inhabitación trinitaria

¿Qué es la inhabitación trinitaria?

Pregunta:

Padre Miguel Ángel. Muchas gracias por su servicio. Necesito conceptualizar y explicar ‘inhabitación trinitaria’. Yo creo entender que es que Dios es uno en tres personas y que habitan juntos, que es uno en esencia, pero no se mas que eso y no encuentro en la bibliografía que tengo, este tema con la palabra inhabitación. Muchas gracias. Rezo un Ave María por usted.

Respuesta:

Estimada:

Propiamente se llama ‘inhabitación trinitaria’ al misterio por el cual la Santísima Trinidad habita en el corazón de la persona que está en gracia (es decir, sin pecado mortal).

1. Lo dice el mismo Señor: Jn 14,23: Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. Y San Pablo: Ef 3,17: Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Igualmente leemos en el Apóstol San Juan: 1 Jn 4,12-13, 15-16: A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu…. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

En algunos lugares se habla de la presencia del Hijo, en otros de la del Espíritu Santo; en otros del Padre y del Hijo. Evidentemente que el hablar de una de las divinas Personas entraña la referencia a las otras dos, pues confesamos en nuestra fe, como dice hermosamente el Símbolo Atanasiano: ‘la fe católica es que veneremos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra también la del Espíritu Santo; pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, tal también el Espíritu Santo…, etc., El que quiera salvarse, así ha de sentir de la Trinidad’ (Dz 39-40).

2. Ya los Santos Padres insistieron en la presencia de Dios Trino en el alma del justo; aunque a veces sólo refiriéndose a una de las personas. Ignacio de Antioquía gustaba en llamarse ‘Theóforos’, portador de Dios; o también ‘Cristóforos’, portador de Cristo. San Ireneo frecuentemente nos recuerda que el Hijo enviado por el Padre, nos revela al Padre en nuestro interior. Los Padres Griegos enseñan comúnmente que ni los hombres ni los ángeles pueden ser justificados, santificados y deificados sino por la participación en las personas divinas. Y se podrían citar numerosísimos testimonios.

3. Los teólogos han hablado, tratando de explicar estos hermosísimos datos, de las misiones invisibles de las Personas divinas y de la inhabitación trinitaria. Las divinas personas se hacen presentes al alma por donación y misión: el Padre, al ser Principio sin principio, no puede ser enviado por nadie y, por tanto, se nos dona a Sí mismo a nosotros; el Hijo, como tiene al Padre por principio, es ‘enviado’ (eso quiere decir ‘misión’) por el Padre; finalmente el Espíritu Santo, al tener como principios al Padre y al Hijo, es enviado por la primera y la segunda Personas de la Trinidad.

4. Santo Tomás explica: ‘Las Personas divinas no pueden ser poseídas por nosotros sino o para gozarlas (fruirlas) de modo perfecto, lo cual se da en el estado de la Gloria del cielo; o para gozarlas de modo imperfecto, lo cual se da en esta vida por la gracia santificante’ (I Sent., d.14, q.2, a.2, ad 2). ¡Para que gocemos de su presencia y con su presencia y posesión! Qué impresionante y qué riqueza extraordinaria significa esto. Si cada una de las divinas Personas son nuestras ¡y para gozarlas! ¿cómo no lo será todo lo demás? ¿qué podemos temer? ¿qué nos puede faltar? De modo muy hermoso San Juan de Ávila ponía en boca de Cristo algo semejante: ‘Yo (soy) vuestro Padre por ser Dios, yo vuestro primogénito hermano por ser hombre. Yo vuestra paga y rescate, ¿qué teméis deudas, si  vosotros con la penitencia y la Confesión pedís suelta de ellas? Yo vuestra reconciliación, ¿qué teméis ira? Yo el lazo de vuestra amistad, ¿qué teméis enojo de Dios? Yo vuestro defensor, ¿qué teméis contrarios? Yo vuestro amigo, ¿qué teméis que os falte cuanto yo tengo, si vosotros no os apartáis de Mí? Vuestro mi Cuerpo y mi Sangre, ¿qué teméis hambre? Vuestro mi corazón, ¿qué teméis olvido? Vuestra mi divinidad, ¿qué teméis miserias? Y por accesorio, son vuestros mis ángeles para defenderos; vuestros mis santos para rogar por vosotros; vuestra mi Madre bendita para seros Madre cuidadosa y piadosa; vuestra la tierra para que en ella me sirváis, vuestro el cielo porque a él vendréis; vuestros los demonios y los infiernos, porque los hollaréis como esclavos y cárcel; vuestra la vida porque con ella ganáis la que nunca se acaba; vuestros los buenos placeres porque a Mí los referís; vuestras las penas porque por mi amor y provecho vuestro las sufrís; vuestras las tentaciones, porque son mérito y causa de vuestra eterna corona; vuestra es la muerte porque os será el más cercano tránsito a la vida. Y todo esto tenéis en Mí y por Mí; porque lo gané no para Mí solo, ni lo quiero gozar yo solo; porque cuando tomé compañía en la carne con vosotros, la tomé en haceros participantes en lo que yo trabajase, ayunase, comiese, sudase y llorase y en mis dolores y muertes, si por vosotros no queda. ¡No sois pobres los que tanta riqueza tenéis, si vosotros con vuestra mala vida no la queréis perder a sabiendas!’ (Epístola 20).

