Ballena azul

La “ballena azul”, ¿un fenómeno de tipo sectario?

Pregunta:

La “ballena azul”, ¿un fenómeno de tipo sectario?

Respuesta:

Hace unas semanas en Uruguay se supo del primer caso de una niña de 12 años víctima del llamado “juego de la ballena azul”, en el correr de menos de una semana se registraron al menos 15 denuncias de víctimas de este “juego” perverso. Este hecho tiene a toda la población de este país en alerta, y las autoridades públicas se han ocupado de alertar a los padres sobre este fenómeno que preocupa a todos. Reproducimos a continuación el artículo que ha publicado Aleteia, escrito por Álvaro Farías, psicólogo uruguayo miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) y autor del libro Sectas y manipulación mental.

A poco que las denuncias iban produciéndose los medios de comunicación entrevistaron a varios colegas psicólogos quienes explicaron las posibles causas de éste fenómeno, desde el hecho de la falta de comunicación en la familia, la ausencia de sentido de la vida en los adolescentes, el mal uso de esta herramienta que es Internet, hasta quienes levantaron la voz para generar más alarma en la población. Es que no es para menos, al enterarme poco a poco de lo que se trataba este mal llamado “juego”, se me helaba la sangre. Pero ¿de qué se trata este “juego”? y ¿qué puede haber detrás del mismo?

¿De qué se trata realmente?

El “juego” de la ballena azul se originó en Rusia -según algunas agencias de noticias-; su creador, un ex estudiante de Psicología, se encuentra detenido en Rusia, y habría iniciado este macabro juego a través de la red social Vk (el facebook ruso). Luego se traslada a la red social Facebook, donde se han creado grupos con miles de seguidores a través del mundo.

Son incontables quienes desde el rol de administradores de grupos cerrados de facebook, invitan a niños y adolescentes a “jugar” este mortal juego. Luego que la víctima recibe un mensaje de invitación al juego, sigue una lista de 50 desafíos que van desde causarse lesiones y cortes de diferentes partes del cuerpo, hasta cometer suicidio, pasando por privación del sueño, el tener que mirar durante 24 hs películas de terror, desafíos secretos, chat con el administrador del grupo y comunicación por skype con otras “ballenas”.

Una nueva forma del fenómeno sectario.

Con la información que me iba llegando pensé: ¿no estamos frente a una expresión nueva del fenómeno sectario? Tuve la oportunidad de confrontar esta hipótesis con un muy respetado colega español, el Dr. José Miguel Cuevas y del intercambio de opiniones con él terminé por confirmar mi hipótesis. Al frente de este “juego” macabro hay una persona con características de personalidad psicopática. Un psicópata manipulador es una persona desafectivizada que manipula y abusa de otros para obtener algún tipo de satisfacción. En este caso podríamos estar frente a una persona manipuladora con fuertes rasgos perversos y la gratificación que obtiene de este “juego” es el hecho de inducir a otros al suicidio.

Luego de los contactos iniciales, la víctima es sometida a un proceso de reclutamiento similar al de una secta coercitiva. Se realiza un pacto de secreto bajo la amenaza de que de ser violado, el “iniciado” o su familia podrían recibir severas consecuencias llegando incluso a la amenaza de muerte para su familia. Se le plantean desafíos, los cuales tienen la particularidad de realizarse en secreto, deben ser demostrados a quien guía el “juego” y tienen un nivel de progresión en lo que al nivel de autoagresividad se refiere, que va lentamente hasta llegar al suicidio. Este lento grado de progresión hace que la víctima no sepa a priori a lo que está siendo sometida. José Miguel Cuevas afirma: “emplea un sistema gradual de pruebas, lo que conlleva un incremento gradual y sutil que minimiza el rechazo a seguir jugando”.

La utilización de técnicas de persuasión coercitiva o de manipulación psicológica resulta clara y determinante en este “juego”. De lo que se ha sabido hasta el momento, podemos ver el uso de las mismas técnicas utilizadas en las sectas tradicionalmente conocidas. Por ejemplo:

– Privación del sueño. Reduciendo las horas de sueño las personas se vuelven mucho más permeables a la manipulación psicológica. Las víctimas del “juego” de la ballena azul, en varios de los 50 desafíos deben despertarse a las 4:20 am para realizar alguno de ellos.

