Pregunta:
Hola padre: Mi nombre es Adriana. Quisiera ver si podría explicarme una duda que tengo sobre una experiencia que tuve. Estaba en una Misa tipo carismática donde la gente empezó a hablar el don de lenguas. Yo en el banco de la iglesia comencé a rezar y rezar diciéndole a Nuestro Señor que le entregaba mi vida, que me guiara por el buen camino, que quería saber si me escuchaba, que lo necesitaba mucho… y entonces dijeron que la presencia del Señor estaba ahí. En ese momento mi corazón empezó a latir y latir con muchísima velocidad; empecé a perder el control sobre mí y me empecé a asustar; creí que algo me iba a pasar; no podía detener el latido de mi corazón y cada vez era más rápido. No era doloroso pero después empecé como a temblar y ahí me asusté mucho y traté de bloquear y respirar, hasta que salí de eso. No sé exactamente lo que pasé; me gustaría saber qué piensa usted de esto. ¿Fue un encuentro con Cristo? ¿Qué se debe hacer en caso de que me vuelva a suceder? ¿qué significa eso? No estoy segura si tuve alguna visión de algo blanco tomándome las dos manos… Agradecería mucho padre si pudiera explicarme. Saludos desde México; que Dios lo bendiga.
Respuesta:
Estimada Adriana:
Tal como usted me lo describe no se trata de ningún fenómeno sobrenatural. Dios es dueño del alma y, como dice San Ignacio de Loyola, entra y sale cuando quiere y sin hacer ruido. Cuando una persona se confiesa de sus pecados y pasa del estado de pecado al estado de gracia, Dios Uno y Trino, comienza a vivir en su alma, como enseña Jesucristo en el sermón de la última cena; pero física o psicológicamente esa persona no ‘siente’ nada. Asimismo, cuando una persona adulta se bautiza tiene una experiencia sobrenatural altísima: Dios lo hace hijo suyo y comienza a vivir en su corazón… y no ‘siente’ nada. Dios no necesita hacer ruido para entrar y salir del corazón. Más todavía: cuando comulgamos con devoción en la Santa Misa recibimos el mismo cuerpo de Jesús y cuando oímos Misa estamos ante el Sacrificio de Cristo en el Calvario… y ninguna sensación extraña en nuestro cuerpo experimentamos. ¡No puede haber actos espirituales más grandes (esencialmente hablando) que nuestra presencia a la Pasión y nuestra unión con el mismo Cuerpo y Alma y Sangre y Divinidad de Jesucristo, o tener la inhabitación de la Trinidad Santísima en nuestros corazones!
San Ignacio en sus reglas de discernimiento de espíritus (Ejercicios Espirituales) explica precisamente que es el mal espíritu quien hace ruido y turba y confunde al entrar en el corazón (por la tentación, la confusión), y muchas veces lo hace disfrazado de bien, pero justamente lo podemos descubrir por su ‘torpeza’ al actuar.
Por lo que usted me explica, me da la impresión de que usted ha sufrido un estado de sugestión colectiva, muy común en algunos grupos de oración carismáticos. Esto no es bueno, y es una pena que persona muy buenas (porque muchas lo son) se confundan sobre la naturaleza de la vida espiritual y de las experiencias espirituales.
Recuerde las palabras de Cristo en la última cena (que son muy serenas y aseguradoras): ‘al que me ama y cumple mis palabras (entiéndase ‘mandamientos’ o simplemente ‘voluntad de Dios’) mi Padre y Yo vendremos a él y haremos morada en él’.
P. Miguel A. Fuentes, IVE