¿Que información existe acerca de la visión de la Iglesia Católica acerca del Budismo?

Pregunta:

Mi esposo se acaba de comprar un libro de Budismo (para principiantes) y me preocupa. El dice que no cambiaria el catolicismo por ninguna religión pero que solo lo compro por tener algo que leer y porque le gustaría aprender algún método de relajación y para liberar el stress con Yoga y esas cosas. Dice que se puede ser católico y budista al mismo tiempo y la verdad me ofende mucho su forma de pensar. ¿Que información existe acerca de la visión de la Iglesia Católica acerca del Budismo? Espero me pueda ayudar! Gracias

Respuesta:

Estimada:

El término Buddha (Buda) el el principal título dado al fundador del budismo; no es su nombre propia. Se llamaba en realidad Siddhartha Gautama; nacido a mediados del siglo VI a.C. Se dice que este personaje tuvo una experiencia espiritual excepcional que ‘le despertó al conocimiento perfecto’. Por haber conocido este despertar (en sánscrito ‘bodhi’) se le llamó ‘el Despertado’, el Buddha.

Si bien no se duda hoy en día de la existencia histórica de este personaje, es difícil discernir lo que es histórico de lo que es legendario.

El budismo no es, en realidad, ni una religión ni una moral, sino una espiritualidad, o sea una concepción de la vida perfecta y un método para alcanzarla. A su fundador, Sakia Muni (sakia quiere decir ‘ermitaño’), Buda (el ‘iluminado’), fue simplemente un hombre que se retiró a la soledad no para buscar a Dios, como hace el ermitaño cristiano, sino para buscar la liberación, y acabó rodeado de monjes que buscaban su doctrina, su vía de liberación.

El budismo insiste en la inconsistencia y transitoriedad de todas las cosas, incluido el hombre. Sólo existen fenómenos. En el centro de esta multiplicidad cambiante se mantiene el conocimiento; éste es el que vigila las idas y venidas de las ideas y de las sensaciones, pero es también inconsistente y sin sustancia.

El credo budista está compuesto por cuatro grandes afirmaciones:

1) la vida es dolor;

2) el origen del dolor es la sed de existencia que conduce de renacimiento en renacimiento;

3) la supresión del dolor se obtiene extinguiendo la sed de existencia mediante el aniquilamiento completo del deseo;

4) la cuarta indica los ocho senderos de la virtud por los que se llega a esta extinción.

Esta extinción de todo deseo es lo que llaman el nirvana. El sabio lo alcanza en el éxtasis que suprime la conciencia. Cuando despierta tiene la impresión de haber estado en un ‘estado de beatitud’, que fue inconsciente mientras lo tuvo y sólo lo conoce cuando ya pasó. Cuando muere el sabio, libre de todo deseo, queda redimido de la cadena de reencarnaciones, y parte para no se sabe donde.

La moral práctica está constituida por los 8 senderos de la virtud que se reducen a dos grupos: la pureza de la acción y la pureza de la contemplación. Pero pureza de la acción significa más bien indiferencia.

Respecto del uso del Yoga, puede consultar el artículo que ya he colocado en la página.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

Chamanismo

¿Qué es el Chamanismo?

Pregunta:

¿Qué es el Chamanismo?

Respuesta:

Se trata de un fenómeno religioso, o mejor, un conjunto de fenómenos rituales y mágicos con ciertos rasgos comunes y característicos. Se encuentra principalmente, en Eurasia septentrional, aunque también en otras partes del mundo con formas, a veces, distintas; hay huellas de ch. en la India antigua, en China, en Irán, en Asia Central y en los indios de América, pero, sobre todo, abunda en los pueblos primitivos de Siberia. Sin embargo, M. Eliade subraya que debe hacerse una diferencia entre las religiones dominadas por los conceptos y las técnicas chamánicas y entre aquellas en las que el ch. es sólo un epifenómeno. La palabra chaman tiene su origen en la lengua de los tunguses de Manchuria y los rusos la han introducido en la etnología; hay autores que la relacionan con la palabra sánscrita, shramana (asceta) y se la encuentra en chino, sha-men. El chaman es esencialmente un mediador entre el mundo invisible, sobrenatural, lleno de espíritus y divinidades, y el mundo humano, especialmente el de su tribu. El ch.no se enseña a cualquiera, sino que requiere un don especial, la recepción de este don por el chaman, a veces dolorosa, y en sus principios se acompaña de fenómenos psico-neuróticos. Se pensaba que correspondía a enfermedades psicópatas o epilépticas. Los estudios médicos han demostrado que tales afirmaciones no pueden generalizarse. Después de la toma de posesión por los espíritus, que a veces tiene un carácter dramático, el joven aprende su oficio en casa de un chaman y recibe una iniciación y el conocimiento de las técnicas, los rituales y las lenguas de los espíritus (v. ESPíRITU ii). El chaman puede evocar a los espíritus del clan (v.) y, de esta forma, tiene un papel importante en él. Los espíritus que ayudan al chaman pertenecen a diversas clases: espíritus de la naturaleza; almas de chamanes; muertos, antepasados, genios, dioses. No se trata de una posesión (v. PosEsos) propiamente dicha, como se encuentra en África o en el espiritismo (v.) moderno, sino más bien, de un estado especial en el que ‘el alma’ del chaman viaja por el reino de los muertos, por el cielo, por el mundo inferior, por las aguas; -al contrario de la posesión, es libre y, una vez despertado, cuenta sus viajes. Ernst Arbman define la sesión chamánica como un estado de absorción autósugestiva que la psicología religiosa llama trance. Además, el chaman es el dueño de los espíritus y no su servidor, como expone U. Harva en sus trabajos. La sesión chamánica se celebra en una tienda que se rodea de figuritas esculpidas en forma de animales, de gran importancia en el ritual; se ha demostrado la estrecha relación que existe entre el ch. y el mundo animal, lo que no debe extrañar, ya que estos pueblos son cazadores. El chaman se viste con un ropaje que evoca a una animal (pájaro, oso, reno) y utiliza un tambor, elemento muy importante en el ritual; se le considera como a un ser viviente, con poderes sobrenaturales, poseído por espíritus. El chaman es el intermediario religioso entre el clan y los espíritus; o bien envía su alma al mundo de los dioses, o bien se deja inspirar por éstos, que entonces hablan por su boca. Sirve para conducir a un muerto del clan a su morada, para curar a los enfermos, apartar las desgracias colectivas, obtener la ayuda de los espíritus en las faenas de pesca o de caza, adivinar el porvenir, apaciguar las tempestades, etc. El ch. es, pues, un fenómeno complejo, religioso y social y tuvo una importancia considerable en todas las sociedades primitivas; a veces, el chaman llega a tener funciones sacerdotales propiamente dichas (v. SACERDOCIO I). Ivar Paulson lo define como una especie de místico primitivo y mago a la vez. V. t.: ÁFRICA VII; AMÉRICA VI; AVES IV; CABALLO II.

