matrimonio

¿Puede volver a casarse una mujer abandonada por su esposo homosexual?

Pregunta:

Esta es la consulta que nos ha llegado: Conozco una pareja en la que, un buen día, él se declaró homosexual y se fue a vivir con otro hombre. Él sigue siendo católico y va y comulga todos los domingos (supongo que se confiesa) para en seguida volver a su matrimonio. Esto es bien visto y permitido por los católicos. Ella, también católica, por cierto quiere volver a casarse. Horror: ¡¡¡Su deber es esperarlo a él!!! Si se casara de nuevo, construyera una nueva familia, criara hijos, etc., estaría todo esto bajo el signo del pecado y no se la admitiría a la comunión, etc. Realmente estos cánones morales católicos me parecen un atentado a la razón, la moral, y los más santos principios de la honestidad elemental sin la cual no puede existir ningún bien moral ni humano ni cristiano.

 

Respuesta:

Estimado en Cristo:

Respondo a su ‘consulta’ (supongo que me pide el parecer). Con todo respeto lo que Usted presenta como doctrina moral católica no es tal. Respecto del caso que plantea le debo hacer las siguientes precisiones:

1. La doctrina católica sobre la homosexualidad la puede encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica nnº 2357-2359. En lo esencial enseña: ‘La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso. Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza… Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana’.

2. Teniendo en cuenta la pecaminosidad del acto homosexual y que la convivencia con otra persona de su mismo sexo es ocasión voluntaria y libre de pecado, el acceso a los sacramentos (Eucaristía y Penitencia) es ilícito y sacrílego mientras no se dé verdadera conversión, la cual implica esencialmente tanto el arrepentimiento del acto cometido como la intención seria de cortar con la situación pecaminosa. Puede ver sobre esto el mismo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1451. A este tipo de situaciones en general (situaciones de pecado) se refiere Nuestro Señor Jesucristo cuando dice:si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga (Mc 9,43-48).

3. Si un sacerdote absuelve en confesión y admite a la comunión a un fiel que vive en el estado Usted está describiendo (es decir, que no tiene intención de abandonar su pecado) hace él mismo un acto pecaminoso y además inválido. Va en contra de la doctrina de la Iglesia de la cual él no es dueño sino administrador, y ciertamente no representa a la Iglesia. Cuando Usted dice ‘esto es bien visto y permitido por los católicos’ debe decir: ‘por los malos católicos’ o ‘por los católicos que no saben bien lo que significa ser católico’. Ningún fiel ni ningún sacerdote representa la doctrina de la Iglesia ni a la Iglesia como Esposa de Jesucristo cuando obran en contra del Magisterio de la Iglesia.

4. La mujer abandonada por su marido debe guardar la castidad al igual que el marido que la abandona. El matrimonio, si fue realizado válidamente, es indisoluble y obliga a los dos cónyuges a ejercer la sexualidad dentro del mismo matrimonio, o bien a abstenerse de ella. Esto es no sólo doctrina católica sino Revelada, como puede Usted leer en San Pablo, Primera Carta a los Corintios, capítulo 7, versículos 10 y 11: En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

paternidad responsable

¿Qué quiere decir ‘paternidad responsable’?

Pregunta:

Estimado Padre: Somos un matrimonio católico con tres hermosos hijos y queremos tener más. Sin embargo, cuando comentamos esto con otros matrimonios amigos -católicos también ellos- nos dicen que eso no es paternidad responsable. Podría Usted aclararme este concepto. ¿Significa que debemos limitarnos al número de hijos que tenemos en la actualidad?

Respuesta:

Estimado:

El amor se ordena a dar la vida, a ser fecundo. Sin embargo, la fecundidad por la cual los esposos se convierten al mismo tiempo en padres y madres debe ser también una dimensión ‘humana’, es decir, guiada por la razón y por la virtud que la perfecciona en el plano del obrar: la prudencia. De aquí que el Magisterio hable de paternidad y maternidad responsables.

Lamentablemente este término, preñado de sentido, ha sido manipulado hasta hacerlo sinónimo del concepto opuesto: para muchos, en efecto, equivale a cerrarse a la paternidad y a la maternidad, incluso definitivamente.

¿Qué significa, en realidad, este concepto en la sana teología y en el auténtico Magisterio de la Iglesia?