– En muchas sectas coercitivas los adeptos son obligados a escuchar interminables sermones por parte de los líderes o gurús con el fin de anular su capacidad crítica. En el caso de este “juego” las víctimas deben ver durante 24hs películas de terror o psicodélicas, videos que le son sugeridos por el tutor o determinado tipo de música con letras de contenido suicida.

– Alejamiento de los pares. En las sectas coercitivas tradicionalmente conocidas el proceso de captación conlleva a la ruptura del relacionamiento social que el adepto tenía antes del ingreso a la secta. En el caso del juego de la ballena azul se incita a las víctimas a alejarse de sus amigos, para lograr así que todo se centre en torno al tutor del “juego” y otros participantes. El Dr. José Miguel Cuevas Barranquero sostiene: “es un juego donde el factor grupal es muy relevante, donde posiblemente, además de atrapar a jóvenes poco socializados o en un momento de vulnerabilidad, se generan sistemas de presión grupal difíciles de atacar, especialmente si se consigue que el joven esté en cierto grado incomunicado”.

– Alejamiento de sus figuras parentales. En las sectas coercitivas el proceso de manipulación psicológica apunta a atacar las figuras parentales, en el caso de este “juego” se busca el distanciamiento no sólo de los pares, sino también de la familia.

Todo lo arriba escrito nos permite inferir que estamos frente al despliegue de una dinámica de captación análoga a la de las sectas. Aunque no hemos tenido contacto con víctimas de este juego en Uruguay, podemos en cierto grado afirmar que se produce entre el tutor del “juego” y sus víctimas una relación sectaria que pasa del distanciamiento de los amigos a la ruptura con la familia a centrarse en el grupo virtual compuesto por la víctima y otras “ballenas”. Esta dependencia grupal, sumada a los desafíos que se le proponen, arrastra a una situación de manipulación que lleva al suicidio. Varios ejemplos en la historia hay de sectas que han conducido a sus adeptos al suicidio colectivo o a suicidios inducidos a distancia.

Las víctimas de la manipulación

La adolescencia es una etapa de la vida de particular vulnerabilidad. Existe un relativo consenso entre quienes estudiamos el fenómeno sectario de que cualquiera puede ser captado si es abordado en el momento justo, por la persona indicada utilizando la técnica apropiada. Es claro que más allá de los rasgos de personalidad que tengan los adeptos a sectas, hay una situación de particular vulnerabilidad a la captación sectaria cuando las personas pasamos por situaciones de crisis. Sin dudas es la adolescencia no sólo una etapa de la vida de especial vulnerabilidad, sino también una etapa de crisis.

Según J. M. Baamonde, entre los factores predisponentes a la captación sectaria el más importante es “creer que uno no sería captado”, creer que a mí no me pasaría, creer que en mi familia no pasaría. Fenómenos de este tipo se vuelven oportunidades para reflexionar sobre la comunicación en nuestras familias y una invitación para estar cerca de nuestros niños y adolescentes, quienes son los más vulnerables a la manipulación de estos psicópatas.

Fuente:  Boletín InfoRIES nº 491

 

suicidio

La gente que se suicida, ¿tiene posibilidad de ir al cielo?

Pregunta:

La gente que se suicida, ¿tiene posibilidad de ir al cielo?

 

Respuesta:

Estimado:

Lo que impide a una persona entrar o no al cielo (es decir salvarse o no salvarse) es el morir en estado de gracia, o sea, sin pecado mortal. Para que una persona cometa pecado mortal es condición necesaria:

1º que haya materia grave (este es el elemento objetivo de todo pecado),

2º que tenga conciencia plena de que es algo grave y

3º que consienta perfectamente al acto grave (estas últimas condiciones son los elementos subjetivos que se requieren para que haya un acto sustancialmente humano).

