¿Cuál es el problema de las células embrionales? ¿qué se discute?

Pregunta:

Entre los años 1999 y 2000 varias empresas, equipos de investigación e incluso gobiernos (Inglaterra, Estados Unidos) han propuesto, autorizado o decidido experimentar con las células madre (estaminales) extraídas de embriones humanos. Tengo entendido que los beneficios sobre el hombre pueden ser inimaginables, pero ¿qué moralidad tienen estos hechos?

Respuesta:

Estimado:

         Sus dudas exigen un experto. Buenamente intentaré poner en lenguaje accesible este difícil asunto.

  1. Aspectos científicos

         Una «célula estaminal» es una célula con dos características[1]: 1) la capacidad de autorrenovación ilimitada o prolongada, esto es, de reproducirse muchas veces sin diferenciarse; 2) la capacidad de dar origen a células generadoras de transición, con capacidad limitada de proliferar, de las cuales descienden gamas de células altamente diferenciadas (nerviosas, musculares, hemáticas, etc.).

         La preparación de células estaminales embrionales humanas (Embryo Stem cells) implica hoy: 1) la producción de embriones humanos y/o la utilización de los sobrantes de fecundaciones «in vitro»; 2) su desarrollo hasta la fase de blastocito inicial; 3) la extracción del embrioblasto o masa celular interna, operación que implica la destrucción del embrión; 4) el cultivo de dichas células en un estrato de fibroblastos de ratón irradiados y en un terreno adecuado, donde se multiplican y confluyen hasta la formación de colonias llamadas embrioides (embryoid bodies); 5) repetidos cultivos de las células de las colonias obtenidas, que llevan a la formación de líneas celulares capaces de multiplicarse indefinidamente conservando las características de células estaminales durante meses y años.

         Éstas, no obstante, constituyen solamente el punto de partida para la preparación de las líneas celulares diferenciadas, o sea, células que poseen las características peculiares de aquellas que forman los diversos tejidos (musculares, nerviosas, epiteliales, hemáticas, germinales, etc.). Los métodos para obtenerlas están todavía en estudio.

         También se experimenta hoy con las células estaminales del adulto (Adult Stem Cells). En los últimos años se descubrieron también en varios tejidos humanos células estaminales pluripotenciales –en la médula ósea, en el cerebro, en el mesenquima de varios órganos–, esto es, capaces de dar origen a diversos tipos de células, la mayoría hemáticas, musculares y nerviosas. Se ha descubierto cómo reconocerlas, seleccionarlas, mantener su desarrollo y llevarlas a formar diversos tipos de células maduras mediante factores de crecimiento y otras proteínas reguladoras. Esto presenta una alternativa menos problemática a las células embrionales.

  1. Problemas éticos[2]

         1) El primer problema ético, que es fundamental, puede ser formulado del siguiente modo: «¿es moralmente lícito producir y/o utilizar embriones humanos vivientes para la preparación de células estaminales?».

         La respuesta es «no», por las siguientes razones:

a) El embrión humano viviente es, a partir de la fusión de los gametos, un sujeto humano con una identidad bien definida, que comienza desde ese momento su propio desarrollo, coordinado, continuo y gradual, de tal modo que en ningún estadio sucesivo puede ser considerado como un simple conglomerado de células.

b) En consecuencia, en cuanto «individuo humano», tiene derecho a su propia vida. Por tanto, cualquier intervención que no sea en favor del embrión mismo, se transforma en un acto que atenta contra dicho derecho.

c) Por tanto, la ablación de la masa celular interna del blastocito, que lesiona grave e irreparablemente el embrión humano truncando su desarrollo, es un acto gravemente inmoral y, por tanto, gravemente ilícito.

d) Ningún fin considerado bueno, como la utilización de las células estaminales que podrían obtenerse para la preparación de otras células diferenciadas con vistas a procedimientos terapéuticos de grandes expectativas, puede justificar una tal intervención. Un fin bueno no hace buena una acción en sí misma mala.

e) Para un católico, dicha postura se confirma por el Magisterio de la Iglesia que, en la encíclica Evangelium vitae –refiriéndose también a la Instrucción Donum vitae de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma: «El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida».

         2) El segundo problema ético: ¿es moralmente lícito realizar la llamada «clonación terapéutica» a través de la producción de embriones humanos y su sucesiva destrucción para la producción de células estaminales?

         La respuesta es también «no», por la siguiente razón: todo tipo de clonación terapéutica, al menos por ahora, parece implicar necesariamente la producción de embriones humanos y la subsiguiente destrucción de los embriones producidos, con el fin de obtener células estaminales. Se cae de nuevo, pues, en el problema ético precedentemente expuesto, el cual no puede tener sino una respuesta negativa.

