apocalipsis

¿Qué es y a qué se refiere el libro del Apocalipsis?

Pregunta:

Buen día … que Dios les bendiga… Tengo una duda, y mas que una duda creo que es angustia. Exactamente creo que el libro del Apocalipsis habla de los que va a acontecer a fines del mundo. ¿Porque se menciona tanto entre protestantes e incluso entre católicos ‘renovados’ que cuando se habla de la Gran Ramera en el Apocalipsis y de hombres vestidos de rojo se refiere al Vaticano (iglesia católica). También algunos católicos y sacerdotes me dicen que se refiere a la antigua Babilonia, pero entonces ¿el Apocalipsis se refiere también al pasado? He estado hablando con varias personas y ninguno me da una razón o me explica qué es exactamente el Apocalipsis. Yo quisiera pedirle en nombre de Dios que me puedan contestar esta pregunta ..Gracias.

Respuesta:

Estimado:

Le envío el comentario que sobre este libro ha sido publicado en la “Enciclopedia católica”. Algunos elementos de esta interpretación son válidos y otros discutidos; a pesar de eso puede servir de introducción al estudio de este libro apasionante pero difícil. Para ampliar más puede ver el Comentario que, de este libro, trae la “Biblia Comentada” por los profesores de Salamanca (BAC, Madrid, tomo VII) (el comentario con sus 7 tomos se puede bajar completo desde el link:

http://esword-espanol.blogspot.com/2010/06/biblia-comentada-profesores-de.html

o:

http://ineedfile.com/biblia-comentada-pdf

Como mejor comentario, le recomiendo, sin embargo, la lectura del libro del P. Leonardo Castellani “El Apokalypsis de san Juan”, Vórtice, Buenos Aires, 2005.

Apocalipsis (Libro de las Revelaciones)

El Apocalipsis, del verbo ‘apokalypto’, revelar, es el nombre dado al último libro de la Biblia. También se le llama libro de la Revelación. Aunque es una obra cristiana, el Apocalipsis pertenece a una clase de literatura que tiene que ver con temas escatológicos, muy en boga entre los judíos del siglo I a. C. y del I después de Cristo.

AUTENTICIDAD

El autor del Apocalipsis se llama a sí mismo Juan. ‘Juan a las siete iglesias que están en Asia’ (Ap. 1, 4). Y de nuevo, ‘yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación. . . me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la Palabra de Dios’ (1, 9). El Vidente no da más detalles sobre su personalidad. Pero por la tradición sabemos que el Vidente del Apocalipsis era San Juan, apóstol, hijo de Zebedeo, el Discípulo amado de Jesús. Al final del siglo segundo el Apocalipsis fue reconocido por los representantes históricos de las iglesias principales como una obra genuina del apóstol Juan. En Asia, Melitón, Obispo de Sardes, una de las Siete Iglesias del Apocalipsis, reconoció el Apocalipsis de Juan y escribió un comentario sobre él (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, IV, 26). En la Galia, Ireneo cree firmemente en su autoridad Divina y Apostólica (Adversus Haer., V, 30). En África, Tertuliano cita frecuentemente el Apocalipsis sin dudas aparentes sobre su autenticidad (C. Marcion, III, 14, 25).

En Italia, el Obispo Hipólito asigna su autoría al apóstol Juan, y el Fragmento Muratoriano (un documento del principio del siglo tercero) lo enumera junto con las otras escrituras canónicas, añadiendo, ciertamente, el Apocalipsis apócrifo de San Pedro, pero con la cláusula, quam quidam ex nostris in ecclesia legi nolunt. El Vetus Itala, la versión latina común en Italia y Africa durante el siglo tercero, contenía el Apocalipsis. En Egipto, Clemente y Orígenes creían sin vacilación en su autoría joánica. Ellos eran estudiosos y hombres de juicio crítico. Su opinión es aún más valiosa por cuanto ellos no simpatizaban con la enseñanza milenaria del libro. Ellos se contentaron con una interpretación alegórica de ciertos pasajes pero nunca se aventuraron a impugnar su autoridad. Acercándonos más estrechamente a la era apostólica tenemos el testimonio del mártir de san Justino, a mediados del siglo segundo. De Eusebio, (Hist. Eccl., IV, xviii, 8), así como de su diálogo con el judío Trifón (c. 81), realizado en Éfeso, la residencia del apóstol, sabemos que él admitió la autenticidad del Apocalipsis. Otro testigo de alrededor del mismo tiempo es Papías, Obispo de Hierápolis, un lugar no lejos de Éfeso. Si no escuchó directamente a San Juan, al menos conoció personalmente algunos de sus discípulos (Eusebio, Hist. Eccl., III, 39). Su conocimiento es indirecto. Andreas, Obispo de Cesarea, en el prólogo a su comentario del Apocalipsis, nos informa que Papías admitió su carácter inspirado. Indudablemente Papías sacó del Apocalipsis sus ideas sobre el milenio, por lo cual Eusebio desacredita su autoridad, declarándolo haber sido un hombre de comprensión limitada. Los escritos apostólicos no dan ninguna evidencia de la autenticidad del libro.

ARGUMENTOS EN CONTRA DE SU AUTENTICIDAD

Los ‘Alogi’, una secta del año 200 D.C., llamada así debido a su rechazo de la doctrina del Logos, negó la autenticidad del Apocalipsis y se lo asigna a Cerinto (Epifanio, Ll, ff, 33,; cf. Iren., Adv. Haer., III, 11, 9). Cayo, un presbítero romano, de aproximadamente la misma época, sostiene una opinión similar. Eusebio cita sus palabras tomadas de su Disputa: ‘Pero Cerinto por medio de revelaciones que él afirmó ser escritos por un gran Apóstol falsamente imaginaba cosas maravillosas, afirmando que después de la resurrección habría un reino terreno’ (Hist. Eccl., III, 28). El antagonista más formidable de la autoridad del Apocalipsis es Dionisio, Obispo de Alejandría, discípulo de Orígenes. Él no se opone a suponer que Cerinto es el escritor del Apocalipsis. ‘Pues’, dice, ‘ésta es la doctrina de Cerinto: que habrá un reino terreno de Cristo y como él era un amante del cuerpo, soñaba que se manifestaría en la satisfacción del apetito de los sentidos’. Sin embargo, él mismo no adoptó la visión de que Cerinto fuera su autor. Él consideraba el Apocalipsis como la obra de un hombre inspirado pero no de un Apóstol (Eusebio, Hist. Eccl., VII, 25). Durante los siglos IV y V la tendencia a excluir el Apocalipsis de la lista de sagrados libros siguió aumentando en las iglesias Syro-palestinas. Eusebio no expresa ninguna opinión definida. Él se manifiesta con la afirmación: ‘El Apocalipsis es aceptado por algunos entre los libros canónicos, pero otros lo rechazan’ (Hist. Eccl., III, 25). San Cirilo de Jerusalén no lo nombra entre los libros canónicos (Catech. IV, 33-36); tampoco aparece en la lista del Sínodo de Laodicea, o en la de Gregorio de Nacianzo. Quizás el argumento más contundente contra la paternidad literaria apostólica del libro es su omisión del ‘Peshito’, la Vulgata siria. Pero aunque el hecho de que estas autoridades den evidencia contra la autenticidad del Apocalipsis merece ser considerado, ellos no pueden anular ni afectar el testimonio más antiguo y unánime de las iglesias. La opinión de sus oponentes, además, no era libre de prejuicios. De la manera en la que el Dionisio sostuvo la cuestión, es evidente que él consideró el libro peligroso al ocasionar nociones crudas y sensitivas acerca de la resurrección. En el Occidente la Iglesia perseveró en su tradición de la autoría apostólica. Solo san Jerónimo parece haber sido influenciado por las dudas del Oriente.