En el caso del suicido se trata ciertamente de materia grave, pues la vida humana (la propia y la ajena) son bienes fundamentales de la persona custodiados por los mandamientos de la ley natural y por los diez mandamientos de la Ley divina. Hay que ver luego, en cada caso particular, si la persona estaba en plena posesión de sus facultades como para hacer un acto plenamente humano. A continuación trataré de esbozar los principios generales para poder hacer un juicio aproximado de este doloroso fenómeno(se puede consultar lo siguiente en: Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, cuestión 64, 5; LINO CICCONENon Uccidere, Ed. Ares, Milán 1988, p. 107ss; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2280-2283).

1. Nociones y datos generales

El suicidio consiste propiamente en producirse la muerte a sí mismo por propia iniciativa o autoridad, ya sea mediante una acción o una omisión.

Se divide en suicidio directo e indirecto, según la muerte se intente directamente o sólo sea permitida buscando otra finalidad (como quien, intentando salvar a otra persona, arriesga su vida y muere).

Lo consideraron lícito por principios filosóficos Hume, Montesquieu, Bentham, Schopenhauer, Nietzsche, algunos estoicos como Séneca; más cercano a nuestros tiempos, el existencialismo hizo de él un valor positivo, como ‘la última libertad de la vida’ (Jaspers). Algunos lo han defendido por cuestiones de honor patriótico, militar o personal.

Los datos estadísticos son escalofriantes, aun teniendo en cuenta que los datos oficiales son inferiores a la realidad. La relación que suele establecerse entre suicidios efectivos e intentos de suicidio varía según los diversos autores que se consulte: unos dicen que se llega a un suicidio cada tres intentos; otros afirman que por cada suicidio hay diez intentos fallidos; por tanto, como término medio, puede decirse que por cada suicidio hay al menos cinco intentos frustrados. Ahora bien, la OMS (Organización Mundial para la Salud) indicaba en 1976, que cada día se suicidan en el mundo 1000 personas (lo que indicaría que otras 4000 o 5000 lo intentan sin llegar a él); aproximadamente 500.000 lo hacen por año (y por tanto, 2.500.000 quedan en el intento).

2. Juicio moral

La tradición cristiana, la doctrina del Magisterio y la reflexión teológica no han tenido ninguna duda sobre la inadmisiblidad moral del suicidio. Si ha habido alguna evolución ha sido sólo en torno a la valoración de la culpabilidad y responsabilidad subjetiva del que se suicida o intenta hacerlo.

Para no hacer un juicio erróneo, es necesario distinguir entre el juicio ‘objetivo’ sobre el suicidio, y el juicio sobre ‘la responsabilidad subjetiva’ del suicidio.

a) Valoración objetiva del suicidio

Como ya ha indicado Santo Tomás, el suicidio directo, objetivamente considerado, es un acto gravemente ilícito, por tres razones principales:

1º Porque es contrario a la inclinación natural (ley natural) y a la caridad por la que uno debe amarse a sí mismo.

2º Porque hace injuria a la sociedad a la cual el hombre pertenece y a la que su acto mutila: la priva injustamente de uno de sus miembros que debería colaborar al bien común.

3º Porque injuria a Dios: ‘la vida es un don dado al hombre por Dios y sujeto a su divina potestad que mata y da la vida. Por tanto el que se priva a sí mismo de la vida peca contra Dios, como el que mata a un siervo ajeno peca contra el señor de quien es siervo… A sólo Dios pertenece el juicio de la muerte y de la vida…’ (Santo Tomás).

Pío XII lo calificó de ‘signo de la ausencia de la fe o de la esperanza cristiana’ (discurso del 18/II/58). El Concilio Vaticano II lo colocó con otros delitos que atentan contra la vida misma, juzgados como ‘cosas… vergonzosas’ que ‘atentan la civilidad humana… y constituyen el más grave insulto al Creador’ (Gaudium et spes, 27). En la Declaración sobre la eutanasia (26/VI/80) se afirma: ‘La muerte voluntaria, es decir, el suicidio, es inaceptable a la par que el homicidio. Toda la doctrina del Magisterio ha sido resumida por el Catecismo Universal en los nn. 2280-2283.

La Sagrada Escritura no se ocupa de él pero es legítimo verlo incluido en el mandamiento que dice: No matar (Ex 20,13). Ya San Agustín lo había interpretado de tal manera: ‘No es lícito matarse, ya que esto se debe entender como incluido en el precepto No matar, sin ningún agregado. No matar, por tanto, ni a otro ni a ti mismo. Porque efectivamente, quien se mata a sí mismo, mata a un hombre’ (De civitate Dei, I,20).