         3) El tercer problema ético: ¿es moralmente lícito utilizar las células estaminales, y las células diferenciadas de ellas obtenidas, proporcionadas eventualmente por otros investigadores o disponibles en comercio?

         La respuesta es «no», en el caso en que:

a) se comparte la intencionalidad moralmente ilícita del agente principal (cooperación formal); participación que, en el caso que nos ocupa, se podría concretizar en pedir la producción de las mencionadas células o en adquirirlas a conocidos productores y proveedores;

b) aún sin haber complicidad alguna en la destrucción voluntaria de los embriones que ya se ha producido, la utilización de tales células derivadas de ello comportaría la manifestación, o el riesgo de manifestación, de una aprobación implícita y/o una incitación indirecta a proseguir tal procedimiento, que es gravemente ilícito, o sea, sería motivo de grave escándalo.

         «En conclusión –dice la Declaración de la Pontificia Academia para la Vida–, es evidente la seriedad y la gravedad del problema abierto por la voluntad de extender al campo humano la producción y/o el uso de embriones humanos incluso en una perspectiva humanitaria. El dato, ya constatado, de la posibilidad de utilizar células estaminales adultas para lograr los mismos fines que se pretendieran alcanzar con las células estaminales embrionales –aún cuando hacen falta aún para ambas muchos pasos ulteriores antes de obtener resultados claros y definitivos–, indica que la primera es el camino más razonable y humano que se ha de recorrer para un correcto y válido progreso en este nuevo campo que se abre a la investigación y a prometedoras aplicaciones terapéuticas. Éstas representan, sin duda alguna, una gran esperanza para una parte notable de personas enfermas».

P. Miguel A. Fuentes, IVE

 

Bibliografía para profundizar:

            Pontificia Academia para la Vida, Declaración sobre el uso de células estaminales (24/08/2000).

[1] Cf. Declaración de la Pontificia Academia para la vida, 24/08/2000.

[2] Ibid.

hijos

¿Es lícito buscar un hijo sano y perfecto con los avances de la Medicina?

Pregunta:

Estimado Padre: ¿Es lícito recurrir a los avances de la técnica para evitar tener hijos con enfermedades? ¿Qué nos puede decir sobre los intentos de la medicina moderna para evitar enfermedades graves en los hijos, como el cáncer y algunos problemas por el estilo? Nos interesa su respuesta pues en nuestro matrimonio hemos tenido ya un hijo con un problema genético. Gracias.

Respuesta:

Estimado amigo:

Ciertamente que no es algo inmoral recurrir a los avances de la medicina para prevenir, en la medida de lo posible, algunas enfermedades hereditarias en los hijos. De todos modos, no hay que dejarse engañar por los eufemismos, es decir, por esas frases fabricadas que suenan bien pero esconden una gran mentira. Precisamente en este campo de los avances médicos caminamos sobre eufemismos como un campo minado.

La mayoría de las técnicas que se autodenominan como ‘test para prevenir enfermedades hereditarias’ no son técnicas para evitar enfermedades (al menos no por el momento) sino para evitar ‘enfermos’. Un médico no puede, en el estado actual de la ciencia médica, evitar que nazcan bebés con enfermedades como cáncer, sordera, alzheimer o trisomía 21 (mongolismo); lo que puede evitar es que nazcan los bebés que están afectados por esas enfermedades; o sea, asesinarlos permitiendo nacer sólo a los catalogados por los médicos como ‘perfectos’.

No nos dejemos engañar, la ‘búsqueda de hijos perfectos’ que está hoy en debate, no es otra cosa que el disfraz farisaico con el que quiere ocultarse la matanza de aquellos seres humanos que vienen a este mundo con defectos físicos. El ‘hijo a la carta’, pedido como se pide un plato de pescado en un refinado restaurante es el rostro moderno de una práctica aberrante puesta en ejecución por los espartanos y renovada en la primera mitad del siglo XX por la ideología nazista, y nuevamente resucitada por un amplio sector de la medicina de fines del siglo XX y comienzos del XXI.

Los Estados Unidos, cuyo gobierno quiere presentarse ante el mundo como defensor de la libertad moderna, va a la cabeza de esta práctica antihumana. Los modernos campos de concentración tienen nombres más sonoros, como ‘St. Barnabas Medical Center’ (en West Orange, New Jersey) o ‘Chicago Reproductive Genetics Institute’, de la ciudad de Chicago (cf. Zenit 26 de octubre de 2002); pero lo que hacen es lo mismo que se hizo en su momento en Auschwitz y Turkheim: decidir arbitrariamente quién ha de vivir y quién ha de morir.

