adicción al sexo

Me siento esclavizado por la búsqueda del sexo ¡ayúdeme!

Pregunta:

Padre, tengo un gran, pero gran problema con el sexo desordenado. Yo empecé con actos impuros (masturbación) a los 13 años; a los pocos años empecé también con la pornografía porque lo anterior siempre me dejaba una gran tristeza; como cinco años más tarde ya lo hacía todos los días y a veces más de una vez por día. Ahora tengo 27 y no puedo parar. Ya intenté una y otra vez pero no puedo porque es más fuerte que yo. Rezo, pero cuando llega la tentación caigo siempre. Esto no se mejoró ni cuando me puse de novio. Al principio era fiel a mi novia; y todavía lo soy, pero cada vez me cuesta más dejar de mirar a otras mujeres y de pensar en ellas y vuelvo reiteradamente a mi vicio solitario. ¿Cree usted que cuando me case desaparecerá? Le pido que me oriente y me ayude.

Respuesta:

Ante todo debo decir que la persona que hace esta consulta está encarando el problema desde un ángulo equivocado: su problema no es sólo moral o espiritual (aunque también lo sea) sino psicológico y hasta cierto punto físico (no digo que la persona no tenga responsabilidad moral de su situación, pues al inicio sus actos –salvo en casos patológicos y otros de total ignorancia moral– probablemente han sido libres, pero ahora incluso ha quedado comprometida su misma libertad). De hecho sufre de una “adicción sexual”. Y si quiere sanar es sumamente importante que tome conciencia de que su problema supera ya el problema del vicio y del pecado pasando al campo de la enfermedad. En cuanto a la última pregunta que me hace: no sólo no creo que desaparezca con el matrimonio sino que le aseguro que el matrimonio por sí mismo no soluciona ningún problema adictivo (al contrario, este problema suele llevar a dificultades matrimoniales e incluso al fracaso).

Estamos muy acostumbrados a aceptar como adicciones algunos fenómenos como la dependencia del alcohol o de las drogas. Pero hay otras adicciones tal vez menos confesadas y menos reconocidas por nuestra sociedad, pero no menos reales, como la adicción al juego (sobre todo al juego por dinero y a las apuestas), la adicción a comprar, la adicción al trabajo, y sobre todo la adicción al sexo, que cada vez se extiende más. Los adictos al sexo han comenzado a ser denominados por los especialistas como “sexólicos” o enfermos de “borrachera sexual”.

Toda adicción es una conducta compulsiva; esto quiere decir que lleva a realizar una acción determinada más allá de la voluntad propia impidiendo detener su práctica por períodos prolongados. La adicción se hace inmanejable y el adicto pierde en cierta medida su libertad. En el caso de la adicción sexual pueden darse casos de adicción a la pornografía, a la masturbación, a la prostitución, a la homosexualidad, a la violación, y también puede ocultar una adicción sexual el caso del conquistador o donjuan, es decir, el mujeriego, y otros casos semejantes[1].

Este problema de la adicción sexual afecta a solteros y casados, niños, adultos y ancianos. Potencia los comportamientos desviados. Es muy difícil de revertir (como cualquier adicción). Tiene un altísimo potencial destructivo. Es dificilísimo de controlar y manejar. Para el sexólico, como la persona que nos consulta, la lujuria (en forma de masturbación, pornografía, deseos y pensamientos) se hace por un lado intolerable a la psicología (recuérdense los lamentos de quien consulta), pero al mismo tiempo no puede prescindir de ella. Exactamente como sucede con los alcohólicos. Y también como éstos últimos su relación con la sexualidad se vuelve progresivamente destructiva; de ahí que uno de los engaños que más prontamente quieren despejar aquellos profesionales, grupos y asociaciones que trabajan con este tipo de personas es el de pretender controlar y disfrutar su obsesión y compulsión sexual y no frenarla y curarla totalmente. Como en el caso de los alcohólicos, la curación comienza cuando reconocen que este problema se les ha ido de las manos y se ponen en las manos de Dios y de quien puede ayudarlos.

Este problema –en gran medida oculto o silenciado en nuestra sociedad– es cada vez más grave. Se calcula que sólo en Estados Unidos afecta al 6% de la población; según algún especialista uno de cada dieciséis adultos puede ser adicto al sexo, pero son muy pocos los que piden ayuda[2]. Las ocasiones de recibir o buscar sexo por Internet, han multiplicado este problema de forma geométrica[3].