En cuanto al así llamado suicidio indirecto (es decir, quien pierde la vida a causa de otra acción, como el médico o la religiosa que se contagia gravemente atendiendo enfermos y muere por esta razón) es también ilícito, a no ser con causa gravemente proporcionada. Aunque la acción que indirectamente produzca la muerte pueda no ser mala o incluso buena (como en el ejemplo dado: el acto de caridad de cuidar un enfermo gravemente contagioso), se requiere causa justa y proporcionada para permitir la propia muerte. Es lícito arriesgar apelando al principio de doble efecto; en este caso, las condiciones que debe reunir la acción, para ser lícita, han de ser: 1º que la acción u omisión sea buena o indiferente; 2º que se siga también un efecto bueno (y con la misma o mayor inmediatez del malo); 3º que solo se intente el bueno; 4º que haya una causa proporcionada (como puede ser el bien de la patria, el bien espiritual ajeno, el ejercicio de una virtud, etc.).

b) El juicio sobre la responsabilidad subjetiva

Otra cosa es la valoración de la responsabilidad moral del suicida. Hasta el siglo pasado era común juzgar al suicida como responsable de su gesto, y por tanto, culpable de su acción. Hoy en día, tanto la situación social, cuanto la formación moral del hombre moderno, obligan a tener otros criterios de valoración.

Dicho de otro modo:

1º dada la situación social potencialmente cargada de mentalidad suicida;

2º dado el elevado número de sujetos psíquicamente frágiles e incluso disturbados mentalmente;

3º y dado, por último, los escasos o casi nulos valores morales que pueden contrarrestar la mentalidad antivida reinante…

… podría admitirse que: en los casos en que faltan elementos para juzgar que un suicidio es plenamente voluntario, puede presumirse que la persona que se ha quitado la vida no ha gozado de suficiente responsabilidad moral, o incluso, en algunos casos, ha sido totalmente irresponsable. Se podría decir que, en muchos casos, lo que debe demostrarse es la ‘total responsabilidad’ del suicida.

De todos modos, hay que decir que en muchos casos sí hay ciertos elementos que pueden servir de guía para elaborar un cierto juicio sobre la responsabilidad objetiva del suicida (dejando, por supuesto, el juicio último únicamente a Dios). Así, por ejemplo, indican responsabilidad plena en un suicidio: el hecho de que éste haya sido preparado fríamente, o por largo tiempo, o con motivaciones precisas, o por una persona psíquicamente sana. También el que la decisión haya madurado dentro de una concepción de vida en la que no hay lugar para Dios o en la cual no se encuentra sentido a la vida por principios filosóficos (aunque sean vulgares).

En cambio, son indicios de responsabilidad incompleta: el suicidio impulsivo, el suicidio realizado bajo el shock de una tragedia, el suicidio ocurrido en contraste con toda una vida o una concepción de vida en la cual no parece haber lugar para el mismo, o, finalmente, el suicidio realizado por sujetos psíquicamente alterados.

3. Responsabilidad social

Gran responsabilidad por el fenómeno del suicidio corresponde a la misma sociedad, en cuanto ejerce o permite influencias que llevan a tal desenlace. Entre estos elementos cabe señalar:

a) La disgregación de los grupos primarios, especialmente la familia; la desaparición o al menos el enrarecimiento de las relaciones familiares (con el consecuente predominio de las relaciones de tipo funcional y utilitaristas) conducen al aislamiento de los individuos, condenándolos a afrontar solitariamente los problemas personales más profundos de la persona.

b) La proposición de ‘valores’ que no satisfacen las exigencias más profundas del alma (bienestar, afirmación personal, riqueza, hedonismo, culto de la personalidad, el divismo o idolatrización de algunos personajes públicos).

c) La negligencia en formar el carácter de sus miembros con una educación humana auténtica. Esto, en vez de robustecer las estructuras psíquicas, las debilita. Surgen de aquí notables debilidades psíquicas.

P. Miguel A. Fuentes, IVE