Por J. Roger Rivíere

Tomado de la gran Enciclopedia Rialp

BIBL.: A. CLOSS, Chamanismo, en F. KÓNIG, Diccionario de las Religiones, Barcelona 1964, 331-335; M. ELIADE, Le chamanisme et, les techniques archaiques de 1’extase, París 1951; U. HARVA, Les représentations religieuses des peuples altaiques, París 1959; L. VAJDA, Zur phaseologischen Stellung des Schamanismus, ‘Uralaltaische Jahrbücher’, 31, Gotinga 1959; H. FINDEISEN, Das Schamanentrlm als spiritische Religion, ‘Ethnos’, 25,3-4, Estocolmo 1961; íD, Schamanentum, Stuttgart 1957; 1. PAULSON, A. HULTKRANTZ y K. JETTMAR, Les religions arctiques et linnoises, París 1965, 126-143, 280-285, 376-395.

china

¿Cuáles son las características del pensamiento religioso en China?

Pregunta:

¿Cuáles son las características del pensamiento religioso en China?

Respuesta:

Características del pensamiento religioso chino.

Cuando se estudia el pensamiento religioso de China, nos enfrentamos con una serie de conceptos muy difíciles de comprender. Aislados durante miles de años por las fronteras naturales del centro de Asia, los chinos crearon una civilización agrícola en las grandes llanuras aluviales; esta consagración durante siglos a la vida agrícola y sedentaria los separó del resto del mundo; el ritmo de las estaciones modeló estrechamente su vida. El acto humano estaba ligado a la renovación de la Naturaleza; uno dependía de la otra en los conceptos primitivos religiosos de Ch. Esta veneración a la Naturaleza hizo que los chinos no se preocupasen mucho por la idea de un Dios personal ni por los sistemas ontológicos; rindieron culto y adoraron mucho más a esta realidad impersonal que se adivina en los procesos naturales. La Naturaleza para los chinos no formaba más que un solo reino; un principio de solidaridad y de unidad profundas afirmaba que hombres, animales y plantas se encontraban en el mismo nivel universal. Se adoró, pues, a los múltiples poderes naturales figurados en forma de numen, de genios, de espíritus locales y familiares. El culto a los antepasados significaba que los lazos familiares con el muerto no se rompían y que éste continuaba ejerciendo su protección, proporcionando riqueza y prosperidad. Todo tenía una virtud secreta y general-; los nombres y sus expresiones gráficas estaban dotados de ciertos poderes e influencia; saber el nombre, decir la palabra, era poseer el ser o crear la cosa. La vida de la corte imperial fue una aplicación constante de la ciencia mágica y eficaz de la palabra justa. El chino se preocupó mucho más por esta ciencia de las fórmulas eficaces que por la ontología y la metafísica; el conjunto de creencias conocidas bajo el nombre de taoísmo (v.) se dedicó a estos conocimientos mágicos y primitivos de las relaciones ocultas entre las cosas. El pensamiento religioso chino estuvo influido desde el principio por las nociones del yin y del yañg, dos símbolos concretos de los aspectos apuestos y alternantes, masculino-femenino, positivo-negativo, de todos los contrastes posibles del universo. Se trata de un concepto de manifestaciones alternantes y complementarias, fórmula rítmica de la vida del universo. Estos dos símbolos complementarios tienen un principio superior regulador: el tao, otro concepto fundamental para los chinos. El tao es el saber operante, el orden total, la realidad profunda del universo, la eficacia, la unidad. El juego indefinido del yin-yang en el cosmos realiza la ley moral del cielo (t’ien), el cual opera también en el corazón humano; se concreta en la ley de la analogía, de las correspondencias de todas las cosas del universo. El cosmos se rige, pues, por un sistema de relaciones analógicas, de comportamientos eficaces, cuyo reflejo en el plano humano es el conjunto de los ritos, de la etiqueta; obrar y actuar es ejercer influencias, es remover el cosmos. Todo acto está sometido a una etiqueta tradicional, y el conocimiento de esta etiqueta complicada era la ciencia de los ritos; el confucianismo trató de esta ciencia del comportamiento social, político y privado del hombre chino; creó las fórmulas eficaces y secretas de gobierno que los sabios y los letrados conocían y enseñaban a los príncipes y Emperadores (v. CONFUCIO Y CONFUCIANismo). Estas formas religiosas del confucianismo y del taoísmo empezaron entre los s. vii y rii a. C. Ambas ofrecían enormes discrepancias. Cada tendencia dominó en su tiempo la política imperial. La llegada del budismo (v. BUDA) de la India suscitó reacciones en los s. v y vi d. C., sin olvidar la limitada difusión del islamismo (v.) y del cristianismo (v.). Estas dos religiones no llegaron a integrarse en la vida del pueblo. Las tres grandes ‘religiones’ clásicas de Ch. son el confucianismo, el taoísmo y el budismo.

Preponderancia del confucianismo.

Los discípulos de Confucio ocuparon rápidamente importantes puestos oficiales y fueron el tronco fundamental de los letrados, los yu, que administraron y gobernaron Ch. durante más de 2.000 años. Mong Tse (Mencio), fue el gran propagandista de la doctrina confucianista y el campeón de la ortodoxia, de la moral aristocrática; a su lado hay que citar a Siun Tse, que organizó el ceremonial (li), tan importante en el desarrollo posterior del confucianismo. Un discípulo de este último, Li Se, canciller del primer Emperador chino, She Huang-ti, fue ejemplo de intolerancia fanática confuciana, sugirió al Emperador la destrucción de todos los libros canónicos, así como la persecución de los letrados, los yu, que se oponían a la política totalitaria de Li Se. La nueva dinastía de los Han (v.) no incurrió en esta actitud y dejó prosperar a la escuela de los confucianistas. Los yu tuvieron gran influencia en el Imperio y formaron la clase democrática que sucedió a la feudalidad destruida. Se concedió a los confucianistas el derecho a ocuparse de la política imperial, y bajo el emperador Wu-Ti (14086 a. C.), el confucianista Se-ma Ts’ien, el padre de la historia china, preconizó un sistema de estudios y exámenes para la Administración del Estado. Los confucianistas tuvieron así un considerable instrumento de poder y propaganda; nadie pudo entrar en la Administración sin pasar por los exámenes confucianistas. Los periodos siguientes de los Tres Reinos, los Tsin (v.) y las Seis Dinastías (220-617) estuvieron bajo la fuerte influencia del budismo y taoísmo, cuyas tendencias pietistas y devocionales agradaron al pueblo chino. Con el triunfo de estas religiones y las divisiones políticas del país en Estados hostiles, la enseñanza confucianista decayó, por tener cada reino su sistema educativo particular. La dinastía Tang (v.) devolvió a los letrados confucianistas la importancia que habían tenido antes; se restablecieron los exámenes, y el emperador Hiuan-Tsung (712-756) fundó la Academia confuciana de Han-Lin, centro espiritual del pensamiento de Ch. Los confucianistas conservaron su privilegiada situación y sus influencias en las grandes dinastías posteriores, tanto con los Yuan (v.) mongoles (1280-1367) como con los Ming (v.) nacionalistas (1368-1643). El confucianismo tuvo una especie de monopolio espiritual que aceleró su tendencia a la fosilización y a las costumbres pueriles y minuciosas que caracterizaron este pensamiento en la época moderna de Ch. Los letrados, los yu, no quisieron adaptar su pensamiento a la evolución política y social del país. Después de la revolución de 1911, desapareció el confucianismo ortodoxo y fosilizado, pero el profundo pensamiento de Ch. siguió teniendo influencia; el movimiento de la Vida Nueva de Chiang Kai-chek (v.) estaba de acuerdo con los principios de Confucio, y sabido es que la doctrina política de Sun Yat-sen (v.), el tridemismo, era una síntesis del pensamiento tradicional confuciano y de las teorías políticas occidentales. El Gobierno comunista ha suprimido toda enseñanza confucianista en Ch.

