confesión

¿La confesión ha sido inventada por la Iglesia?

Pregunta:

¿Cómo puedo responder a los que me dicen que la confesión ha sido inventada por la Iglesia y por los curas?

Respuesta:

Estimado: Resumo mi respuesta en tres puntos.

I. El sacramento de la penitencia fue instituido por el mismo Cristo

1º Así lo enseña la Iglesia al condenar a todo el que dijere «que la penitencia en la Iglesia católica no es verdadero y propiamente sacramento instituido por Cristo Señor»[1]. En la Sagrada Escritura consta que Nuestro Señor Jesucristo no sólo perdonó los pecados a muchos de los que se acercaron a Él (Zaqueo, la mujer adúltera, la pecadora de la que expulsó siete demonios, etc.[2]) sino que confirió a la Iglesia el poder de perdonar los pecados. En San Mateo dice a sus apóstoles: En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra, será atado en el cielo y cuanto desatareis en la tierra será desatado en el cielo (Mt 18,18). En el Evangelio de San Juan: Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados, a quien se los retuviereis, les serán retenidos (Jn 20,22‐23).

La Sagrada Escritura nos testimonia también que los apóstoles y sus discípulos ejercieron este ministerio. Así, por ejemplo, dice San Pablo: Cristo nos ha reconciliado consigo y nos ha confiado el misterio de la reconciliación (2 Co 5,18). Por otra parte, en varios lugares de los Hechos de los Apóstoles y de las Epístolas de San Pablo aparecen los apóstoles ejerciendo la potestad de atar y desatar (cf. 1 Co 5,3‐5; 2 Co 2,6‐11; etc.).

La razón de esta institución es fácil de comprender: nosotros somos pobres pecadores, y en cuanto tales necesitamos un sacramento por el que se nos perdonen los pecados cometidos después del bautismo.

2º Por otra parte, no puede ser una creación de los hombres. Esto lo podemos ver por varias razones de sentido común:

  • Por la dificultad que entraña el extender a todo el mundo, y durante tantos siglos una práctica que tanto repugna al amor propio. Si fuera obra humana, no habría prosperado.
  • Por la oposición decidida que hubiesen hecho los primeros cristianos si alguien hubiese querido introducir como necesaria la confesión, de no ser ésta instituida por Cristo mismo.
  • Además, ¿qué provecho material hubiesen podido obtener los inventores de la confesión? Ninguno. Solamente trabajo pesado e ingrato.
  • Por otra parte, si los sacerdotes hubiesen inventado la confesión, se habrían declarado a sí mismos exentos de tal práctica (el que impone los tributos no los paga), y sin embargo, son los primeros obligados a la práctica de confesar sus pecados.

II. La confesión de los pecados (el decir los pecados al sacerdote) tampoco es un invento de los sacerdotes

Alguien podría suponer que Jesucristo sólo instituyó que los apóstoles y sus sucesores «perdonasen» los pecados, pero no que para esto «tuviesen que escuchar en confesión los pecados de los penitentes». Por eso debemos añadir que la «confesión de los pecados», es decir, «la acusación del penitente de sus propios pecados ante el sacerdote legítimo», también es de derecho divino, si bien su práctica se difundió con el correr de los siglos[3].

Ante todo, la Iglesia insiste repetidamente sobre tal necesidad; y la impone obligatoriamente a todos los hombres dotados de uso de razón, es decir, a los posibles pecadores, al menos una vez al año[4].

«La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la penitencia», dice el Catecismo[5]. El motivo es que la confesión es un juicio formal, aunque sin fiscal ni testigos. Pero para que el juez dictamine es necesario que conozca la causa con toda precisión; y sólo después de eso ha de absolverle el juez, no sin antes imponerle la pena. Pero para proceder con rectitud a modo de juicio, el juez necesita conocer la causa sobre la que va a dictar sentencia, y ello no de una manera confusa y global, sino con todo detalle y precisión. Y como en este juicio sacramental no hay fiscal ni acusador, no cabe otra solución que la confesión explícita y directa del propio reo. Por tanto, la confesión de los pecados es una consecuencia inevitable que brota de la institución del sacramento por Jesucristo a modo de juicio. Es decir, está implícito en el mismo mandato de atar y desatar los pecados dado por Cristo a los Apóstoles (cf. Jn 20,22‐23). ¿De qué otro modo podrían «atar» los pecados de uno (¡y con consecuencias para la vida eterna!) y «desatar» los de otro? ¡Evidentemente no puede quedar librado al capricho del sacerdote! Para poder ejercer este oficio, el sacerdote debe saber qué pecados son, qué arrepentimiento hay y qué propósito de enmienda tiene el penitente. ¿De qué otra manera puede cumplir esta orden de Jesucristo sino es por propia confesión del penitente?