La adicción sexual produce un ciclo adictivo que lleva a una cada vez más creciente dependencia y a un aumento de la desesperación de la persona adicta; por lo general hay distintos niveles (uno primero donde se comprenden distintas conductas sexuales desordenadas pero sin víctimas, como la masturbación, relaciones matrimoniales desordenadas, pornografía, prostitución, etc.; uno segundo donde hay ya cierta “victimación” como el exhibicionismo, voyeurismo, llamas telefónicas indecentes, etc.; y un tercer nivel con comportamientos que tienen graves consecuencias físicas, psicológicas y sociales como el incesto, la violación, la pedofilia y la pederastia, etc.). Estos niveles no están aislados sino que muchas veces coexisten y se van fortaleciendo unos a otros.

El origen de una adicción puede ser (y es lo más frecuente) un comportamiento vicioso (como por ejemplo, la masturbación) que termina por volverse un hábito y luego (por el modo en que actúa sobre la psicología de la persona) puede terminar (y cada vez ocurre con más frecuencia) en una verdadera y propia adicción. Hay casos en que la adicción comienza de modo totalmente involuntario; como es el caso de los enfermos mentales o personas que desde pequeños son sometidos a comportamientos desviados (violación, prostitución) y esto les lleva a problemas sobre los cuales su responsabilidad personal puede estar muy disminuida.

En este problema el plano espiritual es uno de los más afectados; pues la persona adicta se siente realmente sucia ante la presencia divina e indigna de perdón y a veces ni siquiera se atreve a orar y pedir auxilio. Pierde la confianza en la misericordia de Dios pues está ensimismado en sus pecados. Esto se traslada luego a otros campos, destruyendo la familia, el matrimonio (que no cura las adicciones sexuales) y la relación con los hijos, el trabajo y la profesión. Incluso hasta la pérdida de la esperanza con intento de suicidio.

Es sumamente importante que se tenga en cuenta que cuando se está en presencia no ya de un simple vicio sino de una auténtica adicción, la persona no puede arreglarse sola ni alcanzan los medios ordinarios con que se combaten las tentaciones de lujuria. Aquí hace falta ayuda de otras personas que pueden ser tanto un sacerdote (si es una persona católica) cuanto un médico especializado (psiquiatras y psicólogos; aunque hay que tener mucho cuidado con aquellos que no se guían en estos temas por los principios de la moral católica); también hay grupos y asociaciones que trabajan con estos problemas siguiendo el mismo método de Alcohólicos Anónimos (por ejemplo Sexólicos Anónimos[4]).

Para que tomemos conciencia de la gravedad del problema termino con un testimonio desgarrador de un adicto anónimo que escribía lo que sigue:

“Nosotros conocemos mejor que otros los límites de nuestra adicción sexual. [Sabemos]:

que es solitaria, furtiva y sólo se satisface a sí misma,

que, contrario al amor, es fugaz,

que exige hipocresía,

que debilita los fuertes sentimientos sexuales,

que es incompasiva y cruel,

que destruye todo buen sentimiento sobre nosotros mismos,

que es hueca,

que nos distancia de nuestros sentimientos,

que trabaja por separarnos de nuestra familia,

que explota nuestro dominio sobre los demás,

que nos hace abusar de nuestros cuerpos,

y que nos hace terminar quebrados y solitarios”[5].

Pero con la ayuda de Dios siempre brilla la esperanza.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

Bibliografía:

se puede leer con mucho provecho el libro de Benedict Groeschel, CFR, The Courage to be Chaste (aún no traducido al español), Paulist Press, New York 1985;

también con mucho cuidado (no es una visión católica del tema) los libros de Patrick Carnes, en particular: Out of Shadows. Understanding sexual addiction, Hazelden, 2001.

También el artículo del P. John F. Harvey, OSFS, The Pastoral Problem of Masturbation, (en: https://couragerc.org/).

 

También puede ser de utilidad el material que ofrecemos en nuestro sitio para la terapia de adicción sexual. O también los artículos publicados relacionados a esta temática.

