los frutos del Espíritu Santo

¿Qué son y cuales son los frutos del Espíritu Santo?

Pregunta:

Querido Padre, primero deseo saludarlo en la paz de Cristo Resucitado. Le cuento que junto a mi esposa servimos al Señor en catequesis de Confirmación en un colegio laico y que el desarrollar el tema del Espíritu Santo, queremos profundizarlo más con los frutos del Espíritu. Gracias.

Respuesta:

Estimado C.:

1. Los frutos del Espíritu Santo.

En una magníficas catequesis de Juan Pablo II sobre el Espíritu Santo (22-5-91), el Papa tocó el tema de los frutos del Espíritu Santo, haciendo una correlación entre éstos y las características de la caridad (1 Cor 13). Le recuerdo sus principales palabras:

‘Se diría que san Pablo, al enumerar los ‘frutos del Espíritu’ (Ga 5, 22), quisiera indicar, en correlación con el himno, algunos comportamientos esenciales de la caridad. Entre éstos:

1) Ante todo, la ‘paciencia’ (cf. el himno: ‘La caridad es paciente’, 1 Co 13, 4). Se podría observar que el Espíritu mismo da ejemplo de paciencia con los pecadores y con su comportamiento imperfecto, como se lee en los evangelios, en los que Jesús es llamado ‘amigo de publicanos y de pecadores’ (Mt 11, 19; Lc 7, 34). Es un reflejo de la misma caridad de Dios, observó santo Tomás, ‘que usa misericordia por amor, porque nos ama como algo propio’ (II-II, q. 30, a. 2, ad 1).

2) Fruto del Espíritu es la ‘benevolencia’ (cf. el himno: ‘la caridad es servicial’, 1 Co 13, 4). También ella es un reflejo de la benevolencia divina hacia los demás, vistos y tratados con simpatía y comprensión.

3) Está luego la ‘bondad’ (cf., el himno: La caridad ‘no busca su interés’, 1 Co 13, 5). Se trata de un amor dispuesto a dar generosamente, como el del Espíritu Santo, que multiplica sus dones y hace partícipes de la caridad del Padre a los creyentes.

4) En fin, la ‘mansedumbre’ (cf. el himno: la caridad ‘no se irrita’, 1 Co 13, 5). El Espíritu Santo ayuda a los cristianos a reproducir las disposiciones del ‘corazón manso y humilde’ (Mt 11, 29) de Cristo y a poner en práctica la bienaventuranza de la mansedumbre que él proclamó (cf. Mt 5, 4)’.

2. Las obras de la carne

Junto al tema de los frutos del Espíritu Santo San Pablo enumera las ‘obras de la carne’, como lo opuesto a aquellos. Sigue diciendo:

‘Con la enumeración de las ‘obras de la carne’ (cf. Ga 5, 19-21), san Pablo aclara las exigencias de la caridad, de la que derivan deberes bien concretos, en oposición a las tendencias del homo animalis, es decir, víctima de sus propias pasiones. En particular: evitar los celos y las envidias, deseando el bien del prójimo; evitar las enemistades, las discordias, las divisiones y las rencillas, promoviendo todo lo que lleva a la unidad. A esto alude el versículo del himno paulino, en el que se dice que la caridad ‘no toma en cuenta el mal’ (1 Co 13, 5). El Espíritu Santo inspira la generosidad del perdón por las ofensas recibidas y por los daños sufridos; y capacita para ello a los fieles a quienes, como Espíritu de luz y de amor, hace descubrir las exigencias ilimitadas de la caridad’.

Y termina mostrando esto en la vida de la Iglesia: ‘La historia confirma la verdad de lo expuesto: la caridad resplandece en la vida de los santos y de la Iglesia, desde el día de Pentecostés hasta hoy. Todos los santos y todas las épocas de la Iglesia llevan consigo los signos de la caridad y del Espíritu Santo. Se diría que en algunos períodos históricos la caridad, bajo la inspiración y la guía del Espíritu, ha asumido formas caracterizadas particularmente por la acción auxiliadora y organizadora de las ayudas para vencer el hambre, las enfermedades y las epidemias de tipo antiguo y nuevo. Hubo así ‘santos de la caridad’, como fueron llamados especialmente en el siglo XIX y en el nuestro. Son obispos, presbíteros, religiosos y religiosas y laicos cristianos: todos ‘diáconos’ de la caridad. Muchos han sido glorificados por la Iglesia; muchos otros por los biógrafos y los historiadores, que logran ver con sus ojos o descubrir en los documentos la verdadera grandeza de estos seguidores de Cristo y siervos de Dios. Y, no obstante, la mayoría permanece en aquel anonimato de la caridad que, sin cesar y eficazmente, colma de bien al mundo. ¡Que la gloria esté también con estos soldados desconocidos, con estos testigos silenciosos de la caridad! ¡Dios los conoce, Dios los glorifica verdaderamente! Tenemos que estarles agradecidos, pues son la prueba histórica del ‘amor de Dios derramado en los corazones humanos’ por el Espíritu Santo, primer artífice y principio vital del amor cristiano’.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

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