Lo mismo está realizándose en otros lugares del mundo, como ha puesto de manifiesto un artículo del periódico Herald Sun de Australia (27 de setiembre de 2002): un nuevo programa en el estado de Victoria ha provocado el nacimiento ‘de ocho bebés perfectos el año pasado’. Esto significa que se puso disposición de algunas parejas la posibilidad de seleccionar a sus embriones, eliminando los que sufren algunos defectos (por ejemplo sordera, espina bífida, Alzheimer y varios cánceres de ovarios, estómago, cerebro, huesos y tejidos).

Algo semejante ocurre con la selección de sexo. Cuando se ofrece a los padres la posibilidad de decidir el sexo de sus hijos, en realidad se está ofreciendo la posibilidad de dejar con vida a los hijos que tienen el sexo deseado por los padres y eliminar (matar, asesinar, destruir) a los que no tienen ese sexo. El periódico Los Angeles Times (23 de julio de 2002) informaba sobre el caso de una mujer, que tras haber tenido tres varones, se dirigió a una clínica. El centro produjo cinco embriones: tres masculinos, que fueron congelados, y dos femeninos, que fueron implantados. La clínica médica Tyler a la que recurrió la mujer está dirigida por el Dr. Jaroslav Marik, que cree que la selección de embriones se podrá usar para casi eliminar enfermedades tales como la fibrosis cística. Volvemos a lo mismo: no se elimina la enfermedad sino al enfermo. Eso no es una clínica médica, es sencillamente una carnicería.

No nos engañemos; el Papa Juan Pablo II ya ha dicho en su encíclica ‘Evangelium vitae’ (n. 14) que las técnicas de reproducción artificial ‘que parecerían puestas al servicio de la vida y que son practicadas no pocas veces con esta intención, en realidad dan pie a nuevos atentados contra la vida’.

No nos mintamos a nosotros mismos. Llamemos al pan pan y al vino vino. También llamemos medicina sólo a la medicina, y vida a la vida; pero seamos capaces de llamar homicida al homicida de bata blanca aunque se haya graduado en la mejor universidad de medicina del mundo.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

clonacion

¿Es lícita la clonación en animales? ¿Y en seres humanos?

Pregunta:

¿Por qué es ‘intrínsecamente inmoral’ la posible clonación de embriones humanos? ¿El mismo juicio merece la clonación en especies animales?

Respuesta:
Estimado:

1. Algunos conceptos

  La clonación consiste en la reproducción de dos o más individuos genéticamente idénticos. Puede ser obtenida por menos de dos modos diversos: mediante fisión gemelar o por transferimiento de núcleo. La fisión gemelar es el proceso por el cual una sola célula fecundada, es decir, el embrión en el estado de una célula en las primerísimas fases de desarrollo, sufre una división particular generando dos embriones idénticos que darán origen a dos individuos idénticos. Los gemelos humanos monocigóticos son precisamente el resultado de una clonación natural. Puede pensarse en lograrlo artificialmente. La técnica del transferimiento de núcleo consiste, en cambio, en privar de su núcleo a una ovocélula fecundada antes de que se forme el cigoto, sustituyendo luego este núcleo aploide (es decir, con sólo la mitad del patrimonio cromosómico) por un núcleo diploide (con toda la información cromosómica) proveniente de una célula somática de adulto de la misma especie. Esto daría como resultado un individuo perfectamente idéntico a aquel del que se tomó la célula somática. Se trata de una fecundación ‘asexual'[1].

  La discusión sobre el tema ha tomado actualidad a raíz de la divulgación de los experimentos sobre clonación de animales llevados a cabo por el Roslin Institute de Edimburgo (Gran Bretaña) y por científicos del Estado de Oregon (Estados Unidos). A partir de la publicidad que tomaron estas noticias en enero y febrero último (1997), la prensa mundial se convirtió en la palestra donde se discuten la utilidad y moralidad de estos experimentos. Y así como algunos se han mostrado llenos de preocupación, otros se han manifestados proclives a continuar con las investigaciones incluso en el terreno de la clonación de seres humanos[2].

  ¿Qué decir de esto?

2. La clonación en los humanos

  ¿Qué finalidades puede tener la clonación en el campo humano? Pueden elaborarse muchas hipótesis, entrando incluso en un terreno estrictamente ‘fantacientífico’, pero posible si se tiene en cuenta que día a día nos enteramos de investigaciones y experimentos que corroboran que estamos en las manos de una ciencia que ha perdido la conciencia, los escrúpulos, el respeto por la dignidad humana y el temor por la destrucción de la vida.

