Pregunta:
Quisiera someter a su criterio el siguiente grupo de cuestiones. Es un hecho que las modernas sociedades industriales han permitido a sus miembros acceder a condiciones de vida sin paralelo en el resto de la historia humana (esperanza de vida, consumo de calorías, mortandad infantil, etc.). A pesar de esto la Iglesia ha criticado reiteradamente la libertad económica, reivindicando todo tipo de tesis que ya han sido incorporadas a la legislación de los países medianamente desarrollados (derecho de asociación sindical, jornada máxima laboral, etc.). Se tiene la impresión de que el catolicismo abomina la libertad económica y la ambición individual que le sirve de motor. ¿Es el catolicismo incompatible con la libertad económica (el liberalismo económico)? ¿Es la ambición individual, ejercida dentro de las leyes vigentes, pecaminosa en sí misma? ¿Es la desigualdad social pecaminosa en sí misma, así ella tenga algún soporte en la desigualdad de talentos o la desigualdad de éticas laborales? ¿Es en sí mismo malo que los cristianos traten de enriquecerse por su propio trabajo y dentro de la ley?
Respuesta:
Por la diversidad y amplitud de sus preguntas me veo obligado a responderle con una serie de principios que espero iluminen sus inquietudes.
1) Es totalmente lícito para todo hombre tratar de crecer económicamente dentro de las normas de la justicia social. El trabajo es un don de Dios; también lo es el deseo de prosperar respetando la justicia y la caridad. Puede Usted leer al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica, nnº 2426-2436.
2) El liberalismo económico que se basa en la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano es inmoral e inhumano porque rebaja la persona, la sumerge en una cosmovisión materialista, consumista y porque atenta contra la justicia y contra la caridad hacia los más desvalidos. La Iglesia enseña que ‘es preciso promover una regulación razonable del mercado y de las iniciativas económicas según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común’ (Catecismo, 2425).
3) Todo sistema según el cual las relaciones sociales deben estar determinadas enteramente por los factores económicos, resulta contrario a la naturaleza de la persona humana y de sus actos (Catecismo, 2423).
4) Una teoría que hace del lucro la norma exclusiva y el fin último de la actividad económica es moralmente inaceptable (Catecismo, 2424).
Puede Usted leer al respecto las Encíclicas del Papa Juan Pablo II: Centessimus annus, Sollicitudo rei socialis, Laborem exercens. También Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II.
P. Miguel A. Fuentes, IVE