Influencia del budismo y taoísmo.

El budismo no tuvo nunca mucha influencia política; se extendió en los s. v y vi d. C. a través de cuatro sectas principales: la secta Chinn-Tu, en Kiangsi, fundada por Hui Yuan (m. 416) y basada en la teoría maháyána de las ‘tierras puras’, paraísos budistas en los que los goces del espíritu se disfrutaban en compañía de los inmortales, de origen taoísta; la secta T’ien T’ai, que tenía sus grandes monasterios al sur del Yang-tse, enseñaba un yoga, un ascetismo severo y una ética elevada; la secta Ch’an muy influida por el taoísmo y que se convirtió en la secta Zen (v.) del Japón. Finalmente, la secta del amidismo, una forma de budismo popular, tuvo gran éxito en Ch.; concentró su devoción sobre las figuras de Buda y de los bodhisattvas Maitreya, Avalokiteshvara, Mañjushri y Vairocana. El buda Amitábha, creación del Maháyána, se incorporó al culto chino hacia el 650, y el bodhisattva Avalokiteshvara, bajo el nombre de Kuan-yin, tuvo asociada a su culto una figuración femenina. Este tuvo un éxito extraordinario; su culto era muy sencillo: bastaba pronunciar su nombre chino, O-mi-to-fo, para ser salvado. Islamismo, cristianismo y nueva religiosidad. En la época Tang (618-907) apareció en Ch. el mahometismo, que quedó confinado a una porción relativamente pequeña de la población y fue modificado por las prácticas locales; los mahometanos chinos se contentaron con formar una comunidad aparte, casándose con mujeres chinas y conservando sus creencias y costumbres propias, pero sin deseo de propagar su fe. En la actualidad, está prácticamente extinguido el mahometismo en Ch. En la misma época se predicó el cristianismo en su forma nestoriana (v. NESTORIO), que tuvo cierta influencia sobre el budismo en cuanto al culto a los difuntos y algunas ceremonias. Los chinos nunca han sido muy religiosos o místicos; han buscado recetas mágicas de longevidad y de poderes extraordinarios, pero el alma china no es religiosa, al contrario que el alma hindú. Antes de la revolución comunista, para un chino era normal ir a los tres altares, confucianista, budista y taoísta, para hacer una ofrenda y tener así a los dioses de su parte, cualesquiera que fueran. Al Gobierno comunista no le fue difícil acabar con estas formas degeneradas y sustituir el culto a estos dioses y genios por el culto a Mao (v.). Los misioneros cristianos han sido expulsados y el partido comunista ha intentado adaptar las doctrinas cristianas al marxismo y crear una Iglesia cristiana china independiente. V. t.: ASIA VI y VIII; BUDA Y BUDISMO; CONFUCIO Y CONFUCIANISMO; LAO-TSE; TAOÍSMO; BANQUETE SAGRADO.

 Por J. Roger Riviere

Tomado de la gran Enciclopedia Rialp

BIBL.: J. MARíN, China, Lao-tse, Confucio, Buda, Buenos Aires 1944; E. R. HUGHEs, Religiones en China, en E. O. JAMES, Historia de las Religiones, II, Barcelona 1956, 243-341; J. ROGER RIVI$RE, El pensamiento filosófico de Asia, Madrid 1960, 263-392; W. T. CHAN, Tendencias religiosas de la China moderna, Madrid 1955; M. EDER, La religión de los chinos, en F. KSNIG, Cristo y las religiones de la tierra, III, Madrid 1961, 289-340; ID, China, en F. KONIG, Diccionario de las Religiones, Barcelona 1964, 335340; M. GRANET, La religion des Chinois, París 1922; H. MASPERO y 1. ESCARRA, Les Institutions de la Chine, París 1952; W. J. CLENNELL, The Historical Development of Religion in China, Londres 1917; C. BURTON DAY, Chinese Peasant Cults, Shanghai 1940; J. 1. M. DE GROOT, Religion in China, Nueva York 1912; ID, The Religious System of China, Leiden 1892-1910; H. DORÉ, Researches into Chinese Superstitions, Shanghai 1914-38; J. EDKINS, Religion in China, 4 ed. Londres 1893; J. LEGGE, The Religions of China, Londres 1880; W. E. SOOTHILL, The Three Religions of China, Londres 1929; K. L. REICHELT, Religion in Chinese Garment, Londres 1951; A. F. WRIGHT, Buddism in Chinese History, Stanford (California) 1970. ~.

religiones dualistas

¿En que consisten las religiones dualistas?

Pregunta:

¿En que consisten las religiones dualistas?

Respuesta:

Origen

Para simplificar lo real y su conocimiento a veces el hombre forma una serie de dialogías que, mal entendidas, destrozan tanto la unidad como el pluralismo del cosmos y del hombre mismo: espíritu-materia, cuerpo-alma, sagrado-profano, celeste-terreno, etc. En la historia de las religiones el dualismo suele presentar tres aspectos interdependientes, que completan la concepción dualística de todos los seres: divinidad, cosmos, hombre. El problema del mal ha golpeado en la puerta de todas las religiones, de todos los sistemas filosóficos y de todos los individuos (v. MAL). Si Dios es bueno y omnipotente, ¿por qué el mal físico, moral, el odio, la enfermedad, la muerte…? Esta pregunta y sus respuestas, más o menos acertadas, palpitan en los más antiguos documentos babilónicos, egipcios, asirios, hindúes, en la primitiva mitología griega (mito de Pandora), etc. La coordinación de la bondad divina (v. DIOS IV, 6) con el problema del mal, al no aceptar plenamente la responsabilidad y libertad humana, ha podido empujar a algunos hacia el ateísmo (v.), a otros a negar la intervención de la divinidad en el mundo (v. DIOS Iv, 3; DEíSVIO); y en otra dirección, este problema, junto con la experiencia psicológica de la tensión humana entre lo bueno y lo malo, ocasionó el d., movimiento religioso-filosófico que atraviesa casi toda la historia de la humanidad: los upanishads indios de los Vedas (v.), mazdeísmo (v.), orfismo (v.), Pitágoras (v.), Platón (v.), neoplatónicos (v.). Plotino (v.), hermetismo (v.), gnosticismo (v.), maniqueísmo (v.), etc. Dualísmo teológico. La conciencia religiosa de la antigüedad al lormular la pregunta: ‘¿De dónde el final?’ (Epifanio, I’anariou, 2,6; Tertuliano, De praescriptioue haerelicorian, 7,5) lo hizo a veces con planteamientos erróneos. Todos dicen: ‘Dios no es responsable’ (Platón, República, 617e) ‘La divinidad… no es la causa de los males, sino sólo del bien, de todos los bienes’ (ib. 379b,380c), pero para salvar la bondad divina admiten algunos la existencia de otro principio, el del Inal, en opo sición con el del bien. Podemos hablar de un d. mitigada (Vedismo, Upanishads, Plotino, etc.), que coloca al comienzo al Uno, si bien por emanación, ‘como la tela de la araña o el capullo del gusano de seda’ (Upanishad), o a través de diversas etapas y eones, se llegará al principio opuesto, la materia; o del d. de ciertos pueblos, cuya existencia se desarrolla bajo el influjo casi obsesivo de principios opuestos. unos buenos y otros malos; y, por otra parte, de un d. rígido (religión iránica, mazdeísmo, zervanismo, maniqueísmo, algunos platónicos, bogomilas, cátaros, albigenses, etc.) para el cual desde siempre coexisten dos principios, uno bueno (Ahura, Mazda, Ormuz, la luz, lo bueno, dios), y otro malo (Angra-Mainyu, Ahriman, la oscuridad, lo malo, la materia). Para el d. rígido o estricto, los dos principios supremos coinciden en su doble condición de principios ónticos, es decir, causa y origen del respectivo sector bueno o malo, y cronológicos, o sea preexistentes a todo, dotados del mismo valor y fuerza, eternos; en todo lo demás difieren y, más aún, por su misma esencia se oponen. Son como dos dioses, uno bueno y otro malo; entre ellos se desencadena una lucha, que implica la mezcla del bien y del mal, de la luz y de las tinieblas. Así queda constituido el mundo: en él la materia aprisiona ‘partículas’ del bien hasta que, tras diversas vicisitudes, llegue su separación definitiva y el triunfo final del principio del bien. En el plano individual esto supone una ascesis y un complejo proceso de purificación (v.).

Dualismo cosmológico

En todos los ámbitos donde tuvo alguna vigencia el d. teológico, incluso en otros donde su presencia no puede afirmarse de modo apodíctico, se halla como explicación del origen de las cosas y del mundo una lucha entre los dos principios, si bien el del mal adopta con frecuencia la forma de caos inicial en conflicto con la virtud ordenadora del bien que consigue introducir la organización, el orden (cosmos=orden). En varios casos el mal aparece encarnado en el dragón (v.) morador del mar: cosmogonía babilónica (Marduk-Tiamat), egipcia (Ra o el Sol-Anofis, Horus-Seth), persa (IndraDragón), fenicia (Baal-Yam), etc. Pero no sólo en la mitología (v.) ocupa un puesto importante este dualismo. Con el tiempo llegó a desempeñar un papel filosófico (v. I). Piénsese en la función cósmica de la oposición entre fuerzas elementales (v. HERÁCLITO; EMPÉDOCLEs. etc.) y, sobre todo, la concepción del mundo como un gigantesco animal (v. PLATóN; ESTOICOS; etc.) dotado de un cuerpo animado por el alma, identificada por algunos con la divinidad (cfr. 1. Moreau, L’áme du inonde, de Platon aux stoiciens, París 1939). El d. antropológico se convierte así en d. cosmológico; los dos principios de la naturaleza humana son también los dos elementos cuya unión constituye el universo, y en ambos, por influjo o, al menos, imitación del d. teológico, palpita la eficacia de un doble principio primordial y primigenio, el uno bueno y el otro malo.

Dualismo antropológico

Al d. teológico de algunas religiones paganas corresponde en el plano antropológico el d. que constituye al hombre en compuesto de cuerpo-alma como cosas completamente opuestas, y en el psicológico la oposición acerada entre instinto-razón. El hombre está hecho de una mezcla de dos principios. Es de condición divina por su elemento superior: el alma; en cambio, el cuerpo, siempre según la doctrina dualista, le aproxima e identifica con lo malo, la materia. El orfismo, p. ej., aureola esta distinción popular en casi todo el mundo antiguo con rasgos mítico-alegóricos: el primer hombre es formado de las cenizas, residuo de los Titanes aniquilados por el rayo de Zeus; por esto los hombres se componen de un elemento malo, el titánico (terrestre, material), y de otro divino por haber devorado los Titanes a Dioniso (v.) antes de ser castigados (Platón, Leyes, 4,715; Critias, 121b). Tanto en el orfismo como en los restantes sistemas dualísticos, el alma, partícula divina o por lo menos perteneciente al cortejo divino, a causa de una culpa, o debido a diversas vicisitudes, cayó al mundo sublunar, a la tierra, donde se mezcló con la materia; en el cuerpo se halla, por consiguiente, exiliada, encarcelada, con riesgo de olvidarse de su naturaleza divina, del lugar de su procedencia al que debe retornar.

Dualismo, En-carnación y resurrección de la ‘carne’

En la perspectiva de la antropología dualística no cabe la creencia en la resurrección de los cuerpos. Si el alma está caída, encarcelada en el cuerpo y su destino es conseguir liberarse de las ataduras corporales para retornar a su origen primero, principio y conjunto de bienes, ¿qué sentido puede tener el pensar en la resurrección del cuerpo? Tras la muerte cada elemento componente del hombre vuelve a su estado primitivo, a su lugar de procedencia: ‘El alma a la eterna región celeste (divina); el cuerpo a la tierra’ (Eurípides, Suplicantes, 531-534; Fragmentos, 839,898,1014, etc.; Corpus Inscriptionum Antiquissimae, 442: epitafio de los caídos en la batalla de Potidea del 432 a. C.; etc.). En cambio, la resurrección del cuerpo es como una exigencia de la antropología bíblico-cristiana. El concepto bíblico de basar, en griego sarx=’carne’, no responre al del soma platónico (cuerpo sin alma), sino al conjunto del cuerpo y del alma, significa todo el hombre, o sea el cuerpo animado, porque la antropología bíblica no admite la dicotomía cuerpo-alma al modo dualístico (V. ALMA II; ESPÍRITU III). El Logos al ‘en-carnarse’ o ‘hacerse carne (sarx) ‘ asumió no sólo la carne-cuerpo (soma), sino la carne animada, toda la naturaleza humana (V. ENCARNACIÓN DEL VERBO). Y por eso también sería absurdo pensar en una inmortalidad del alma que no implique al mismo tiempo y de alguna manera la inmortalidad o resurrección del cuerpo (v. HOMBRE III; RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS). La dificultad ha estado en formular con adecuados conceptos esta realidad, conceptos que sean opuestos a la visión dualística.