  El embarcarse en esta empresa puede responder a finalidades puramente experimentales y cognoscitivas, lucrativas, psudoterapéuticas o de puro desafío a los límites humanos y al poder divino. Así, algunos plantean la clonación como medio de producción de duplicados humanos que, congelados, podrían constituir un banco de órganos a medida del interesado; puede servir para crear un ejército indefinido de autómatas, de soldados prefabricados, de científicos o de obreros de segunda categoría; puede ser la variante para dar descendencia a parejas de lesbianas u homosexuales o simplemente para quienes deseen hijos idénticos a sí mismos; puede ser el modo de crear una ‘raza superior’ proyectada en laboratorio, depurada de nuestras taras actuales; puede ser la solución para fabricar individuos sin familia sobre los que pueda experimentarse sin que nadie llore los resultados y las pérdidas. En fin, ciencia-ficción y no tanto. ¿De qué nos vamos a sorprender?

  Que la ciencia lo puede hacer, nadie lo duda. Y nadie duda que, de seguir derramando lágrimas hipócritas y elevando al cielo gritos sonoros pero huerfanos de gestos auténticos y eficaces, estamos ante un futuro no muy lejano.

  Pero, ¿es lícito? No. ¿Por qué?

  El motivo es que estamos hablando del ser humano y, al actuar sobre él, la clonación pervierte dos dimensiones fundamentales: la dignidad inderogable e intangible de su concepción y la dignidad de su individualidad.

  1) El problema ético de la fecundación artificial

  La clonación artificial supone las técnicas de fecundación artificial[3]. El juicio sobre ésta es negativo desde el momento en que separa los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el procreador. Me remito a los documentos que ya han tratado con suficiente claridad el tema[4].

  2) El problema de la manipulación del embrión

  La clonación supone también la manipulación sobre el embrión humano. También en este caso es inmoral por no respetar los principios que regulan el trato médico y científico de los embriones humanos. Estos principios podemos sintetizarlos en los siguientes.

  a) Principio de la intencionalidadtoda intención debe ser justa. En cuanto a la intención ésta debe ser el bien del ser humano, empezando por aquél sobre el cual está trabajando. De este modo, es lícita toda intención terapéutica. Asimismo, serían lícitas ciertas intenciones de investigación, cuando se ordenan a la futura terapia humana. En cambio, no es siempre lícita la simple curiosidad científica[5].

  ¿Qué intención terapéutica puede sugerir la clonación de embriones humanos?

  b) Objeto del actolo que se hace debe ser justo, es decir, adecuado a la dignidad del sujeto sobre el que se actúa. Esto se verifica en dos elementos:

  a. Respeto por la vida del embrión[6]. El trabajo técnico (terapéutica o de investigación destinada a la futura terapia) debe respetar el sujeto humano sobre el cual interviene en todas sus fases, desde la concepción hasta su muerte natural. Porque desde tal inicio hasta tal fin (concepción y muerte) el científico se encuentra delante de una vida humana. No existe ninguna justificación para establecer una discriminación cronológica, es decir, el establecimiento arbitrario de períodos en los cuales el hombre puede ser manipulado[7]. Esto implica también que cuando el sujeto humano sea capaz de consentimiento personal, éste debe ser obtenido libremente. Cuando en cambio es incapaz (como el embrión o el feto) tal condición garantiza la licitud de una intervención terapéutica, pero hace, en cambio, ilícita toda acción puramente experimentativa.

  b. Respeto por la naturaleza biológica (estructura) constitutiva del ser humano. La terapia y experimentación debe desarrollarse en la línea de la estructura constitutiva de la vida humana. Esto vale particularmente para las estructuras y dinamismos implicados en el surgir y desarrollarse de la misma vida humana. El hombre puede adentrarse en la naturaleza humana para corregirla de sus defectos o patologías, o para favorecer sus potencialidades positivas, pero nunca para alterar su estructura esencial: ‘La manipulación genética se hace arbitraria e injusta cuando reduce la vida a un objeto, cuando se olvida que tiene que tratar con un sujeto humano, capaz de inteligencia y de libertad, que debe ser respetado, sean cuales sean sus límites; o cuando lo trata en función de criterios que no se fundan sobre la realidad integral de la persona humana, con el riesgo de poner en peligro su dignidad. En este caso, expone al hombre al capricho de los demás, privándolo de su autonomía. El progreso científico y técnico, sea el que sea, debe siempre mantener el más grande respeto de los valores humanos que constituyen la salvaguardia de la dignidad de la persona humana. Y porque en el orden de los valores médicos, la vida es el bien supremo y el más radical del hombre, es necesario un principio fundamental: ante todo impedir cualquier daño, y luego buscar y perseguir el bien. Para decir la verdad, la expresiónmanipulación genética es ambigua y debe ser objeto de un verdadero discernimiento moral, porque esconde por un lado tentativos aventureros que tienden a promover una especie de superhombre y, por otra parte, tentativos positivos dirigidos a la corrección de anomalías, como algunas enfermedades hereditarias, sin hablar de las aplicaciones benéficas en los campos de la biología animal y vegetal útiles para la producción alimenticia. Para estos últimos casos, algunos comienzan a hablar de cirugía genética, como para mostrar que el médico interviene no para modificar la naturaleza, sino para ayudarla a desarrollarse según su esencia, aquella de la creación, aquella querida por Dios. Trabajando en este campo, evidentemente delicado, el investigador se adhiere al designio de Dios. Dios ha querido que el hombre fuese el rey de la creación. A vosotros, quirúrgos, especialistas de las investigaciones de laboratorio y médicos generales, Dios ofrece el honor de cooperar con todas las fuerzas de vuestra inteligencia en la obra de la creación, iniciada en el primer día del mundo'[8].

