trasplantes

¿Es lícito el aborto y trasplantes a partir de anencefálicos?

Pregunta:

Quisiera saber si es moralmente correcto abortar a un bebe que no tiene cerebro y, antes de todo, si él puede ser considerado ser humano. También quisiera saber si pueden ser utilizados sus órganos para trasplantes.

 

Respuesta:

La anencefalia es la ausencia congénita de una gran porción del cerebro, cráneo y cabellera, con su génesis en el primer mes de gestación.

  Sobre la identidad del sujeto anencefálico dice Mons. Sgreccia : ‘Nos parece que está fuera de discusión el hecho de que el anencefálico es fruto de una fecundación humana, con una forma humana, que desde el momento de la fecundación está teleológicamente dirigido por un principio vital propio. No se debería dudar, por tanto, de que nos encontramos ante un individuo de la especie humana, que hay que respetar como persona del mismo modo que a cualquier otro embrión’. Con esto queda contestada la cuestión respecto del aborto del anencefálico : la respuesta es negativa. Como ser humano debe ser respetada su vida desde el momento de su concepción hasta su muerte natural.

  Teniendo esto en cuenta, el mismo Sgreccia responde a las tres cuestiones relacionadas con estos casos :

  1) La obtención de órganos del anencefálico con vida. Es un procedimiento aceptado por quienes consideran que no es un individuo humano, o por quienes consideran que la ausencia de gran parte de la masa cerebral es una situación análoga a la de la muerte cerebral. Ante todo, es falso que no sea un individuo humano, como se dijo más arriba. En cuanto a la analogía con la muerte cerebral, no es una hipótesis científica, pues en este caso la lesión cerebral es sólo parcial, no involucra las estructuras del tronco que son capaces, por tanto, de mantener de modo autónomo las funciones vitales. Obtener órganos del anencefálico en vida es, por tanto, una aberración moral.

  2) La reanimación del recién nacido anencefálico. Hay cuatro procedimientos posibles :

  a) Apenas nacido, el anencefálico es entubado y conectado al respirador, manteniendo todos los parámetros vitales a fin de proceder a la extracción de los órganos en función de las necesidades del momento e independientemente de la presencia o no de actividad del troncoencéfalo. Esto es éticamente inaceptable.

  b) Apenas nacido es reanimado y vigilado hasta que desaparece la actividad del troncoencéfalo ; esta práctica parece desproporcionada respecto del diagnóstico, configurándose como un auténtico ensañamiento terapéutico.

  c) El recién nacido es seguido con los solos cuidados ordinarios hasta que aparece hipertensión o bradicardia, momento en que es reanimado a la espera de la muerte del troncoencéfalo ; este procedimiento, con la sola finalidad de trasplantar los órganos, representa una forma de instrumentación del ser humano, y es éticamente inaceptable.

  d) El recién nacido es seguido con los solos cuidados ordinarios hasta que se presenta el paro cardio-respiratorio, a continuación del cual se procede a extraer los órganos. Es la práctica que más respeta el valor de la persona del anencefálico.

  3) En cuanto al trasplante de órganos de fetos nacidos anencefálicos después de su muerte, no hay objeciones mientras conste la muerte del mismo.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

hipertiroidismo

¿Es lícito esterilizarse cuando una mujer está enferma de hipertiroidismo?

Pregunta:

Tengo una duda. Tengo hipertiroidismo, que significa que la tiroides está funcionando mucho más rápido de lo que debe ser. Estoy controlada con un medicamento que se llama Popylthiuracyl y podríamos decir que la mayor parte del tiempo me siento bien, con fuerzas y todo para trabajar y cuidar a mi hijo. El tomar esta pastilla no me cura, sólo me ayuda a la tiroides, y siento que cada vez se deteriora más mi salud. La manera de que se reduzca el hipertiroidismo es tomando una pastilla de Yodo Radiactivo, que me va a eliminar una parte de la tiroides. Las radiaciones, como se sabe, mutan los genes. Yo tuve mi primer bebe con el Popylthiuracyl y no tuve ningún problema, pero no es recomendable que tome toda la vida este medicamento. Lo ideal es que tome Yodo Radiactivo. Este tiene 20 años de estar siendo tomado por personas y no ha habido ningún resultado negativo. Sin embargo, la muestra no es suficientemente grande para sacar conclusiones reales. Una persona que estudia Física Nuclear me dijo que las mutaciones salen en muchas más generaciones de dos o tres. La radiactividad muta genes y yo no quiero tener hijos que en un futuro tengan hijos anormales o con problemas. Yo quisiera tener otro hijo y que mi salud esté mejor, no deteriorándose para poderlos cuidar bien. ¿Está correcto que se me liguen las trompas?

