Pregunta:
Me surgió una duda después de leer el libro de Judit donde ésta parece engañar a Holofernes (cf. Jdt 10,12 ss). La cuestión es: ¿está la Biblia diciendo que es lícito mentir en algún caso, por ejemplo, al enemigo?
Respuesta:
Querido amigo:
Le agradezco la consulta, porque se trata de un tema interesante que hasta ahora nadie había preguntado.
El principio general está muy bien sentado por Santo Tomás (retomando los admirables escritos de San Agustín sobre la mentira: «De mendacio» y «Contra mendacium») al decir: «Dice el Eclesiástico: Guárdate de mentir y de añadir mentiras a mentiras (7,14). Lo que es malo en sí por su género [intrínsecamente], nunca puede ser bueno y lícito. Porque para que una cosa sea buena lo debe ser en todos sus aspectos, y por eso dice Dionisio que ‘la bondad de una cosa existe por el concurso de todas sus causas, y la maldad por defecto de alguna de ellas’. Ahora bien, la mentira es mala por su género. Pues es un acto que recae sobre materia indebida; pues siendo las palabras signos naturales de las ideas, es antinatural y fuera del orden debido el significar por una palabra o gesto lo que no se tiene en el pensamiento. Por lo cual dice Aristóteles que ‘la mentira es por sí misma mala y debe evitarse; la verdad, en cambio, es buena y digna de alabanza’. Por tanto, toda mentira es pecado, como también afirma San Agustín»[1].
El principio de Santo Tomás, por tanto, no admite excepciones. En el caso de las personas que mienten en cosas pequeñas por miedo a males muy grandes, la mentira sigue siendo mala (aunque sea venial) y no podemos justificar ni alabar su acción, sino sentir misericordia, como también ha explicado Santo Tomás comentando a Aristóteles[2].
Es interesante cómo Santo Tomás, siguiendo siempre a Agustín, soluciona las dificultades que algunos encuentran en algunos personajes bíblicos que parecen haber mentido. Cito algunas soluciones del Aquinate.
1) El caso de las parteras hebreas que mintieron al Faraón para salvar a los recién nacidos judíos y que fueron bendecidas por Dios (cf. Ex 1,21): «las parteras de Egipto no recibieron recompensa por haber mentido, sino por haber reverenciado temerosamente a Dios, de lo cual se siguió que mintiesen. Esto es lo que claramente indica el texto sagrado: Por haber temido a Dios las parteras, prosperó Él sus casas. Pero su mentira posterior ya no fue meritoria»[3].
2) Parece que algunos santos personajes bíblicos mintieron, como Abraham cuando dijo que su esposa era hermana suya (cf. Gn 12,13-19; 20,2-5); Jacob mintió simulando que era Esaú (Gn 27) y se alaba a Judit quien engañó a Holofernes (Jdt 10,12). El Angélico distingue dos clases de personajes[4]:
a) Algunos son alabados por su virtud perfecta. De estos, por tanto, no se puede pensar que mintieran de ningún modo. O bien sus actos tienen explicación, aunque difícil, como el caso de Abraham cuya esposa era también hermana suya según la terminología oriental (prima). O bien, sus actos tenían un significado profético y figurativo, y la verdad está en el plano profético. Así el caso de Jacob, el cual místicamente se hace pasar por el primogénito de Isaac (o sea, se hace pasar por Esaú) porque en derecho le correspondía la primogenitura (que Esaú ya le había vendido); esta afirmación es realizada por espíritu de profecía significando que el pueblo menor, el de los gentiles, había de sustituir en la primogenitura a los judíos.
b) Otros personajes, como es el caso de Judit, no son alabados por su virtud perfecta, sino por algunos aspectos nobles aunque en algunos casos realizasen actos reprensibles. Así se alaba a Judit, no porque engañó a Holofernes, sino por su deseo de liberar a sus conciudadanos, por quienes se expuso a tantos peligros. No obstante, también sus palabras tienen cierta verdad si atendemos al sentido espiritual de la Escritura.
3) ¿Y no se puede aplicar el principio del mal menor en el caso en que uno tuviera que elegir entre mentir o permitir que otro cometa un homicidio, o para salvar un inocente? Responde Santo Tomás: «La mentira no es pecado sólo por el daño que causa al prójimo, sino por el desorden que implica en sí misma. Ahora bien, no se debe usar de un medio ilícito para defender los intereses del prójimo; así, no es lícito para dar limosna robar… Por lo tanto, no es lícito mentir para evitar cualquier perjuicio a otro. Se puede, no obstante ocultar prudentemente la verdad disimulándola, como enseña Agustín»[5].
Como vemos, la posición de Santo Tomás es sumamente clara y terminante al respecto.
P. Miguel A. Fuentes, IVE
[1] Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, 110,3.
[2] Cf. Santo Tomás, Comentario a la Ética a Nicómaco, III, lect. 2, n. 394.
[3] Cf. Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, 110,3 ad 2.
[4] Cf. Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, 110,3 ad 3.
[5] Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, 110,3 ad 4.