arrepentimiento

¿Qué es el arrepentimiento?

Pregunta:

El arrepentimiento es necesario para poder recibir la absolución…. pero qué es el arrepentimiento? Si se está consciente de que en realidad no existe el verdadero arrepentimiento sino que se acude al confesonario a querer recibir la absolución por el solo temor. es válida la confesión?….

Respuesta:

Estimado:

El arrepentimiento o contrición es una condicción indispensable para que sea válida la absolución. Tengo que decirle en primer lugar que la contrición no es algo sensible necesariamente. A veces uno puede estar muy arrepentido, pero no llorar ni sentir dolor interno; y a veces se puede decir estar muy arrepentido, pero no se desea quitar el pecado. La contrición es algo de la voluntad: es desear no haber hecho lo que se hizo, es desear no hacerlo más. Es una decisión y no un sentimiento.

Para saber si es verdadera hay que ver los motivos del arrepentimiento. Si estoy arrepentido porque ofendí a Dios el Ser mas amable, y a quien tanto amo y que por mis pecados sufrió la cruz, entonces es perfecta; si en cambio me duelo porque veo que, por haber pecado, estoy mereciendo el infierno y tengo miedo, entonces es contrición imperfecta o atrición, aunque verdadera y es suficiente para la absolución; si, por el contrario, me arrepiento porque me da vergüenza de que los demás me conozcan como soy, o porque por esa falta puedo perder un trabajo o un beneficio, entonces no es verdadera contrición y es insuficiente para la absolución.

En Cristo y María,

P. Miguel A. Fuentes, IVE

¿Es una apostasía menor todo este asunto del Evangelio de Judas?

Pregunta:

Estimado Padre:

¿Es una apostasía menor todo este asunto del Evangelio de Judas? ¿Y qué hay de las otras noticias que han salido últimamente en los diarios sobre que Jesucristo dejó cartas diciendo que él no era Dios u otras cosas que he leído?

 

Respuesta:

Estimado:

En parte sí, tien algo de apostasía. Pero también el dar fe a estas cosas es un castigo para todos los que en lugar de estudiar mejor nuestra fe y leer al menos algunos de los libros serios que se han escrito sobre Jesucristo, se dejan embromar por las noticias contra Cristo y la Iglesia que divulgan por los medios de comunicación personas que no tienen escrúpulos en mentir o difundir teorías peregrinas sin dar ningún argumento. Si uno quiere creer o acepta tomar en serio a quien les vende un buzón sin darle argumentos demostrativos, ya con esto está manifestando que que merece que lo engañen.

Le aconsejo estudiar un magnífico libro sobre el tema de Jesucristo: ‘Jesucristo’, de Leoncio de Grandmaison; reeditado por Arcabuz, Madrid, año 2000.

En Cristo y María,

P. Miguel A. Fuentes, IVE

evangelio de judas

¿Qué opina sobre el ‘Evangelio de Judas’?

Pregunta:

Padre Miguel Ángel, mucho agradeceré su comentario al tema que ha salido ahora a la luz con lo del ‘Evangelio de Judas’, pues las personas que saben que estamos estudiando la Biblia (yo pertenezco a un grupo de Biblia) nos hacen preguntas y yo pues realmente de esto no sé absolutamente nada. Necesito su comentario para tener armar para seguir defendiendo mi fe en Jesús verdadero Dios y verdadero Hombre. Gracias de antemano y Dios lo bendiga.

Respuesta:

Estimada:

Le respondo con la ‘ Declaración del presidente de la Conferencia Episcopal de Chile sobre el Evangelio de Judas’ (aparecida en Zenit, 13 de abril de 2006).


Acerca del Evangelio de Judas

(Monseñor Alejandro Goic Karmelic, obispo de Rancagua por encargo del Comité Permanente de Chile)

Los medios de comunicación social han dado a conocer en estos días la publicación de un antiguo texto manuscrito encontrado en Suiza en 1983, en idioma copto y que correspondería a un supuesto «Evangelio de Judas». Con la intención de aclarar dudas y responder a muchas interrogantes, resulta interesante y oportuno entregar algunas orientaciones. Nos ayudará una reciente entrevista al P. Thomas D. Williams, Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Regina Apostolorum de Roma ( Zenit, 6 de abril de 2006 ) y un artículo de opinión del sacerdote chileno P. Samuel Fernández, Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile ( http://www.iglesia.cl ).

