transexualismo

¿Cuál es la moralidad sobre la cirugía de cambio de sexo?

Pregunta:

¿Cuál es la moralidad sobre la cirugía de cambio de sexo?

Respuesta:

Estimado:

El problema planteado gira en torno al llamado ‘transexualismo’. Al respecto no hay pronunciamientos explícitos del Magisterio; sólo pueden hacerse referencias a las enseñanzas generales sobre la sexualidad humana[1].

1. Elementos generales sobre sexualidad humana

Desde el punto de vista médico hay tener en cuenta lo que se denomina:

-Sexo cromosómico: es el resultado objetivo de la fecundación; todo individuo nace con un sexo determinado que sólo puede ser masculino (por la presencia de un cromosoma ‘Y’) o femenino (por la ausencia de un cromosoma ‘Y’). Está además objetivamente probado que es el sexo genético el que determina las demás componentes biológicas del sexo. Uno es hombre o mujer desde el momento de la concepción.

-Sexo gonádico: se basa sobre las características de las glandulas sexuales; el varón posee tejido testicular, la mujer tejido ovárico.

-Sexo de los conductos genitales: el conducto de Müller es propio de la mujer; el de Wolff es propio del hombre.

-Sexo fenotípico o genital: son las características aparentes que se dan a nivel de los genitales externos. Es en este nivel que se hace la atribución social del sexo de una persona: según las características que muestre al nacer

En la sexualidad física normal hay armonía y concordancia entre los predichos componentes. Existen anomalías que determina un cierto estado de ‘intersexualidad’ cuando hay discordancia entre los caracteres genéticos, gonádicos, ductales y fenotipicos del sexo. Las principales anomalías son:

-Pseudohermafroditismo: es la discordancia entre las caraterísticas genitales y las glandulares. Puede ser pseudohermafroditismo femenino (genitales masculinos y glandulas femeninas, es decir, ovarios) o masculino (genitales femeninos y glandulas masculinas, es decir, testiculares).

-Verdadero hermafroditismo: es muy raro y se caracteriza por la presencia contemporánea de tejidos ovaricos y testiculares. Se dan también varias hipótesis: que presente un fenotipo prevalentemente masculino, o bien femenino.

El ‘transexualismo’ es algo diverso: designa el conflicto entre el sexo físico en sus componentes arriba mencionados y la ‘tendencia psicológica’ que es ‘experimentada’ en sentido opuesto. En la casi totalidad se trata de sujetos de sexo físico masculino que psicológicamente se siente mujeres o tienden a identificarse con el sexo femenino. Más raros son los casos opuestos.

El transexualismo se presenta como un síndrome en el cual existe una pulsión psicológica, aparentemente primaria (o al menos surgida en tiempos remotos), de pertenecer al sexo opuesto al genético, endócrino, fenotípico; pulsión que es acompañada por un comportamiento psico-sexual de tipo netamente opuesto al previsto por el sexo anatómico y que se asocia al deseo obsesivo de ‘liberarse’ de los atributos genitales poseídos y adquirir los del sexo opuesto. Se distingue, por tanto, de la homosexualidad y del travestismo. En la homosexualidad no hay deseo de cambiar de sexo sino de tener relaciones sexuales con sujetos del mismo sexo; en el travestismo tampoco hay deseo de cambiar de sexo sino de vestirse con ropas propias del sexo opuesto como condición para alcanzar la exitación sexual (pero la relación sexual se busca con sujetos del sexo opuesto).

Volviendo al transexualismo, hay que decir que, desde el punto de vista científico la intervención medico-quirúrgica (hecha para adecuar las apariencias físicas externas a las tendencias psicológicas) no supera el conflicto ni recompone la armonía con el nuevo sexo, sino que parece agravar el sentido de frustración; la operación más perfecta no realiza jamás una verdadera y propia mutación de sexo.

2. Moralidad de la cirugía sobre el sexo

1) Los casos de ambigüedad sexual. En el caso de los sujetos que presentan alguna de las formas de anomalías en el plano físico, por la copresencia de elementos anatómicos de ambos sexos (hermafroditismo, pseudohermafroditismo), la intervención quirúrgica no ha suscitado nunca dudas morales. El problema, en este orden de cosas, se plantea sobre qué dirección debe tomar la cirugía (es decir: qué sexo hay que hacer prevalecer y cuál hay que hacer desaparecer). Hay que decir:

-Cuando la conformación externa es suficientemente definida y el paciente ignora la discordancia de su sexo genital con su sexo glandular y cromosómico (es el caso de que se da cuenta sólo el médico o el especialista, por ejemplo, al hacer una intervención quirúrgica de hernia): es moralmente obligatorio mantener oculta esta discordancia al paciente, porque es difícilmente corregible y no puede llevar a otra cosa que turbación en el sujeto.

-Cuando la ambigüedad es relevable también en los genitales externos y los padres (o el mismo interesado) piden una cirugía correctiva, habrá que tener en cuenta (para ver si se privilegian los caracteres femeninos o masculinos): a) qué intervención tiene, desde el punto de vista técnico, más posibilidades de éxito; b) cuál sexo alcanza la mayor armonía con los demás elementos del sexo físico (gonádico, cromosómico); c) las posibilidades futuras de realizar el acto conyugal (pues tal es la finalidad del sexo); d) la posibilidad de obtener también la fertilidad.

2) La adecuación del sexo genital con la tendencia sexual psíquica (transexualismo propiamente dicho). No es lícito nunca, ni siquiera cuando sea verdadero (como algunos defienden) la irreversibilidad del problema psíquico (cuando sea imposible tratar el problema psicológico de la persona que se ‘siente’ del otro sexo). No se trata de ningún tipo de ‘rectificación’ del sexo sino simplemente de una castración, esterilización, mutilización o privación de una verdadera función sexual que, de suyo, es totalmente sana; el problema es de orden psicológico. Además, no hay un ‘cambio de sexo’ propiamente dicho, pues no se cambia el sexo gonádico ni cromosómico; simplemente se introduce una nueva asintonía entre el sexo gonádico y cromosómico, por un lado, y, por otro, el psíquico y -ahora- el genital externo. No se puede considerar esta intervención como un acto terapéutico, pues se interviene sobre una parte físicamente no enferma.

P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Me baso todo en Sgreccia, E., Manuale di Bioetica, Vita e Pensiero, Milano 1988, 373-398.