Pregunta:
Estimado Padre: ¿Es lícito recurrir a los avances de la técnica para evitar tener hijos con enfermedades? ¿Qué nos puede decir sobre los intentos de la medicina moderna para evitar enfermedades graves en los hijos, como el cáncer y algunos problemas por el estilo? Nos interesa su respuesta pues en nuestro matrimonio hemos tenido ya un hijo con un problema genético. Gracias.
Respuesta:
Estimado amigo:
Ciertamente que no es algo inmoral recurrir a los avances de la medicina para prevenir, en la medida de lo posible, algunas enfermedades hereditarias en los hijos. De todos modos, no hay que dejarse engañar por los eufemismos, es decir, por esas frases fabricadas que suenan bien pero esconden una gran mentira. Precisamente en este campo de los avances médicos caminamos sobre eufemismos como un campo minado.
La mayoría de las técnicas que se autodenominan como ‘test para prevenir enfermedades hereditarias’ no son técnicas para evitar enfermedades (al menos no por el momento) sino para evitar ‘enfermos’. Un médico no puede, en el estado actual de la ciencia médica, evitar que nazcan bebés con enfermedades como cáncer, sordera, alzheimer o trisomía 21 (mongolismo); lo que puede evitar es que nazcan los bebés que están afectados por esas enfermedades; o sea, asesinarlos permitiendo nacer sólo a los catalogados por los médicos como ‘perfectos’.
No nos dejemos engañar, la ‘búsqueda de hijos perfectos’ que está hoy en debate, no es otra cosa que el disfraz farisaico con el que quiere ocultarse la matanza de aquellos seres humanos que vienen a este mundo con defectos físicos. El ‘hijo a la carta’, pedido como se pide un plato de pescado en un refinado restaurante es el rostro moderno de una práctica aberrante puesta en ejecución por los espartanos y renovada en la primera mitad del siglo XX por la ideología nazista, y nuevamente resucitada por un amplio sector de la medicina de fines del siglo XX y comienzos del XXI.
Los Estados Unidos, cuyo gobierno quiere presentarse ante el mundo como defensor de la libertad moderna, va a la cabeza de esta práctica antihumana. Los modernos campos de concentración tienen nombres más sonoros, como ‘St. Barnabas Medical Center’ (en West Orange, New Jersey) o ‘Chicago Reproductive Genetics Institute’, de la ciudad de Chicago (cf. Zenit 26 de octubre de 2002); pero lo que hacen es lo mismo que se hizo en su momento en Auschwitz y Turkheim: decidir arbitrariamente quién ha de vivir y quién ha de morir.
Lo mismo está realizándose en otros lugares del mundo, como ha puesto de manifiesto un artículo del periódico Herald Sun de Australia (27 de setiembre de 2002): un nuevo programa en el estado de Victoria ha provocado el nacimiento ‘de ocho bebés perfectos el año pasado’. Esto significa que se puso disposición de algunas parejas la posibilidad de seleccionar a sus embriones, eliminando los que sufren algunos defectos (por ejemplo sordera, espina bífida, Alzheimer y varios cánceres de ovarios, estómago, cerebro, huesos y tejidos).
Algo semejante ocurre con la selección de sexo. Cuando se ofrece a los padres la posibilidad de decidir el sexo de sus hijos, en realidad se está ofreciendo la posibilidad de dejar con vida a los hijos que tienen el sexo deseado por los padres y eliminar (matar, asesinar, destruir) a los que no tienen ese sexo. El periódico Los Angeles Times (23 de julio de 2002) informaba sobre el caso de una mujer, que tras haber tenido tres varones, se dirigió a una clínica. El centro produjo cinco embriones: tres masculinos, que fueron congelados, y dos femeninos, que fueron implantados. La clínica médica Tyler a la que recurrió la mujer está dirigida por el Dr. Jaroslav Marik, que cree que la selección de embriones se podrá usar para casi eliminar enfermedades tales como la fibrosis cística. Volvemos a lo mismo: no se elimina la enfermedad sino al enfermo. Eso no es una clínica médica, es sencillamente una carnicería.
No nos engañemos; el Papa Juan Pablo II ya ha dicho en su encíclica ‘Evangelium vitae’ (n. 14) que las técnicas de reproducción artificial ‘que parecerían puestas al servicio de la vida y que son practicadas no pocas veces con esta intención, en realidad dan pie a nuevos atentados contra la vida’.
No nos mintamos a nosotros mismos. Llamemos al pan pan y al vino vino. También llamemos medicina sólo a la medicina, y vida a la vida; pero seamos capaces de llamar homicida al homicida de bata blanca aunque se haya graduado en la mejor universidad de medicina del mundo.
P. Miguel A. Fuentes, IVE