzura, la amabilidad. Escúchale cuando él te esté diciendo algo de sí mismo y de sus cosas. Muéstrale atención e interés.

 

            4) No ser caprichosa…

         A un chico recto no le gustan las caprichosas, las mimadas, las que tienen su cabecita llena de fantasía, cuyo humor cambia a todo viento: hoy alegres, exuberantes; mañana, deprimidas, pesimistas, tristes…

 

            5) Prepararse para el hogar

         Tu atractivo personal sirve para despertar la inclinación y el amor hacia ti. Pero para que este amor sea perdurable hacen falta además otras cosas. El hombre se desespera con una mujer despilfarradora, que no sabe administrarse. Quiere una mujer que saque partido a lo que él gana con tanto esfuerzo. Le gusta la casa limpia, la ropa a punto, la comida buena y a tiempo, etc. Todo tu atractivo físico es incapaz de tener a tu marido contento si en estas cosas le defraudas. Por eso todas las muchachas deberían aprender a llevar una casa y tener los conocimientos propios de mujer: corte y confección, costura, cocina, repostería, medicina, economía casera y todo cuanto dice relación con el recto gobierno y administración del hogar. El arte de ser madre es difícil y complicado. Necesita largo aprendizaje.

 

            6) El pudor

         El pudor de la mujer es una de las cosas que más enamoran. Y el encanto del pudor inmuniza de otros atractivos. El pudor es un sentimiento íntimo por el cual una mujer dándose cuenta de la belleza de su cuerpo y del atractivo que ejerce, procura reservarlo para el día que pueda hacer don completo y total de sí misma. Por eso el pudor se refleja en el modo de vestir, en los modales y en todo. El pudor sabe encontrar el equilibrio entre el ir agradablemente vestida y elegante, y lo que resulta llamativo y provocativo. El pudor es la gran muralla que defiende la castidad.

  1. En cuanto al novio

 

            1) La pureza

         También la mujer tiene derecho a la pureza del hombre. Mira lo que escribía una muchacha que había guardado inmaculada su pureza: «Exigiré que mi futuro marido se haya guardado como yo misma para nuestro hogar». El mejor regalo de bodas que puede esperar una persona es la virginidad de la pareja con la que se va a casar.

 

            2) Respetar la pureza de su novia y elegir entre las castas…

         Hay que volver a la caballerosidad respetuosa con la mujer viendo en ella la futura madre de los hijos, digna de todo cariño, veneración y respeto, y no tratándola como un trapo viejo que se mancha y luego se tira.

         ¿Te gustaría que quien te ha de pertenecer para siempre, antes de conocerte, ya lo hubiera probado todo? ¿No, verdad? Acuérdate de tu madre. Tu novia ha de ser la madre de tus hijos. Acuérdate de tus hermanas y de tus futuras hijas…Trata a tu novia hoy como te gustaría que los demás las traten a ellas. No quieras tratar a tu novia como a una de esas desgraciadas que se venden en las casas lujuriosas. ¿Elegirías entre éstas a la madre de tus hijos? Un hombre, como Dios manda, se avergüenza de que su novia sea una prostituta. Y a una mujer decente la humilla y avergüenza el verse tratada como una tal. Lo que a ella le ilusiona es un amor muy superior: el que culmina en un hogar y en unos hijos. Respeta a tu novia como quieres que se respete a tu madre. Los sacrificios que por el bien de ella te impongas, son prueba de que tu amor es verdadero. Si quieres a tu novia de verdad, debes querer su bien antes que tu gusto. Eso es amarla. Un joven que quiere a una muchacha, en lugar de hundirla, rebajarla, profanarla, instrumentalizarla, denigrarla, mancharla con los deseos de su instinto, procura por encima de sus apetencias elevarla, dignificarla, sublimarla. Respeta a tu novia, aunque ella no sepa hacerse respetar, ni defender, con su pudor, el tesoro de su pureza.