Dualismo y ascética

Por culpa del d. cosmológico y antropológico, a la materia y al cuerpo, identificada o, al menos, más relacionada con el principio teológico del mal, le toco a veces cargar con la responsabilidad de todos los males físicos y morales que afectan al mundo y al hombre, cuando el mal y el pecado en realidad provienen más del espíritu humano. De ahí ciertos tipos de ansia de evadirse del mundo y desenredarse de las ataduras corporales, de la cárcel-sepulcro (soma-sema) en el que caen las almas del mito platónico (Fedro, 246a ss.) y la tendencia a la fusión de lo más noble del hombre. de lo bueno y divino que hay en él, con la divinidad. Por eso el d. reclama con urgencia esencial una ascética (V. ASCETISMO 1) como medio progresivo de retorno hacia el principio de todo bien. fuera del devenir y de la materia. La doctrina órfica, brahmánica, gnóstica y, en general, todas las dualísticas caen en una concepción cíclica de la historia y de la existencia humana: el alma prexistente, caída aprisionada en el cuerpo vuelve a su naturaleza originaria. Antes de conseguirlo, debe someterse a un proceso catártico o purificatorio de los miasmas materiales (V. CATARSIS; PURIFICACIÓN I). Ordinariamente suelen coincidir los recursos defendidos por las diversas escuelas filosóficas y empleados en las distintas formas religiosas: ayunos, abstinencias, mortificaciones, lavatorios, tonsuración, en cuanto la privación del cabello es símbolo de la fuerza vital y más especialmente de la genésica (M. Guerra, El agua y el aire, principios… ‘Burgense’ 3, 1962, 277-278), si bien cada una insiste en uno o dos de estos recursos tradicionales de purificación del espíritu o de su liberación del cuerpo-materia. Esta purificación ascética, que consiste en ‘separar lo más posible el alma del cuerpo, acostumbrar el alma a dejar la envoltura corporal, para concentrarse en sí misma, a solas consigo’ (Platón, Fedro, 67c), exige con frecuencia la prolongación de la existencia humana por medio de varias reencarnaciones; de ahí la defensa de la metempsícosis (v.). Vida contemplativa y activa. Del d. provienen o, por lo menos el d. fomentó, no sólo los conceptos de contemplación (theoria) y acción (praxis), que, elevados a categoría de postura permanente de una persona o comunidad,se convierten en vida contemplativa (bios theoréticos) y vida activa (bios prácticos), sino también la primacía de lo contemplativo sobre lo activo y, sobre todo, su hiriente oposición. La acción corresponde a lo corporal-material, es el trato activo con las cosas; la contemplación o conversión del espíritu hacia el mundo de las ideas y de los eternos valores, se enmarca en el mundo espiritual, divino, que para una parte del pensamiento helénico (Platón, neoplatonismo, etc.) aparece como la única realidad frente a la irreal apariencia de los objetos. La oposición de esta doble actitud vital podría quedar personificada en dos discípulos de Aristóteles: Dicearco, de la vida activa y Teofrasto de la contemplativa (Cicerón, Epistolae ad Atticum, 2,16). Algo influyó el pensamiento griego en esta materia sobre algunos autores cristianos, si bien la riqueza de contenido del cristianismo desborda al pensamiento helénico, y no coincide con él (v. ACTIVIDAD Y ACTIVISMO II; CONTEMPLACIÓN; v. t. art. siguiente. III). V. t.:ZOROASTRO; MAZDEíSMO; PARSISMO; GNOSTICISMO; MANIQUEíSMO.

Por M. Guerra Gómez

Tomado de la gran Enciclopedia Rialp

BIBLIOGRAFÍA:

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TRESMONTANT, Lp métaphysique du Christianisme et la naissance de la Philosophie chrétienne, París 1961;

D. Lrs, Néphés. Histoire de Páme dans la révélation d’Israel au sein des religions proche-orientales, París 1959;

F. KÓNIG, Cristo y las religiones de la tierra, II, Madrid 1960, 470-525, 569-616;

J. HENNINGER, L’Adversaire du Dieu bon chez les Primiti(s, en Satan, ‘£tudes carmélitaines’ (1948) 107-121;

F. WEHLI, Dikaiarchos, Texte und Kommentar, Basilea 1944;

H. C. PUECH, Le manichéisme: son fondateur, sa doctrine, París 1949;

J. DUCHESNEGUILLEMIN, Ormuzd et Ahriman, L’aventure dualiste dans 1’antiquité, París 1953;

J. DUCHESNE-GUILLEMIN, H. DOERRIE, Dualismus, en RAC 4,334-350;

R. ARNOU, Contemplation, en DSAM 2, 1645-2193;

S. PETREMENT, Le dualisme chez Platon, les gnostiques et les maníchéens, París 1947; ÍD, Le dualisme dans l’histoire de la philosophie et des religions, París 1946;

U. BIANCHI, Il dualismo religioso, Roma 1958; ÍD, Le dualisme dans Vhistoire des religions, ‘Rev. de 1’histoire des religions’ 159 (1961) 1-46.

Osiris

¿Cómo fue el fenómeno religioso en Egipto?

Pregunta:

¿Cómo fue el fenómeno religioso en Egipto?

 

Respuesta:

1. Introducción: notas generales.

El fenómeno religioso egipcio resulta muy difícil de explicar, tanto por su origen diversificado como por su larga evolución, atestiguado por innumerables documentos a lo largo de más de cuatro milenios. En sus bases se encuentran los diversos cultos locales, o sea la adoración de los distintos dioses propios de cada núcleo habitado. Pero, unificado el país en un Estado, era necesario establecer un principio de unidad religiosa, o sea, definir las relaciones que tenían entre sí dichos dioses. Este primer esfuerzo integrador y otros rudimentos de. especulación teológica no llegaron a producir una literatura sagrada, pues las obras más conocidas: los Libros de las Pirámides, de los Sarcófagos y de los Muertos, sólo fueron compilaciones de fórmulas rituales para uso de los difuntos en su vida de ultratumba (v. XI, 2). De los pocos documentos propiamente teológicos que poseemos se desprende que entre los distintos cultos y religiones egipcias había diversas contradicciones, que van desde el fetichismo (v.) más grosero al simbolismo más sutil. Lo realmente importante era la persistencia del culto, con toda su variedad y particularismos. La misión de mantenerlo en los más apartados rincones del país correspondía al soberano o faraón (v.), el cual, aunque fuese partidario de algún sistema, como era el caso de la V dinastía para el sistema heliopolitano, no se inmiscuía para nada en los sistemas locales. Cada uno de éstos tenía su mitología, su cosmogonía y sus manifestaciones cúlticas propias. En ocasiones, uno de estos sistemas alcanzaba notoriedad e influía sobre los demás. A ello podían contribuir la protección oficial o las corrientes de la política, la adopción de una capitalidad, la devoción de un monarca o alto personaje o simplemente la propaganda de los sacerdotes. De los diversos matices que individualmente cabía dar a los distintos sistemas, parece que entre las clases ilustradas existía una ostensible tendencia a la interpretación monoteísta, cuyas huellas se encuentran ya en los papiros del Imperio antiguo, y en algunas cosmogonías, como la menfítica (v. MENFIS) en donde existe la idea de un dios único Ptah, creador y conservador del mundo, y, también, creador de los demás dioses. Al progreso del monoteísmo (v.) se oponía el tradicionalismo, enemigo de cualquier innovación, apoyado en el sincretismo de los sacerdotes. El politeísmo (v.) del pueblo llano parecía tener lejanas raíces y puede considerarse casi como un panteísmo. Las divinidades que formaban el panteón egipcio tenían casi siempre entre sí un rasgo común: su relación con astros o con fenómenos de la naturaleza, principalmente en relación con la vida agrícola (v. ASTROLATRÍA; NATURALEZA, CULTO A LA). Y por encima de todos los seres y de toda la vida estaba el sol resplandeciente, Ra o Re (v. SOL II), que brilla siempre en el cielo azul de E. La diversidad en el origen geográfico, la multiplicidad de las concepciones, no pueden hacer olvidar que las gentes que elaboraron estas ideas pertenecían a comunidades campesinas esencialmente idénticas. La religión egipcia antes de ser propia de monarcas, sacerdotes y escribas, lo fue de sencillos agricultores y pequeños ganaderos. En ella vemos la confianza del campesino en el orden establecido, su conformidad ante el paso de las estaciones, sus temores y esperanzas a la espera de la inundación y sus conocimientos de los animales domésticos y salvajes, bajo la mirada vivificadora del sol. Por los textos grabados en el interior de la pirámide del faraón Unas (ca. 2425 a. C.), se sabe que en el momento final de la V dinastía la religión egipcia se concretaba en dos sistemas hasta cierto punto opuestos: el sistema solar, elaborado en Heliópolis (v.), cuyo dios supremo era Ra, y el sistema osiriaco, en el que la suprema divinidad era Osiris. Se trata de síntesis ya evolucionadas partiendo de un tipo de ‘tríada’ primitiva, que, a su vez, era una combinación de dioses de carácter independiente entre sí. Estas elaboraciones constituían la mitología oficial, a veces distinta a la popular, que con frecuencia escapa a la investigación.

2. Síntesis de la mitología egipcia.

a) El dios solar.

A través de toda la historia de E. y de todas las transformaciones de los mitos se encuentra siempre presente el nombre del sol, Ra o Re, a veces bajo formas encubiertas o como resultado de fórmulas sincréticas. Se le representaba bajo formas diversas y su símbolo era el obelisco. El antropomorfismo le hizo hijo de Geb, el dios Tierra, y de Nut, la diosa Cielo. De día avanzaba por el vientre de su madre en la barca Ma’anyet y por la noche viajaba en la barca Masaktet. En el reino de las tinieblas se enfrentaba con la serpiente Apofis, que en un principio parecía triunfar, pero que era finalmente vencida, lo que permitía reaparecer al sol. Después de la elaboración del mito en Heliópolis, el dios Sol humanizado fue integrado en otros sistemas y su nombre se encuentra asociado al de otros dioses y con frecuencia forma parte del nombre de los faraones. El propio Amón, símbolo de la hegemonía tebana en el Imperio medio, tuvo que fundirse con Ra bajo la forma de Amón-Ra (v. TEBAS II).

b) La leyenda de Osiris.

El mito, de origen antiguo y popular (de ahí su éxito), que se desarrollaba en el sistema osiriaco, nos ha sido transmitido completo por Plutarco (v.), que presenta un estado reciente de esta leyenda, de la que para épocas más antiguas sólo conocemos en fragmentos. En efecto, la historia se consideraba tan conocida, que se estimaba superfluo recordarla en su totalidad. Osiris, que gobernó Egipto en tiempos remotos, tenía un hermano menor, Seth, que le odiaba. Éste consiguió hacerle caer en una trampa hábilmente preparada; despedazó su cadáver y dispersó los trozos. Pero Isis, la esposa fiel, ayudada por su hermana Nefthys, que era, sin embargo, la esposa de Seth, buscó los restos de Osiris hasta encontrarlos y reconstruir su cuerpo, que hizo incorruptible gracias al embalsamamiento, cuyo secreto le había enseñado su inventor, Anubis. Su magia reanimó a Osiris que engendró a Horus, vengador de su padre al vencer a Seth y a sus aliados. Nada sabemos del fondo histórico que pueda haber en esta leyenda. En tiempos dinásticos, Osiris aparece como un dios de los muertos, de la vegetación y también como un dios cósmico. Estos aspectos de su personalidad encuentran explicación en las circunstancias de su vida, y, más aún, de su muerte: mortal resucitado, era lógico que fuera considerado como un dios de los muertos y como undios de la vegetación que muere y renace cada año; se había convertido en una viva promesa de resurrección para los infelices hombres sometidos a la muerte misteriosa y terrorífica. Asimismo sus sufrimientos no tardaron en ser asimilados a los ‘sufrimientos’ de la Luna, y ese aspecto cósmico del dios había sido, si no imaginado, al menos acentuado por los teólogos de Heliópolis, que, obligados a introducir a Osiris en su sistema, lo habían incorporado al mundo celeste, si bien dejándole sólo un papel secundario. Mas para la gente del pueblo era, ante todo, el dios de los muertos.

c) Cosmogonía heliopolitana.

Antes de las primeras dinastías, los sacerdotes de Heliópolis ya habían elaborado y desarrollado una doctrina procedente de ideas cósmicas muy primitivas en la que el nacimiento del sol era una fase de la creación del mundo. Según este sistema, el Nun, océano primordial, masa líquida e inerte, estaba en el origen de todas las cosas. El sol no había sido creado por Nun, sino que se formó a sí mismo antes de la creación del mundo. Este demiurgo era denominado Atum, que expresa la idea de totalidad o de universalidad. Atum, con su propia sustancia, dio origen a la primera pareja divina: Chu, el aire, y Tefnut, la humedad. Chu, a su vez, engendró al dios Tierra, Geb, y a Nut, la diosa Cielo. Luego, Chu, personificando la atmósfera, se colocó entre ellos, levantó a la diosa sosteniéndola indefinidamente, aunque aquélla apoya los pies y las manos sobre la tierra Geb. Pero antes de la separación Geb y Nut habían engendrado a los cuatro héroes de la leyenda osiriaca: Osiris, Isis, Seth y Nefthys. Con todos ellos formaron los sacerdotes heliopolitanos la Enneada en la que Atum presidía las cuatro parejas que hemos citado. Otra Enneada menor, presidida por Horus, se ocupaba de la organización del mundo una vez creado. Aunque esta cosmogonía no es más que un compromiso entre la doctrina sacerdotal y las creencias populares, constituye sin duda la más antigua teoría conocida sobre el origen de las cosas. Es asimismo el primer indicio de un esfuerzo de conciliación entre divinidades diversas, fuente del sincretismo (v.), que es sin duda rasgo característico de la religión egipcia.

d) Cosmogonía hermopolitana.