  Este texto fundamental indica los siguientes principios:

  -Se debe respetar la individualidad, aún a nivel biológico.

  -Debe impedirse cualquier daño.

  -Es licito lo que se haga con finalidad terapéutica, siempre y cuando no sea un intento aventurero[9].

  -Es lícito siempre que respete la línea de la esencia del hombre; pero no como modificativo de la naturaleza humana[10].

  Se puede sintetizar todo con el juicio de la Instrucción Donum vitae: ‘Las técnicas de fecundación in vitro pueden hacer posibles otras formas de manipulación biológica o genética de embriones humanos, como son: los intentos y proyectos de fecundación entre gametos humanos y animales y la gestación de embriones humanos en útero de animales; y la hipótesis y el proyecto de construcción de úteros artificiales para el embrión humano.Estos procedimientos son contrarios a la dignidad de ser humano propio del embrión y, al mismo tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y nacer en el matrimonio y del matrimonio. También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante ‘fisión gemelar’, clonación, partenogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral en cuanto que están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal‘[11].

3. La clonación en especies no humanas

  Otro es el juicio moral cuando se trata de seres no humanos. También aquí los criterios que nos deben guiar son el respeto por el plan esencial del Creador y la incidencia benéfica o nociva para el hombre. En el fondo ambas cosas están relacionadas.

  Los demás seres del universo están ordenados al hombre y por ello, éste puede usarlos para su beneficio. Pero esta relación del hombre como el cósmos tiene también sus límites y reglas, y puede definirse como un señorío ministrante. Es ‘señorío’ porque es una co-participación en la obra de Dios. Pero es una administración de la que se rinde cuenta, porque es un don de Dios: ‘Era voluntad del Creador que el hombre comunicase con la naturaleza como ‘patrón’ y ‘custodio’ inteligente y noble y no como ‘explotador’ y ‘destructor’ sin reparos'[12].

  La Evangelium vitae expresa por esto: ‘el dominio confiado al hombre por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad de ‘usar y abusar’, o de disponer de las cosas como mejor parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde el principio, y expresada simbólicamente con la prohibición de ‘comer del fruto del árbol’ (cf. Gn 2,16-17), muestra claramente que, ante la naturaleza visible, estamos sometidos a las leyes no sólo biológicas sino también morales, cuya transgresión no queda impune'[13].

  Los reparos que se ponen en este campo no se basan, por tanto, en un falso criterio de intangibilidad de la naturaleza, sino en la necesidad de un dominio racional sobre ella. La actual manipulación comporta dos riesgos: el primero es el desconocimiento de las consecuencias sobre la misma naturaleza; el segundo toca el campo de las intenciones humanas: ¿a dónde apunta el actual trabajo genético? ¿qué conexiones tiene o puede traer para una posible aplicación al campo humano? Las fronteras entre la manipulación genética de animales y de seres humanos es un límite muy difuso, muy pequeño y quienes amenazan trasponerlo no se caracterizan por tener firmes criterios morales. La experiencia del pasado próximo nos llenan de incertidumbre y fundados temores respecto del futuro.

 P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Cf. Elio SgrecciaManuale di bioetica, Vita e Pensiero, Milano 1988, pp. 326-327.

[2] El Dr. Ian Wilmut que logró el éxito de clonación en el Roslin Institute afirmó hace poco que en ‘uno o dos años’ se podría estar en condiciones de clonar seres humanos (cf. LA NACION, 7/03/97, p. 3). Mientras algunos han exigido que se prohiba, por ejemplo, en Francia, Italia y Estados Unidos (cf. LA NACION, 6/03/97, p. 3), otros como el Dr. Harold Varmus, Director del Instituto Superior de la Salud de los Estados Unidos pidió a la Cámara de Representantes que no se ‘apuren a cerrar la puerta’. Así, usando los criterios de la ética de las circunstancias, abrió el marco de las posibles situaciones de licitud: ‘Después de haber expresado un personal ‘disgusto’ en relación con los experimentos con seres humanos, Varmus dijo que puede plantearse la hipótesis de algunas situaciones en las que la clonación en la reproducción humana pueda ser ética y moralmente aceptable‘ (cf. LA NACION, 7/03/97, p. 3).