         Busca una novia que te guste. Pero no te dejes encandilar por la fachada, que es pasajera; y si no está sostenida por las virtudes del espíritu, pronto te cansará y perderá para ti todo su atractivo. Aprende a enamorarte del carácter y de las virtudes del alma, que son estables y son realmente las que hacen digna de estima a una persona. Aprende a estimar más los dones del alma que los del cuerpo. Puedes casarte con una estrella de la pantalla y ser un desgraciado, como tantos divorciados del cine. En cambio, si te casas con una mujer amable, dócil, servicial, sacrificada, generosa, limpia, discreta, honrada, virtuosa, dulce, femenina, habilidosa, delicada, de buen corazón, que sepa llevar una casa y sea capaz de criar y educar los hijos y, sobre todo, muy cristiana, te profetizo un matrimonio feliz.

            3) Estudia a tu novia…

            Cuando salgas con tu novia aprovecha todas las ocasiones para estudiar su carácter y modo de ser. ¿Has examinado si le gustan los niños, si los acaricia, si goza con ellos; o por el contrario le ponen de mal humor? ¿Es trabajadora y sacrificada, o sólo piensa en divertirse? ¿Sabe cocinar y coser? ¿Sabe llevar una casa, o lo único que sabe es bailar mucho y coquetear con el primero que se le acerca? ¿Le gustan las labores de la casa, o sólo piensa en presumir por esas calles? Si no atiendes ahora a todas estas cosas, es muy posible que después de casado te lleves un gran desengaño. Que a tu novia le guste la casa. Si ella no se ocupa de la casa, prepárate a vivir en una pocilga. A no ser que tú te conviertas en ama de casa. Si quieres ayudar un poco a tu mujer, harás muy bien. Pero qué duda cabe que la encargada de la casa debe ser la mujer, que está especialmente dotada para ello. Los hombres, generalmente, hacemos estas cosas muy mal. Es muy importante que los novios se conozcan muy bien antes de casarse.

  1. Para los dos…

 

            1) Conocerse… pero no pecar…

            El tiempo del noviazgo es para conocerse mutuamente, para amarse rectamente. El noviazgo es querido por Dios, pues Dios ha hecho el matrimonio indisoluble, y esa persona a la que vas a unirte para toda la vida, debes conocerla bien antes de casarte con ella. Por lo tanto, es natural -y así lo quiere Dios- que durante cierto tiempo tengáis más confianza entre vosotros y un trato más íntimo para conoceros mejor. Pero debéis ser muy discretos en las manifestaciones de amor, si no queréis manchar vuestras relaciones. No podéis permitirle a vuestro cariño muchas de las cosas que él os pide con fuerza. Es necesario que aprendáis a llevar vuestro noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Si sembráis de pecados el camino del matrimonio, ¿podréis esperar con confianza que Dios os bendiga después? ¡Cuántos matrimonios lloran los pecados que cometieron de solteros!

            2) Llegar «puros» al matrimonio.

         El mejor regalo de bodas que espera una persona es la virginidad de su pareja. Toma este precioso lema: «Fieles hasta la muerte y puros hasta el altar». Algunas veces las chicas ceden ante las exigencias inmorales del hombre a quien aman; no se atreven a resistirle. El muchacho te quiere pura, fragante como una flor. Si te marchitas pierdes tu atractivo. Mi experiencia sacerdotal me ha hecho conocer varios casos que se decidieron a elegir a una chica antes que a otra, atraídos precisamente por la intransigencia en la pureza que en ellas habían observado. Y es que los varones cuando buscan una «chica-plan» para divertirse y aprovecharse, la quieren fresca; pero cuando lo que buscan es una novia en serio, la quieren de una pureza intachable. A nadie le gusta comerse las sobras que otro dejó en el plato. Por eso la pureza es uno de los mayores tesoros de una muchacha. Un hombre, como Dios manda, se avergüenza de que su mujer haya sido una aventurera. Mira lo que decía un joven en una carta: «¿Cómo me gustaría mi futura esposa? Más bonita de alma que de cuerpo, aunque sin descuidar esto último. Más piadosa que rezadora. Con más cultura religiosa que de cualquier otro tipo, aunque no desdeñe la cultura general». No he añadido ni una palabra. Así piensan los jóvenes formales cuando hablan en serio. ¿Quieres en resumen unas cualidades femeninas que cautivan a los muchachos? La sencillez, el encanto, la sonrisa, la delicadeza, la amabilidad, la servicialidad, la dulzura, el candor, unidas todas a una sólida piedad y a una pureza intachable.