I. Evangelios Apócrifos 

• El texto pareciera estar fechado entre el siglo IV y el siglo V, es decir, unos 300 ó 400 años después de la vida de Jesús. Es imposible, por lo tanto, que sea Judas su autor directo, sino que puede tratarse de una copia del «Evangelio de Judas», citado por San Ireneo de Lyon hacia el año 180.

• Fue redactado por la secta gnóstica de los Cainitas y presenta a Judas Iscariote de una manera positiva, como un personaje que sólo obedeció una supuesta orden divina de entregar a Jesús para que pudiera cumplirse la obra de salvación.

• Siempre se supo de la existencia de Evangelios Apócrifos, es decir, no inspirados porque no contienen la verdad acerca de la Revelación de Dios y su deseo de salvación para la humanidad y desde siempre fueron rechazados por el conjunto de la comunidad cristiana porque son incompatibles con la fe.

• La Iglesia nunca ha ocultado o negado la existencia de estos documentos. Al contrario, estos textos han sido publicados y están editados en muchas editoriales a través del mundo entero, como la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) o la Editorial Ciudad Nueva, entre otras.

• Los Evangelios Apócrifos no son reconocidos como inspirados por Dios porque simplemente buscaban satisfacer la curiosidad de algunos, o contenían leyendas fantasiosas respecto a Jesús, o explicaban opiniones particulares de algunos grupos religiosos acerca de Cristo. No buscaban la verdad más profunda sobre Dios y su obra salvadora.

• Algunos de estos Evangelios Apócrifos pertenecen a sectas gnósticas, como la de los Cainitas, cuyo propósito principal era reivindicar figuras del Antiguo y del Nuevo Testamento que cayeron en la maldad, como Caín (que mató a su hermano Abel) y como Judas (que traicionó a Jesús). Los gnósticos pretendían que la salvación se logra sólo por el conocimiento que tengamos de Dios, no por obra del amor y de la misericordia de Dios, que envió a su Hijo Jesús al mundo.

II. Diferencias entre cristianos y gnósticos 

• La principal diferencia entre los gnósticos y los cristianos radica en su concepción acerca del origen del mal en el mundo. Los cristianos creemos en un Dios bueno que ha creado un mundo bueno. Los gnósticos creen en un Dios que ha creado el mal y ha creado al mundo de manera desordenada.

• Los cristianos creemos que la maldad nace a partir del mal ejercicio de la libertad con la que Dios nos ha creado, porque Dios siempre respeta nuestra libertad. Los gnósticos afirman que Dios quiere el mal en el mundo y por eso se explica la acción de los hombres malos, como Caín o Judas.

• Dios conoce todas nuestras intenciones, incluso los errores, pecados y decisiones equivocadas. A veces se vale de ellas para obtener un bien en su plan providencial para el hombre.

Asumiendo estas orientaciones y aclaraciones, podemos entender de mejor manera lo que puede representar un texto como el que comentamos y cómo ello no afecta en nada la fe y la doctrina católica. Así, podemos responder algunas otras interrogantes.

III. El drama de Judas 

• ¿Cómo podemos entender el papel y la persona de Judas Iscariote? Judas fue, como todos los demás seres humanos, un hombre creado con el atributo de la libertad. No se puede decir que Dios buscó que Judas cayera en el mal y se viera obligado a cumplir un rol histórico ya determinado, como una opción fatalista a la que no podía sustraerse de ninguna manera. No nació con el sello de una condena fatal. Judas usó su libertad para hacer el mal.