[3] No hablamos de ‘ayuda a la fecundación’ sino fecundación propiamente artificial; la posibilidad de una ‘asistencia’ a la fecundación -y el consiguiente marco para su licitud- es otro problema que habría que discutir al margen de éste Cf. al respecto: Sagrada Congregación para la Doctrina de la FeInstrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación (Donum vitae), II, 7.

[4] Así, por ejemplo, el Catecismo: ‘Las técnicas que provocan una disociación de la paternidad por intervención de una persona extraña a los cónyuges (donación del esperma o del óvulo, préstamo de útero) son gravemente deshonestas. Estas técnicas (inseminación y fecundación artificiales heterólogas) lesionan el derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre sí por el matrimonio. Quebrantan ‘su derecho a llegar a ser padre y madre exclusivamente el uno a través del otro’. Practicadas dentro de la pareja, estas técnicas (inseminación y fecundación artificiales homólogas) son quizá menos perjudiciales, pero no dejan de ser moralmente reprobables. Disocian el acto sexual del acto procreador. El acto fundador de la existencia del hijo ya no es un acto por el que dos personas se dan una a otra, sino que ‘confía la vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad e igualdad que debe ser común a padres e hijos’. ‘La procreación queda privada de su perfección propia, desde el punto de vista moral, cuando no es querida como el fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos… solamente el respeto de la conexión existente entre los significados del acto conyugal y el respeto de la unidad del ser humano, consiente una procreación conforme con la dignidad de la persona» (Catecismo de la Iglesia Católica, nnº 2376-2377). También se puede ver: Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe,Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación(Donum vitae), II, 1-7; Pontificio Consejo para la pastoral de los agentes de la saludCarta de los agentes de la salud, nnº 21-34; Enc. Evangelium vitae, nº 14.

[5] ‘Hay que alentar esos estudios, con la condición de que abran nuevas perspectivas de curación y de terapias génicas, que respeten la vida y la integridad de las personas, y busquen la protección o la curación individual de los pacientes, nacidos o por nacer, afectados de patologías casi siempre mortales. Sin embargo, no se debe ocultar que estos descubrimientos corren el riesgo de ser utilizados para seleccionar embriones, elimiando los que están afectados por enfermedades genéticas o los que presentan caracteres genéticos patológicos’ (Juan Pablo II, L’Osservatore Romano, 26/11/93, p. 7, nº 2); Enc.Evangelium vitae, nº 63.

[6] Cf. Instrucción Donum vitae I,1; Juan Pablo II, L’Osservatore Romano, 26/11/93, p. 7, nnº 4 y 6.

[7] Cf. SAGRADA CONCREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FEDeclaración sobre el aborto, nº 12.

[8] JUAN PABLO IIA la Asociación médica mundial, 29/10/83; en L’Osservatore Romano, 26/II/84, p. 23.

[9] Cf. Carta a los agentes de salud, 12.

[10] Cf. Carta de los agentes de la salud, 13.

[11] Sagrada Congregación para la Doctrina de la FeInstrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, I, 6.

[12] JUAN PABLO IIRedemptor hominis, 15.

[13] Enc. Evangelium vitae, nº 42. Se trata, a su vez, de una cita de la Enc. Sollicitudo rei socialis, nº 34.

clonación

¿Qué decir de la clonación de órganos humanos?

Pregunta:

Quisiera saber si alguien de esta organización me pude ayudar. Necesito información actual sobre la ética medica en la clonación de órganos humanos, que se obtienen de células fetales en etapa totipotencial. Ya me recorrí todo medline, e internet y no encuentro nada; por favor, ¿me pueden ayudar? De antemano gracias, somos un grupo de estudiantes de medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Respuesta:

  Le recuerdo cuanto dice el documento del Centro de bioética de la universidad católica del Sagrado Corazón (Roma) ‘La clonación humana ‘terapéutica»[1]. Después de dar su dictamen negativo sobre la clonación a partir de embriones, afirma: ‘No se trata [el caso tratado] de reproducir células idénticas entre sí partiendo de una única célula progenitora, como acontece actualmente en el campo de los cultivos celulares; ni se trata simplemente de producir, con la técnica de proliferación celular in vitro, tejidos destinados a la implantación (por ejemplo, tejido cutáneo, óseo y cartilaginoso), según los procedimientos de la ‘ingeniería de tejidos’. Con esta técnica se toman del cuerpo humano o animal células capaces de proliferar y generar tejidos en laboratorio, con el fin de sustituir tejidos dañados del cuerpo de un paciente, por ejemplo, a causa de una quemadura grave. En efecto, si se tratara de la reproducción de células o de intervenciones de ingeniería de tejidos, no habría propiamente hablando ninguna dificultad ética para admitir la licitud de estas técnicas…’.