         Quien profanó tu cuerpo no tiene dificultad en profanar tu fama: ¡Lo que hizo contigo se lo contará a sus amigos! ¿Puedes imaginarte los comentarios que harán de ti? ¡Qué vergüenza! Esto ocurre con mucha frecuencia; créeme. El hombre que pide libertades impropias a una mujer antes de la boda, puede hacerlo porque la desea con violencia, con pasión desenfrenada, pero ten por cierto que no la ama bastante para protegerla contra el animal que hay en la propia naturaleza masculina. Si tu novio pretende de ti cosas que no admite tu conciencia, recházalo, y cuanto antes, mejor. No te hará feliz. Lo que tiene no es amor a ti, sino a sí mismo, a su concupiscencia y a su egoísmo. Si te amara a ti, buscaría tu bien por encima de sus apetencias. Y si prefiere sacrificar tu pureza, tu conciencia y tu alma a su apetito desordenado, ¿cómo vamos a creernos que te ama a ti? Quien te ame únicamente podrá cegarse en un momento de pasión, pero al chocar con tu rectitud intransigente, reconoce su falta, te pide perdón y se siente orgulloso de tu virtud.

         No lo olvides. Los pecados impuros con tu novio, te hunden a ti y le hunden a él. Por eso es mentira cuando te dice para que cedas: «es que no me quieres; parece que no te intereso; qué fría eres». Ataca tus sentimientos para rendirte. Pero esto es un truco muy viejo; si caes en la trampa, te arrepentirás. Y si él te quiere de verdad, también se arrepentirá de haberte hecho caer, pues, te repito, los varones no quieren casarse con las libertinas. Esto ocurre siempre entre los muchachos que valen. Y si algún muchacho prefiere casarse con una desvergonzada, porque es bonita o tiene buen tipo, ese muchacho es tonto. Creer que la belleza de su mujer le va a hacer feliz en el matrimonio por encima de otras cosas, es no tener cabeza. Y desgraciada la que se casa con un tonto. Pero en fin, tonto él y tonta ella: ¡Tal para cual!

         Si Dios pide pureza a las chicas, no es por capricho; sino porque es necesario para la felicidad de su matrimonio. No me digas que cedes por amor a él. Todo lo contrario. Si le amas, no puedes ceder; pues pecando le haces el peor de los daños: le condenas al infierno. Si le amas, sálvale. Aunque esto exija sacrificios. Dejarle pecar no es amarle, es matarle.

 

Bibliografía para profundizar:

            Loring, Jorge, Para salvarte, (hay varias ediciones), n. 68.

            Buela, Carlos, El noviazgo católico, Diálogo 4 (1992), 7-22.

[1] Loring, Jorge, Para Salvarte, n. 68.

relaciones sexuales

¿Cuáles son las consecuencias de las relaciones sexuales prematrimoniales?

Pregunta:

Estimado Padre:

            He leído su respuesta sobre las relaciones sexuales entre novios. Me ha quedado, sin embargo, una duda: ¿cuáles son las consecuencias a las que se exponen los novios que viven su noviazgo como si ya estuvieran casados?

 

Respuesta:

            En la respuesta a la que Usted alude, expuse el argumento central sobre la inmoralidad de tales relaciones. No me extendí analizando las consecuencias más comunes de las relaciones prematrimoniales porque, en el fondo, son argumentos secundarios. Sin embargo, agradezco su consulta porque me da pie para reforzar el juicio negativo que de ellas hemos hecho.