• ¿Podemos saber si Judas se salvó o se condenó? La Iglesia, a través de los procesos de beatificación y de canonización de una persona, puede tener la absoluta certeza de la santidad de alguien y de que esa persona goza de la presencia eterna ante Dios, que ha practicado las virtudes cristianas y merece la gloria de Dios y la salvación eterna. Pero no puede tener la certeza absoluta de una condena eterna y de que alguna persona esté en esa condición. Ni siquiera respecto a Judas. Lo que la fe siempre ha manifestado es la inmensa bondad y misericordia de Dios. Sólo Dios conoce el destino de las personas. Cualquier ser humano puede arrepentirse de sus pecados y errores en el último momento de su existencia terrenal. El drama de Judas, más que la gravedad de su pecado en sí, fue su falta de esperanza, el hecho de cerrarse en sí mismo, en vez de reconocer su falta, llorar su pecado y volver al amor de Dios, como lo hizo, por ejemplo, el Apóstol Pedro.

• ¿Por qué despiertan tanto interés temas o libros como el «Evangelio de Judas» u otros similares? La obra musical «Jesucristo Superestrella» y algunos ejemplos de la literatura reciente nos muestran una figura de Judas que podríamos llamar «simpática» o «benevolente» respecto a este personaje. Ello llama la atención y es una invitación a que ese tratamiento de la persona redunde en éxitos mediáticos y comerciales, en una perspectiva sociológica, comunicacional o de la propia psicología humana.

IV. Jesús, Único Salvador de la Historia 

• ¿Cuál es la única fuente segura para conocer la obra, las acciones y la enseñanza de Jesús? Sólo los Evangelios son considerados como obras inspiradas por Dios y se les reconoce una autoridad especial. Nos referimos a los textos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Son libros canónicos, reconocidos por el mismo pueblo fiel desde los inicios del cristianismo y luego por la autoridad de la Iglesia. Su mérito consiste en su antigüedad, en la autoridad de quienes los redactaron y que sus escritos se basan en el testimonio de testigos directos de su obra; testigos de su enseñanza, sus milagros, la condena, la muerte, la sepultura y la misma resurrección de Jesús. Mientras más tardíos sean algunos escritos, más dudosa se vuelve la autenticidad y fidelidad de la transmisión de estos hechos hasta nuestros días. El Nuevo Testamento en su conjunto refleja la plena seguridad en esta autenticidad y fidelidad.

• ¿Por qué la Obra y la Persona de Jesús resultan tan atrayentes, incluso para los que no creen en El? El sensacionalismo y la supuesta revelación de datos que contradicen lo esencial de la fe en Jesucristo ha sido un tema de todos los tiempos, no sólo de ahora. Hoy se habla del «Evangelio de Judas». Después se hablará de otro texto, de otro descubrimiento o de otras fantasías u opiniones particulares de grupos sectarios. Pero resulta muy significativo y hasta emocionante que la Persona de Jesús, el Redentor y Salvador de la humanidad, sea motivo de una «profunda fascinación», incluso para aquellos que no creen en Él, lo rechazan o tratan de desprestigiar su figura y su mensaje. Jesús a nadie deja indiferente. Para los que tenemos el don de la fe, es el Único – no hay otro – Salvador de la Historia.

• ¿Qué hemos de hacer los discípulos de Cristo? Renovar nuestra fe y nuestro amor a Jesús Redentor de la humanidad. Profundizar el fundamento histórico de nuestra fe cristiana, para no dejarnos sorprender por falsificadores de todo tipo como ya nos advierte la Santa Escritura: «Tengan cuidado de los falsos profetas» (Mt. 7, 15)

+ Alejandro Goic Karmelic 
Obispo de Rancagua
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
(Por encargo del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile) 

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Economía de la Salvación

¿Qué es la ‘Economía de la Salvación’?

Pregunta:

En muchos escritos de la iglesia católica se utiliza el término ‘Economía de la Salvación‘. Soy economista y, sin embargo, no le encuentro sentido al término economía cuando se habla de salvación. Podría explicármelo? Saludos y que Dios lo bendiga.