Significa, en resumidas cuentas, que la transmisión de la vida, como todas la cosas humanas de gran monta, debe estar guiada por un juicio recto, por una decisión ponderada de llamar un hijo o nuevos hijos a la existencia, o también, llegado el caso, de no llamarlos por el momento. De modo muy preciso la definía Carlo Caffarra diciendo: la procreación responsable es el acto de la voluntad con el cual dos esposos deciden poner las condiciones de la concepción de una nueva persona humana, en un contexto en el cual prudentemente se presume que la persona del (posible) concebido será respetada en sus derechos fundamentales.

De este concepto derivan algunos corolarios.

El primero: la procreación responsable no es un concepto negativo, sino positivo. El mismo define desde el punto de vista ético cómo debe moverse la voluntad humana hacia esta bondad presente en el acto sexual. Sólo como consecuencia dice como no debe moverse: es decir, cuándo no procrear.

El segundo: la voluntad de un bien no tiene necesidad de ninguna justificación extrínseca al hecho puro y simple de que se trata de un bien lo que es querido. Es necesario justificar lo contrario: no querer un bien. Se deben tener razones para no procrear, no para procrear. Los esposos deben retener que son llamados a procrear, mientras no se demuestre lo contrario[1].

Ésta es precisamente la doctrina constante del Magisterio. Decía la Gaudium et spes que los cónyuges ‘con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y, con dócil reverencia hacia Dios’. Y explica luego que esto quiere decir que: ‘De común acuerdo y común esfuerzo, se formarán un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida, tanto materiales como espirituales; y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia'[2].

Cuando se dice que los esposos han de practicar la paternidad responsable según un juicio recto, quiere decir que han de hacerlo con la conciencia formada y dócil a la verdad (natural, revelada por Dios y expresada en el Magisterio de la Iglesia)[3].

Podemos entender ahora que la paternidad y maternidad responsables no significa -como mal se lo entiende a veces- decidir (elegir con toda libertad) si tener o no tener más hijos, o hacerlo por el medio más bueno o cómodo a juicio de los propios cónyuges. Por eso el texto de la Gaudium et spes continúa: ‘En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esa ley a la luz del Evangelio'[4].

Por este motivo, el Papa Juan Pablo II afirma categóricamente: ‘Hay que excluir aquí que pueda ser calificada de ‘responsable’, desde el punto de vista ético, la procreación en la que se recurre a la anticoncepción para realizar la regulación de la natalidad. El verdadero concepto de ‘paternidad y maternidad responsables’, por el contrario, está unido a la regulación de la natalidad honesta desde el punto de vista ético'[5].

En la Humanae vitae la paternidad y maternidad responsables implica diversas cosas[6]:

1º Ante todo, el conocimiento y respeto de los procesos biológicos de la procreación, es decir, el descubrir con la inteligencia las leyes biológicas que forman parte de la persona y que se ordenan a dar la vida. Los esposos deben esforzarse por conocer su íntima naturaleza.

2º En segundo lugar, comporta el dominio de la inteligencia y de la voluntad sobre las pasiones y las tendencias del instinto en lo que tiene que ver con la vida sexual. Es decir, implica adquirir las virtudes morales (castidad, dominio de sí, etc.).

3º En tercer lugar, usando las palabras textuales de la Encíclica, ‘ya sea… la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa, ya sea… la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto por la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido’. Sólo pues en último lugar se señala como ejercicio de la paternidad y maternidad responsables la decisión respecto del número de hijos o la regulación de la natalidad, y lo hace en términos que hay que ponderar:

a) Puede tratarse, ante todo, de una decisión ponderada y generosa de tener una familia numerosa; nada más absurdo de identificar ‘paternidad responsable’ con la simple decisión de ‘limitar’ la familia. Juan Pablo II decía: ‘en la concepción de la »paternidad responsable‘ está contenida la disposición no solamente a evitar ‘un nuevo nacimiento», sino también a hacer crecer la familia según los criterios de la prudencia'[7]. En cuanto al número de hijos decía Juan Pablo II: ‘Es preciso que se establezca este nivel justo teniendo en cuenta no sólo el bien de la propia familia y estado de salud y posibilidades de los mismos cónyuges, sino también el bien de la sociedad a que pertenecen, de la Iglesia y hasta de la humanidad entera. La Encíclica Humanae vitae presenta la »paternidad responsable» como expresión de un alto valor ético… supone también la disponibilidad a acoger una prole más numerosa'[8].

