blasfemia

¿Es siempre pecado la Blasfemia?

Pregunta:

Estimado Padre: Lamentablemente se me ha pegado la costumbre de blasfemar de tanto escucharla en mi familia. Muchas veces no me doy cuenta de que blasfemo hasta que se me escapa la palabra. Siempre me arrepiento, pero me queda la duda: ¿es pecado lo que hago? Le agradeceré su consejo.

Respuesta:

Estimado amigo:

1. Se define la blasfemia como ‘una palabra o un dicho injurioso contra la divinidad’. En sentido estricto consiste en la palabra proferida oralmente, pero es claro que también las expresiones injuriosas contra Dios formuladas con la mente o con la imaginación constituyen una blasfemia verdadera y propiamente tal. Los teólogos reducen a este pecado también las acciones injuriosas contra Dios (por ejemplo, escupir al cielo y otras acciones semejantes con las que se intenta demostrar desprecio por Dios) que pueden fácilmente compararse con el sacrilegio si se dirigen contra Dios en las cosas consagradas a él (escupir o pisotear el crucifijo). La blasfemia llega a su extremo en aquel que no contento con proferirla con la boca la pone por escrito o la divulga por la prensa o la imprenta.

2. Las expresiones o las acciones pueden ser injuriosas para con Dios de varias maneras. Se puede:

a) atribuir a Dios lo que no le conviene (diciendo, por ejemplo, que es injusto, o autor del pecado)

b) negarle lo que le es propio (por ejemplo, su amor paterno para con sus criaturas)

c) atribuir lo que es exclusivamente propio de Dios a las criaturas, o, lo que es peor, afirmar que las criaturas son mejores que Él (por ejemplo, afirmando que Satanás es más poderoso que Dios);

d) hablar con desprecio de Dios o nombrar su nombre o las cosas o personas sagradas con escarnio por desprecio a Él o a la religión;

e) maldecir, imprecar o ultrajar a Dios o a los Santos.

La blasfemia puede ser directa o indirectamente contra Dios. En el último caso se dirige inmediatamente contra las personas o las cosas en cuanto son amadas de Dios: los santos, las criaturas mas excelentes, en las cuales resplandece principalmente la grandeza de Dios (como el cielo, el mundo, el alma, la religión, etc.), las cosas sagradas, como los Sacramentos, etc. Puede ser querida en cuanto tal, esto es, como ultraje a Dios (blasfemia diabólica, blasfemia querida directamente) o puede ser mas bien un desahogo de ira hacia las criaturas, de impaciencia, etc. (blasfemia indirectamente querida). Si la blasfemia contiene una afirmación o negación contra la fe se llama blasfemia herética.

3. En cuanto a la gravedad, la blasfemia, tanto la directa como la indirectamente querida, cuando es proferida con plena conciencia y deliberación, es un pecado gravísimo, siempre y sin excepción. Esta blasfemia es en efecto, una falta al deber más elemental de la criatura para con su Creador: el reconocimiento de su suprema autoridad. Es, por consiguiente, el ultraje máximo que se puede dirigir a la más alta dignidad y un acto de extrema rebeldía. Implica además la mayor degradación de la criatura en cuanto tal, cuya perfección consiste precisamente en su subordinación a Dios. Por lo que es más grave en su esencia que todos los demás pecados contra el decálogo (como, por ejemplo, el del homicidio) aun cuando, como sabiamente advierte Santo Tomás (Suma Teológica, II-II. q. 13, a. 3, ad 1) en cuanto a su eficiencia sea menor que el homicidio, ya que el homicidio produce más daño al prójimo que la blasfemia a Dios, al cual nadie puede dañar.

Se ha de notar, sin embargo, que sólo se debe juzgar blasfemia aquella expresión que, o por su aceptación común, o por su significado natural, o por la intención de quien la profiere es injuriosa para con Dios, y sólo en el caso de que sea proferida como una aserción, no cuando simplemente se refiere como un suceso.

El Catecismo de la Iglesia Católica resume la doctrina católica sobre la blasfemia diciendo (nn. 2148-2149): ‘La blasfemia se opone directamente al segundo mandamiento. Consiste en proferir contra Dios interior o exteriormente palabras de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, en abusar del nombre de Dios. Santiago reprueba a ‘los que blasfeman el hermoso Nombre (de Jesús) que ha sido invocado sobre ellos’ (St 2, 7). La prohibición de la blasfemia se extiende a las palabras contra la Iglesia de Cristo, los santos y las cosas sagradas. Es también blasfemo recurrir al nombre de Dios para justificar prácticas criminales, reducir pueblos a servidumbre, torturar o dar muerte. El abuso del nombre de Dios para cometer un crimen provoca el rechazo de la religión. La blasfemia es contraria al respeto debido a Dios y a su santo nombre. Es de suyo un pecado grave (Cf. Código de Derecho Canónico, 1369). Las palabras malsonantes que emplean el nombre de Dios sin intención de blasfemar son una falta de respeto hacia el Señor. El segundo mandamiento prohíbe también el uso mágico del Nombre divino. ‘El Nombre de Dios es grande allí donde se pronuncia con el respeto debido a su grandeza y a su Majestad. El nombre de Dios es santo allí donde se le nombra con veneración y temor de ofenderle’ (San Agustín, De Sermone Domini in monte, 2, 45, 19: PL 34, 1278)’.

P. Miguel Á. Fuentes, IVE