EL APOCALIPSIS COMPARADO CON EL CUARTO EVANGELIO

La relación entre el Apocalipsis y el Cuarto Evangelio ha sido discutida por todos los autores, tanto antiguos y como modernos. Algunos afirman y otros niegan su parecido mutuo. El sabio obispo alejandrino, Dionisio, hizo en su tiempo una lista de diferencias a la que los autores modernos han tenido poco para agregar. Él empieza observando que mientras el Evangelio es anónimo, el escritor del Apocalipsis da su nombre, Juan. Enseguida señala cómo la terminología característica del Cuarto Evangelio, tan esencial a la doctrina joánica, está ausente en el Apocalipsis. Los términos, ‘vida’, ‘luz’, ‘gracia’, ‘verdad’, no aparecen en el último. Tampoco la crudeza de dicción por parte del Apocalipsis se le escapa. El griego del Evangelio es correcto en su gramática, e incluso le da crédito al autor por una cierta elegancia de estilo. Pero el lenguaje del Apocalipsis le parecía bárbaro y desfigurado por incorrecciones. Él, por consiguiente, se inclina a atribuir las obras a autores diferentes (Hist. Eccl., VII, 25). Los que sostienen una paternidad literaria común replican que estas diferencias pueden ser consideradas teniendo en cuenta la naturaleza peculiar y el objetivo de cada obra.

El Apocalipsis contiene visiones y revelaciones. En conformidad con otros libros del mismo tipo, por ej., el Libro de Daniel, el Vidente dio su nombre a su obra.

El Evangelio, por otro lado, está escrito en la forma de un recuento histórico. En la Biblia, obras de ese tipo no llevan la firma de sus autores. Así también en lo referente a la ausencia de terminología joánica en el Apocalipsis. El objeto del Evangelio es demostrar a ese Jesús es la vida y la luz del mundo, la plenitud de la verdad y de la gracia. Pero en el Apocalipsis Jesús es el conquistador de Satanás y su reino. Se aceptan los defectos de gramática en el Apocalipsis. Algunos de ellos son bastante obvios. El lector puede notar el hábito del autor de agregar una aposición en el nominativo a una palabra en un caso oblicuo (cf. 3, 12; 9, 12; 20, 2). Además contiene algunos modismos hebreos: por ej., la palabra hebrea equivalente a ‘erchomenos’: ‘el que ha de venir’, en lugar de ‘esomenos’, (1, 8). Pero debe tenerse en cuenta que cuando el Apóstol vino por primera vez a Éfeso, probablemente era totalmente ignorante de la lengua griega.

Los defensores de la identidad de autoría apelan además al hecho llamativo que en ambas obras Jesús es llamado el Cordero y la Palabra. La idea del cordero que hace expiación por el pecado por medio de su sangre se toma de Isaías (53). A lo largo del Apocalipsis el retrato de Jesús es el del cordero. A través del derramamiento de su sangre ha abierto el libro con siete sellos y ha triunfado sobre Satanás. En el Evangelio Jesús es señalado por el Bautista como el ‘Cordero de Dios… que quita el pecado del mundo’ (Juan 1, 29). Algunas de las circunstancias de su muerte recuerdan el rito observado al comer el cordero pascual, el símbolo de la redención. Su crucifixión tiene lugar en el día mismísimo en el que la Pascua era comida (Juan 18, 28). Aunque fue crucificado, sus ejecutores no rompieron los huesos de su cuerpo para que la profecía se cumpliera: ‘no se le quebrará hueso alguno’ (Juan 19, 36). El nombre ‘Logos’: ‘Palabra’, es muy propio del Apocalipsis, del Evangelio y de la primera Epístola de San Juan. La primera frase del Evangelio es, ‘En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios’. La primera epístola de San Juan empieza, ‘Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído. . . de la palabra de vida’. Así también en el Apocalipsis, ‘Y su nombre es la Palabra de Dios’ (19, 13).

TIEMPO Y LUGAR

El vidente testifica que las visiones que está a punto de narrar fueron vistas por él mientras estuvo en Patmos. ‘Yo Juan. . . estaba en la isla llamada Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús’ (1, 9). Patmos es uno del grupo de pequeñas islas cerca de la costa del Asia Menor, aproximadamente doce millas geográficas de Éfeso. La Tradición, como Eusebio nos dice, nos ha afirmado que Juan fue desterrado a Patmos durante el reinado de Domiciano por causa de su testimonio de la palabra de Dios (Hist. Eccl., III, 18). Él se refiere obviamente al pasaje ‘por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús’ (1, 9). Es verdad que el significado más probable de esta frase es, ‘para oír la palabra de Dios’, etc., y no ‘desterró debido a la palabra de Dios», etc., (cf. 1, 2). Pero era bastante natural que el Vidente habría considerado su destierro a Patmos como previsto por la Providencia Divina para que en la soledad de la isla pudiera oír la Palabra de Dios. La tradición transmitida por Eusebio halla confirmación en las palabras del Vidente que se describe como ‘un hermano y compañero en la tribulación» (1, 9). Ireneo ubica el destierro del Vidente en Patmos al final del reino de Domiciano. ‘Paene sub nostro saeculo ad finem Domitiani imperii’ (Adv. Haer., V, 4). El Emperador Domiciano reinó en los años 81-96 D.C. En todos lo referente a la tradición joánica Ireneo merece un crédito excepcional. Su vida fue muy cercana a la edad Apostólica y su maestro, San Policarpo, había estado entre los discípulos de San Juan. Eusebio registrando la afirmación de Ireneo sin ningún error, agrega como el año del destierro del Vidente el decimocuarto del reinado de Domiciano. San Jerónimo también, sin reserva o vacilación, sigue la misma tradición. ‘Quarto decimo anno, secundam post Neronem persecutionem movente Domitiano, in Patmos insulam relegatus, scripsit Apocalypsim’ (Ex libro de Script. Eccl). Contra el testimonio unido de estos tres testigos de la tradición la declaración de Epifanio, que pone el destierro del Vidente bajo el reinado de Claudio en los años 41-54 D.C, parece sumamente improbable (Haer., li, 12, 33).

CONTENIDO

(1) LAS SIETE IGLESIAS

1, 1-3. Título y descripción del libro. La revelación hecha por Jesús el Mesías a Juan.

1, 4-9. Saludo. Saludo introductorio a las siete Epístolas, deseando a las iglesias la gracia y la paz de Dios y de Jesús.

1, 9-20. La visión de Jesús como Hijo de hombre. El retrato es tomado de Daniel 10 y Enoc 46. Cf. las frases, ‘uno como hijo de hombre’ (Apocalipsis 1, 13, Daniel 10, 16; 7, 13); ‘ceñido con oro’ (Apocalipsis 1, 13; Daniel 10, 5); ‘ojos como llamas de fuego’ (Apocalipsis 1, 14; Daniel 10, 6); ‘a una voz como de una multitud’ (Apocalipsis 1, 15; Daniel 10, 6); ‘caí como muerto’ (Apocalipsis 1, 17; Daniel 10, 9); ‘y él me tocó’ (Apocalipsis 1, 17, Daniel 10, 18); ‘pelo blanco como lana’ (Apocalipsis 1, 14; Daniel 7, 9; Enoc 46, 1).