[1] Se puede ver sobre esto el estudio de Stephen Arterburn, Adicted to “Love”, Regal, Venture, California 2003. El autor, pastor protestante, analiza la adicción a tres problemas que él considera las adicciones básicas (en el terreno sexual): la adicción al “romance” (esto significa el soñar despierto “aventuras amorosas” o romances ficticios), a las relaciones destructivas (con personas violentas y posesivas) y al sexo propiamente dicho.

[2] Cf. Clarín, 5/10/2003.

[3] Se puede ver el libro de Patrick Carnes, David Delmonico, Elizabeth Griffin, In the shadows of the Net. Breaking free of compulsive Online sexual behavior (En las sombras de la red. Liberándose de la conducta sexual compulsiva), Hazelden, Center City, Minnesota 2001. Patrick Carnes es autor de otros trabajos: Out of Shadows. Understanding sexual addiction, Hazelden, 2001; Don’t call it love. Recovery from sexual addiction, Bantam Books, NY, 1992; Contrary to love. Helping the Sexual Addict, Hazelden, Minnesota, 1994. Para que se tenga en cuenta el drama que ha creado Internet en el campo de la adicción sexual bastan algunos datos (In the shadows, p. 6): en enero de 1999 se contabilizaban 19.542.710 visitantes distintos (o sea, no se cuentan las reiteradas visitas de cada uno) por mes en las 5 principales páginas pornográficas pagas, y un total de 98.527.275 visitantes  mensuales en las 5 principales páginas gratuitas; en el mes de noviembre de 1999 la cifra se elevó un 140%; cerca del 17% de los usuarios de Internet tiene problemas con sexo en la Web; el 1% de los usuarios tiene problemas serios (casos extremos) y de este grupo el 40% son mujeres, el 60% varones; cerca del 70% de la navegación pornográfica se realiza durante los días de semana, entre las 9 de la mañana y las 5 de la tarde; hay unos 100.000 sitios Web dedicados a vender sexo en alguna manera (chat rooms, e-mail, etc.); cada día se añaden unos 200 nuevos sitios relacionados con el sexo; el sexo en Internet es el tercer sector económico en la Web (después del software y computers), moviendo mil millones de dólares anuales…, etc.

[4] Ver su página www.sa.org. Estos grupos trabajan aplicando los llamados Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos, con mucho fruto. También en estos grupos hay que tener cuidado pues no todos aceptan los principios morales católicos, ya que aspiran no a un uso casto de la sexualidad sino a un uso “controlado” (sin desbordes) pero dentro de lo que cada conciencia acepte como bueno (homosexualidad estable, masturbación pero sin adicción, pornografía en las mismas condiciones, etc.), lo que es inaceptable moralmente.

[5] “An Anonymous Addict”, citado por Patrick Carnes en: Contrary to Love, op. cit., p. VII.

masturbación en la mujer

La masturbación en la mujer

 Consulta:

Hola Padre. Antes que nada, gracias por encontrase en este foro para ayudar en las dudas que por lo regular tenemos. Mi duda es acerca de la masturbación femenina, y es que a mí me pasa que me cuesta mucho trabajo no llevar a cabo esta práctica. Soy mama soltera, pero ahora no convivo con el papá de mi hijito; pero en ocasiones siento como si mi cuerpo me lo pidiera y en un momento de confusión y alteración accedo a la autoestimulación. Cuando lo hago, al principio me relajo y tranquilizo, pero en seguida me surge una tremenda culpabilidad que me hace sentir mal. He consultado a algunos si esto está mal y es pecado, o no, pero me han dado respuestas distintas, que me han dejado confusa. Me gustaría saber su opinión y que me indique cómo poder superar este problema. Que Dios lo bendiga. Vicky.

 Respuesta:

Estimada Vicky:

 La masturbación en la mujer y en el varón tienen la misma moralidad y, en general, los mismos efectos, que explico más largamente en los artículos cuyos links le envío abajo de esta breve respuesta.

Resumiendo debo decirle:

 1) La masturbación es, objetivamente, un uso indebido de la sexualidad, que está hecha, por su misma estructura, para la unión entre el varón y la mujer, en una entrega amorosa y total (por eso jamás se realiza plenamente fuera del matrimonio, que es la única institución que garantiza esa mutua pertenencia total).