Respuesta:

Estimado:

Por “economía de la salvación” se entiende un régimen o el conjunto de todo lo dispuesto por Dios en orden a la salvación de los hombres, y la administración que de los bienes espirituales y de la gracia ha confiado en su Iglesia (se habla de “economía sacramental”, que consiste en la dispensación de los sacramentos. “La Tradición común de Oriente y Occidente llama ‘la Economía sacramental’; ésta consiste en la comunicación (o ‘dispensación’) de los frutos del misterio pascual de Cristo en la celebración de la liturgia ‘sacramental’ de la Iglesia.” (CIC, 1076). Es el Plan (Providencia) y la ejecución del mismo, que Dios dispuso para nuestra salvación. “Tal es el Misterio de Cristo, revelado y realizado en la historia según un plan, una ‘disposición’ sabiamente ordenada que san Pablo llama ‘la Economía del Misterio’ y que la tradición patrística llamará ‘la Economía del Verbo encarnado’ o ‘la Economía de la salvación’. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1062). “Economía del Verbo Encarnado”, es la Economía bajo el régimen de la gracia, bajo la administración de Cristo, por decir así. “La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá ‘la imagen’ y la restaurará en ‘la semejanza’ con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu ‘que da la Vida’. (Catecismo de la Iglesia Católica, 705).

Así, ‘el fin principal de la economía antigua era preparar la venida de Cristo, redentor universal’ (Catecismo de la Iglesia Católica, 122);  y la Virgen maría participa en la economía del Nuevo Testamento: ‘Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna… Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora’ (CIC, 969). Esta Economía o designio de salvación, será conocida por todos en el Juicio Final: “Entonces El pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte.” (CIC, 1041).

Le recomiendo, en general, la Segunda Parte del Catecismo de la Iglesia Católica en la que se desarrolla esta economía en cada uno de los sacramentos de la Iglesia.

P. Jon M. de Arza, IVE

pecadores

¿Es Santa la Iglesia? ¿Cómo se explica que haya tantos cristianos pecadores?

Pregunta:

Estimado Padre, escuchamos muchas veces que la Iglesia es “santa”, pero a decir verdad, yo veo a muchos que son pecadores (y entre estos hay sacerdotes, religiosas y laicos). Incluso, como se dice a veces, algunos de los que van a Misa son peores que muchos que no van. ¿Cómo se entiende esto? ¿No es hipocresía decir que la Iglesia es “santa”?

Respuesta:

Cuántos cristianos se escandalizan de la Iglesia! Señalan, tal vez, con mayor o menor exactitud los pecados de muchos fieles, sacerdotes, consagrados e incluso obispos; pecados y escándalos que harían palidecer de vergüenza a cualquier hombre de bien. Y esto les “escandaliza”, es decir, les hace de piedra de tropiezo en su fe en la Iglesia, en su confianza y en su amor hacia ella.

¿Tienen razón estos tales? ¡No! Ven bien pero razonan mal, e infieren erróneamente.

¡La Iglesia es Santa! Es Santa ¡y santificadora! ¡A pesar de los pecados de sus hijos!

¿Cómo entender la paradoja de esta santidad?

1. La Iglesia es Santa
La Iglesia es santa. No nos permiten dudarlo las palabras de San Pablo: «Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef 5,25-27). Si decimos que la palabra de Jesucristo es eficaz y efectiva de cuanto dice (y por eso si dice “esto es mi cuerpo”, ese pan ya no es pan sino que es su cuerpo) ¡cuánto más efectivo no serán sus hechos y su sacrificio!¡Se entregó por ella para santificarla! Por tanto ella es santa pues el sacrificio de Cristo es eficaz.

«La Iglesia es, a los ojos de la fe, indefectiblemente santa. En efecto, Cristo, Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado “el único santo” amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a sí mismo por ella para santificarla (cf. Ef 5,25-26), la unió a sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios» 1.
La Iglesia es santa a título doble:

a) En primer lugar, es santa porque ella es Dios mismo santificando a los hombres en Cristo por su Espíritu Santo. «Esta piadosa madre – decía Pío XII – brilla sin mancha alguna en sus sacramentos, con los que alimenta a sus hijos; en la fe, que conserva siempre incontaminada; en las santísimas leyes, con que a todos manda y en los consejos evangélicos con que amonesta; y finalmente, en los celestiales dones y carismas, con los que, inagotable en su fecundidad, da a luz incontables ejércitos de mártires, vírgenes y confesores» 2.