P. Miguel A. Fuentes, IVE

inhabitación trinitaria

¿Qué es la inhabitación trinitaria en el alma?

Pregunta:

Quisiera, si es posible, que me ayudara con la definición de Inhabitación referente al amor de Dios dentro de nosotros. Le agradezco mucho. G. D.

 

Respuesta:

Estimada G:

La inhabitación trinitaria es la presencia de la Santísima Trinidad en el alma del que está en gracia de Dios.

El valor teológico de esta afirmación: es una verdad de fe divina y católica.

El testimonio de la Sagrada Escritura es claro y constante. Y va desde las promesas y afirmaciones más genéricas hasta las afirmaciones más contundentes, por ejemplo:

Si alguno me ama… mi Padre le amará y vendremos a él y en él haremos mansión(Jn 14,23)

Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios, y Dios en él (1 Jn 4,16)

¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?… El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros (1Co 3,16-17)

¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios? (1Co 6,19)

Vosotros sois templo de Dios vivo (2Co 6,16)

Guarda el buen depósito por la virtud del Espíritu Santo, que mora en nosotros (2Tim 1,14).

Cf. también Rom 8,9-11

En el Magisterio encontramos entre otros testimonios:

El Símbolo de Epifanio, obispo de Salamina (año 374): ‘creemos en el Espíritu Santo que… habita en los santos’ (Denzinger-Hünermann -en adelante: D-H- 44).

Trento, al hablar de la atrición (= contrición imperfecta) dice que ‘es un don del Espíritu Santo, que todavía no inhabita, sino que mueve solamente’ (D-H, 1678).

Dice León XIII: ‘Dios, por medio de su gracia, está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y está en él más de lo que pueda suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más regalada dulzura. Y esta admirable unión, que propiamente se llama inhabitación, y que sólo en al condición o estado, mas no en la esencia, se diferencia de la que constituye la felicidad en el cielo, aunque realmente se cumple por obra de toda la Trinidad, por la venida y morada de las tres divinas Personas en el alma amante de Dios Vendremos a él y haremos mansión en él (Jn 14,23), se atribuye al Espíritu Santo. Y es cierto que hasta entre los impíos aparecen vestigios del poder y sabiduría divinos; mas de la caridad, que es como una nota propia del Espíritu Santo, tan sólo el justo participa’ (D-H, 3330b-3341).

Pío XII, en la Mystici Corporis: ‘Adviertan que aquí se trata de un misterio oculto, el cual, mientras estemos en este destierro terrenal, de ningún modo se podrá penetrar con plena claridad ni expresarse con lengua humana. Se dice que las divinas Personas habitan en cuanto que, estando presentes de una manera inescrutable en las almas creadas dotadas de entendimiento, entran en relación con ellas por el conocimiento y el amor, aunque completamente íntimo y singular, absolutamente sobrenatural’ (D-H, 3814).

Se puede ver, en el Índice Sistemático de Denzinger-Hunermann: F2ca.