2) Por tanto, si usted realiza este acto con plena libertad, es un pecado.

3) Si usted lo realizara involuntariamente (como puede ocurrir en quien está dormido, o en estado de vigilia, es decir, sin plena conciencia de estar despierto o dormido), o por efecto de una enfermedad que la empuja compulsivamente a estos actos, etc., no sería pecado (al menos no sería pecado “grave”), porque para cualquier pecado (no solo para éste) hace falta obrar con plena libertad (que no significa alguna malicia especial, sino el modo en que realizamos nuestros actos libres de cada día).

4) Además, la masturbación, tanto por el placer, como por las circunstancias en las que muchos la realizan (por ejemplo, por una búsqueda ansiosa del placer, o para escapar de la tristeza, o como reacción ante fracasos, desesperación, etc.) tiende a arraigarse volviéndose un hábito vicioso que esclaviza a la persona. Y en algunos casos más graves (especialmente, cuando se asocia a la pornografía) puede llegar a originar una adicción, volviendo a la persona «adicta sexual», que es una enfermedad cada vez más frecuente en nuestro tiempo.

Para completar esto que le he dicho de modo excesivamente resumido, le sugiero la lectura de los siguientes artículos que la ayudarán mucho:

1º – Miguel Fuentes – Luchar contra la masturbación

 (Aquí encontrará no sólo los aspectos morales y psicológicos sino también algunas pautas para luchar contra este hábito).

 2º  John Harvey – trad. Miguel Fuentes – El problema pastoral de la masturbación

Este estudio analiza las causas psicológicas de este problema y da pautas muy atinadas para abordarlo pastoralmente.

 3º – Miguel Fuentes, La castidad ¿posible?

 4º – Miguel Fuentes – La trampa rota (cuando el vicio se ha vuelto una adicción)

En Cristo y María

masturbación

¿Por qué está mal la masturbación? ¿Tiene consecuencias en la persona?

Pregunta:

Consulta: Quisiera saber desde el punto de vista de la Iglesia por qué es mala la masturbación y por qué los ‘sexologos’ la defienden, yo lo hago y quisiera saber si lo que hago es un pecado y si es grave y si puede tener problemas para mí en el futuro (o en mi matrimonio cuando me case).

 

Respuesta:

Lo siguiente lo tomo del libro del Padre Jorge Loring, ‘Para salvarte’ (n. 68,23).

El vicio solitario (masturbación) consiste en abusar del propio cuerpo excitando los órganos genitales para procurarse voluntariamente el placer hasta el orgasmo. A veces, se comienza por mera curiosidad; pero si no se corrige esta inclinación se convierte en un vicio obsesivo que esclaviza a la persona y le desinteresa por todo lo demás: como le pasa al drogadicto.

La masturbación puede llegar a ser algo obsesivo en la persona. Hace del placer sexual algo egoísta, cuando Dios lo ha hecho para ser compartido dentro del matrimonio. Conozco casos de matrimonios fracasados porque uno de los dos, esclavizado por la masturbación, se negaba a las naturales expresiones de amor dentro del matrimonio.
Quien se deja esclavizar del vicio de la masturbación puede arruinar la armonía sexual de su matrimonio. Una mujer joven se quejaba en la consulta de un médico de que su marido tenía con ella muy pocas relaciones sexuales. Él reconoció, delante de ella, que prefería masturbarse .

Quien tiene la desgracia de verse esclavizado de esta mala costumbre debe poner el mayor esfuerzo en corregirse cuanto antes. Este vicio encadena fuertemente, cada vez es más difícil desligarse de él, y cuando tiene esclavizada a una persona, la envilece, la embrutece, anula su voluntad, destroza su carácter, perturba el desarrollo de su personalidad, debilita la fe, produce desequilibrio nervioso, hace egoístas e incapacita para amar a otra persona.

No se puede abusar del organismo. La naturaleza pasa después la factura. El cuerpo humano tiene sus límites. No se pueden gastar las energías destinadas al desarrollo integral de la persona humana.

Incluso para Freud ‘el masturbador incurre en riesgo de bloquear el desarrollo y maduración de su psicoafectividad’ (Dr. HONORIO SANJUÁN: Estudios sobre sexualidad, 3º, III. Toledo, 1979).