  1. Las consecuencias más comunes que suelen seguirse

            Entre las consecuencias que habitualmente suelen seguirse de las relaciones sexuales prematrimoniales pueden señalarse[1]:

            1º En el orden biológico:

a) Frigidez: se sabe médicamente que la actividad sexual ejercida por jovencitas de 15 a 18 años puede ser causa de frigidez en épocas posteriores; en algunos estudios, el 45% de las mujeres interrogadas se refirieron a la falta de capacidad de reacción sexual como una consecuencia temible de las relaciones previas al matrimonio; está comprobado que muchas mujeres no son frígidas por constitución, sino a causa de inadecuadas experiencias sexuales antes del matrimonio. Esto provoca en algunos casos el fenómeno de las pseudo-lesbianas y de las anfibias, es decir, de las mujeres que buscan el encuentro amoroso con otras mujeres, porque se han quedado decepcionadas de los hombres, o bien alternan indiferentemente la compañía íntima de los hombres con la de las mujeres.

b) Enfermedades venéreas: “entre los millares de casos venéreos cuidados –afirma Carnot– nunca encontré uno solo que no tuviese por origen directo o indirecto un desorden sexual”. Entre éstas las más extensas son la sífilis, la blenorragia y actualmente el Sida.

c) Embarazos: aunque la mayoría de los novios recurren a la anticoncepción (añadiendo una mayor gravedad a su pecado de fornicación), ésta –como ya se sabe– no es capaz de evitar los embarazos que tienen lugar por “descuido” o por “fallas” de los mismos métodos anticonceptivos.

            2º En el orden psicológico:

a) Crea temor: como, por lo general, las relaciones tienen lugar en la clandestinidad, crean un clima de temor: temor a ser descubiertos, temor a ser traicionados después (siendo abandonadas), temor a la fecundación, temor a la infamia social. Además crean otra alteración pasional, a saber, el temperamento celoso: la falta de vínculo legal hace siempre temer el abandono o desencanto del novio o novia y la búsqueda de satisfacción en otra persona; de hecho no hay ningún vínculo que lo pueda impedir; por eso la vida sexual prematrimonial engendra en los novios un clima de sistemática sospecha de infidelidad.

b) Da excesiva importancia al sexo, al instinto sexual, al goce sexual. Esto produce un detrimento de las otras dimensiones del amor: la afectiva y la espiritual. Normalmente esto resiente el mismo noviazgo y luego el matrimonio. Asimismo, esta centralización del amor en el sexo frena el proceso de maduración emocional e intelectual. “Una relación sexual precoz, llevada a cabo regularmente, dice Tumlirz, …ejerce también su efecto inhibidor sobre el desarrollo intelectual y la evolución consecutiva de la mente…”.

c) Introduce desigualdad entre el varón y la mujer. De hecho nadie puede negar que en las relaciones prematrimoniales quien lleva la peor parte es la mujer. Ésta, en efecto: “pierde la virginidad; se siente esclavizada al novio que busca tener relaciones cada vez con mayor frecuencia; no puede decirle que no, porque tiene miedo que él la deje, reprochándole que ella ya no lo quiere; vive con gran angustia de que sus padres se enteren de sus relaciones; participa de las molestias del acto matrimonial, sin tener la seguridad y la tranquilidad del matrimonio”[2]; vive en el temor de quedar embarazada; si queda embarazada es empujada al aborto por el novio que la deja sola ante los problemas del embarazo, por familiares y amigos e incluso por instituciones internacionales, fundaciones y asociaciones que luchan por la difusión del aborto en el mundo[3] (a pesar de esto, conozco casos, tal vez excepcionales, en que ha sido el novio, enterado de su paternidad, quien ha querido el nacimiento de su hijo, mientras que ha sido la novia la que se ha empecinado en abortar).

            3º En el orden social:

a) Casamientos precipitados. La experiencia demuestra hasta el cansancio que los embarazos no intencionales o la infamia social, lleva muchas veces a precipitar el matrimonio cuando se carece de la debida madurez para enfrentarlo y éste a su vez termina en una ruptura ya irreversible. Lo sabemos bien los sacerdotes, que tenemos que enfrentar muchas veces los dramas matrimoniales que tienen este origen.

b) Abortos procurados. La experiencia también nos muestra el número cada vez mayor de abortos y sobre todo la relación entre la mentalidad abortista y la mentalidad anticonceptiva[4]. Ahora bien, nadie puede negar que esta última es el ambiente más común para quienes practican el sexo prematrimonial; consecuentemente, también el aborto será una de sus más nefastas consecuencias.

c) Maternidad ilegítima. Cuando no se efectúa el aborto y no se opta por el casamiento apresurado, se termina arrostrando una maternidad ilegítima. Una de las preocupaciones más angustiosas de nuestra época es el problema de las madres solteras adolescentes. Según algunas estadísticas, el mayor porcentaje de hijos ilegítimos que no son segados por el aborto corresponde a las jóvenes de 15 a 19 años, luego siguen las que tienen entre 20 y 24 años; la tasa más baja es la de las menores de 15 años.