2, 1-3, 22. Las Cartas a las siete Iglesias. Las Iglesias son ÉfesoEsmirnaPérgamo,TiatiraSardesFiladelfia, y Laodicea. Las Epístolas son cortas exhortaciones a los cristianos a permanecer fieles a su fe, a estar atentos a los falsos apóstoles a abstenerse de la fornicación y de la carne ofrecida a los ídolos.

(2) EL LIBRO CON LOS SIETE SELLOS

Capítulos 4 y 5. La visión de Dios entronizado sobre los Querubines. El trono está rodeado por veinticuatro ancianos. A la derecha de Dios está un rollo sellado con siete sellos. En medio de los Querubines y de los ancianos el Vidente mira un cordero, ‘agnus tamquam occisus’, llevando en su garganta la cicatriz de la incisión con la que fue degollado. El Vidente llora porque nadie ni en cielo ni en tierra puede romper los sellos. Es confortado al oír que el cordero era digno de hacerlo debido a la redención que había forjado por su sangre. El retrato del trono es tomado de Ezequiel 1. Compare en ambas relatos la descripción de las cuatro bestias. Ellos se parecen a un león, un buey, un hombre, y una águila. Sus cuerpos están llenos de ojos (cf. Ap. 9, 8; y Ez. 10, 12). Los veinticuatro ancianos probablemente fueron sugeridos por las veinticuatro clases de sacerdotes que atienden en el Templo. El cordero degollado por los pecados de la humanidad es de Isaías 53.

Capítulos 6 y 7. Los siete sellos y la enumeración de los Santos. Al abrir cuatro sellos, cuatro caballos aparecen. Su color es blanco, negro, rojo, y pálido, o verdoso (‘chloros’), Ellos significan conquista, matanza, carestía y muerte. La visión es tomada de Zac. 6, 1-8. Al ser abierto el quinto sello el Vidente mira a los mártires que fueron asesinados y oye sus plegarias por el triunfo final. Al abrirse el sexto sello los predestinados a la gloria son contados y marcados. El Vidente los mira divididos en dos clases. Primero, 144,000 judíos, 12,000 de cada tribu. Después una multitud innumerable escogida de entre todas las naciones y lenguas.

Capítulos 8 y 9. El séptimo sello. Después del intervalo de alrededor de media hora, el séptimo sello es roto; siete ángeles aparecen, cada una sosteniendo una trompeta. El sonido de las primeras cuatro primeras trompetas causa una destrucción parcial de los elementos de naturaleza. Uno tercio de la tierra es quemada, así como un tercio de los árboles y todo el césped. Uno tercio del mar se vuelve sangre (cf. Ex., vii, 17). Uno tercio de los ríos se ha convertido en agua ajenjo. Uno tercio del sol, la luna, y de las estrellas se oscurece, haciendo que un tercio del día se oscurezca (cf. Ex. 10, 21). Al sonar la quinta trompeta langostas salen del abismo. Su trabajo es atormentar a los hombres por cinco meses. Se les pide encarecidamente no tocar el césped. Su forma es la de caballos (Joel 2, 4), sus dientes son como los de leones (Joel 1, 6), su pelo como el pelo de mujeres. Ellos tienen colas de escorpiones con los que castigarán al hombre. El mando ellos lo tiene el Ángel del Abismo, nombrado ‘Abaddon’, el destructor. Al sonido de la sexta trompeta, los cuatro ángeles encadenados al Éufrates son soltados. Ellos lideran un ejército de jinetes. Por el fuego que los caballos escupían y por sus colas que eran como serpientes, uno tercio de la humanidad es matada. Después de la sexta trompeta hay dos relatos. (1) El ángel que está de pie en la tierra y el mar. Él jura que al sonido de la séptima trompeta el misterio estará completo. Él da al Vidente un librito. Cuando lo come, lo siente dulce al paladar, pero amargo una vez devorado. Tomado de Ezeq., 2, 8; 3, 3. (2) La contaminación de la corte del Templo por los paganos. Dura tres años y media. Tomado de Dan. 7, 25; 9, 27; 12, 7-11. Durante ese tiempo dos testigos son enviados a predicar en Jerusalén. Ellos son los dos olivos de Zac, 4, 3.11. Al final de su misión son asesinados por la bestia. Ellos son resucitados después de tres días y medio (= años). La séptima trompeta suena ahora, las naciones son juzgadas y el reino de Cristo es establecido.

(3) EL DRAMA DIVINO

Primer Acto. Capítulos 12-14. El cordero, la mujer, y su descendencia; y opuesto a ellos, el dragón, la bestia del mar, y la bestia de la tierra. La idea principal se toma de Gén. 3, 15. ‘Yo pondré enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu descendencia y la suya’. La mujer está envuelta en esplendor celestial; una corona de doce estrellas sobre su cabeza y el sol y la luna bajo sus pies (cf. Gén. 37, 9. 10). Ella está con los dolores del parto. Su primogénito está destinado a gobernar todas la naciones (Sal. 2, 8. 9). Ella, y su otra descendencia, es perseguida durante tres años y medio por el gran dragón que intenta matarlos. El gran dragón es Satanás (Gén. 3, 1). Él es expulsado del cielo. Con su cola arrastra con él un tercio de las estrellas. Tomado de Dan. 8, 10. Las estrellas caídas son los ángeles caídos. La bestia del mar está en gran parte tomada de la descripción de Daniel de las cuatro bestias. Se levanta del mar (Dan. 7, 3); tiene siete cabezas marcadas con blasfemias por todas partes. También tenía diez cuernos, como la cuarta bestia de Daniel (7, 7); se parece a un leopardo, la tercera bestia de Daniel (7, 6), tenía pies como de oso, la segunda bestia de Daniel (7, 5); y dientes como de león, la primera bestia de Daniel (7, 4). El gran dragón da pleno poder a la bestia, después de lo cual todo el mundo le rinde culto (aquéllos cuyos nombres no están en el libro del cordero). Los seguidores de la bestia tienen su marca en la cabeza y en la mano. La bestia de la tierra tiene dos cuernos como de carnero. Su poder yace en su arte de engañar por medio de fichas y milagros. A lo largo del resto del libro se le llama el falso profeta. Su oficio es ayudar la bestia del mar, e inducir a los hombres a adorar su imagen. El primer acto del drama concluye con una promesa de victoria del Cordero de Dios sobre la bestia.

Segundo Acto. Capítulos 15-16. Las siete copas.Son las siete plagas que preceden la destrucción de la gran ciudad, Babilonia. Son en gran parte sugeridas por las plagas egipcias. La primera copa se vierte sobre la tierra. Úlceras afectan violentamente a hombres y bestias (Ex. 9, 9. 10). La segunda y tercera copa son vertidas en los mares y ríos, que se convierten en sangre (Ex. 7, 17-21). La cuarta copa es derramada en el sol, que quema a los hombres hasta la muerte. La quinta copa es vertida en el trono de la bestia, lo que causa gran oscuridad (Ex. 10, 11-29). La sexta copa es derramada en el Éufrates, cuyas aguas se secan y forman un paso para los reyes del Este (Ex. 14). La séptima copa es vertida en el aire, y una tormenta y un terremoto destruyen Babilonia.

Tercer Acto. Capítulos 17-18. La gran ramera. Está sentada sobre la bestia de color escarlata con las siete cabezas y diez cuernos; está vestida de escarlata y engalanada con oro. En su cabeza está escrito: Misterio, Babilonia la grande. Los reyes de la tierra cometen fornicación con ella. Pero el día de su visita ha llegado. Es convertida en un lugar desolado, morada de animales inmundos (Ls. 13, 21. 22). Su caída es lamentada por los gobernantes y comerciantes de la tierra.

