libertad

¿Existe la libertad? Y si existe, ¿qué es propiamente?

Pregunta:

¿Sería tan amable en ayudarme con estas dos preguntas?:

1. ¿Existe la libertad?

2. Si existe ¿De qué tipo es?

Respuesta:

Estimado:

Voy a tratar de responderle a su pregunta con cierta extensión, debido a la importancia del tema en nuestro tiempo, y a las malas interpretaciones que tiene.

1) Libertad y libre albedrío.

Santo Tomás ha propuesto diversas definiciones en torno a la libertad, así por ejemplo: potencia electiva de los medios, conservado el orden al fin[1]; potencia racional a cosas opuestas[2]; libre es quien es causa de sí[3]; voluntario previamente aconsejado[4].

Estas definiciones, en su diversidad, manifiestan la riqueza del concepto y la dificultad de circunscribirlo a una sola formulación. Propiamente la libertad consiste en el señorío que el hombre ejerce sobre sus propios actos en orden a su auténtico bien: estos actos son suyos porque emanan de él como de su principio eficiente y final (en el sentido de que asume un determinado fin como propio y coloca el acto que lo orienta hacia dicho fin). Santo Tomás expresa esto diciendo que ‘la elección versa sobre las cosas que están en nuestro poder'[5]. Este señorío o dominio lo distingue y separa de todos los demás seres cuya perfección está en dependencia de una forma particular inclinada por su naturaleza a un solo acto perfectivo: para éstos la perfección está dada por una inclinación espontánea, no libre, sino necesaria. También la libertad se fundamenta sobre una inclinación necesaria: la tendencia de la voluntad hacia el bien universal; y es posible porque ningún bien particular realiza esa universalidad del bien.

Por este motivo el señorío de la libertad se manifiesta de dos modos diversos: ante todo como capacidad de elegir entre diversos bienes, cuando ninguno de ellos realiza plenamente el Bien Universal; en segundo lugar como capacidad de querer y de poner el acto que nos une con la Realidad que realiza plenamente el concepto de Bien Infinito y Universal[6].

2) Posiciones respecto de la libertad.

Los negadores. En el pasado negaron la libertad las corrientes predestinacionistas, Lutero, los deterministas, el fatalismo, y en nuestros días la pone en duda la misma cultura moderna[7]. Algunas tendencias psicologistas fuertemente influen­ciadas por el determinismo materialista han contribuido a difundir la teoría de que la real o plena voluntariedad del comportamiento humano sería mucho menos frecuente de cuanto afirma una ética realis­ta y cristiana. Afirman, por tanto, que el comportamiento habitual del hombre no es sustancialmente libre; más aún, los que se precian de actuar con esa sustancial libertad, en la práctica obrarían a menudo condiciona­dos por su constitución somática, por la educación, por la cultura, por el ambiente, por los complejos psicológicos, etc.[8]. La negación de la libertad no es sólo una proposición herética desde el punto de vista dogmático, sino destructora de los mismos fundamentos antropológicos necesarios para toda reflexión moral sobre el obrar humano[9].

Los que absolutizan la libertad. En el plano opuesto se encuentran quienes exaltan la libertad al punto de hacer de ella un valor absoluto y la fuente de todos los valores: ‘en esta dirección se orientan las doctrinas que desconocen el sentido de lo trascendente o las que son explícitamente ateas. Se han atribuido a la conciencia las prerrogativas de una instancia suprema del juicio moral, que decide categórica e infaliblemente sobre el bien y el mal'[10].

Los que deforman la libertad. Podemos mencionar las distintas teorías en torno a la naturaleza de la libertad: las que hacen de ella un acto exclusivamente intelectual (posición defendida por Prepositino de Cremona y Guillermo de Auxerre), o una tercera facultad distinta de la inteligencia y de la voluntad (Pedro de Capua, Esteban Langton, Godofredo de Poitiers), o bien un hábito (San Buenaventura, Robert Kilwardy, Alejandro de Halès), o la sola voluntad, independientemente de la inteligencia (Ockham, voluntaristas a ultranza, liberalismo).

La doctrina de la tradición magisterial y tomista. Finalmente, toda la tradición filosófica y teológica occidental, especialmente con Santo Tomás, sostuvo y sostiene que la libertad pertenece a la voluntad sustancialmente y a la inteligencia formalmente. Y esta es la doctrina que asume el Magisterio de la Iglesia en su enseñanza.

3) Existencia de la libertad.

Hay varias vías para llegar a la existencia de la libertad en el hombre:

a) Por la experiencia psicológica exterior. Cada hombre tiene experiencia de realizar actos libres, actos de elección y de preferencia sobre diversos objetos; actos en los cuales uno no es coaccionado sino que, por el contrario, el movimiento volitivo tiene origen en el sujeto y no es causado por nada ajeno a su propio querer. Se trata, por tanto, de una experiencia de dominio y señorío sobre nuestro propio obrar.

b) Por la experiencia interior de la conciencia. La conciencia demuestra también la existencia de la libertad, en cuanto nos reprende y nos alaba sobre nuestros actos. Ella nos reprende por los actos que hemos realizado porque podíamos no realizarlos y lo hicimos; nos alaba por los actos que hemos realizado pudiendo no hacerlos. Esto supone, pues, que somos la causa de tales actos.

c) Por el testimonio de la Revelación. La Sagrada Escritura atestigua explícitamente la existencia del libre albedrío en el hombre: ‘Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’ (Jn 8,32); ‘Dios desde el principio creó al hombre y lo dejó en manos de su propio albedrío’ (Eclo 15,14); ‘Para ser libres nos libertó Cristo’ (Gál 5,1); ‘Habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne’ (Gál 5,13). El Magisterio se hace eco de estas sentencias[11]. La libertad, por tanto, es un dato de fe.

d) Por la reflexión racional. Todos los seres obran según su forma, ya que de ella se sigue la inclinación al obrar[12]. Ahora bien, a cada forma diversa se sigue un diverso modo de obrar:

-En los seres naturales ‘la forma de la cosa natural es la forma individuada por la materia; por tanto también la inclinación consiguiente está determinada a una sola cosa'[13].