b) También puede tratarse de una decisión de evitar un nuevo nacimiento (durante algún tiempo o por tiempo indefinido); decisión que debe ser tomada: a) por graves motivos; b) y en el respeto de la ley moral; esto último es fundamental y por eso dice el Papa Juan Pablo II: ‘Bajo esta luz, desde la cual es necesario examinar y decidir la cuestión de la »paternidad responsable’, queda siempre como central »el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia’‘[9]. Y en otro lugar: ‘… La paternidad responsable, o sea… la regulación de la fertilidad moralmente recta, se trata de lo que es el bien verdadero de las personas humanas y de lo que corresponde a la verdadera dignidad de la persona'[10].

En conclusión: una decisión contra la ley moral de Dios objetivamente no es jamás un acto de paternidad y maternidad responsables.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

Bibliografía para profundizar:

Pablo VI, Enc. Humanae vitae.

Juan Pablo II, Exhortación ‘Familiaris consortio’.

Juan Pablo II, La paternidad y la maternidad responsables a la luz de la Gaudium et spes y de la Humanae vitae (Catequesis del 1/08/84; en: L’OR, 5/08/84, p. 3).

Juan Pablo II, Las enseñanzas de la Iglesia sobre la transmisión responsable de la vida humana, Discurso a los participantes en el Congreso Internacional (L’OR, 17/04/88, p. 11).

Juan Pablo II, Varón y Mujer. Teología del cuerpo, Palabra, Madrid 1996.

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2331-2400.

Caffarra, Carlo, Etica generale della sessualità, Ares, Milano 1992.

 

 


[1] Caffarra, Carlo, Etica generale della sessualità, Ares, Milano 1992, p. 53-54.

[2] Gaudium et spes, n. 50.

[3] Cf. Veritatis splendor, nn. 62 y 64.

[4] Gaudium et spes, n. 50.

[5] Juan Pablo II, L’OR, 2/09/84, p.3, n. 1.

[6] Cf. Humanae vitae, n. 10.

[7] Juan Pablo II, L’OR, 5/08/84, p. 3, n. 5.

[8] Juan Pablo II, L’OR, 9/09/84, p. 3, n. 3.

[9] Juan Pablo II, L’OR, 5/08/84, p. 3, n. 5.

[10] Juan Pablo II, L’OR, 9/09/84, p. 3, n. 2.

sida

¿Es lícito el uso del preservativo para prevenir el SIDA dentro del matrimonio?

Pregunta:

¿Qué dice la Iglesia del uso de los preservativos como anti-Sida en un matrimonio católico con la única intención de evitar el contagio del Sida cuando uno de los cónyuges está ciertamente infectado por el virus?

Respuesta:

Sobre esta pregunta me veo obligado a contestar en dos niveles:

1. Desde el punto de vista científico

Desde el punto de vista médico intentar combatir el Sida por medio del uso de preservativos es una necedad. Ha dicho en Sidney el Doctor John Billings, especialista en los métodos de regulación de la natalidad: ‘El profiláctico no es garantía suficiente para prevenir el contagio del Sida y los expertos se dan cuenta una vez más de que a este respecto, la verdad ya está dicha’. Es absolutamente cierto que los espermatozoides pueden pasar por los agujeros microscópicos de los preservativos (que miden 5 micras), razón por la cual los preservativos tienen un margen de ineficacia para evitar el embarazo: fallan en prevenir los embarazos por lo menos en un 17,7% del tiempo durante un año de uso y puede llegar a fallar el 36,3% del tiempo en el caso de las jóvenes solteras de grupos minoritarios[1]. Si esto es así en el embarazo, téngase en cuenta que:

…las fallas para evitar el embarazo (del 15,7 al 36,3% del tiempo) se producen a pesar de que la mujer ovula una sola vez durante su ciclo y que, por tanto, el tiempo de fertilidad durante cada ciclo es muy limitado, mientras que la persona puede contagiarse del Sida en cualquier momento de su vida…

…los espermatozoides pueden ser dañados por las altas o bajas temperaturas en que se almacenan o transportan los preservativos…

…los poros de latex de los preservativos de mejor calidad están diseñados para, a duras penas, impedir el paso de los espermatozoides, pero el virus que transmite el Sida es, según algunos datos científicos, 3 veces más pequeño que el virus que transmite el herpes, 6 veces más pequeño que la espiroqueta que causa la sífilis, y 450 veces más pequeño que el espermatozoide… Otros, sin llegar a tanto afirman que ‘está bien establecido que el latex contiene defectos inherentes que son al menos 50 veces más grande que el virus del Sida'[2].