Esta es la santidad “objetiva” de la Iglesia. Ella es un canal inagotable de santidad porque en ella Dios pone a disposición de los hombres los grandes medios de santidad.

– sus tesoros espirituales, los sacramentos, de los cuales el principal es el mismo Jesucristo sacramentado, fuente de toda santidad
– su doctrina santa e inmaculada que hunde sus raíces en el Evangelio
– sus leyes y consejos que son prescripciones e invitaciones a la santidad
– la Sangre de Cristo hecha bebida cotidiana del cristiano
– la misericordia del perdón ofrecido sacramentalmente a los pecadores.

b) En segundo lugar la Iglesia es santa porque ella es la humanidad en vías de santificación por Dios. Este es el aspecto complementario del anterior; la santidad “subjetiva” de la Iglesia.

Los canales de santidad se derraman sobre los hijos de la Iglesia y si no sobre todos, sobre muchos produce verdaderos frutos de santidad. Ella es seno que sin cesar engendra frutos de santidad.

Voltaire, a pesar de su odio a la Iglesia, reconocía: «Ningún sabio tuvo la menor influencia en las costumbres de la calle que habitaba, pero Jesucristo influye sobre el mundo entero». Esa influencia son los santos. ¡Qué diferencia entre los frutos “naturales” del paganismo y los del cristianismo! Cuando la Iglesia engendra hijos en las aguas del bautismo los da a luz con gérmenes de gracia y santidad que, cuando los hombres no ponen obstáculos, crecen y dan al mundo extraordinarias obras de caridad. Por eso la Iglesia, desde sus mismos pañales en la Jerusalén de los Apóstoles empezó a poblar el mundo de:

– jóvenes vírgenes, testigos de la pureza
– mártires de la fe
– ermitaños y penitentes monjes
– misioneros y apóstoles
– incansables obradores de la caridad que consagraron sus vidas a los enfermos, a los pobres, a los hambrientos, a los abandonados…
– sus hijos inventaron los hospitales, los leprosarios, los hogares de discapacitados…

En la antigüedad se contaba la anécdota de Cornelia la madre de los Gracos, hija de Escipión el grande, quien viendo que una de sus amigas hacía ostentación de sus alhajas, con un gesto señaló a sus hijos (futuros héroes de Roma) y le dijo: «Estos son mis ornamentos y mis joyas». ¡Con cuánta más razón la Iglesia puede decir al mundo, señalando a los santos de todos los tiempos: éstos son mis joyas!

Y esto solo habla ya de la santidad de la Iglesia, pues para hacer un solo santo hace falta un poder divino porque solamente la gracia del Espíritu Santo puede santificar un hombre. ¡Y la Iglesia no deja de dar santos ni cuando los horizontes son más sombríos!

Tres signos entre muchos otros – decía Journet – hacen visible esta santidad de la Iglesia:
1º Ella es una voz que no deja de proclamar al mundo las grandezas de Dios. Esa constancia en proclamar y cantar las maravillas de Dios es su razón de ser. Encontramos la Iglesia allí donde escuchamos sin cesar cantar las maravillas de Dios, defender su honor de los errores del mundo, dar testimonio de su grandeza y su misericordia con los hombres.
2º Ella es una sed inextinguible de unirse a Dios. La Iglesia está donde suspiran todos los que esperan la manifestación del Rostro de Dios, los que esperan la venida de Cristo, los que no se afincan a este mundo y suspiran por una patria mejor, los que se sienten desterrados hijos de Eva.
3º Ella es un celo insaciable por dar Dios a los hombres. La encontramos allí donde, con infatigable ardor, hay un verdadero cristiano que trabaja por la conversión de los pecadores, por hacer que los ignorantes conozcan a Dios, por llevar el Evangelio a los que aún no lo han escuchado…

Pero…

2. …No todo es santo en la Iglesia
La Iglesia es santa y santificadora, pero muchos de sus hijos son pecadores, y la Iglesia, consciente de ello, no los excluye de su seno salvo en extremos casos: «Aborrezcan todos el pecado – decía Pío XII -. Pero quien hubiese pecado, y no se hubiese hecho indigno, por su contumacia, de la comunión de los fieles, sea acogido con sumo amor… Pues vale más, como advierte el obispo de Hipona, ‘ser curado permaneciendo en el cuerpo de la Iglesia, que no que sean cortados de él como miembros incurables. Porque no es desesperada la curación de lo que aún está unido al cuerpo, mientras que lo que hubiere sido amputado, no puede ya ser curado ni sanado’» 3.