‘La práctica habitual de la masturbación conduce a graves desequilibrios nerviosos’ (Dr. JOSÉ TODOLÍ: Estudios sobre sexualidad, 4º, II. Toledo).

Todos los médicos están de acuerdo que cuando la masturbación es frecuente, conduce a la neurastenia (DUBOIS: La revolución sexual, XIII, 2. Barcelona, 1975).

Y cuando la masturbación es un vicio esclaviza como todos los vicios.

‘Cuando la masturbación se convierte en hábito, debe ser calificada como falta de madurez. (…) Cuando la masturbación presenta síntomas de psicosis y neurosis, debe buscarse la ayuda de un profesional que la someta a un tratamiento adecuado. (…) Las fuentes que dan pábulo a la fantasía -lecturas, televisión, cine- han de considerarse como la base de muchas acciones que no deberían haber tenido lugar, si no hubiesen sido estimuladas’.

Hay maníacos sexuales que buscan el placer una y otra vez por sí mismo, y caen, como los drogadictos, en el círculo de una insaciable repetición, con el fin de superar en cada nuevo intento, las incesantes frustraciones.

‘La masturbación hecha costumbre da por lo general seres psíquicamente replegados sobre sí mismos, especialmente incapaces de elevarse a un auténtico amor sexual’ (B. HÄRING: La ley de Cristo, 3º, 3ª, I. Ed. Herder. Barcelona).

El vicio de la masturbación es causa de muchos fracasos en los estudios y en el deporte. Esto lo saben muy bien los estudiantes y los deportistas.

Cuando un ser humano se habitúa a satisfacer un instinto en una forma determinada, puede llegar a perder, a través de un mecanismo psicológico, el deseo o la atracción por todas las demás formas.

El hábito de saciar el hambre sexual de una forma anormal y viciosa, puede llegar a provocar la repelencia por el acto natural, con lo cual el masturbador entra de lleno en el campo de la incapacidad sexual psicológica.

El vicio de la masturbación lleva a la eyaculación precoz en el matrimonio, que impide acomodarse al ritmo de la mujer que es más lenta, y es causa de graves problemas en la armonía sexual matrimonial.

Los médicos americanos que habían tratado a muchachas que se masturbaban, descubrieron que después de casarse resultaban esposas frígidas.

Dice el Dr. Luis Riesgo: ‘No es inteligente considerar la masturbación como algo natural, pues causa una serie de trastornos en el adolescente. No sólo en el campo religioso, sino en el afectivo, psicológico, intelectual, etc., donde se hacen sentir sus malos efectos. (…) El que en plena adolescencia el joven sienta fuertemente el impulso sexual, tiene un profundo valor educativo.

(…). Más tarde en su vida conyugal, muchas veces tendrá que dominar sus inclinaciones’ (Dr. LUIS RIESGO: Hablando en familia, III, 5. EAPSA. Madrid).

Estas partes del cuerpo deben respetarse con delicadeza, y sólo tocarlas por necesidad, limpieza, higiene, etc. Pero nunca tocar estos órganos sólo por gusto. Con eso no se juega.

Éste es un pecado degradante, repugnante, inconcebible en una persona delicada. Sin embargo, si después te da vergüenza confesarlo, entonces la desgracia es doble e irreparable. Si tuviste la desgracia de la caída, no permitas la de la vergüenza de confesarlo. Acude a un sacerdote y ábrele tu conciencia para que te perdone y te ayude a salir de tan triste estado. Ten confianza. Tienes remedio.

Muchos empezaron esta mala costumbre sin conocer su importancia. Bien porque lo descubrieron de un modo casual, bien porque fueron enseñados por otra persona que intencionadamente quitó importancia al asunto.
Pero la masturbación es un vicio que puede esclavizar fuertemente y transformar el carácter de la persona, y hasta su ideología religiosa.

La masturbación puede llevar a perder la fe. Muchas incredulidades han empezado en la masturbación. El joven siente inclinación a masturbarse, oye que la Iglesia lo prohíbe, y siente la tentación de dejar la Iglesia que le prohíbe lo que le gusta hacer, y quizás le cuesta trabajo evitar.

Dice José Antonio Sayés:’Pero, por otro lado, no podemos olvidar que la masturbación no contribuye a la superación del problema sexual o de la tensión de un momento dado. Conduce, por sí misma, a la larga, a una erotización mayor y a una obsesión creciente, de modo que a la larga el problema no se soluciona.