¿Cuál es el consejo más sabio para nos novios? ¡Guardar la castidad antes del matrimonio!

            La castidad perfecta antes del matrimonio es esencial al amor: “Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad”[5].

            Entre otros motivos podemos indicar los siguientes:

            1º La castidad es el arma que tiene el joven o la joven para ver si es realmente amado por su futuro/a cónyuge.

            Esto por varias razones:

a) Porque si realmente uno ama al otro no lo llevaría al pecado sabiendo que lo degrada ante Dios, le hace perder la gracia y lo expone a la condenación eterna.

b) Porque es la única forma que tiene un joven o una joven de demostrar verdaderamente que quiere reservarse exclusivamente para quien habrá de ser su cónyuge. En efecto, al no aceptar tener relaciones con su novio/a, con quien más expuesto a tentaciones está, menos probable es que lo haga con otro. En cambio, si lo hacen entre sí sabiendo que esto puede llevarlos a un matrimonio apurado o a cierta infamia social, ¿qué garantiza que no lo haga también con otros u otras con quienes no tiene compromiso alguno y sobre todo cuando nadie se va a enterar? El no consentir en las relaciones prematrimoniales es un signo de fidelidad; lo contrario puede ser indicio de infidelidad.

c) Finalmente, porque el hacer respetar la propia castidad es el arma para saberse verdaderamente amado. En efecto, si la novia solicitada por su novio (o al revés) se niega a tener relaciones por motivos de virtud, pueden ocurrir dos cosas: o bien que su novio respete su decisión y comparta su deseo de castidad, lo cual será la mejor garantía de que él respeta ahora su libertad y por tanto, la seguirá respetando en el matrimonio; o bien que la amenace con dejarla (y tal vez lo haga), lo cual solucionará de antemano un futuro fracaso matrimonial; porque si el novio amenaza a su novia (o viceversa) porque ella o él deciden ser virtuosos, quiere decir que el noviazgo se ha fundado sobre el placer y no sobre la virtud, y éste es el terreno sobre el que se fundamentan todos los matrimonios que terminan en el fracaso.

            2º La castidad es fundamental para la educación del carácter.

            El joven o la joven que llegan al noviazgo y se encaminan al matrimonio no pueden eludir la obligación de ayudar a su futuro cónyuge a educar su carácter. La maduración psicológica es un trabajo de toda la vida. Consiste en forjar una voluntad capaz de aferrarse al bien a pesar de las grandes dificultades. Así como los padres se preocupan de ayudar a sus hijos a lograr esta maduración, también el novio debe ayudar a su novia (y viceversa) y el esposo a su esposa. El trabajo sobre la castidad es esencial para ello; porque es una de las principales fuentes de tentaciones para el hombre; consecuentemente es uno de los principales terrenos donde se ejercita el dominio de sí[6]. Quien no trabaja en esto no sólo es un impuro sino que puede llegar a ser un hombre o una mujer despersonalizados, sin carácter[7]. Y así como no tiene dominio sobre sí en el terreno de la castidad, es probable que tampoco lo tendrá en otros campos de la psicología humana. El que tiene el hábito de responder a las tentaciones contra la pureza cometiendo actos impuros, responderá a las tentaciones contra la paciencia golpeando a su esposa e hijos, responderá a las dificultades de la vida deprimiéndose, responderá a la tentación de codicia robando y faltando a la justicia, y responderá a la tentación contra la esperanza quitándose la vida.

            3º La castidad es esencial porque la verdadera felicidad está fundada sobre la virtud.

            Las virtudes guardan conexión entre sí. No se puede, por tanto, esperar que se vivan las demás virtudes propias del noviazgo y del matrimonio si no se vive la castidad. Si no se vive la castidad, ¿por qué habría de vivirse la fidelidad, la abnegación, el sacrificio, el compañerismo, la esperanza, la confianza, el apoyo, etc.?

