Pregunta:
Lo saludo y le formulo la siguiente consulta: cuando rezamos en el Credo que Jesús descendió a los infiernos, ¿cuál es el sentido de esta expresión? Gracias.
Respuesta:
Estimado: Ya desde las formulaciones de la fe más antiguas se contiene la expresión «bajó a los infiernos». Primero la fórmula se difundió entre los credos «semiarrianos»; pero ya desde el siglo IV aparece en los símbolos ortodoxos (por vez primera en el símbolo de Tyranius Rufinus)[1].
La Escritura llama infiernos, sheol o hades a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios.
¿Cuál es la base bíblica para sostener esta verdad? Dice el Catecismo: «Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús resucitó de entre los muertos (Hch 3,15; Rm 8,11; 1Co 15,20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos. Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos»[2].
También san Pedro enseña: Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva… (1 Pe 4,6).
Los efectos que produjo el descenso de Nuestro Señor a los infiernos fueron, según santo Tomás: en el infierno de los condenados éstos se convencieron de su incredulidad y malicia; en el purgatorio llevó a quienes allí estaban esperanza de alcanzar la gloria; en el limbo de los patriarcas infundió gloria eterna a los justos que estaban allí retenidos por el solo pecado original.
Explica el Catecismo: «Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos… Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos. Jesús no bajó a los infiernos para liberar allí a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación, sino para liberar a los justos que le habían precedido»[3].
Sin embargo, esto no quiere decir que haya descendido a todos estos lugares con su propia presencia real; de éste modo sólo descendió al limbo de los patriarcas, y desde allí extendió a los demás infiernos su influencia.
¿Qué sentido tiene este hecho en el plan de salvación? El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo, pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.
«Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte para que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan. Jesús, el Príncipe de la vida (Hch 3,15), aniquiló mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud (Hb 2,14‐15). En adelante, Cristo resucitado tiene las llaves de la muerte y del Hades (Ap 1,18) y al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos (Flp 2,10)»[4].
P. Miguel A. Fuentes, IVE
[1] Cf. Denzinger‐Hünermann, n. 16 (ver también la introducción al texto).
[2] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 632.
[3] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 633.
[4] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 635.