El sexo, no lo olvidemos, (Chauchard no se cansa de repetirlo) está sobre todo en la cabeza. Tiene una capacidad obsesionante tal, que la solución del problema sólo se logra cuando el hombre consigue entregar su pensamiento a tareas que le ilusionen. La solución al problema del sexo, y a una obsesión excesiva, sólo se encuentra de modo indirecto, cuando el hombre consigue centrar su pensamiento en algo que le ilusiona. He sido testigo de cómo muchachos que se han entregado con ilusión a una ocupación deportiva, incluso en presencia de chicas, o a otro tipo de ocupación, no tenían problema alguno sexual; mientras éste surgía siempre que se dejaban llevar por el ocio’.

Es fácil que quienes han contraído el hábito de la masturbación experimenten un fuerte sentimiento de culpabilidad capaz de destruir todo estímulo de vida y de producir un permanente complejo de inferioridad. El único tratamiento pastoralmente eficaz es el de procurar abrir horizontes hacia expresiones plenas de la afectividad y hacia tareas culturales, profesionales, sociales y religiosas, que den sentido a sus vidas .

La gravedad de cada acto masturbatorio no siempre es fácil determinarla pues depende de muchas circunstancias y pueden darse atenuantes de la responsabilidad. Sin embargo se debe poner un serio empeño en evitarlo por el peligro de caer en la esclavitud del hábito.

Dice Robinson: ‘Los trastornos afectivos y algunas situaciones neuróticas provocan frecuentemente manifestaciones de autoerotismo, que alcanza, a veces, un carácter convulsivo claramente psicopático…

Está comprobado que la masturbación ejerce siempre una mala influencia, sobre todo en la psicología juvenil. Debilita la fuerza de voluntad, la confianza en sí mismo, y perturba el desarrollo de la personalidad. Crea melancólicos e introvertidos y, en el fondo, egoístas. La masturbación es una satisfacción sexual egoísta, que marca a la persona y la incapacita para el verdadero amor.

La masturbación es, muchas veces, un recurso barato y triste; una compensación, un consuelillo de segunda clase por algún otro éxito de cualquier otro tipo que no hemos sido capaces de conseguir.

Con todo, no todos los actos masturbatorios son de la misma gravedad.

Cuando un joven tiene interés en corregirse y pone los medios que tiene a su alcance aunque tenga caídas, éstas pueden tener atenuantes a su culpabilidad. Siempre se puede acudir a Dios pidiéndole ayuda, pues Él nunca abandona a los que acuden a Él, pidiéndole ayuda para algo bueno y conveniente. Y como dice San Pablo: ‘Todo lo puedo en Aquel que me conforta’.

En la adolescencia, la masturbación puede aparecer como algo pasajero.

Como eso de los granos.

Pero si es repetitivo, puede degenerar en hábito; y esto es grave. Lo lógico es que deje un sentimiento de culpa. Sin duda es mejor dominarse que dejarse vencer. Dominarse es señal de adultez. La victoria es señal de madurez. La caída es señal de debilidad; por eso deja sentimiento de culpa.

En la edad madura, la masturbación puede ser síntoma de algo más serio, sobre todo si es persistente. Puede indicar un estado de adolescencia mental, o alguna otra deficiencia psíquica. Se encuentra, desde luego, en muchos tipos de demencia senil y en el alcoholismo. En general puede aparecer en todos los estados mentales, en los que se dé una descohesión de la personalidad que tenga por consecuencia una pérdida de control de los instintos más primitivos’.

A veces las caídas en la masturbación no son por una intención lujuriosa. Son consecuencia de una depresión, una angustia, una ansiedad que no permite conciliar el sueño, etc. Casos así pueden remediarse con algún sedante inofensivo como Huberplex, Librium, etc.

En una conferencia que le oí en 1976 al Dr. D. José M Poveda Ariño, Jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid, titulada ‘Ciencia y Doctrina Moral Sexual’, dijo que la masturbación es un fenómeno evitable por cualquier persona normal. Y en los casos en que esta superación parezca difícil es perfectamente asequible con los productos que un médico puede recomendarle.

