Pregunta:
¿Puede separarse quirúrgicamente a dos mellizos siameses que comparten un mismo corazón y parte del hígado?
Respuesta:
El caso en cuestión se plantea por las mellizas Amy y Angela Lakeberg, nacidos el 29 de junio de 1993 en el Centro Médico de la Universidad Loyola, cerca de Chicago. Fue analizado brevemente por Wm.B. Smith, en ‘Homiletic & Pastoral Review’, March 1994, pp. 68-69).
Unidos desde el pecho hasta el ombligo, compartían un corazón malformado de seis cámaras. En tal estado tenían una esperanza de vida de 6 a 7 semanas. Los médicos del Hospital de Niños de Philadelphia ofrecieron operarlas: se trataba de separarlas teniendo por resultado la muerte de una de las mellizas y una posibilidad de sobrevida de la otra inferior al 1%.
Se consultó a varios teólogos. Muchos de ellos afirmaron que se trataba de un caso extraordinario de principio de doble efecto. Lo que parecía, de todos modos, no justificar el recurso a este principio eran los gastos excesivos (más de 1 millón de dólares).
¿Qué decir?
1) En el mejor de los casos, si se tratara de un caso de doble efecto, estaríamos: en un caso no obligatorio, entre otras cosas por los enormes gastos.
2) Pero, todavía hipotizando que caiga bajo tal principio, se presenta la dificultad del mínimo éxito: la muerte segura de una de las niñas y la posibilidad de sobrevida del 1% de la otra. Con tal tipo de resultado ¿se trata de terapia o de experimentación?
3) Pero, ¿estamos ante un caso de doble efecto? Esto parece ser lo más dudoso:
a) Intención: no hay dificultad puesto que se trata de salvar alguna de las mellizas.
b) Proporcionalidad: parece haber proporción entre el efecto bueno y el malo, puesto que se permite la muerte de uno buscando la vida de otro; o sea no es para alcanzar un bien económico sino una vida (sería semejante a cuando uno da la vida por otra persona: se justifica porque vale la pena dar la vida para que otro no la pierda).
c) El problema parece ser el objeto moral del acto que se ha de poner. Éste no parece ser ni bueno ni tampoco neutral, porque se trata de asignar el corazón y los vasos conectores al que tiene más chance de sobrevivir; esto priva del derecho que tiene la otra niña al único corazón que comparten, por lo que el mismo acto produce la muerte. Esta muerte no será querida como un fin, pero es prevista e intentada como una condición necesaria para la esperanza de éxito de dar la otra vida.
d) Por esta misma razón, habría que dudar si no hay un cierto nexo de causalidad entre los dos efectos, o sea, que la vida de una sea producida matando a la otra. Algunos consideran que esta condición (la de que no haya nexo de causalidad entre el efecto malo y el bueno, o sea que el bueno no sea causado por el malo) aquí no es el problema (por ejemplo Smith, el autor del artículo).
La solución más razonable (si no es la única moralmente admisible) es, pues, la que expuso el dominico Albert Moraczweski: ‘moralmente es mejor, aún si no lo es desde el punto de vista sentimental, que ambas mellizas mueran por muerte natural, en este caso por el defectuoso corazón, que es inadecuado para soportar ambas vidas, y no que privar a una de la vida para dársela a la otra’ (Cf. ‘Ethics & Medics’, v.18, 11 [November 1993], p.2).
P. Miguel A. Fuentes, IVE