…los preservativos vienen a veces con fallas, que se rompen durante el uso, etc…[3]

…aún cuando un preservativo de buena calidad pudiese impedir el paso del virus, sin embargo, cuando el hombre de lo coloca, lo toca con sus manos humedecidas de secreciones uretrales y bulbo uretrales pre-eyaculatorias que aparecen mucho antes de la erección, por lo que la pared externa del preservativo se contamina con estos fluidos, y que todas las secreciones pre-eyaculatorias (del orden de 0,2 a 0,5 ml.) de un infectado contienen el virtud del Sida, idéntico al que se encuentra en el esperma, por lo que todo sujeto seropositivo podría contagiar a su pareja, aún cuando el preservativo no dejase pasar nada…[4]

…el boletín de ONUSIDA (principal difusor de los preservativos para combatir el Sida) ha declarado, en su análisis de 1998 que a los ‘preservativos distribuidos o vendidos por número de personas que reciben material educativo’… ‘no se le imputan variaciones en la seroprevalencia del VIH en la población'[5], lo que quiere decir que: el reparto de preservativos no disminuye la cantidad de infectados por más que se regalen preservativos a la población sexualmente activa…

Así se comprende que en 1998 la cantidad de personas infectadas haya aumentado un 10% (casi 6 millones de personas más en 1998; un promedio de 11 personas por minuto)[6]; por esto mismo el Dr. Peter Piot, Director de ONUSIDA, informó recientemente que la epidemia del Sida está fuera de control. De acuerdo con las evidencias científicas actuales, no cabe duda que las recomendaciones del ‘sexo seguro’ o ‘de menor riesgo’ ha contribuido a su expansión.

Por tal razón ninguno de los 800 sexólogos que asistían a una conferencia (la National Conference on HIV, Washington DC, 15-18 de Noviembre de 1991) levantó la mano cuando se les preguntó quiénes de ellos le confiarían su vida a un preservativo durante las relaciones sexuales con alguien que ellos supieran que tuviera Sida[7].

2. Desde el punto de vista moral

Desde el punto de vista moral le transcribo esta noticia de ANFA, Servicio Internacional Informativo de Vida Humana Internacional, reproducido en el Boletín ‘Liga por la Decencia’, 134, mayo de 1988: ‘Dando término a una enconada controversia en el episcopado norteamericano, el Diario L’Osservatore Romano dijo que el uso de preservativos como medio para combatir el Sida, ‘es moralmente inaceptable’.

‘La Iglesia Católica, en un comentario titulado ‘Prevención del Sida, aspectos de la ética cristiana’, señaló que ‘buscar la solución al problema del contagio promoviendo el uso de preservativos, significa tomar un rumbo que no sólo no es muy eficaz desde el punto de vista técnico, sino también y por sobre todo, es inaceptable desde el punto de vista moral’.

‘Y agrega: ‘La proposición de que una sexualidad de esta manera es segura, ignora las causas reales del problema, cual es la permisividad que, en la esfera corroe la fibra moral de la gente. La única manera efectiva de prevención es en un 95% de los casos, abstenerse de la práctica sexual fuera del matrimonio y del consumo de drogas’ concluye’.

Veamos los principios que se usan para justificar el uso del preservativo dentro del matrimonio.

1) Principio de intencionalidad: ‘es lícito cuando la intención no es recurrir a su aptitud anticonceptiva sino sólo para evitar el contagio’. Hay que responder que las fuentes de la moralidad son tres, objeto, fin y circunstancias. Por rigor científico la primera que se analiza es el objeto (o sea, la moralidad del acto mismo elegido por la voluntad), y no la intención (es la segunda en el análisis, aunque tal vez no sea la más importante todos y cada uno de los actos). La duda recae precisamente sobre el objeto del acto y no sobre la intención del agente.

2) Principio terapéutico. Se pretende aplicar lo que dice Humanae vitae, 15: ‘La Iglesia, en cambio, no retiene de ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aún previsto, para la procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo, directamente querido’. Este principio no puede aplicarse al caso porque:

a) El uso del preservativo no constituye terapia alguna.

b) Tampoco previene auténticamente.

c) Aun cuando fuese terapéutico no se aplicaría al caso porque el principio terapéutico exige que el medio empleado sea ‘verdaderamente necesario’ (HV,15), y esto en moral se entiende: cuando no hay ninguna otra alternativa más segura para evitar el mal; aquí precisamente hay otra alternativa más segura: la abstinencia sexual[8].