En enero de 1976 el Vaticano publicó un documento sobre Moral Sexual donde dice: ‘El uso deliberado de la facultad sexual, fuera de las relaciones conyugales normales, contradice esencialmente la finalidad de esta facultad (n 5)’. También dice este documento que ‘la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado (n 9)’.

Y en 1983 el Vaticano ha publicado otro documento sobre la educación sexual donde dice: ‘La masturbación es un grave desorden moral .Y aunque sólo Dios conoce la responsabilidad moral subjetiva de cada acto, de ningún modo se puede sostener que en el campo sexual no se cometen pecados mortales’.

Pero no has de considerar pecado todos los tocamientos en tus órganos genitales. Pueden ser pecado los tactos encaminados a excitar el placer sexual; pero otros actos que se hacen por necesidad o por higiene, no son pecado alguno. Y en las conmociones orgánicas que sientas involuntariamente, reprime el consentimiento, y en paz. No has pecado contra la pureza. Aprende a distinguir entre el sentir y el consentir. Puede ser que a veces sientas movimientos contra tu voluntad en tus órganos genitales. Acostúmbrate a prescindir de esas sensaciones.
El pecado no está en el sentir, sino en el consentir. En el noveno mandamiento te expongo el modo de luchar contra estas tentaciones molestas.

Pero si tuvieras la desgracia de haberte complacido voluntariamente en ese placer sexual, entonces manchaste tu pureza.

El orgasmo, que es la sacudida que experimenta el cuerpo con la satisfacción del placer sexual, es derecho exclusivo de casados. Una persona soltera no puede ni procurárselo voluntariamente ni aceptarlo si lo experimenta involuntariamente. A veces el orgasmo se produce imprevistamente. En ese caso tampoco es lícito saborearlo voluntariamente, aunque no se pueda evitar la sensación placentera.

Pero cuando ocurre durmiendo no es pecado alguno.

El placer venéreo completo, el orgasmo, buscado directamente, sólo está permitido dentro del matrimonio, dentro del acto conyugal.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

castidad

¿Se puede vencer el vicio de la masturbación?

Pregunta:

¿Cómo puede hacer un joven para dejar el vicio de la masturbación?

 

Respuesta:

Su consulta puede ser extensiva a todo tipo de vicio contra la castidad. Puedo decirle:

1. La lucha en general para conservar la castidad (o recuperarla después de haberla perdido), ha sido expuesta en muchos lugares y por numerosos autores. Los principales medios que suelen señalar son:

a) Mantenerse perfectamente tranquilo ante las tentaciones. ‘Sentir la tentación no significa consentir a ellas’. Tener la seguridad de que puede vencerse.

b) Desviar la atención inmediatamente cuando empiezan las tentaciones: alejar los malos pensamientos ‘sustituyéndolos’ por otros buenos, dirigir la atención a otro objeto bueno y absorbente (un clavo se saca con otro clavo), distenderse (pasear al aire libre, etc.).

c) Vigilar para no ponerse en ocasión de ser tentados. Las ocasiones de pecado son las que empujan normalmente al pecado.

d) Mortificación: saber privarse de cosas que gustan y son lícitas, hacer sacrificios. Esto ayuda a aprender a tener ‘dominio’ sobre las propias pasiones y tendencias.

e) El pudor o prudencia de la castidad; este adivina el peligro, impide ponerse en él y hace evitar las ocasiones de pecar.

f) La oración: la castidad es un don de Dios. Hay que pedirlo. Ayuda mucho la devoción a la Virgen María.

g) El sacramento de la Penitencia o Confesión: confesarse frecuentemente robustece el alma, borra las reliquias de los pecados pasados y ayuda a ser fuertes frente a las tentaciones futuras.

h) La Eucaristía: recibida en gracia nos da una perfecta unión con Jesucristo. ‘Quien come mi carne y bebe mi sangre mora en mí y yo en él’ (Juan 6,57).

i) Desde el punto de vista puramente natural es importante, también, mantener una buena higiene física, una alimentación equilibrada, ejercicio físico y descanso.

2. Cuando se trata de un vicio fuertemente arraigado estos mismos medios son los que llevan a desarraigarlo, pero actuando enérgicamente y tras la repetición de muchos actos. Sólo la práctica virtuosa puede desarraigar un vicio.