Cuarto Acto. Capítulos 19-20. La victoria sobre la bestia y el gran dragón. Un caballero aparece montado en un caballo blanco. Su nombre es ‘Palabra de Dios’. Él derrota a la bestia y al falso profeta, los cuales son tirados vivos al lago de fuego. Su derrota es seguida por la primera resurrección y el reinado de Cristo por mil años. Los mártires resucitan y participan de la gloria y felicidad de Cristo. Durante estos mil años, el gran Dragón es encerrado con cadenas. Cuando termina el plazo es liberado para atormentar la tierra. Él engaña a las naciones Gog y Magog. Estos dos nombres son tomados de Ezeq., caps. 28-29, donde, sin embargo, Gog es el rey de Magog. Por último es lanzado también por toda la eternidad al lago de fuego. Aquí es cuando el juicio universal y la resurrección tienen lugar.

Quinto Acto. Capítulos 21-22. La nueva Jerusalén (cf. Ezequiel 40-48). Dios mora en medio de sus santos que disfrutan total felicidad. La nueva Jerusalén es la esposa del cordero. Los nombres de las Doce Tribus y de los Doce Apóstoles están escritos en sus portones. Dios y el cordero son el santuario de esta nueva ciudad.

Epílogo. Versículos 18-21. La profecía del libro se cumplirá pronto. El Vidente advierte al lector que no le añada ni le quite nada, so pena de perder su puesto en la ciudad celeste.

PROPÓSITO DEL LIBRO

De esta lectura del libro es evidente que el Vidente estaba influenciado por las profecías de Daniel más que por cualquier otro libro. Daniel fue escrito con el objeto de confortar a los judíos bajo la cruel persecución de Antíoco Epifanio. El Vidente en el Apocalipsis tenía un propósito similar. Los cristianos eran perseguidos furiosamente en el reino de Domiciano. El peligro de apostasía era grande. Los falsos profetas anduvieron tratando de seducir al pueblo para aceptar las prácticas paganas y tomar parte en el culto al César. El Vidente insta a sus cristianos a permanecer fieles a su fe y enfrentar sus problemas con fortaleza. Él los anima con la promesa de una recompensa amplia y rápida. Él les asegura que la Venida triunfante de Cristo está a las puertas. Tanto al principio como al final de su libro el Vidente es muy enfático diciéndole a su pueblo que la hora de la victoria está cercana. Él comienza diciendo: ‘Bendito es el que. . . guarde lo escrito en ella; pues el tiempo está cerca’ (1, 3). Él cierra sus visiones con las palabras patéticas: ‘El que da testimonio de estas cosas dice: Seguro que sí, vengo pronto: Amén. Ven, Señor Jesús’. Con la venida de Cristo serán vengadas las penas de los cristianos. Sus opresores serán entregados al juicio y a los tormentos eternos. Los mártires que han caído resucitarán, de modo que ellos puedan compartir los placeres del reinado de Cristo, el milenio. Aunque esto no es sino un preludio a la bienaventuranza eterna que sigue después de la resurrección general.

Es un artículo de fe que Cristo retornará al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos. Pero el tiempo de su segundo advenimiento es desconocido. ‘Pero de ese día y hora nadie sabe, no, ni los ángeles del cielo, sino sólo el Padre’ (Mt. 24, 36). Aparecería, y es sostenido así por muchos que los cristianos de la edad Apostólica esperaron que Cristo volvería durante su propia vida o generación. Este parece ser el significado más obvio de varios pasajes ambos en las Epístolas y Evangelios (cf. Juan 21, 21-23, Tes. 4, 13-18). Los cristianos de Asia Menor y el Vidente con ellos, parecen haber compartido esta expectativa engañosa. Su esperanza equivocada, sin embargo, no afectó la integridad de su fe en la parte esencial de la dogma. Su visión de un periodo milenario de felicidad corpórea era igualmente erróneo. La Iglesia ha desechado totalmente la doctrina de un milenio anterior a la resurrección. San Agustín ha sido quizás quien más que ningún otro ha ayudado a librar la Iglesia de todas las imaginaciones crudas como referidas a sus placeres. Él explicó el milenio alegóricamente y lo aplicó a la Iglesia de Cristo en tierra. Con la fundación de la Iglesia el milenio empezó. La primera resurrección es la resurrección espiritual del alma del pecado (De Civ. Dei Lib. XX). Así el número 1,000 debe ser tomado indefinidamente.

ESTRUCTURA DEL LIBRO Y SU COMPOSICIÓN LITERARIA

La estructura del Apocalipsis requiere una división en tres partes.

La primera parte comprende las siete cartas de exhortación. La segunda tiene como idea principal la sabiduría de Cristo. Es simbolizada por el libro con siete sellos. En él están escritos los decretos eternos de Dios tocante al fin del mundo y a la victoria final del bien sobre el mal. Nadie excepto Jesús, el cordero degollado por los pecados del mundo, es digno de romper los sellos y leer su contenido.

La tercera parte describe el poder de Cristo sobre Satanás y su reino. El cordero derrota el dragón y la bestia. Esta idea se desarrolla en un drama de cinco actos. En cinco escenas sucesivas vemos ante nosotros la batalla, la caída de Babilonia la ramera, la victoria y la bienaventuranza final.

La tercera parte es no sólo la más importante, sino también la mejor lograda desde un punto de vista literario. El drama del cordero contiene varios pensamientos bellos de valor duradero. El cordero, simbolizando afabilidad y pureza, conquista la bestia, la personificación de lujuria y crueldad. La ramera significa idolatría. La fornicación que los gobernantes y las naciones de la tierra cometen con ella significa el culto que rinden a las imágenes de César y a las monedas de su poder. La segunda parte es inferior en belleza literaria. Mucho de su contenido es tomado del Antiguo Testamento, y está lleno de un simbolismo extravagante. El Vidente muestra un sabor imaginativo para todo lo raro y grotesco. Él se deleita describiendo langostas con pelo como de mujeres y caballos con colas como de serpientes. Hay pasajes ocasionales que revelan un sentido de belleza literaria. Dios quita la cortina del firmamento como un escriba enrolla sus pergaminos. Las estrellas caen de los cielos como higos de una higuera agitada por la tormenta (6, 12-14). En general, sin embargo el Vidente muestra más amor por el esplendor oriental que una apreciación de verdadera belleza.

INTERPRETACIÓN

Sería igualmente fatigoso e inútil enumerar aún las aplicaciones más prominentes hechas del Apocalipsis. El odio racial y el rencor religioso han encontrado en todas las épocas en su visión materia muy conveniente y satisfactoria. Personas tales como Mahoma, el Papa, Napoleón, etc., han sido identificadas a su tiempo con la bestia y la ramera. Particularmente para los ‘reformadores’ el Apocalipsis era una cantera inagotable de dónde extraer invectivas que podrían lanzar entonces contra la jerarquía romana. Las siete colinas de Roma, las túnicas de color escarlatas de los cardenales, y los abusos infortunados de la corte papal provocaron una aplicación fácil y tentadora. Gracias a la investigación paciente y activa de estudiosos, la interpretación del Apocalipsis ha sido transferida a un campo libre de ‘odium theologicum’. Pero entonces el significado del Vidente es determinado por las reglas de exégesis común. Aparte de la resurrección, el milenio, y las plagas que preceden la consumación final, ellos ven en sus visiones una referencia a los acontecimientos principales de su época. Su método de interpretación puede llamarse histórico comparado con la aplicación teológica y política de edades anteriores. La clave para los misterios del libro la encuentran en 17, 8-14. Pues así dice al Vidente: ‘El que pueda entender que entienda.’