3) Principio de doble efecto: ‘del uso del preservativo se seguirían dos efectos, uno malo (la contracepción) y uno bueno (el amor conyugal sin poner en riesgo la vida del cónyuge)’. No se aplica tampoco porque no cumple la primera de las condiciones para la licita aplicación del principio, a saber: que el acto puesto sea bueno o indiferente; ahora bien, el uso del preservativo no es indiferente, puesto que separa de suyo las dos dimensiones del acto conyugal[9].

4) Principio del mal menor. Algunos dicen que se ‘puede permitir e incluso aconsejar cuando los cónyuges están dispuestos a hacer algo peor (como separarse, recurrir a relaciones extramatrimoniales)’. El principio no se aplica a este caso porque sobre esto hay que tener en cuenta:

a) El principio del mal menor es un principio restringido a un campo particular del obrar humano: el que versa sobre los actos indiferentes y sobre los males puramente físicos (por ejemplo, el obrero que queda con una mano atrapada en un derrumbe y debe elegir entre cortarse la mano o perder la mano y la vida).

b) No vale nunca cuando una de las alternativas es un acto intrínsecamente malo, es decir, un pecado formal. No se aplica, pues, al caso en que haya que elegir entre dos pecados (tomar anticonceptivos o abortar) ya que no se puede elegir ninguno de los dos; o entre un pecado y un mal puramente físico (usar preservativas o tolerar que el marido abandone a su mujer). Porque ante el mal moral rige un principio anterior y superior: ‘hay que hacer el bien y evitar el mal’, y sobre los primeros principios no caben excepciones. Jamás se puede elegir el mal moral, por más que sea el menor de dos males morales: aquello que es inmoral por su objeto, no se hace bueno porque exista la posibilidad de que sucedan males peores, y mientras siga siendo malo jamás podrá ser objeto de elección de un acto bueno y lícito[10].

c) Cuando se trata de actos intrínsecamente malos, el principio del mal menor autoriza a ‘tolerar’ a veces el mal que otros hacen o nos hacen, es decir, no obliga siempre a impedir que otros hagan el mal. Esto no es otra cosa que ‘consentir actué la voluntad del prójimo en una forma determinada, cayendo sobre él toda la responsabilidad de la acción, si es mala'[11]. Esto vale también para la cooperación formal objetiva y material inmediata.

d) Tampoco está bien planteado el caso pues no es cierto que la anticoncepción sea el mal menor de los dos ejemplos dados; en realidad: entre alterar voluntariamente el plan de Dios sobre el acto matrimonial y tolerar el mal de los demás (por ejemplo, que el marido abandone a la familia), el mal mayor siempre es el pecado personal del que plantea el problema (en este caso, el de la esposa que consulta si debe cooperar con el marido).

En cuanto a aconsejar el mal menor:

a) Nunca se puede aconsejar positivamente hacer un mal menor porque además de que se da una mala inteligencia del principio, se incurre en escándalo teológico. ‘Tratándose de un mal, aunque menor, el consejo o la persuasión nunca pueden ser buenos, pues, siendo esencialmente causa motiva de la acción, se cualifica, por necesidad, por el fin objetivo al que se ordena, y éste es malo'[12].

b) A quien está decidido a hacer el mal moral se puede intentar ‘disuadirlo’ de hacer sólo parte del mal ya decidido. Por ejemplo, a quien está decidido a robar y matar a una persona, se lo puede disuadir de matarlo diciéndole: ‘si ya te estás llevando el dinero, al menos perdónale la vida’; en este caso no se aconseja robar sino que, ante el hecho ya consumado o ya decidido, se sugiere que no se haga más mal todavía.

 P. Miguel A. Fuentes, IVE

 


[1] Cf. Family Planning Perspectives, 21, May/June 1989, 103, 105.

[2] C.M. Roland, del United States naval research laboratory, Rubber World, citado por John Kelly, Obstetra consultor y Ginecologista del Birmingham Maternity Hospital (Inglaterra), en The Tablet, 16 de diciembre de 1995, p. 1620.