En cuanto a la Tradición es testigo frecuentísimo de esta verdad. Así los Santos Padres griegos: Bernabé (R. 36), Ignacio de Antioquía (R. 40), Hermas (R. 89), Taciano (R. 158), Ireneo (R. 219, 251), Afraates (R. 683), Atanasio (R. 770, 780), Cirilo de Jerusalén (R. 813), Basilio (R. 944), Dídimo (R. 1071), Juan Crisóstomo (R. 1186), Cirilo de Alejandría ((R. 2107, 2114). También los Padres latinos: Novaciano (R. 607), Hilario (R. 872), Agustín (In Io. 75ss; De Trinitate, 15,17-19), etc.

Igualmente la tradición litúrgica. Por ejemplo, el himno Veni Sancte Spiritus: ‘Altissimi donum Dei… Dulcis hospes animae’.

El texto citado de Pío XII, que se apoya en Santo Tomás, señala que la inhabitación envuelve dos cosas:

1º Una presencia física de las personas divinas, que hacen y conservan en nosotros la gracia (y los demás dones sobrenaturales); se la denomina también presencia dinámica.

2º Una presencia intencional que no es otra cosa que la potestad de gozar de Dios por los actos de la inteligencia y de la voluntad en modo sobrenatural y amigable. Por esto León XIII la llama ‘cierta anticipación o incoación del gozo eterno’ y que difiere del mismo ‘sólo en condición y estado’.

La inhabitación consiste en esa presencia de Dios que se realiza por la gracia y por la operación de la creatura; es el modo que señala Dios como propio de los santos (por encima de la presencia de inmensidad por la cual Dios está presente en todas sus creaturas): ‘Dios está en las cosas de dos modos. Uno, como causa eficiente; es el modo como está en todas las cosas creadas por Él. Otro, como el objeto de la operación está en el operante… De este segundo modo Dios está especialmente en la creatura racional, que lo conoce y ama en acto o en hábito. Y como esto la creatura racional lo tiene por la gracia… se dice que está de este modo en los santos por la gracia’. Escribe Régnon: ‘Es la presencia substancial y personal del Espíritu Santo quien nos santifica formando en nosotros su impronta. Sin duda, la gracia habitual no es el Espíritu Santo, así como la impronta en la cera no el sello impresor. Pero la presencia del sello es necesaria tanto para formar la impronta como para conservarla. Pues el alma es como el agua que no guarda la figura impresa sino en tanto que el sello permanece en ella como una especie de virtud informante’. Por tanto, ‘la gracia santificante es una cualidad que afecta la substancia misma del alma. Pero… esta cualidad, que informa el alma, es el resultado inmediato de la Trinidad como el color de una flor es el resultado de la presencia de la luz’. Entonces, si la producción y la conservación de la gracia santificante es el efecto de la venida en nosotros de la Santísima Trinidad, la inhabitación de las divinas personas debe corresponder con esta venida misma y preceder, al menos lógicamente, la producción de la gracia. En nuestro lenguaje indigente e incapaz de expresar adecuadamente las realidades divinas, una sola palabra puede designar de una manera suficientemente clara esta suerte de presencia: presencia de ser mismo de la Divinidad, presencia ontológica.

Por tanto, Dios se une a los justos por la gracia de un doble modo:

1º como principio: causando y conservando en nosotros la gracia, que es la razón de nuestro ser y obrar sobrenatural;

2º como término, en cuanto se da para ser gozado por el alma, ya sea de modo actual o habitual, por el conocimiento y el amor que proceden de la gracia.

Así las Personas divinas se hacen presentes causando y conservando la gracia; esta presencia manifiesta en cierto modo al alma las divinas Personas, las cuales, de este modo se hacen objeto del conocimiento y del amor.

Por tanto, la inhabitación es un hecho ontológico y psicológico, y antes ontológico que psicológico.

Hay, pues, por parte de la Trinidad, como un abandono de sí y una invitación a gozar amigablemente de la presencial del amigo. Es lo que enseña Santo Tomás: ‘no se dice que poseemos verdaderamente sino aquello de lo cual libremente podemos usar y disfrutar‘.

Este efecto, que existe sólo en las almas de los justos, es un efecto asimilador, que imprime en el alma una imagen de la Trinidad mucho más perfecta de la que ha dejado en el alma el acto creador. Llega incluso a reproducir los rasgos más particulares de las personas divinas. Esto por la ley de la apropiación: el don de sabiduría, que nos hace conocer a Dios, es propiamente representativo del Hijo; y el amor de caridad que nos permite amar a Dios es propiamente representativo del Espíritu Santo.

P. Miguel A. Fuentes, IVE