-Los animales brutos se mueven por la forma aprehendida ‘por el sentido [y ésta] es individual, como lo es la forma de la cosa natural; y por tanto de ella se sigue la inclinación a un solo acto como en las cosas naturales'[14], pero ese acto al que se mueven ‘necesariamente’ está determinado por el sentido, y según éste lo presente tal será el movimiento que suscitará ‘necesariamente'[15]. El objeto es aprehendido según las diversas disposiciones del sentido, y de esto depende que haya cierta diversidad de movimientos o reacciones, pero según sea aprehendido, es decir, según como caiga bajo el sentido, así será el movimiento necesario del apetito.

-Por el contrario, los seres racionales se mueven a partir de la forma conocida, pero la forma conocida es espiritual y universal[16]. De ahí que Santo Tomás haga equivaler libertad y racionalidad: ‘quod homo sit liberi arbitrii, ex hoc ipso quod rationalis est’, que en el hombre haya libre albedrío se sigue del hecho de que es racional[17].

 P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Vis electiva mediorum servato ordine finis (I,83,4).

[2] Potencia rationalis ad opposita (I-II,13,6).

[3] Liber est qui est causa sui (Ad II Cor., III, III, nº 112).

[4] Voluntarium praeconsiliatum (In Eth., III, VI, nº 457).

[5] In Eth., III, 2, nº 447.

[6] El Catecismo resume la esencia de la libertad diciendo: ‘La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienventuranza’ (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1731).

[7] ‘La cultura moderna pone radicalmente en duda esta misma libertad’ (VS, nº 33).

[8] Contrariamente a esta posición, afirma Juan Pablo II: ‘El hombre puede ser condicio­nado, presionado, empujado por no pocos ni leves factores externos, como puede estar sujeto a tendencias, taras, hábitos ligados a su condición personal. En no pocos casos esos facto­res externos o internos pueden atenuar, en mayor o menor medida, su libertad y, por tanto, su responsabilidad y su culpabilidad. Pero es una verdad de fe, corroborada también por la experiencia y la razón, que la persona humana es libre. No se puede ignorar esta verdad, para descargar, sobre reali­dades externas -las estructuras, los sistemas, los demás- el pecado de los individuos singulares. Entre otras cosas, esto sería cancelar la dignidad y la libertad de la persona’ (Exhort. apost. Reconciliatio et poenitentia, 16. También VS, nº 33).

[9] Por eso escribía Santo Tomás: ‘… Esta opinión es herética pues quita la razón del mérito y del demérito en los actos humanos. Pues no parece ser meritorio ni demeritorio quien por necesidad hace lo que de todos modos no puede evitar. Por tanto, debe ser enumerada entre las opiniones extrañas de la filosofía: porque no sólo contraría la fe, sino que subvierte (subvertit) todos los principios de la filosofía moral. Pues si no hubiese algo libre en nosotros, sino que nos movemos a querer por necesidad, se destruye la deliberación, la exhortación, el precepto y el castigo, la alabanza y el vituperio, todas realidades sobre las que versa la Filosofía moral. Las opiniones que destruyen los principios de alguna parte de la Filosofía, se dicen posiciones extrañas, como el decir que nada se mueve, lo que destruye los principios de la ciencia natural. Algunos se han inclinado a poner estas opiniones, en parte por su protervia, en parte por razones sofísticas que no pudieron resolver, como se dice en el IV libro de la Metafísica’ (De malo, q.6, a.u).

[10] VS, nº 32.

[11] El Catecismo enseña: ‘Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. ‘Quiso Dios dejar al hombre en manos de su propia decisión (Si 15,14), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a El, llegue libremente a la plena y feliz perfección’ (GS 17): ‘El hombre es racional, y por ello semejante a Dios; fue creado libre y dueño de sus actos’ (San Ireneo de Lyon)’ (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1730).

[12] ‘En las cosas naturales se encuentra la forma, que es principio de acción, y la inclinación consiguiente a la forma, que se llama apetito natural, de los cuales se sigue la acción’ (De malo 6).

[13] De malo 6.

[14] De malo 6.

[15] ‘…Porque el fuego es siempre cálido, pero a veces es recibido de una forma, a veces de otra, por ejemplo, a veces en forma deleitable (la fogata en una noche fría), ahora triste (en un incendio); por eso, a veces es huído, a veces es buscado’ (De malo 6).

[16] ‘La forma entendida es universal, y bajo la misma pueden comprenderse muchas cosas; por tanto, como los actos versan sobre los singulares, en los cuales no hay nada que pueda adecuarse totalmente a la potencia universal, la inclinación de la voluntad permanece en estado de indeterminación hacia muchas cosas: como si el artífice concibiese la forma de casa en universal bajo la cual pueden comprenderse diversas figuras de casas, su voluntad podría inclinarse a hacer una casa cuadrada o redonda, o de otra forma’ (De malo 6).

[17] I,83,1.

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