La bestia del mar que había recibido plenitud de poder del dragón, o Satanás, es el Imperio romano, o más bien, César, su representante supremo. La imagen de la bestia con la que sus siervos son marcados es la imagen del emperador en las monedas del reino. Este parece ser el significado obvio del pasaje: que todas las transacciones comerciales, todas las compras y ventas eran imposibles si no se tenía la marca de la bestia (Ap. 13, 17). Contra esta interpretación se objeta que los judíos en el tiempo de Cristo no tenían ningún escrúpulo manejando dinero en el que la imagen de César estaba grabada (Mt. 12, 15-22). Pero debe tenerse presente que el horror de los judíos hacia las imágenes imperiales era principalmente debido a la política de Calígula. Él confiscó algunas de sus sinagogas, y las transformaba en templos paganos poniendo su estatua en ellos. Él incluso intentó erigir una imagen de él en el Templo de Jerusalén (Jos. Ant., XVIII, viii, 2).

Las siete cabezas de la bestia son siete emperadores. Cinco de ellos el Vidente dice que son caído. Ellos son Tiberio Augusto, Calígula, Claudio y Nerón. El año de la muerte de Nerón es el 68 D.C. El Vidente continúa diciendo: ‘Uno es’, a saber Vespasiano, años 70-79 D.C; es el sexto emperador. El séptimo, nos dice el Vidente, ‘no ha venido todavía, pero cuando venga, su reino será corto’. Así se prevé a Tito, quién reinó apenas dos años (79-81). El octavo emperador es Domiciano (81-96). De él, el Vidente tiene algo muy peculiar que decir: Lo identifica con la bestia y lo describe como aquel que ‘era y no es, y que saldrá del pozo sin fondo’ (17, 8). En el versículo 11 agrega: ‘Y la bestia que era y no es: ella misma también es la octava, y es de los siete, y va a la destrucción’. Todos esto suena como lenguaje de los oráculos. Pero la pista para su solución es preparada por una creencia popular muy difundida en aquel momento. La muerte de Nerón había sido atestiguada por pocos, de modo que sobre todo en el Este había la idea de que Nerón todavía estaba vivo. Gentiles, judíos y cristianos estaban bajo el engaño de que él estaba escondiéndose, y como se creía normalmente, que se había ido con los enemigos más problemáticos del imperio. De ahí que esperaban que volvería a la cabeza de un ejército poderoso para vengarse de sus enemigos. La existencia de esta creencia imaginativa es un hecho histórico bien atestiguado. Tácito habla de él: ‘Achaia atque Asia falso exterrit velut Nero adventaret, vario super ejus exitu rumore eoque pluribus vivere eum fingentibus credentibusque’ (Hist., II, 8). Así también ‘Dio Chrysostomus: kai nyn (alrededor del año 100 D.C.) eti pantes epithymousi zen oi de pleistoi kai oiontai (Orat., 21, 10,; cf. Sebo., ‘Vit. Caes’. s.v. Nero, 57, y los Oráculos de la Sibilina, V, 28-33). Por tanto, los contemporáneos del Vidente creían que Nerón estaba vivo y esperaban su retorno. El Vidente o bien compartió su creencia o la utilizó para su propio propósito. Nerón había hecho un nombre para sí por su crueldad y libertinaje. Los cristianos en particular tenían razones para temerle. Bajo él tuvo lugar la primera persecución. La segunda ocurrió bajo Domiciano. Pero diferente a la anterior, no se limitó a Italia, sino que se extendió a lo largo de las provincias. Muchos cristianos fueron llevados a la muerte, otros desterrados (Eusebio, Hist. Eccl., III, 17-19). De esta manera el Vidente fue llevado a considerar Domiciano como un segundo Nerón, ‘Nero redivivus’. De allí que lo describiera como ‘el que era, que no, y que había de volver’. De ahí que lo cuenta como el octavo y al mismo tiempo le hace uno de los siete precedentes, el quinto, Nerón. La identificación de los dos emperadores era fácil de hacer pues incluso autores paganos llamaron a Domiciano un segundo Nerón (calvus Nero, Juvenal. IV, 38). La creencia popular acerca de la muerte de Nerón y su retorno parece ser referida también en el pasaje (13, 3): ‘Y yo vi uno de sus cabezas como si fuera cortada hasta la muerte: y su herida de muerte fue sanada.’

Los diez cuernos son explicados comúnmente como los gobernantes vasallos bajo la supremacía de Roma. Son descritos como reyes (basileis), en un sentido más amplio, pues ellos no son reyes verdaderos, sino que recibieron poder para gobernar con la bestia. Su poder, además, es apenas para una hora, significando su corta duración e inestabilidad (17, 17). El Vidente ha marcado la bestia con el número 666. Su propósito era que por este número la gente lo conociera. El que entienda, que cuente el número de la bestia. Porque es el número de un hombre: y su número es seiscientos y sesenta y seis. Un número humano, es decir inteligible por las reglas comunes de investigación. Nosotros tenemos aquí un caso judío de gematría. Su objeto es ocultar un nombre sustituyéndolo con una cifra de igual valor numérico a las letras que lo componen. Por mucho tiempo intérpretes intentaron descifrar el número 666 por medio del alfabeto griego, por ej., Ireneo, ‘Adv. Haer’., V, 33. Sus esfuerzos no han dado ningún resultado satisfactorio. El éxito mejor ha sido obtenido usando el alfabeto hebreo. Muchos estudiosos han llegado a la conclusión de que su significado es Nerón. Pues cuando el nombre que ‘César Nerón’ es deletreado con letras hebreas, da la cifra 666.

La segunda bestia, la de la tierra, el seudoprofeta cuyo oficio era ayudar a la bestia del mar, probablemente significa el trabajo de seducción continuado por los cristianos apóstatas. Ellos se dedicaron a hacer que sus compañeros cristianos adoptasen las prácticas paganas y se sometiesen al culto del César. Parece que no son los Nicolaítas de las siete Epístolas. Porque ellos son comparados allí a Balaam y Jezabel que seducen los Israelitas a la idolatría y fornicación. La mujer con dolores de parto es una personificación de la sinagoga o la iglesia. Su primogénito es Cristo, su otra descendencia es la comunidad de los creyentes.

En esta interpretación, de la que hemos dado un resumen, hay dos dificultades:

En la enumeración de los emperadores tres son pasados por alto, Galba, Otto, y Vitelio. Pero esta omisión puede ser explicada por la brevedad de sus reinos. Cada uno de los tres reinó apenas unos meses.

La Tradición ubica el Apocalipsis en el reino de Domiciano. Pero según el cómputo dado antes, el Vidente mismo ubica su obra en el reino de Vespasiano. Pues si este cómputo fuera correcto, Vespasiano es el emperador a quien él designa como ‘el que es’. A esta objeción, sin embargo, puede contestarse que era la costumbre de escritores apocalípticos, por ej., Daniel, Enoc, y los libros Sibilinos, lanzar sus visiones en la forma de profecías y darles la apariencia de ser la obra de una fecha más temprana. Ningún fraude literario se pretendía con ello. Era meramente un estilo peculiar de escritura adoptado como más adecuado al asunto. El Vidente del Apocalipsis sigue esta práctica. Aunque realmente desterrado en Patmos en el reino de Domiciano, después de la destrucción de Jerusalén, él escribió como si él hubiera estado allí y visto sus visiones en el reino de Vespasiano quizá cuando el templo todavía existía. Cf. 2, 1. 2.