            La castidad no es la más difícil de las virtudes. A veces puede ser más fácil que la humildad o la paciencia cuando en la intimidad matrimonial se empiezan a descubrir los defectos del cónyuge que no se veían en el idilio del noviazgo. Por eso la guarda de la pureza es garantía de que se está dispuesto a adquirir las demás virtudes.

            Por todo esto podemos concluir: el amor que no sabe esperar no es amor; el amor que no se sacrifica no es amor; el amor que no es virtud no es amor.

[1] Cf. José María del Col, Relaciones prematrimoniales, Ed. Don Bosco, Bs.As. 1975, pp. 169-221. Las estadísticas y citas las tomo de este estudio.

[2] Carlos Buela, Modernos ataques contra la familia, Rev. Mikael n. 15 (1977), p. 39.

[3] “En la decisión sobre la muerte del niño aún no nacido, además de la madre… puede ser culpable el padre del niño, no sólo cuando induce expresamente a la mujer al aborto, sino también cuando favorece de modo indirecto esta decisión suya al dejarla sola ante los problemas del embarazo… No se pueden olvidar las presiones que a veces provienen de un contexto más amplio de familiares y amigos. No raramente la mujer está sometida a presiones tan fuertes que se siente psicológicamente obligada a ceder al aborto” (Evangelium vitae, 59).

[4] Cf. Evangelium vitae, 13.

[5] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2350.

[6] “La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2339).

[7] Juan Pablo II ha afirmado, por eso, que la persona humana tiene como “constitutivo fundamental” el dominio de sí (Catequesis de 22/VIII/84; en L’Osservatore Romano, 26/VIII/84, p.523, n. 1): “el hombre es persona precisamente porque es dueño de sí y se domina a sí mismo” (ibid, n. 5), “el dominio de sí corresponde a la constitución fundamental de la persona”.

sexo virtual

¿Es lícito que los esposos practiquen el sexo virtual?

Pregunta:

Estimados:

            Mi esposa y yo tenemos dudas sobre el asunto del sexo virtual y otras cosas derivadas de Internet (chats de sexo, correo electrónico con contenido erótico, etc.). ¿Qué hay si como pareja participamos en esto? ¿Qué tipo de pecado es este? ¿Infidelidad? ¿Hay culpa sobre el pecado de otras personas involucradas (por ej. si la pareja platica sobre actividad sexual con otra persona? ¿Es pecado grave?

 Respuesta:

            El primer principio de la sexualidad matrimonial es que a quienes están legítimamente unidos en matrimonio les es lícito el uso de su matrimonio respetando las leyes del acto conyugal: su dimensión unitiva y su dimensión procreativa. De aquí se sigue un segundo principio (derivado del anterior): todo cuanto se ordene a la plena realización de estas dos dimensiones juntas (es decir, a realizar más plenamente el acto conyugal, abierto a la vida) es lícito a los esposos y se conoce como “intimidades conyugales”.

            La ilicitud e inmoralidad de cualquier acto relacionado con la castidad en el caso de quienes están casados se mide por estos dos parámetros. Por tanto un acto sexual: 1º es inmoral si se le priva de su ordenación a la procreación (cualquier acción anticonceptiva); 2º es inmoral si se le priva de su ordenación a la unión y fidelidad conyugal.

            En el caso que plantea la consulta (suponiendo que se salve el primer aspecto, es decir, que no haya intenciones ni métodos anticonceptivos de por medio), la pornografía virtual atenta, en cuanto cónyuges, a su fidelidad mutua, pues tal pornografía supone: miradas, imaginaciones, conversaciones, deseos lujuriosos con imágenes o personas distintas del legítimo cónyuge.

            Se trata de un pecado grave contra la castidad matrimonial. Los pecados contra el sexto y noveno mandamiento no admiten parvedad de materia. Y no disminuye esta acción el que ambas personas sean casadas, y actúen con mutuo consentimiento, pues los derechos matrimoniales son irrenunciables, es decir, un cónyuge no puede dar permiso al otro para que use mal de su castidad ni solo ni con otra persona.