III. Algunas dudas que suelen plantearse acerca de la confesión

Finalmente no viene mal enumerar las principales dudas u objeciones que, sobre este tema, suelen poner personas de otras religiones a los católicos[6]:

¿En qué se basan los católicos para decir que los sacerdotes pueden perdonar los pecados?

La Iglesia Católica lee con atención toda la Biblia y acepta la autoridad divina que Jesús dejó en manos de los Doce apóstoles y sus legítimos sucesores. Esto ya lo expusimos más arriba. Ahora bien, los apóstoles murieron y, como Cristo quería que ese don llegara a todas las personas de todos los tiempos, se deduce que el poder que les dio debía ser transmisible, es decir, que de ellos pudiera pasar a sus sucesores. Y así los sucesores de los apóstoles, los obispos, lo delegaron a «presbíteros», o sea, a los sacerdotes. Estos tienen hoy el poder que Jesús dio a sus apóstoles.

¿Para qué decir los pecados a un sacerdote, si Jesús simplemente los perdonaba?

Es verdad que Jesús perdonaba los pecados sin escuchar una confesión. Pero el Maestro divino leía claramente en los corazones de la gente, y sabía perfectamente quiénes estaban dispuestos a recibir el perdón y quiénes no. Jesús no necesitaba la confesión de los pecados por su ciencia singular por la cual sabía lo que hay dentro del hombre (Jn 2,25). Ahora bien, como el pecado toca a Dios, a la comunidad y a toda la Iglesia de Cristo, por eso Jesús quería que el camino de la reconciliación pasara por la Iglesia que está representada por sus obispos y sacerdotes. Y como los obispos y sacerdotes no leen en los corazones de los pecadores, es lógico que el pecador tiene que manifestar los pecados. No basta una oración a Dios en el silencio de nuestra intimidad.

«Pero el sacerdote es pecador como nosotros», dicen algunos.

También los Doce apóstoles eran pecadores y sin embargo Jesús les dio poder para perdonar pecados. El sacerdote es humano y dice todos los días: «Yo pecador» y la Escritura dice: Si alguien dice que no ha pecado, es un mentiroso (1Jn 1,8). El sacerdote perdona los pecados por una sola razón: porque recibió de Jesucristo el poder de hacerlo; no porque él sea una persona extraordinaria o porque él mismo no tenga pecados. Además, el sacerdote concede el perdón en el nombre de Dios Uno y Trino, y no en el propio.

¿Qué otras diferencias hay entre católicos y protestantes acerca de la confesión?

El protestante comete pecados, ora a Dios, pide perdón, y dice que Dios lo perdona. Pero ¿cómo sabe que, efectivamente, Dios le ha perdonado? Muy difícilmente queda seguro de haber sido perdonado. En cambio el católico, después de una confesión bien hecha, cuando el sacerdote levanta su mano consagrada y le dice: «Yo te absuelvo en el nombre del Padre…», queda con plena certeza de haber sido perdonado. Por eso decía un nocatólico: «Yo envidio a los católicos. Yo cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy seguro de si he sido perdonado o no. En cambio el católico queda tan seguro del perdón que esa paz no la he visto en ninguna otra religión». En verdad, la confesión es el mejor remedio para obtener la paz del alma.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

Bibliografía para profundizar:

JUAN PABLO II, Exhortación Reconciliatio et poenitentia.

BAUR, BENEDIKT, La confesión frecuente, Herder, Barcelona 1974.

[1] Denzinger‐Hünermann, n. 1701.

[2] Cf. Mt 2,5; Lc 7,47; Jn 8,1 ss., etc.

[3] Una breve historia de la práctica de la penitencia sacramental se puede leer en el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1447.

[4] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1457; Código de Derecho Canónico, c. 989.