C. VAN DEN BIESEN
Transcrito por Michael C. Tinkler
Traducido por Miguel Angel Godoy, Pbro
The Catholic Encyclopedia, Volume I (La Enciclopedia Católica Copyright (c) 2000 ACI-PRENSA)

Apocalipsis

El 666 y el Apocalipsis – La segunda bestia del Apocalipsis

Pregunta:

Mi nombre es J., y tengo una gran preocupación acerca del Apocalipsis. Ocurre que en Internet conozco unos hermanos separados Adventistas y ellos se pasan diciendo que en sus interpretaciones de La Bestia del 666 es el Papa y que el es el anticristo, porque de varias formas de decir el Papa en latín, la suma de las letras da 666 y dicen que la Iglesia Católica es la Bestia, pero yo no se que decirle pues si ellos me están dando prueba y yo no tengo nada, estoy seguro que eso debe de tener otra interpretación y espero usted me la pueda dar, para explicarles a ellos y poderme defender, Gracias de todos modos y espero su contestación. Atentamente

 

Respuesta:

Estimado: le contesto enviándole el siguiente artículo. En el encabezado podrá ver las referencias.

Preámbulo

La segunda bestia del Apocalipsis, más conocida entre la gente por su número 666, ha sido motivo de confusión motivada por la ignorancia bíblica, alentada además por las espectaculares producciones cinematográficas que gustan de tocar este tema con toda libertad. Hay quienes se afanan en encontrar en nuestros tiempos algún ‘anti Cristo’ al cual se le puedan atribuir los rasgos descritos en el Apocalipsis, y con inquieta curiosidad especulan sin cesar con audaz atrevimiento, pero sin fundamentar las supuestas coincidencias por ellos encontradas. Y no sólo sobre la bestia, sino sobre todos los símbolos usados en este libro, se busca encontrar ‘la verdad’ en los signos de nuestros tiempos, siendo que el auténtico significado está ubicado en un tiempo y contexto históricos precisos, y ajenos a nuestro tiempo.

Mi interés al escribir este artículo es desarrollar una breve exégesis sobre la perícopa de ‘El falso profeta al servicio de la Bestia’, a fin de aclarar desde el punto de vista exegético el verdadero significado de este pasaje bíblico. El ejercicio expuesto en este artículo fue realizado de manera personal, manteniéndome siempre en el ámbito de la ‘sana doctrina’ de nuestra Iglesia Católica, y en la línea de nuestra exégesis contemporánea.

Consideraciones teóricas

Para iniciar este trabajo exegético, considero importante explicar los elementos que sirven como material sólido (y correcto) para interpretar este pasaje. El texto bíblico está tomado totalmente de la Edición Española de la Biblia de Jerusalén.

Género literario

El Libro de la Revelación, o Apocalipsis de Juan, corresponde precisamente al género literario ‘apocalíptico’. Este género floreció en la literatura hebrea por cuatro siglos, desde el siglo II a.C, hasta el siglo II d. C. La apocalíptica depende de la literatura profética y de la sapiencial. Pero a diferencia de la literatura profética, donde el elemento esencial es ‘la palabra’, en la apocalíptica el elemento esencial es ‘la visión’. Otra característica del género apocalíptico es el uso abundante de símbolos.

La estructura de un Apocalipsis se da siempre en estas tres fases:

  1. Una etapa de opresión al Pueblo de Dios.

  2. Una etapa de castigo y destrucción del enemigo.

  3. Una etapa de liberación, victoria y dominio del Pueblo de Dios.

Es importante distinguir la enseñanza detrás de ‘la visión’, del relato que narra ‘la visión’ en el Apocalipsis. El contenido apocalíptico es escatológico a la vez que histórico, por lo que su enseñanza perdura hasta el fin de los tiempos. Sin embargo, al ser histórico, su relato siempre se refiere a un tiempo inmediato concreto, pues es escrito en un tiempo de fuerte opresión. Con esta óptica ha de interpretarse el Apocalipsis (y en consecuencia la perícopa interpretada en este artículo) si se quiere tener un entendimiento acertado de su significado. No obstante, con una buena hermenéutica, se puede hacer una actualización de su contenido doctrinal.

En el Primer Testamento encontramos literatura apocalíptica en Is, Ez, Jo, Zac y Dn. En el Nuevo Testamento encontramos textos apocalípticos en Mc, Mt y Lc cuando narran el discurso escatológico de Jesús; en algunos pasajes paulinos en las epístolas a los Tesalonicenses y la Primera a los Corintios, y evidentemente, en el Apocalipsis.

Claves de interpretación

Para entender no sólo el contenido de la perícopa que analizo en este artículo, sino todo el contenido del Apocalipsis de Juan, es preciso primero conocer el contenido y los símbolos del Apocalipsis contenido en el libro del profeta Daniel. A su vez, para entender los símbolos de Daniel, es preciso conocer y entender los símbolos utilizados por el profeta Ezequiel. Esto resulta de capital importancia, pues al comprender los simbolismos de Ez y Dn la exégesis del Apocalipsis de Juan resulta un proceso más sencillo y natural. Hacer un recuento y dar una interpretación a esta simbología, queda fuera del alcance de este trabajo. Sin embargo, lo menciono para el estudioso que guste profundizar por cuenta propia.

Igualmente, en el caso de esta perícopa resulta imprescindible comprender el significado de la Primera Bestia, descrita en la perícopa anterior. Sobre ello detallaré en el apartado ‘El Contexto Inmediato’.

Los Apocalipsis son desarrollados en una época de opresión. En el caso concreto del Apocalipsis de Juan, éste fue escrito en el año 95, según se piensa generalmente. En ese tiempo, Domiciano exigía el ‘culto imperial’ aún más que sus predecesores Vespasiano y Tito. Es en este contexto histórico donde debemos buscar el verdadero significado de los simbolismos empleados por Juan.

Numerología apocalíptica

Todos los números utilizados en el Apocalipsis tienen un significado específico. Conocerlos ayuda a entender los símbolos del texto. Para interpretar la perícopa que nos ocupa, conviene conocer los siguientes:

Número

Significado

2

Se utiliza para dar solidez, para reforzar. Por ejemplo: dos testigos, dos cuernos.

3

Perfección

6

Uno menos que el 7, significa imperfección.

7

Plenitud

666

Tres veces seis, es decir la perfecta imperfección, la imperfección total.

La Perícopa

El falso profeta al servicio de la Bestia

Ap 13,11-18

(11) Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como una serpiente. (12) Ejerce todo el poder de la primera Bestia en servicio de ésta, haciendo que la tierra y sus habitantes adoren a la primera Bestia, cuya herida mortal había sido curada. (13) Realiza grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del cielo a la tierra; (14) y seduce a los habitantes de la tierra con las señales que les ha sido concedido obrar al servicio de la Bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hagan una imagen en honor de la Bestia que, teniendo la herida de la espada, revivió. (15) Se le concedió infundir el aliento a la imagen de la Bestia, de suerte que pudiera incluso hablar la imagen de la Bestia y hacer que fueran exterminados cuantos no adoraran la imagen de la Bestia. (16) Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, (17) y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia, o con la cifra de su nombre.

(18)¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666.

Delimitación

Contexto Inmediato

La perícopa de ‘El falso profeta al servicio de la Bestia’ está delimitada por las perícopas ‘El Dragón transmite su poder a la Bestia’ (12,18-13,10) y ‘El acompañamiento del Cordero’ (14,1-13).

El Dragón transmite su poder a la Bestia

12,18-13,10

En esta perícopa Juan ve surgir del mar una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas títulos blasfemos. La bestia del mar era semejante a un leopardo con patas de osos y fauces de león, y recibió del Dragón su poder y su trono y gran poderío. (cfr 13,1-3). La gente se postra ante el Dragón y la bestia, a quien alaban (cfr 13,4-8). Juan concluye advirtiendo ‘El que tenga oídos, oiga. El que a la cárcel, a la cárcel ha de ir; el que ha de morir a espada, a espada ha de morir.Aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos (13, 9-10).

