abstinencia

¿Cuál es el verdadero sentido de la abstinencia cuaresmal?

Pregunta:

Quisiera saber sobre el verdadero significado de la abstinencia para los días de miércoles de Ceniza y viernes Santo. Sé que es un tiempo de conversión y reflexión, tiempo de acercarse a Dios y de cambiar nuestra forma de vida, de abstenernos de hacer lo que nos gusta. Atentamente A. T.

Respuesta:

Estimada:

El sentido profundo que tiene esta práctica en la Iglesia es:

1) Ejercitar nuestra voluntad en el dominio de nuestro cuerpo, de modo tal que éste sirva al alma y no que el alma quede esclavizada a las pasiones desordenadas de nuestra sensibilidad.

2) Permitir que nuestra alma pueda elevarse más fácilmente a las cosas celestiales en la oración.

3) Hacer algún sacrificio en reparación de nuestros pecados.

4) Para imitar el ejemplo de Jesucristo que se preparó para su vida pública con un ayuno de 40 días seguidos, como leemos en los Evangelios (cf. Mt 4,2), y continua el ejemplo dado por los apóstoles y primeros cristianos (como podemos leer en el libro de los Hechos de los Apóstoles 13,2; 14,23; y en las cartas de San Pablo: 2 Cor 6,5; 11,27, etc.).

P. Miguel A. Fuentes, IVE

ayuno comunión

¿Por qué tenemos que hacer una hora de ayuno antes de comulgar?

Pregunta:

Le escribo para saber por qué tenemos que hacer una hora de ayuno antes de comulgar. ¿Dónde está fundamentado esto?

 

Respuesta:

Desde los comienzos, la Iglesia consideró conveniente separar el ágape de la Eucaristía. El que nacieran juntos se debe a que el Señor instituyó la Eucaristía en el marco del ágape de la Pascua judía en la Última Cena, para señalar el paso del Antiguo al Nuevo Testamento, por lo que para realizar mejor el mandato de perpetuar el memorial del Sacrificio de Cristo, pronto se produjo la separación, dándose lugar al “ayuno eucarístico” (Cf. PÍO XII, Constitución Apostólica Christus Dominus, del 6 de enero de 1953).

El primer testimonio de esta práctica lo tenemos en Tertuliano, que pregunta a la esposa cristiana de un pagano, en relación a la Eucaristía: «¿No sabrá tu marido de qué te alimentas secretamente, antes de comer cualquier otro alimento?» (Ad Uxorem, II, 5, 2); y la Traditio Apostolica (atribuida a Hipólito de Roma, 215), sentencia: «Cada fiel antes de tomar alimento se apresure a recibir la Eucaristía» (n. 36). Algunos interpretan este texto en el sentido de que la Eucaristía se tomaba como una protección contra veneno, como una especie de praegustatio. De hecho, dice el sacerdote secretamente, antes de comulgar, que la comunión le «aproveche para defensa de alma y cuerpo…» (Cf. J. JUNGMANN, El Sacrificio de la Misa, BAC, Madrid 1951, II, 1074, nota 34).

En el año 393 el Concilio de Hipona decretó (y cuatro años más tarde, confirmó el III Concilio de Cartago): «El Sacramento del Altar no sea celebrado sino por personas que estén en ayunas», de manera que San Agustín pudo afirmar hacia el 400: «La Santísima Eucaristía es recibida siempre por personas en ayunas, y tal uso es universal» (Ep. 54 ad Ian., 6, CSEL 34, 166s).

El Motu Proprio Sacram Communionem (19/03/1957), durante el Pontificado de Pío XII, extendió la reducción del ayuno (prescrita ya por la Christus Dominus para las misas vespertinas), a tres horas para los alimentos sólidos y una hora para las bebidas no alcohólicas para cualquier horario de misas, aunque alentó a que se continuara con la antigua práctica del ayuno desde la medianoche.

Actualmente, la disposición sobre el ayuno está prescrita en el Código de Derecho Canónico, Can. 919:

«§ 1. Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas.

§ 2. El sacerdote que celebra la santísima Eucaristía dos o tres veces el mismo día, puede tomar algo antes de la segunda o tercera Misa, aunque no medie el tiempo de una hora.

§ 3. Las personas de edad avanzada o enfermas, y asimismo quienes las cuidan, pueden recibir la santísima Eucaristía aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior».

Por su parte, enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1387: «Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia. Por la actitud corporal (gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped».

En cuanto a las razones del ayuno eucarístico, Santo Tomás de Aquino afirma en la Suma Teológica (III Parte, cuestión 80, art. 8):

« La Iglesia prohíbe recibir este sacramento después de haber comido o bebido por tres razones.

Primera, por respeto a este sacramento, según dice San Agustín, para que entre en la boca del hombre antes que ésta se contamine con la comida o la bebida.

Segunda, por su significado, dando a entender que Cristo, que es la realidad contenida en este sacramento, y su caridad deben fundamentarse en primer lugar en nuestros corazones, según aquello de Mt 6, 33: Buscad ante todo el reino de Dios.

Tercera, para evitar el peligro del vómito y de la embriaguez, cosas que a veces suceden por no comer los hombres con moderación, según la observación del Apóstol en 1 Cor 11, 21: Mientras que uno pasa hambre, el otro se emborracha.

Quedan exceptuados, sin embargo, de esta regla general los enfermos, a los que se ha de dar la comunión seguidamente, incluso después de la comida, cuando su vida corre peligro, para que no mueran sin la comunión, porque la necesidad no tiene leyes. De ahí que se diga en De Consecr. dist.II: Que el presbítero dé la comunión seguidamente al enfermo, para que no muera sin comulgar».

La Comunión, en efecto, es el sacramento de los moribundos, de los que parten de este mundo (exeuntes) a la Patria celestial; es el viático que los fortalecerá y custodiará hasta entrar en la vida eterna.

P. Jon M. de Arza, IVE