  Y más adelante, hablando de las células multipotenciales: ‘Por lo que se refiere a las células estaminales multipotenciales ya se sabe que pueden encontrarse también en otros tejidos, y no sólo en el embrión precoz. En efecto, se hallan, entre otros lugares, tanto en el saco vitelino, en el hígado y en la médula ósea del feto, como en la sangre del cordón umbilical en el momento del parto. Cuando se recojan células estaminales de embriones o fetos abortados espontáneamente, o del cordón umbilical, en el momento del parto, no existen particulares problemas éticos…’.

  No ocurre lo mismo con el embrión, el cual es inviolable en sus derechos a la vida y a la integridad física como cualquier otra persona.

P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Cf. L’Osservatore Romano, 5 de marzo de 1999, p. 8-9.

genoma

¿Cuál es la posición de la Iglesia sobre el ‘Proyecto Genoma Humano’?

Pregunta:

Estimado: Lo saluda M. M., redactora de la revista C., una publicación orientada a la formación de los padres de familia. Les escribo porque en esta oportunidad estamos realizando un informe sobre el Proyecto del Genoma Humano y nos gustaría contar con la versión oficial de la Iglesia respecto a estas investigaciones y sus implicancias futuras. En espera de su pronta respuesta, Atentamente.

 

Respuesta:

Estimada:

  El Proyecto Genoma Humano comenzó sus estudios en 1990 y participaron más de 15 países de distintos continentes y consiste en intentar descifrar el código genético del ser humano que se encuentra inscrito en el ADN, de tal manera que sea posible establecer una suerte de ‘mapa perfecto’ para saber con exactitud qué cromosomas específicamente influyen sobre qué características humanas o predisposiciones de salud. De esta forma, podría identificarse, por ejemplo, qué personas sufrirán del corazón o generarán una diabetes, lo mismo que podría prevenirse el cáncer, o incluso determinarse algunas características humanas, como el color del cabello y de los ojos, el tamaño, etc.

  El genoma es el conjunto del material genético característico de nuestro especie, situado en el interior de las células. Su decodificación permitirá llenar importantes lagunas en la elaboración de terapias para las principales enfermedades que nos aquejan.

  Aquí está precisamente el gran interés económico de los investigadores privados. Las compañías pretenden patentar los datos genéticos de potencial terapéutico, de modo que los científicos y laboratorios interesados en estudiarlos deban pagar por ello.

  Sobre los últimos descubrimientos ha dicho el genetista Angelo Serra: ‘En la práctica tenemos el borrador del 90% del genoma humano. Sabremos por lo tanto cómo se siguen, una tras otra, los tres mil millones de letras (A, T, C, G) que constituyen el alfabeto del código de la información genética. Se ha tratado de ‘secuenciar’ una mole de datos comparable a una biblioteca de tres mil volúmenes, de miles de páginas cada uno, y con miles de letras por página. Ahora están concentradas muchas energías en la segunda parte de programa: cartografiar los cerca de 150.000 genes, esto es, localizarlos en los cromosomas donde están alineados. Pero era absolutamente necesario comprobar antes cómo están dispuestas las letras, para después investigar dónde se colocan los mensajes específicos que constituyen los genes, y cuál es su estructura. El mapa requerirá tiempo: en julio de 1999 solo se conocía la posición exacta de 8.000 genes’ (Angelo Serra, ZENIT, 3 mayo de 2000).

  ‘La ingeniería genética es una demostración evidente de las capacidades de la inteligencia de las que Dios ha querido hacer partícipe al hombre. La Iglesia católica nunca ha demonizado la investigación que apunta a descubrir y emplear los genes (o sea las informaciones codificadas que gobiernan todo el desarrollo y el funcionamiento del organismo) por fines buenos, como el de vencer las enfermedades. El ‘sí’ a la ingeniería genética tiene sin embargo una condición precisa: la ciencia y la tecnología, una vez descubiertos los secretos de la naturaleza, deben usarlos para el bien del hombre. El pensamiento católico no minusvalora ninguna de las ventajas y de los riesgos que la ingeniería genética comporta’ (Angelo Serra, ZENIT, 3 mayo de 2000).