[5] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1456.

[6] Tomo este punto de PP. Paulo Dierckx y Miguel Jordá, Para dar razón de nuestra esperanza sepa defender su fe, Apostolado del libro, P. Miguel Jordá F. 8571492.

confesión

¿Por qué debo confesarme con un sacerdote?

Pregunta:

¿Por qué debo confesarme con un sacerdote? Gracias.

 

Respuesta:

Estimado:

Porque así lo instituyó Jesucristo. ‘A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados’ (Jn 20,23)

Algunos dicen ‘Yo me confieso a Dios directamente’; por ejemplo. los protestantes. Pero esto no basta.

Porque Jesús ha dicho a sus apóstoles: ‘A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados’ (Jn 20,23). Con estas palabras autoriza y confía Jesús la práctica de la confesión sacramental a los sacerdotes. Y la historia del sacramento de la penitencia es la expresión progresiva de esta toma de conciencia en la Iglesia.

¿Por qué Cristo ha elegido esta forma de perdón? Dios se complace en actuar a través de intermediarios: así actúa en el nacimiento, la cultura, el bautismo, la educación religiosa… Haciéndose nuestro confidente, el otro -el sacerdote- nos representa sensiblemente alOtro -Dios- Y ese diálogo con él aviva nuestra fe.

Algunos piensan que es difícil confiarse a una tercera persona. Sin embargo, hay en el hombre un deseo innato de confiarse a alguien. A a falta de confesarse a un sacerdote, uno se confía al primero que llega. El éxito de los psiquiatras, psicólogos y consejeros de todo tipo se explica por esta necesidad (Mons. Gouyon).

¿Pero no es el sacerdote también un pecador? Su absolución sigue siendo válida. ‘Cuando Pedro bautiza es Jesús quien bautiza. Cuando Judas bautiza es Jesús quien bautiza’ (San Agustín).
¡El que absuelve siempre es Cristo! En Él es el Padre quien acoge a su hijo y lo estrecha contra su corazón (Lc 15,11-32).

Algunos objetan  también que ‘hay personas que se confiesan y no valen mas que los demás’. Pero, ¿qué sería de ellas sin la confesión? El Padre Foucauld, pese a sus dudas, aceptó en una ocasión confesar sus pecados. A partir de entonces su fe se fortaleció y su vida sufrió un profunda transformación.

Cada vez se comulga más… y se confiesa menos. Las faltas graves parecen no ser un obstáculo para la comunión. No olvidemos la solemne advertencia de San Pablo: ‘El que come el pan y bebe del cáliz del Señor indignamente, come y bebe su propia condenación’ (1Co 11,27-29).

P. Miguel A. Fuentes, IVE

confesarme

¿Cómo hacer para confesarme?

Pregunta:

Siendo Católica y mas o menos practicante, ¿qué se ha de hacer para realizar una buena confesión cuando se ha estado varios años sin hacerla? Siento la necesidad de recibir la comunión, pero hace mucho tiempo que no me confieso. Ayúdeme, pues realmente, no sé por dónde empezar.

 

Respuesta:

Estimada:

Me alegra mucho su decisión de acercase a la confesión.

Sobre la necesidad de confesarse puede usted leer lo que dice el Catecismo de la Iglesia, al hablar del sacramento de la Reconciliación.

Para hacer una buena confesión debe hacer un buen examen de conciencia, tratando de recordar los pecados cometidos contra cada uno de los mandamientos de la ley de Dios. Le envío algunas reglas prácticas para confesarse:

MODO PRACTICO DE CONFESARTE

1. Antes de la confesión rece lo siguiente (no es necesario hacerlo pero puede ayudarle mucho):

Jesús, Salvador mío, concededme la gracia de confesarme bien para alcanzar el perdón de mis pecados y salvar mi alma.

Virgen Santísima, Madre de Jesús y Madre mía, alcanzadme de vuestro Hijo Jesús la gracia de conocer todos mis pecados y confesarlos sinceramente.

Examen de conciencia

Pregúntate: ¿Cuánto tiempo hace que me confesé por última vez? ¿Lo hice bien? ¿Olvidé algún pecado grave? ¿Callé alguno a sabiendas? ¿Cumplí la penitencia que me dio el confesor?