La multiplicidad de intentos para jerarquizar las divinidades y organizarlas en un sistema coherente tiene que ser muy antigua y en numerosos casos anterior a la unificación del Alto y el Bajo Egipto. Entre ellos, además del sistema heliopolitano ya descrito, figura en lugar importante la de Hermópolis llamada Ogdoada. En ésta, el dios simio Thot creó el mundo lanzando un gran grito. Entonces nacieron los cuatro dioses que presiden las cuatro casas del mundo, pronto doblados en cuatro divinidades femeninas. Estas parejas (ranas los varones, serpiente las hembras), llevaban los nombres de Noche, Tinieblas, Misterio y Eternidad. Refugiados todos en una colina, situada en Hermópolis y surgida del mismo abismo, crearon el huevo que dio origen al Sol y éste, tras vencer a todos sus enemigos, emprendió la tarea de crear y organizar el mundo. De todo ello se derivaron otros sistemas: Ptah, la divinidad de Menfis, recibió el nombre de Tatenén y fue identificado con la colina de Hermópolis. El dios Ptah engendró otros ocho dioses que fueron los grandes de E. y pasaron a formar con él una Enneada, enlace entre el sistema de Heliópolis y el de Hermópolis.

e) Sincretismo.

Finalmente, la total unificación teórica del panteón egipcio se llevó a cabo por vía del sincretismo. Durante las primeras dinastías, este camino fue iniciado por Ptah, pero a partir de la V dinastía, se fue imponiendo la teología heliopolitana. La fusión fue realizada en beneficio de Ra. Muchos de los dioses de las varias comunidades egipcias no resistieron al empuje y acabaron por identificarse con Ra o por desaparecer por completo. El sincretismo alcanzó un punto muy alto con Amón-Ra, es decir, con la fusión del concepto de la hegemonía tebana y de Ra, el Sol. Las fórmulas que en los templos ptolemaicos definen a la divinidad son estereotipadas y se aplican indiferentemente, según los santuarios, a los distintos dioses, declarados en conjunto manifestaciones de la divinidad de ‘aquel cuyo nombre está oculto’. Este dios supremo es el de la teología solar, con su mitología y sus leyendas. El propio Osiris acabará por confundirse también con la divinidad solar y pasará a ser una de sus manifestaciones. A lo largo de la historia de E. cambiaron mucho las relaciones, importancia y prelación de sus divinidades.

3. Principales divinidades del panteón egipcio.

De gran importancia fue Amón, muy venerado en Tebas. Durante el antiguo Imperio apenas si era conocido, pero con la XI dinastía se convirtió en un dios propiamente dinástico, identificado con Ra y según las exigencias de la doctrina heliopolitana. Adquirió el nombre de Amón-Ra y llegó a ser el dios nacional. Se le representaba siempre llevando un casco cilíndrico con dos grandes plumas verticales. Era esposo de Mut y tenía un hijo: Jonsu. Su animal sagrado era el carneroAnubis era venerado especialmente en Cicrópolis, en el Egipto medio; se le representaba siempre con figura humana y cabeza de chacal; en la síntesis solar era en ciertas ocasiones hijo de Ra; su auténtico papel se encontraba en el mundo de los muertos, siendo su animal sagrado el perro. Apis era el toro sagrado de Menfis. Atum, adorado en Heliópolis como el sol poniente, era representado siempre como un rey cubierto con la doble corona. De Leontópolis era dios Chu, que tan gran papel juega en la cosmogonía de Heliópolis; personificaba el espacio vacío y seco que está entre el cielo y la tierra; era representado siempre como un hombre llevando sobre la cabeza una pluma derecha. Deformación de Chu podía ser En-Huret, dios de This y de Sebennytos; se le representaba como un hombre con cabeza empenachada con dos altas plumas. Ya hemos visto a Geb, el dios Tierra, esposo de Nut, de la que había sido separado violentamente; personificando al sol, era representado yacente. Otro de los hijos de Osiris, Hapi, dios de los muertos, era representado con cabeza de cinocéfalo. Hathor, diosa de Afridtópolis y de Dendera, era la divinidad del cielo, de la alegría y del amor, muy parecida a la Afrodita griega. Su animal sagrado era la vaca, de ahí que fuera representada como una mujer con cabeza de vaca o con orejas de vaca; en la cabeza llevaba siempre dos cuernos liriformes que encerraban un disco solar. Fue considerada madre de Homs o de los dioses por él asimilado. Horus, el dios-halcón, estaba desdoblado en diferentes advocaciones; además de protector de la monarquía faraónica era el patrono de muchísimos nomos del Alto y Bajo Egipto; en la tríada de Osiris e Isis se le consideró el dios-hijo en dos formas diferentes; en la leyenda solar era, en algunas ocasiones, hijo de Ra y, por tanto, hermano de Osiris y de Seth. Imhotep en cambio, era una divinidad relativamente moderna, pues fue el arquitecto y médico del rey Zoser, de la III dinastía, héroe divinizado que pasó a ser hijo de Ptah e incorporado a su tríada. De especial interés es Isis, la primitiva diosa-cielo originaria del Delta; desde muy antiguo se la consideró esposa de Osiris y madre de Homs; se representaba como una mujer que llevaba sobre la cabeza el trono o los dos cuernos liriformes con el círculo solar en medio; se veneró especialmente en la baja época. Inum (o Khnum), dios local de Hipselis, de Latópolis y de Elefantina, fue muy venerado; era un dios-carnero o representado con la cabeza de este animal; la leyenda cuenta que fue el creador del mundo, habiéndolo modelado en su torno de alfarero; también modelaba el cuerpo de todos los hombres. Min era el patrono de Coptos y de la región desértica que desde allí se extiende hasta el mar Rojo; protector de los viajes por el desierto, pasó más tarde a proteger las cosechas; además se le consideraba hijo-esposo de la diosa-cielo identificada con Isis. El panteón guerrero egipcio contaba con Mon, que acabó suplantado por Amón; se le representaba como un hombre con cabeza de halcón o de toro, armado con un hacha y un arco. Mut, diosa de Akem, se representaba en cambio como un buitre; en su aspecto guerrero aparecía siempre con cabeza de leona; era la esposa de Amón. Otra diosa-buitre era Neibet (o Nekhbet), protectora del Alto Egipto; se la representaba volando sobre el faraón. A Nut ya nos hemos referido anteriormente, imaginada como una divinidad gigantesca con el cuerpo arqueado por encima de la tierra y las extremidades más allá del mundo visible. También hemos mencionado a Osiris, que al parecer fue un héroe divinizado que suplantó a un dios más antiguo llamado Anyti; se fue imponiendo su culto al ir adquiriendo el país una unidad política; generalmente se le adoraba como a un dios de los muertos en la gran necrópolis de Abidos (v.), y se le representaba como un hombre encerrado en un ropaje funerario, de cabeza cubierta con una gran tiara y carne teñida de verde, color que simbolizaba la resurrección; era el esposo de Isis y padre de Homs. Ptah, dios de Menfis, era, según la mitología local, el creador del mundo y el primero entre los dioses. Se le representaba como un hombre con la cabeza afeitada, encerrado en una funda de momia y con un largo cetro entre las manos; formaba tríada con la diosa Sejmet, y tenían por hijo a Nefertem; su animal sagrado era el toro. Ra era otra figura de enorme importancia, dios-sol que viajaba por el cielo con dos barcas: una, diurna, y otra nocturna; con esta última había de introducirse en el cuerpo de la diosa-cielo, que tenía que atravesar durante la noche para volver a aparecer como el sol naciente; era representado en forma de faraón (v. 8). En Serapis, en cambio, encontramos un típico ejemplo de sincretismo; fue introducido en E. por los Ptolomeos (v.) y en él se juntaban las características de varios dioses, como Osiris y Apis, que formaban su nombre. Seth, en cambio, era una divinidad que ya en tiempos prehistóricos protegía el Alto Egipto; hermano y asesino de Osiris, también era considerado hermano y enemigo de Homs; a partir de la XXII dinastía fue considerado como dios de los impuros y no se incluía en el panteón egipcio. Por último, entre las divinidades más importantes, tenemos a Thot, dios de Hermópolis; era representado como un hombre con cabeza de ibis o como un babuino; fue divinidad de la escritura y del cómputo del tiempo; su esposa, Seset, era diosa de los jeroglíficos. El sincretismo, como ya hemos dicho, caracteriza la religión egipcia, pero un paso radical en el camino hacia el monoteísmo fue la implantación del culto a Atón impuesto por Amenofis IV (v.). Se trataba de la restauración de una antigua forma de veneración a Ra o a Atón. El Sol era adorado no como una figura humana o animal sino como un disco luminoso. Amenofis IV no quería introducir una nueva religión sino depurar el culto solar. El Sol era, para el faraón, la fuente de donde mana toda la vida, la creación del mundo y su orden. No obstante, el intento de Amenofis IV no llegó a prosperar (v. IV, 5). Todos los dioses egipcios tenían su ‘casa’, que era el templo. En él los sacerdotes cumplían el culto, cuyo único titular fue siempre el faraón. Sólo el oficiante, que representaba al rey, podía entrar en el santuario, y, según su orden jerárquico, tenía acceso a las diferentes cámaras. El pueblo podía entrar en los patios del santuario para lo cual a veces se exigía una purificación previa. El culto diario no era más que el servicio del dios y de su hogar. El dios era lavado y vestido, y, en ciertas ocasiones, se le llevaba procesionalmente en su barca sagrada (V. TEMPLO I, 3).

