Pregunta:
Me gustaría saber: ¿por qué cambia todos los años la fecha de la Pascua? ¿Cómo se sabe con anticipación? Dios lo bendiga. Sergio.
Respuesta:
Parece contradictorio, como señala el P. Raniero Cantalamessa[1], -y es un hecho lamentable-que, este tema de la fijación de la fecha de la Pascua, haya sido motivo de una de las primeras controversias que amenazaron la unidad de los cristianos.
Las iglesias del Asia Menor, celebraban la Pascua el 14 del mes de Nisán (mes perteneciente al calendario lunar babilónico, y que se extiende, más o menos, entre el 15 de marzo y el 15 de abril[2]), de aquí que se las denominara «Quartodecimantes». Esta tradición, que se remonta al mismo apóstol San Juan, guarda continuidad con el Antiguo Testamento o Pascua judía (pues el 14 de Nisán, los judíos debían inmolar los corderos[3]), y está en correspondencia histórica con la Muerte de Cristo, presenciada por el mismo Apóstol, que veía en la Pasión y en la Cruz de Jesús, una victoria, una glorificación, un «paso» de Jesús de este mundo al Padre: Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna (Jn 3, 14-15)«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy» (Jn 8, 28); «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32).
Las otras iglesias, en cambio, seguían la práctica romana, que entronca con los Apóstoles Pedro y Pablo, celebrando la Pascua el domingo siguiente al 14 de Nisán, en correspondencia histórica con la Resurrección de Cristo, de la cual estos Apóstoles fueron testigos privilegiados. Esta tradición se presentaba como una novedad, como una ruptura con respecto al Antiguo Testamento, y, sin oponerse teológicamente con la tradición joánica, subraya más el punto de llegada de la Pascua de Cristo, en su «paso» de la muerte a la vida.
En su Historia Eclesiástica, San Eusebio de Cesarea (autor del s. IV), da cuenta de la controversia que se suscitó hacia fines del s. II, entre los sostenedores de ambas tradiciones. De la parte romana, el Papa Víctor I (193-203) amenazó con excomulgar a los «quartodecimantes», cuyo vocero principal era el obispo de Éfeso Polícrates.
En defensa de estos últimos, -aunque practicando la tradición romana- se alzó el obispo de Lyon, San Ireneo (130-202), que procedía del Asia Menor, habiendo sido discípulo del obispo San Policarpo de Esmirna (70-155), que, a su vez se remonta a San Juan Apóstol. San Ireneo recordó al Pontífice que unos cuarenta años antes, Policarpo había acordado con el Papa Aniceto (155-166), que cada uno celebraría la Pascua según su propia tradición, ya que ambas son de matriz apostólica. Felizmente, al parecer, el Papa Víctor no hizo efectivas las excomuniones, al menos no constan en ningún documento, ni las menciona Eusebio.
Dado que parecía más conveniente que en toda la Iglesia se celebrase «a una voz» el misterio más importante de nuestra salvación, la cuestión fue saldada por el Concilio de Nicea (325), aunque según parece, en la época del Concilio, las aguas ya se habían apaciguado, y la práctica «quartodecimana» había prácticamente desaparecido.
El Decreto Pascual del Concilio de Nicea estableció que la Pascua habría de celebrarse el domingo siguiente al primer plenilunio del equinoccio de primavera(en el hemisferio norte), lo cual no siempre acontece el 14 de Nisán, que es un día fijo en el mes, sino que puede oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. El equinoccio es el instante en el que el Sol, moviéndose sobre la eclíptica coincide exactamente con la línea del Ecuador[4].
Sin embargo, debemos agregar a esto el problema de los calendarios. La tradición occidental se regirá por el nuevo y más preciso calendario llamado «gregoriano». En tiempos del Papa Gregorio XIII (1582) el cómputo juliano había producido ya un desajuste de 10 días entre el calendario y el tiempo real. Para solucionarlo, el Papa mandó eliminar esos días y pasar del 4 al 15 de octubre de 1582 (memoria de Santa Teresa de Jesús) y determinó que los años del comienzo de siglo no fuesen bisiestos, a no ser que fuesen múltiplo de cuatro. El Patriarca Jeremías II de Constantinopla no aceptó dicho calendario, por lo que los ortodoxos (y los católicos de ritos orientales) continuaron regulándose por el antiguo calendario«juliano».
El problema, más allá de los calendarios, era cómo calcular el equinoccio de primavera. En este oficio, la iglesia de Alejandría, por sus conocimiento astronómicos, pronto aventajó a las otras, incluida Roma, que terminó guiándose por los cálculos alejandrinos, haciéndose célebre –hacia fines del s. III, sobre todo con San Atanasio- el género epistolar de las Lettere Festali mediante las cuales, el obispo de Alejandría anunciaba cada año a la Sede Romana las próximas fiestas de Pascua, y ésta hacía extensivo dicho anuncio a todo el orbe cristiano.
Normalmente, esto tenía lugar en la Solemnidad de la Epifanía del Señor (6 de enero), después de cantado el Evangelio, con una melodía sustancialmente idéntica a la del Pregón Pascual (Esxultet)[5], como se canta hasta nuestros días. En efecto, en dicha fiesta, se realiza cada año, el solemne anuncio de la Pascua y de las fiestas movibles que de ella dependen. Así, por ejemplo, el próximo año 2011, se indicará que la Pascua ha de celebrarse el día 24 de abril, y en el año 2039, si Dios quiere, el domingo siguiente al primer plenilunio del equinoccio de primavera, caerá el 10 de abril.
P. Jon M. de Arza, IVE.
[1] Para este tema se puede consultar: R. CANTALAMESSA, La Pasqua della nostra salvezza. Le tradizioni pasquali della Bibbia e della Chiesa primitiva, Marietti 1820, Genova-Milano 22007, 116-137. También puede verse, T. J. TALLEY, The origins of the Liturgical Year, Pueblo, Collegeville, Minnesota 1991, 18-26.
[2] Cf. M. DE TUYA – J. SALGUERO, Introducción a la Biblia, II, BAC, Madrid 1967, 515.
[3] Ex 12, 6: 6 Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la asamblea de la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces.
[4] La palabra equinoccio proviene del latín aequinoctĭum y significa «noche igual». El equinoccio es el momento del año en que los días tienen una duración igual a las noches en todos los lugares de la Tierra, lo cual ocurre dos veces por año, cuando los dos polos de la Tierra se encuentran a igual distancia del sol, cayendo la luz solar por igual en ambos hemisferios.
[5] Cf. M. RIGHETTI, Storia Liturgica, II, ed. Anastatica, Àncora, Milano 2005, 109-111.