Tratarás luego de recordar todos los pecados que hubieres cometido después de la última confesión bien hecha. Si hubieras cometido pecados graves, pensarás cuántas veces los has cometido, y si no lo sabes con exactitud, al menos de manera aproximada. Si la última vez te confesaste mal, callando pecados graves por vergüenza, dirás hoy al confesor que la última vez te confesaste mal y le dirás aquel pecado que has callado.

Primer Mandamiento: -¿Recé mis oraciones de la mañana y de la noche? -¿Estudié bien el catecismo? -¿Tuve compañías irreligiosas?

Segundo Mandamiento: -¿Juré mentirosamente por Dios? -¿Cuántas veces? -¿Dije palabras injuriosas contra Dios, la Virgen o los Santos? -¿Cuántas veces?

Tercer Mandamiento: -¿He faltado a Misa los Domingos o Fiestas de guardar, o he llegado lo bastante tarde para no cumplir con el precepto? -¿He trabajado el Domingo sin necesidad?

Cuarto Mandamiento: -¿Desobedecí a mis padres? -¿Les contesté? -¿Los hice enojar? -¿Falté al respeto a mi maestro, a los sacerdotes, a los ancianos? -¿Tengo amor a mi Patria y me sacrifico por ella?

Quinto Mandamiento: -¿Me he peleado con mis hermanos y compañeros? -¿Les guardo odio o rencor? -¿Fui orgulloso… envidioso?

Sexto y Noveno Mandamientos: -¿Tuve malos pensamientos o malos deseos y los consentí? -¿Cuántas veces? -¿He conversado de cosas malas? ¿Cuántas veces?-¿He mirado cosas indecentes? ¿Cuántas veces? -¿Hice cosas malas? ¿Cuántas veces? ¿Sólo o acompañado?

Séptimo y Décimo Mandamientos: -¿He robado alguna cosa? -¿Acepté cosas robadas? -¿Robé dinero a mis padres?

Octavo Mandamiento: -¿He calumniado gravemente? ¿Cuántas veces? -¿He mentido? -¿He difamado gravemente? ¿Cuántas veces? -¿He hecho juicios temerarios? ¿Cuántas veces?

Preceptos de la Iglesia: -¿Confesé y comulgué a lo menos una vez al año, en el tiempo de Pascua? -¿Comí carne en días de abstinencia o no guardé el ayuno?

Terminado el examen de conciencia, rezarás el Acto de contrición (con la cabeza inclinada).

2. Durante la Confesión

Comenzarás tu confesión arrodillándote en el confesionario, allí sucederá lo siguiente:

1) Recepción del penitente: El sacerdote te recibirá con amor y amabilidad, luego te harás la señal de la Santa Cruz, diciendo: ‘En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén’.

2) Invitación a la confianza: Lo hace el sacerdote y al terminar, tú dices: ‘Amén’.

3) Lectura de la Palabra de Dios.

4) Confesión de los pecados: Comenzando por decir cuánto tiempo hace que no te confiesas, seguirás luego diciendo todos los pecados que te acuerdes y el sacerdote te ayudará, si lo cree necesario, a que hagas una confesión íntegra. Te dará algunos consejos.

5) Aceptación de la penitencia: El Padre te dará la penitencia y la aceptarás diciendo: ‘Gracias, Padre’ o algo parecido.

6) Oración del penitente: Manifestarás tu contrición rezando el Acto de contrición.

7) Fórmula de la absolución: El sacerdote en nombre y con el poder de Cristo te da la absolución, que te perdona los pecados.

8) Alabanza a Dios: Dice el sacerdote: ‘Dad gracias al Señor porque es bueno’, y tú contestarás: ‘Porque es eterna su misericordia’.

9) Despedida del penitente: El sacerdote te despide diciéndote: ‘El Señor ha perdonado tus pecados. Vete en paz’.

(No es necesario que te acuerdes de todo eso para poder confesarte. Anda con toda confianza que el sacerdote te ayudará a hacer la confesión muy bien).

Después de la confesión Ante todo, darás gracias al Señor por el inestimable beneficio del perdón, cumplirás inmediatamente la penitencia que te señaló por el confesor, y renovarás el propósito de huir de los pecados y de sus ocasiones.

P. Miguel A. Fuentes, IVE