consagrarme

¿Puedo consagrarme a Dios a pesar de haber vivido una mala vida y ser ya grande?

Pregunta:

Estimado padre Miguel Ángel Fuentes, soy una persona de México, de 39 años. Entrando en el internet y debido a mis dudas y constantes cuestionamientos sobre Dios y su Reino, he decidido decirle a Dios que utilice a sus instrumentos para poder saber qué quiere el de mí. Yo estaba a punto de entrar a consagrarme para el Señor, pero en ocasiones tengo miedo por las diferentes situaciones de mi vida; pero ahora siento que podré seguir el camino que él me manda. No sé si es un problema la edad que tengo, para entrar en un monasterio o en un convento. Me encanta la vida religiosa pero en ocasiones me da miedo; sé que el miedo no es de Dios y por lo tanto pido su consejo espiritual con las siguientes preguntas: 1. A pesar de haber vivido una vida pagana ¿seré digno para tomar el camino del sacramento del sacerdocio o bien por lo menos ser hermano? 2. La edad ¿será un impedimento para poder servir al señor?

Respuesta:

Estimado:

A lo primero: Esto sólo lo pueden discernir los superiores. En principio si la conversión ha sido sincera, no habría obstáculos, salvo que existan impedimentos (como estar casado, o tener tendencias desordenadas de algún tipo, como inclinaciones homosexuales, etc.).

A lo segundo: la edad en sí no es un impedimento, pues existen seminarios para vocaciones adultas y muchos santos se han consagrado a Dios a edad superior a la suya.

A lo último: Dios habla de modo definitivo por quienes ha puesto como ministros de su Iglesia, en particular por los superiores de una comunidad religiosa o seminario y en definitiva por el Obispo (lo cual no impide que éstos a veces no sean indóciles a Dios; pero por lo general debemos seguir lo que ellos nos digan si se trata de personas buenas, bien formadas en la doctrina, prudentes y sobre todo fieles al Papa). Son ellos, pues, quienes ordinariamente tienen la última palabra sobre la autenticidad de nuestra vocación.

Espero que estas simples indicaciones iluminen su conciencia.

P. Miguel A. Fuentes, IVE