Pregunta:
En los últimos tiempos hay personas que se dedican a ensuciar la verdad de los evangelios basándose en otros evangelios llamados apócrifos. ¿Me podrían decir en qué consisten estos evangelios? y ¿porque no son aceptados por la Iglesia católica? (España)
Respuesta:
Desde los primeros tiempos, junto a los relatos canónicos (es decir, los reconocidos por la Iglesia católica) se elaboraron muchos otros textos de origen espúreo, que contenían una presentación de Jesús desconcertante, contradictoria e ilógica. Se distinguen completamente de los escritos neotestamentarios. En la edición de ‘Los Evangelios Apócrifos’ de Luigi Moraldi, ocupan más de 2.000 páginas. Hay dentro de ellos cosas muy valiosas, tal vez con datos y anécdotas históricas de Cristo que han pervivido en la tradición; pero están mezcladas con datos que son ciertamente falsos, como ser: errores geográficos de Palestina, falta de fidelidad histórica, relatos de milagros fantasiosos en la infancia de Cristo (en el Evangelio de Tomás, por ejemplo, aparece Cristo haciendo pajaritos de arcilla y dándoles vida con un soplo) o milagros punitivos (Cristo hace milagros para castigar a quienes no quieren aceptarlo) como en el Evangelio de Pedro.
Los Evangelios Apócrifos de los dos primeros siglos cristianos siguen substancialmente dos trayectorias: por un lado copian géneros y datos ya ofrecidos por el Nuevo Testamento (así, por ejemplo, tenemos los evangelios de la infancia de Jesús, los evangelios de su vida pública, los evangelios de la pasión, muerte y resurrección, las actas de los apóstoles, cartas apócrifas de Pablo y Apocalipsis apócrifos); por otro lado, se preocupan de suplir la sobriedad y los silencios de los Evangelios canónicos con una fantasmagoría de creaciones legendarias, en cuyo interior se esconden, de vez en cuando pepitas de oro de narraciones históricas.
Nunca han sido aceptados por la Iglesia, por no estar contenidos en el ‘Canon de Muratori’ que es una lista de los libros inspirados que hizo la Iglesia en el siglo II.
P. Miguel A. Fuentes, IVE