[3] Cf. todos estos datos en: Nature 335, 1 de Septiembre de 1988; American Journal of Nursing, Octubre de 1987; social Science and Medicine, Vol. 36, nº 113, junio de 1993.

[4] Cf. Dra. María Isabel Pérez de Pío, El preservativo masculino no es seguro para la mujer, en: Boletín de Noticias de la ONU, nº 99, 16/99; Bs. As. 22 de marzo de 1999. Se basa en datos del Prof. Henri Lestradet, miembro de la Academia de Medicina de Francia, cf. Le Figaro, 22, de junio de 1994.

[5] Cf. ONUSIDA, Análisis de la eficacia del costo y VIH/SIDA: Actualización técnica del ONUSIDA, Agosto de 1998, p. 5.

[6] Son datos de ONUSIDA.

[7] Citado por Theresa Crenshaw, In Defense of a Little Virginity, USA Today, April 14, 1992.

[8] Cf. Sgreccia, Manuale di Bioetica, Vita e Pensiero, Milano 1991, Tomo II, p. 265.

[9] Ibid.

[10] Cf. HV,14.

[11] Peinador, Moral Profesional, nº 385.

[12] Ibid., nº 258.

 


Reproducimos a continuación un artículo publicado por la agencia de noticias ACI el 10 de Diciembre de 2002.

SIDA arrasa Sudáfrica pese a masivo consumo de preservativos

ROMA, 10 Dic. 02 (ACI).- Un nuevo estudio reveló que en los últimos cuatro años, Sudáfrica ha atravesado una revolución en el uso masivo de preservativos. Sin embargo, la popularidad de los profilácticos no ha detenido el SIDA y la difusión de la enfermedad ha aumentado hasta convertirse en una epidemia.

La médica Olive Shisana, investigadora principal del estudio, destacó la creciente incidencia del uso de preservativos entre las mujeres. ‘Por ejemplo, para las mujeres entre los 15 y 49 años, el uso de preservativos se ha triplicado de 8 por ciento en 1998 a 28.6 por ciento en este estudio, y entre las mujeres de 20 a 24, su uso subió de 14.4 por ciento a 47 por ciento’, indicó.

A pesar de la difusión de los profilácticos, el estudio estima que ahora el 11.6 por ciento de la población sudafricana está infectada con el VIH. Entre los que tienen de 15 a 49 años, esta cifra sube a 15.6 por ciento. La investigación también encontró que el 5.6 por ciento de los niños entre 2 y 14 por ciento son seropositivos y el 13 por ciento de los menores en este rango ha perdió al menos a uno de sus padres por la enfermedad.

Uganda, en cambio, ha tenido un éxito sin precedentes en la lucha contra el SIDA sin promover los preservativos. Un estudio de Harvard encontró que entre fines de los ’80s y el año 2001, el número de mujeres embarazadas infectadas con el VIH en Uganda cayó de 21.2 por ciento al 6.2 por ciento debido a la promoción de la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad en él.

¿Es posible casarse con una persona divorciada?

Pregunta:

Escribo esta por el motivo que una prima desea saber acerca de un matrimonio con una persona divorciada. Gracias por esta grandísima ayuda.

Respuesta:

Su pregunta requeriría algunas precisiones para poder contestarla acertadamente. Le contesto aproximadamente:

1) Si la persona estaba casada por la Iglesia, el divorcio civil no anula o deshace dicho matrimonio por lo cual tal persona está inhabilitada para poder contraer nuevas nupcias. Se trata de un impedimento para el nuevo matrimonio. Sólo una declaración de nulidad por parte de la autoridad eclesiástica competente puede permitir un nuevo matrimonio (o sea, una declaración de que el matrimonio anterior fue nulo: no existió). Sobre esto puede leer lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica nn. 2382-2386.

2) Si la persona estaba sólo casada por el civil y se divorció civilmente, estamos ante un caso distinto. El matrimonio civil, cuando una de las dos personas es católica no es matrimonio válido (salvo cuando el Obispo ha autorizado para que la ceremonia civil supla por la eclesiástica); por tanto, no hay verdadero matrimonio. Cuando la autoridad eclesiástica juzga que no hay compromisos humanos a los que la persona divorciada debería atender en razón de justicia (hijos del anterior matrimonio; esposa abandonada injustamente, etc.) puede autorizar el matrimonio canónico de esa persona con otra soltera o en iguales condiciones.

P. Miguel A. Fuentes, IVE