4. El culto de los muertos.

Una parte importantísima de la religión egipcia es, por último, el culto de los muertos (V. DIFUNTOS I; MUERTE IV). La creencia fundamental de la supervivencia del alma al cadáver en la tumba inspiró y dio auge a las medidas de protección del cuerpo, el cuidado de la tumba y el servicio de ofrendas. Durante el antiguo imperio se aprecia aún la creencia de que la ofrenda es necesaria para la vida del muerto en ultratumba, por lo que en las sepulturas se acumulan grandes cantidades de ellas. Este sistema con el tiempo se fue espiritualizando mucho. En cambio se mantuvo siempre firme la creencia de que para la felicidad del Ka, o espíritu del difunto, era necesario conservar bien el cuerpo. De ahí el gran auge que fue tomando la momificación. en la que se llegó a un grado de perfección realmente extlaordinario (V. ULTRATUMBA). Respecto al Ka, hay que advertir que es una idea de difícil comprensión para la mentalidad actual, pese a ser para los egipcios una noción corriente. En parte alguna encontramos la explicación y definición de este concepto. De los múltiples estudios modernos dedicados a poner un poco de luz, se puede resumir que se trata de algo que representa potencias abstractas que penetran en todos y cada uno de los aspectos de la vida. Constituye la expresión de la fuerza creadora de la divinidad. Designa, p. ej., el agente de supervivencia en el más allá, los alimentos sobre la mesa que pertenece al dios, la fuerza generadora, etc. De lo anterior se puede deducir que la felicidad en el más allá depende en grandísima medida de los vivos. Con el Imperio nuevo se va introduciendo la creencia de que la felicidad en las regiones del más allá depende especialmente de haber observado una conducta moral irreprochable en vida. Esta conducta es sometida al juicio de Osiris. La magia (v.) tenía a veces parte importante en el ritual, que se debía observar con toda exactitud, incluso por parte del difunto en cierto modo. Para ello las correspondientes fórmulas eran escritas en los muros de las tumbas; se depositaban en los sepulcros ejemplares del Libro de los Muertos. También se podían celebrar determinados ritos valiéndose de estatuas que venían a ser los dobles del muerto. V. t.: CULTO I; MITO Y MITOLOGíA I-I1; ANIMAL IV; PIRÁMIDE; TEMPLO I.

Por E. Ripoll Perelló

Tomado de la Gran Enciclopedia Rialp.

BIBL.: E. DRIOTON, La religión egipcia, en VARIOS, Las religiones del Antiguo Imperio, Andorra 1958; E. DRIOTON y J. VANDIER, L’Égypte, París 1952; 107-128; J. VANDIER, Une nouvelle étude sur les croyances religieuses égyptiennes, ‘Journal des Savants (1942) 124-134; ID, La religion égyptienne, París 1949; G. JEQUIER, Considérations sur les religions égyptiennes, Neuchâtel 1947; C. DESROCHES-NOBLECOURT, Les religions égyptiennes, en Histoire générale des religions, París 1947; J. SAINTE-FARE GARNOT, La vie religieuse dans l´ancienne Égypte, París 1948; F. JONCKHEERE, Les médecins de 1’Égypte Pharaonique, Bruselas 1958; S. SAUMERON, Les prêtres de 1’ancienne Égypte, París 1957; H. JUNKER, La religión de los egipcios, en F. KSNIG, Cristo y las religiones de la tierra, II, Madrid 1961, 527-566.