3. Si la pulsión del vicio ya roza el comportamiento anómalo, puede ser que tenga raíces físicas o psíquicas, y en tal caso junto con los medios arriba indicados hará falta la ayuda de un médico católico, de visión clara y serena, que realice un examen clínico general (y en especial una revisión del sistema nervioso vagosimpático) y en base a los resultados indique algunos medios de orden médico.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

impureza - masturbación

¿Es pecado la masturbación?

Pregunta:

Por favor, Padre, quisiera saber si es pecado la masturbación y qué dice la Iglesia al respecto.

 

Respuesta:

Estimado:

La masturbación es pecado cuando es un acto libre y premeditado (o sea, cuando reúne las condiciones que exige todo pecado mortal: material grave, conocimiento y consentimiento perfectos); distinto es el caso de aquellas personas que realizan estos actos de modo enfermizo y compulsivo (razón por la cual el Catecismo en el número 2352 aclara: ‘para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral’).

Ha tocado largamente el tema la Declaración ‘Persona humana’, de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Le transcribo el texto:

‘Con frecuencia se pone hoy en duda, o se niega expresamente, la doctrina tradicional según la cual la masturbación constituye un grave desorden moral. Se dice que la sicología y la sociología demuestran que se trata de un fenómeno normal de la evolución de la sexualidad, sobre todo en los jóvenes, y que no se da falta real y grave sino en la medida en que el sujeto ceda deliberadamente a una autosatisfacción cerrada en sí misma (ipsación); entonces sí que el acto es radicalmente contrario a la unión amorosa entre personas de sexo diferente, siendo tal unión, a juicio de algunos, el objetivo principal del uso de la facultad sexual.

Tal opinión contradice la doctrina y la práctica pastoral de la Iglesia católica. Sea lo que fuere de ciertos argumentos de orden biológico o filosófico de que se sirvieron a veces los teólogos, tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado. La razón principal es que el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine. Le falta, en efecto, la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero. A esta relación regular se le debe reservar toda actuación deliberada de la sexualidad. Aunque no se puede asegurar que la Sagrada Escritura reprueba este pecado bajo una denominación particular del mismo, la tradición de la Iglesia ha entendido, con justo motivo, que está condenado en el Nuevo Testamento cuando en él se habla de ‘impureza’, de ‘lascivia’ o de otros vicios contrarios a la castidad y a la continencia.

Las encuestas sociológicas pueden indicar la frecuencia de este desorden según los lugares, la población o las circunstancias que tomen en consideración. Pero entonces se constatan hechos. Y los hechos no constituyen un criterio que permita juzgar del valor moral de los actos humanos. La frecuencia del fenómeno en cuestión ha de ponerse indudablemente en relación con la debilidad innata del hombre a consecuencia del pecado original; pero también con la pérdida del sentido de Dios, con la depravación de las costumbres engendrada por la comercialización del vicio, con la licencia desenfrenada de tantos espectáculos y publicaciones; así como también con el olvido del pudor, custodio de la castidad.

La sicología moderna ofrece diversos datos válidos y útiles en tema de masturbación para formular un juicio equitativo sobre la responsabilidad moral y para orientar la acción pastoral. Ayuda a ver cómo la inmadurez de la adolescencia, que a veces puede prolongarse más allá de esa edad, el desequilibrio síquico o el hábito contraído pueden influir sobre la conducta, atenuando el carácter deliberado del acto, y hacer que no haya siempre falta subjetivamente grave. Sin embargo, no se puede presumir como regla general la ausencia de responsabilidad grave. Eso sería desconocer la capacidad moral de las personas.

En el ministerio pastoral deberá tomarse en cuenta, en orden a formar un juicio adecuado en los casos concretos, el comportamiento de las personas en su totalidad; no sólo en cuanto a la práctica de la caridad y de la justicia, sino también en cuanto al cuidado en observar el precepto particular de la castidad. Se deberá considerar en concreto si se emplean los medios necesarios, naturales y sobrenaturales, que la ascética cristiana recomienda en su experiencia constante para dominar las pasiones y para hacer progresar la virtud’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración ‘Persona humana’, n. 9).

Puede ver también nuestro artículo:‘¿Cómo puede un joven dejar el vicio de la masturbación?’.