  Según monseñor Sgreccia, vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida, y director del Instituto de Bioética la Universidad del Sagrado Corazón de Roma, el anuncio del gran avance que se ha dado en la codificación del mapa genético humano constituye un paso comparable ‘al descubrimiento de un continente o al de los vuelos espaciales. Ahora hay que desear que el primer objetivo de la utilización de estos descubrimientos sea el la prevención de las causas que determinan las enfermedades hereditarias, y después, garantizar un mejor conocimiento de los mecanismos que determinan la formación de tumores. Obviamente también se da el riesgo -y por tanto es necesario hacer un llamamiento a la responsabilidad- de que las conquistas realizadas sean utilizadas para promover el eugenismo, es decir, para determinar la selección de individuos sanos y enfermos, o para establecer una especie de valor de la existencia humana en virtud de las características genéticas’.

  Se trataría de una especie de dictadura sumamente peligrosa que, además contaría con toda la información de nuestra constitución genética. ‘Saber es poder y, por tanto, conocer nuestras características quiere decir, en cierto sentido, apoderarse de cada uno de nosotros -confirma monseñor Sgreccia-. Hay que desear que, además de la Declaración universal sobre el genoma humano de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), se promulguen leyes que establezcan las fronteras dentro de las cuales debe utilizarse un descubrimiento de este tipo’.

  Tras el anuncio del avance en la codificación del genoma, alguien ha dicho que ya no queda nada más por decir sobre el hombre y sobre su presencia en el mundo. ‘Todo lo contrario -responde Sgreccia-. La ciencia biológica describe, no explica la última causa del origen de la vida, del origen de la realidad y sobre todo de esta maravillosa estructura, que sólo puede ser el fruto de una causalidad inteligente. Así como en el salmo decimos: ‘Los cielos narran la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos’, también en este caso, y con más razón, podemos ver la grandeza de Dios en el orden y la belleza de esta estructura que desciframos en nuestras células. Se trata de explicar qué es la persona y si la materia puede explicar la inteligencia y el espíritu o, si por el contrario, es el espíritu humano quien rige la vida del individuo. La antropología, la filosofía de la ciencia, la metafísica se ven más estimuladas que nunca por este descubrimiento’ (Zenit, 28 de junio de 2000).

  El Papa Juan Pablo II ha dado los siguientes parámetros morales: ‘Algunos progresos científicos, como los relacionados con el genoma humano, honran la razón del hombre, llamado a ser señor de la Creación, y honran al Creador, fuente de toda vida…

  Por lo que concierne a las intervenciones en la secuencia del genoma humano, conviene recordar algunas normas morales fundamentales. Toda intervención en el genoma debe realizarse con un respeto absoluto del carácter específico de la especie humana, de la vocación trascendental de todo ser humano y de su dignidad incomparable. El genoma constituye la identidad biológica de cada persona. Más aún, expresa una parte de la condición humana de la persona, a quien Dios amó por sí misma, gracias a la misión confiada a sus padres.

  El hecho de poder establecer el mapa genético no debe llevar a reducir la persona a su patrimonio génico y a las alteraciones que pueden estar inscritas en él. En su misterio, el hombre sobrepasa el conjunto de sus características biológicas. Es una unidad fundamental, en la que el aspecto biológico no se puede separar de la dimensión espiritual, familiar y social, sin correr el riesgo grave de suprimir lo que constituye la naturaleza misma de la persona y de convertirla en un simple objeto de análisis. La persona humana, por su naturaleza y su singularidad, es la norma de toda investigación científica…

  A este propósito nos alegra que numerosos investigadores se nieguen a admitir que los descubrimientos hechos sobre el genoma se consideren como patentes que puedan registrarse. Puesto que el cuerpo humano no es un objeto del que se pueda disponer, los resultados de las investigaciones han de difundirse en el conjunto de la comunidad científica, y no pueden ser propiedad de un pequeño grupo.

  La reflexión ética debe ocuparse también de la utilización de los datos médicos que atañen a las personas, especialmente los que contiene el genoma, que la sociedad puede usar en perjuicio de las personas, por ejemplo eliminando los embriones que presentan anomalías cromosómicas o marginando las personas afectadas por determinadas enfermedades genéticas. No se puede violar los secretos biológicos de la persona, ni investigarlos sin su consentimiento explícito, ni tampoco divulgarlos para usos que no sean estrictamente de orden médico y no tengan una finalidad terapéutica para la persona en cuestión. Independientemente de las diferencias biológicas, culturales, sociales o religiosas que distinguen a los hombres, cada uno tiene efectivamente el derecho natural a ser lo que es y a ser el único responsable de su patrimonio genético’ (Juan Pablo II, A los miembros de la Academia pontificia de ciencias, L’OR., 4/11/94, p. 20, nnº 3-4).

P. Miguel A. Fuentes, IVE