ser humano

Dos visiones contrarias del ser humano, de su dignidad y de su relación con Dios

Pregunta:

Querido Padre, Mi caso es un poco delicado, pero tal vez no poco común. Se puede exponer como sigue: Estoy casado con una mujer buena, pero no practicante; ella es católica pero no está de acuerdo con algunas enseñanzas de la Iglesia; por ejemplo, con la confesión. Quisiera ayudarla y lograr que se confiese. ¿Qué me puede aconsejar?

Por otra parte, tampoco está de acuerdo con los métodos naturales de planificación familiar, mientras que yo sí los acepto. No sé cómo ayudarla a que comprenda cuál es la situación de nuestro matrimonio; mientras tanto, estoy usando preservativo, que es lo único que mi esposa acepta y si bien yo comprendo el perjuicio espiritual que me acarrea, es el menos dañino que puedo encontrar. ¿Qué me puede aconsejar de todo esto?

 

Respuesta:

Estimado J.:

Le contesto brevemente sus consultas:

1) Para llevar a otra persona a la confesión, no hay nada mejor que el ejemplo personal, la penitencia y la oración. No tenemos otra forma de penetrar en el corazón del prójimo. Esta respuesta se completa con la siguiente.

2) Explíquele a su esposa los motivos serios y profundos por los que hay una diferencia esencial entre los métodos naturales y los artificiales. Como dice el Papa Juan Pablo II, se trata de una diferencia antropológica, o sea, dos visiones contrarias del ser humano y de su dignidad y de su relación con Dios. Puede ver al respecto el artículo que he escrito (LOS MÉTODOS NATURALES DE REGULACIÓN DE LA NATALIDAD). Y sea usted coherente con lo que su conciencia le dice. Muy difícilmente conseguirá usted que su esposa se acerque a Dios si usted, que tiene visión clara de lo que Dios pide, claudica en algo tan importante como el aceptar una visión del ser humano que no es cristiana (no tome esto con toda la rudeza de la expresión, sino que trato de que usted comprenda cómo debe ver su actitud alguien no practicante como su esposa). En definitiva, como siempre ocurre, uno dice de modo implícito a los demás: ‘haz lo que yo hago y no lo que digo, pues realmente yo pienso como obro, ya que nuestra verdaderas convicciones son las que son capaces de traducirse en obras’. Por esta razón, si usted por razones de conciencia y por verdadero amor a Dios, está dispuesto a morir antes que traicionar su conciencia y los mandamientos divinos, a la larga (si no a la corta) se convencerán nuestros prójimos.

Cuente con mis oraciones para esta importantísima tarea.

En Cristo y María.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

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