‘El mar’ es en la literatura oriental, un elemento asociado con el caos, con el abismo, con la rebelión. La descripción de la bestia es similar a la visión de las cuatro bestias de Dn 7,3-8. Al ubicar el texto en su contexto histórico, lo más coherente es relacionar esta bestia que surge del mar con el Imperio Romano, de gran poderío y avasalladora extensión, y prototipo de todos los poderes que se levantarán contra la Iglesia a través de los siglos.

Los diez cuernos y las diez diademas representan a diez reyes romanos. Las siete cabezas con títulos blasfemos simbolizan a siete emperadores. Hay que notar que las cifras usadas son símbolo de la totalidad.

El poder de la Bestia se extiende sobre toda raza, pueblo, lengua y nación, y le viene del Dragón. De la misma forma el Imperio Romano se va extendiendo cada vez más. El versículo tres menciona una cabeza herida de muerte, pero sanada, lo cual puede ser una alusión a un momento determinado en que el Imperio Romano se vio en peligro, pero subsistió. Otros autores prefieren entender aquí un símil con la leyenda según la cual Nerón, después de suicidarse, regresaría a tomar el poder sobre Roma.

La Bestia profiere con su boca blasfemias contra Dios, hace la guerra a los santos, es adorada por todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están escritos, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado. El Imperio Romano perseguía ardientemente a los cristianos por el hecho de que éstos, por su única fe en Cristo Jesús, se negaban a dar culto tanto al Imperio como al César.

Esta situación de rechazo a Dios y cruel persecución requiere ‘la paciencia y la fe de los santos’.

Entender que esta bestia del mar representa al Imperio Romano, es quizás la pista más sólida para entender a la segunda bestia, surgida de la tierra, como explicaré en su momento.

El acompañamiento del Cordero

(14,1-13)

En esta perícopa Juan encuentra un cordero sobre el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevan escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.

Una interpretación fundamentalista y errónea de este número, como la que proponen los Testigos de Jehová, pretende asegurar que solamente 144,000 almas iran al cielo. Nada más equivocado.

A los partidarios de la Bestia, marcados con su nombre, Juan opone los seguidores del Cordero, agrupados de forma simbólica en el Sión, Jerusalén, la ciudad Santa elegida por Dios. Ellos representan al nuevo Israel. El número 144,000 equivale a 12 x 12 x 1000, que significa la exageración de un número que representa totalidad, y no una cantidad como tal. Habla de los rescatados, es decir, de los que han alcanzado la salvación. Las cualidades de estos rescatados según la perícopa son: hombres que no se han manchado con mujeres, son vírgenes; siguen al Cordero adondequiera que va; han sido rescatados de entre los hombres; son primicias para Dios y para el Cordero; no se halló en su boca falsedad; no tienen mancha (cfr Sal 30). Es significativo el hecho de que son ‘primicias’, por lo que se puede pensar que no se trata en este caso de todos los redimidos, sino de un grupo representativo. Probablemente, aquellos que ya han dado su vida por la fe.

Contexto Inmediato

La perícopa en cuestión está contenida en la primera parte, ‘Los Preliminares del ‘Gran Día’ de Dios’ del segundo título del Apocalipsis, ‘Las Visiones Proféticas’, que está conformado por las siguientes perícopas:

Dios entrega al Cordero los destinos del mundo (4 – 5)

El Cordero rompe los siete sellos (6)

Los servidores de Dios serán preservados (7,1-8)

El triunfo de los elegidos en el Cielo (7,9-17)

El séptimo sello (8,1)

Las oraciones de los santos apresuran la llegada del Gran Día (8,2-5)

Las cuatro primeras trompetas (8,6-13)

La quinta trompeta (9,1-12)

La sexta trompeta (9,13-21)

Inminencia del castigo final (10,1-7)

El librito devorado (10,8-10)

Los dos testigos (11,1-13)

La séptima trompeta (11,14-19)

Visión de la Mujer y del Dragón (12,1-17)

El Dragón transmite su poder a la Bestia (12,18-13,10)

El falso profeta al servicio de la Bestia (13,11-18)

El acompañamiento del cordero (14,1-13)

La siega y la vendimia de las naciones (14,14-20)

El cántico de Moisés y del Cordero (15,1-4)

Las siete plagas de las siete copas (15,5 – 16,21)

Personajes

Juan

El autor del Apocalipsis se da a conocer como Juan (1, 1.4.9; 22,8), un hombre que debido a su fe cristiana sufría el exilio en la isla de Patmos, una colonia penal de Roma. Pese a su nombre, es difícil pensar que el autor de este libro es Juan el Apóstol, o el mismo (o los mismos) autor del cuarto Evangelio o de las cartas joaninas. Él mismo no habla de sí como del apóstol ni como autor de estos textos. Algunos Padres de la Iglesia lo identificaron con el apóstol, seguramente por la afinidad del nombre, incluyendo a Justino, Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano e Hipólito. Sin embargo, otros como Eusebio de Cesarea, Cirilo de Jerusalén e incluso Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo, negaron este hecho. El vocabulario, la gramática y el estilo hacen dudoso que el Apocalipsis fuera compuesto por las mismas personas responsables de los demás textos neotestamentarios firmados por ‘Juan’. Por otro lado, existen similitudes lingüisticas y afinidades teológicas con el cuarto evangelio que hacen suponer que el autor del último libro de la Biblia bien pudiera haber sido discípulo de Juan el Apóstol.

En esta perícopa, Juan se muestra como el receptor de una nueva visión donde contempla la segunda Bestia.

La primera Bestia

Como he explicado anteriormente, el autor del Apocalipsis representa con el símbolo de la Bestia surgida del mar al Imperio Romano.

La segunda Bestia

Surgida de la tierra, a partir de esta perícopa, el Apocalipsis se habrá de referir a ella como ‘El falso profeta’, que está al servicio de la primera Bestia, es decir, del Imperio Romano.

Los habitantes de la tierra

Todos los habitantes de la tierra son seducidos por la Bestia.

Aquellos que no adoran a la primera bestia

Entendiendo que la primera bestia es el Imperio Romano, resulta evidente que aquellos que no adoran a la primera bestia son los cristianos, quienes desacataban el mandato del Culto Imperial que implicaba adorar al ‘Divus Caesar‘ y a la ‘Dea Roma‘.

El hombre inteligente

Así califica Juan al que logre calcular la cifra de la Bestia.

Interpretación de la Perícopa

(11) Vi luego otra Bestia que surgía de la tierra y tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como una serpiente.

El cuerno es símbolo de autoridad en el Apocalipsis. Vemos que aquél que está simbolizado por la Bestia de la tierra tenía dos cuernos, es decir, se trataba de alguien con suma autoridad.

(12)Ejerce todo el poder de la primera Bestia en servicio de ésta, haciendo que la tierra y sus habitantes adoren a la primera Bestia, cuya herida mortal había sido curada.

Comprendiendo que la primera Bestia es el Imperio Romano, es fácil entender que la segunda Bestia es el símbolo apocalíptico de un ministro de Roma, y que como explicaba recientemente, era alguien que tenía la suma autoridad. Podemos pensar pues, que se trata de un emperador. Un emperador que tenía la misión del Imperio de asegurar su legendaria extensión territorial ‘haciendo que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera Bestia’.