            En cuanto a la colaboración en el pecado de otras personas, se trata de colaboración en pecado grave y escándalo (escándalo quiere decir que una persona da motivo grave para que otro peque), y agrava evidentemente el pecado.

enamorados

¿Puede haber enamoramiento casto entre un soltero y una divorciada?

Pregunta:

Estimados hermanos: ¿Se puede uno enamorar de una persona divorciada (pero casada por el sacramento de la Iglesia)?; ¿podría ser esto auténtico amor o es sólo una ilusión sentimental? En el caso que estoy planteando se dan las siguientes condiciones: a) no hay deseo sexual hacia la otra persona; b) no existe el propósito de contraer matrimonio fuera de la Iglesia, c) los besos y caricias estarían excluidos de la relación. ¿Podrían ser amigos “íntimos” sintiendo un afecto especial el uno hacia el otro y no incurrir en pecado?

 

Respuesta:

La fidelidad matrimonial no se limita a la esfera de la sexualidad sino que comienza por la esfera sentimental o afectiva. No sólo el cuerpo del casado sino su corazón pertenece a su cónyuge y no puede ser dado a otro.

Por esta razón es evidente que una persona divorciada civilmente (y que, por tanto, sigue unida ante Dios a su cónyuge) no puede dar sus sentimientos íntimos a ninguna otra persona.

La amistad que es lícita entre personas que se encuentran en el estado que describe la persona que consulta es muy distinta del enamoramiento: para esas personas la amistad es lícita mientras no sea ocasión de “enamoramiento”. Pero precisamente una amistad y un afecto íntimo entre un hombre soltero y una mujer casada ¿puede no rozar el enamoramiento?

Por algo dice el dicho: “entre santa y santo pared de cal y canto” y también: “el hombre es fuego, la mujer estopa; viene el diablo y sopla”. Por amistades con disfraz de “santas” han comenzado muchas caídas estrepitosas. A San Agustín se atribuye el sabio adagio: “amor spiritualis generat affectuosum, affectuosus obsequiosum, obsequiosus familiarem, familiaris carnalem”, el amor espiritual engendra amor afectivo, el afectivo el obsequioso, el obsequioso el familiar y el familiar el carnal.

acto matrimonial

¿Qué es lícito hacer a los esposos para preparar el acto matrimonial?

Pregunta:

Estimados Señores: ¿es lícito todo lo que hagan los esposos, cuando se usa sólo cómo una medida de preparación para el acto conyugal? Gracias de antemano por su respuesta

Respuesta:

Estimado:

 Le contesto con cuanto dice el P. Antonio Royo Marín, en su Teología Moral para Seglares[1]:

“Además del acto matrimonial propiamente dicho, se les permiten a los cónyuges las cosas más o menos relacionadas con él, pero con determinadas condiciones. En general, pueden establecerse los siguientes principios fundamentales:

1º Es lícito todo cuanto se haga en orden al debido fin del acto conyugal (la generación de los hijos) y que sea necesario o conveniente para facilitar ese acto.

2º No pasa de pecado venial lo que se haga fuera de ese fin, pero no contra él…

3º Es pecado mortal cualquier cosa que se haga contra ese fin, ya sea solitariamente, ya con la complicidad del otro cónyuge. Se reducen prácticamente a tres cosas: el onanismo, la sodomía y la polución voluntaria (o lo que pone en peligro próximo de ella sin causa que lo justifique).

Teniendo en cuenta estos principios, es fácil deducir las aplicaciones prácticas: …Son lícitos los actos preparatorios o complementarios del acto conyugal (tactos, ósculos, abrazos, miradas, conversaciones…), con tal que no envuelvan peligro próximo de polución y se hagan con la intención de realizar el acto principal o de fomentar el amor conyugal. La razón es porque, siendo lícito el fin, también lo son los medios que se ordenan naturalmente a su mejor consecución. Pero fácilmente puede haber en esas cosas algún pecado venial, sobre todo si se realizan con desenfreno o se trata de cosas enormemente obscenas…”.

[1] Antonio Royo Marín, Teología Moral para Seglares,  BAC, Madrid 1964, tomo II, n. 621.