Los pecadores son miembros de la Iglesia pero no lo son en el mismo grado ni en el mismo modo que el justo y así es rigurosamente exacto lo que dice el Cardenal Journet que cuanto más se peca menos se pertenece a la Iglesia. Por eso la mayoría de los autores es categórica en afirmar que es inconcebible una Iglesia integrada exclusivamente por pecadores.

Si los pecadores son miembros de la Iglesia, lo son no en razón de sus pecados, sino a causa de los valores espirituales que subsisten en ellos y en cuya virtud permanecen de algún modo vivos todavía: valores espirituales personales (fe y esperanza teologales informes, caracteres sacramentales, aceptación de la Jerarquía, etc.), a los que es preciso añadir los impulsos interiores del Espíritu Santo y la influencia de la comunidad cristiana que los envuelve y arrastra en su seno: como una mano paralizada participa – sin poner nada de su parte – en los desplazamientos y traslados de toda la persona humana.

¿Y podemos seguir diciendo que a pesar de los pecadores la Iglesia es santa e inmaculada? Sí. La Iglesia sigue siendo, pese al pecado, e incluso en sus miembros pecadores, la Iglesia de los santos. ¿Cómo es posible esto? Porque, así como la santidad es una realidad de la Iglesia y que, como tal no sólo está en la Iglesia sino que procede de la Iglesia, el pecado no es una realidad “de Iglesia”. Aun cuando el pecado esté en la Iglesia, no procede de ella, precisamente por ser el acto con que uno niega la influencia de la Iglesia.

Más aún, en la medida en que acepta, aunque sea sólo por fe sin caridad, permanecer en la Iglesia santificadora, ésta le ayuda en su lucha contra el pecado. Journet decía por eso: «La Iglesia lleva dentro de su corazón a Cristo luchando contra Belial».

Por esto, el pecado no puede impedir que la Iglesia sea santa, ¡pero puede impedir que sea tan santa como debiera! Decía San Ambrosio: «No en ella, sino en nosotros es herida la Iglesia. Vigilemos, pues, para que nuestra falta no constituya una herida para la Iglesia» 4.

Así pues concluía el Cardenal Journet: «La Iglesia divide en nosotros el bien y el mal. Retiene el bien y deja el mal… (La Iglesia) no está libre de pecadores, pero está sin pecado».

Por eso no es pecadora ni puede pedir perdón por sus pecados. Pide, sí, perdón por los pecados de sus hijos y por eso la «Iglesia (es) santa y a la vez, necesitada de purificación» en sus hijos 5.

Monseñor Tihamer Toth decía: «La Iglesia somos nosotros, yo, tú, nosotros, todos… y cuanto más hermosa es nuestra alma, más».

Y otro autor ha podido escribir: «La Iglesia es un misterio, tiene su cabeza oculta en el cielo, su visibilidad no la manifiesta más que de una manera sumamente inadecuada; si buscáis lo que la representa sin traicionarla, contemplad al Papa y al Episcopado que nos enseñan en cosas de fe y costumbres, contemplad a sus santos en el cielo y en la tierra; no os fijéis en nosotros los pecadores. O más bien, ved cómo cura nuestras llagas la Iglesia, y nos conduce rengueando hasta la vida eterna… La gran gloria de la Iglesia la constituye el hecho de que sea santa con miembros pecadores» 6.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

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1 Concilio Vaticano II, Const. Dog. Lumen Gentium, 39.
2 Encíclica Mystici Corporis, 30.
3 Ibid, 10.
De Virginitate, 8,48; PL 16,278 D
Lumen Gentium, 8.
6 J. Maritain, Religion et culture, París 1930, p.60.