(13) Realiza grandes señales, hasta hacer bajar ante la gente fuego del cielo a la tierra;

Notamos aquí una señal de alerta contra las seducciones de la idolatría, según la segunda redacción de la Ley de Moisés. El Deuteronomio ordena que si surge un profeta que propone una señal o un prodigio, y pide ir en pos de otros dioses desconocidos a servirles, este profeta no debe ser escuchado (cfr Dt 13,2-4).

Cristo mismo previene sobre la venida de estos falsos profetas que arrastran a sus seguidores a la perdición (cfr Mt 24,24). Es interesante notar que esta prevención (y predicción) de Cristo está contenida nada menos que en su Discurso Escatológico, es decir, en un texto eminentemente apocalíptico.

Lo mismo en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses, donde Pablo anticipa que la venida del ‘Impío’ estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros y prodigios. Todo tipo de maldades acabarán por seducir a los que no han aceptado el amor de la verdad salvadora (cfr 2 Ts 2,9-10). Otro pasaje apocalíptico.

Resulta evidente el paralelo entre estos tres pasajes y este versículo del Apocalipsis.

(14) y seduce a los habitantes de la tierra con las señales que les ha sido concedido obrar al servicio de la Bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hagan una imagen en honor de la Bestia que, teniendo la herida de la espada, revivió.

El Espíritu de Dios era el que realizaba prodigios en la Iglesia para provocar la fe en Cristo; la segunda Bestia imita al Espíritu, como la Serpiente y la primera Bestia imitan al Padre y al Hijo. Así pues, el Dragón, la primera y la segunda Bestia son una caricatura antitética de la Trinidad: Padre-Hijo-Espíritu Santo y Dragón-Primera Bestia-Segunda Bestia.

(15) Se le concedió infundir el aliento a la imagen de la Bestia, de suerte que pudiera incluso hablar la imagen de la Bestia y hacer que fueran exterminados cuantos no adoraran la imagen de la Bestia.

Los cristianos siempre rechazaron el culto al Imperio y al César. Vemos aquí que la segunda Bestia exterminaba a los cristianos, era un fuerte perseguidor de ellos. Esto va dando luz a la deducción de su nombre. Se trata pues de un emperador romano que persiguió encarnizadamente a los cristianos.

(16) Y hace que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente,

El tatuaje en la mano y en la frente hace pensar en el ‘culto imperial’.

Más adelante un ángel advertirá que el que se haga la marca en frente o en la mano, habrá de beber del vino del furor de Dios (cfr 14,9). Igualmente, sobrevendrá una úlcera maligna sobre los que se han hecho la marca (cfr16,2). Y cuando la Bestia sea capturada, será arrojada viva junto con los que se hicieron la marca en el lago del fuego que arde con azufre (cfr 19,20). Sin duda, todos estos son simbolismos, pero resulta obvio lo deplorable de la actitud de aquellos que optan por seguir a la Bestia.

Por el contrario, todos los que no adoraron a la Bestia ni se hicieron la marca en la mano ni en la frente, es decir, los que no hicieron obras acordes con la Bestia, ni la aceptaron con su mente ni su actitud, revivieron y reinaron con Cristo mil años (cfr 20,4).

(17) y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia, o con la cifra de su nombre.

El no llevar la marca de la Bestia es motivo de privación de las actividades cotidianas en el Imperio Romano, y peor aún, es motivo de privación de derechos jurídicos y civiles.

(18) ¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666.

En lugar de dar el nombre de la Bestia, Juan utiliza una cifra, 666, y explica que hay que calcularla. Para sumar 666, existe una gran cantidad de combinaciones. La base de la que hay que partir para hacer este cálculo, es el hecho de que en griego y en hebreo las letras del alfabeto tienen valor numérico, pues estas lenguas carecían de numerales. La opinión más aceptada entre los exégetas, y con la cual coincido personalmente, es que Juan se refiere a Nerón, dado que su nombre en hebreo es NRWN QSR (Nerón César), recordando que en el hebreo no se escriben vocales entre las consonantes (y los puntos vocales, que de cualquier forma no tienen valor numérico, fueron adaptados varios siglos después de la escritura del Apocalipsis), y las equivalencias numéricas son:

Letra hebrea

Nombre

Equivalente

Valor

Nun

N

50

Resh

R

+ 200

Waw

W

+ 6

Nun

N

+ 50

Qoph

Q

+ 100

Samekh

S

+ 60

Resh

R

+ 200

SUMA:

= 666

En griego, la suma da 616, por lo que algunas versiones de la Biblia, muy pocas, utilizan esta otra cifra. En tal caso 616 no significa ‘Nerón César’, sino ‘Dios César’. Como sea, todo parece coincidir con mucha fuerza para confiar en que el pasaje se refiere a Nerón, uno de los más acérrimos perseguidores de los cristianos, que sabemos que entre sus ‘ingeniosos’ tormentos, hacía amarrar en postes (crux simplex seguramente) a los cristianos en los senderos de los jardines de su palacio, y los hacía arder en llamas para que sirvieran como antorchas.

Hay que recordar además que el 6 es un número usado para representar la imperfección, por quedar detrás del 7, la plenitud. El hecho de repetir tres veces el 6, resulta significativo, pues 3 es símbolo de perfección. Repetir tres veces un adjetivo equivale al máximo superlativo posible. Así, repetir tres veces el 6, 666, el ‘tres veces Imperfecto’, el ‘totalmente imperfecto’, equivale de manera antitética al ‘tres veces Santo’, ‘Santo, santo, santo’ que se usa para llevar al máximo la exaltación de la santidad de Dios, el ‘Todo Santo’.

Actualización

Falsos profetas, perseguidores del cristianismo y seducciones materiales y paganas siempre habrán de acosar a todos los habitantes del mundo. Sin embargo, los fieles cristianos que se mantienen con paciencia en la fe, habrán de superar estas pruebas.

Conclusión

Quien leyó este artículo buscando encontrar pistas o incluso nombres concretos de supuestos anticristos contemporáneos, seguramente quedó decepcionado. La Apocalíptica es un género difícil de comprender por la gran cantidad de simbolismos que emplea. Sin embargo, el conocer las claves de actualización acertadas, y la familiaridad con los textos de Ez y Dn facilitan el entendimiento del Apocalipsis.

El hebreo, al carecer de numerales, emplea sus mismas letras con fines aritméticos. De esta forma, el nombre de Nerón César escrito con caracteres hebreos, coincide en valor numérico con la cifra 666.

El Apocalipsis al estar escrito en el contexto de la persecución cristiana por el Imperio Romano, encuentra el verdadero significado de sus símbolos en esa situación histórica concreta. No obstante, el sentido y la enseñanza del texto, son escatológicos. Por esta razón, si algo debemos aplicar de este libro en nuestros tiempos, que tantas veces ponen a prueba nuestra cordura cristiana, es la enseñanza de fe y esperanza desarrolladas en el texto, más que el pretender emplear los símbolos empleados en el texto como referencias a eventos cataclismicos que hemos de padecer.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

Referencias bibliográficas

EDICION ESPAÑOLA DE LA BIBLIA DE JERUSALEN. Desclee de Brouwer, Bilbao, 1998.

THE NEW AMERICAN BIBLE. Catholic Bible Press, Nashville, 1987.

Carrillo, S., EL APOCALIPSIS. Instituto de Pastoral Bíblica, México, 1998.

Nutting, M., AND GOD SAY WHAT?. Paulist Press, New York, 1986.

Yates, K. NOCIONES ESENCIALES DEL HEBREO BIBLICO. Harper & Row Publishers, New York, 1984.

(c) Mauricio Israel Pérez López, 2000