Respuesta:

Comprendo adecuadamente su preocupación. Sobre este problema puede decirle lo siguiente:

  1) No puedo expedirme, pues no es mi competencia, sobre la validez o no de los diversos tratamientos que se le presentan como alternativa. En cuanto a la posibilidad de que se verifiquen mutaciones genéticas, son un riesgo que se sigue del tratamiento pero no una seguridad que vayan a suceder. Por tanto, es lícito que un matrimonio quiera y decida tener más hijos aun cuando exista alguna probabilidad de que éstos salgan con problemas. Un hijo, incluso con malformaciones, siguen siendo una bendición. Toda vida es un regalo.

  2) Si bien el riesgo más o menos cierto de tener descendencia con malformaciones genéticas es una de las causas por las que un matrimonio puede decidir no tener hijos por un tiempo (por ejemplo, por el tiempo que dura el riesgo) o para el resto de la vida (si el riesgo es permanente), de todos modos, no se sigue de aquí que sea lícito recurrir a la ligadura de trompas:

  a) Porque la ligadura de trompas es una mutilación que afecta a un órgano sano (no se trata de un problema de las trompas), y por tanto no se le aplica en este caso el principio de totalidad. Una ligadura de trompas para evitar un embarazo de este tipo es como si una persona enferma del corazón decidiera cortarse los pies para evitar hacer deporte que es peligroso para su vida.

  b) Porque no es el único medio para evitar un embarazo sino que hay otro medio el cual es lícito y es la regulación natural de la fertilidad (los métodos naturales, como por ejemplo el método de la ovulación o método Billings).

P. Miguel A. Fuentes, IVE

aborto

¿Cuál es el problema de cooperación contra la vida que presentaron los ‘consultorios alemanes’?

Pregunta:

¿Cuál fue el problema que presentaron los consultorios católicos alemanes para mujeres embarazas? ¿Por qué no se puede atender a las mujeres embarazadas en ellos? ¿O en qué situaciones y con qué condiciones se puede hacer? ¿Cuál es el problema de ‘cooperación’ que se presenta allí?

Respuesta:

Agradezco la consulta sobre este caso, el cual es muy importante porque sienta precedentes en un caso delicado de ‘cooperación al mal’.

Ante todo transcribo la noticia de Zenit del 23 de junio de 1999. ‘Los obispos alemanes han respondido a la carta de Juan Pablo II en la que les pedía tomar medidas para evitar todo tipo de ambigüedad en los certificados que emiten los consultorios católicos de asistencia a madres en dificultad y que les permiten acceder al aborto despenalizado en las estructuras sanitarias…

Tras dos días de reunión de los prelados en el monasterio bávaro de Würzburg, el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Karl Lehmann, ha aclarado que los obispos aplicarán las indicaciones contenidas en la carta del Papa.

  El portavoz de los obispos explicó que el Santo Padre nunca les ha pedido abandonar los consultorios de ayuda a la madre en dificultad, desmintiendo de este modo los rumores divulgados repetidamente por la prensa.

  De este modo, el documento que emitirán los consultorios católicos tras las entrevistas con las madres en dificultad dirá: ‘Este certificado no puede ser utilizado para la ejecución despenalizada de abortos’.

  Para aclarar ulteriormente la posición de Juan Pablo II en esta materia, la Secretaría de Estado del Vaticano ha publicado un nota en la que se revela el contexto en el que el pontífice ha tomado esta decisión.

 Aclaración vaticana. El texto, publicado por ‘L’Osservatore Romano’, explica que el Santo Padre ha intervenido, pues la Conferencia Episcopal no había encontrado una posición común ante el espinoso problema. ‘La mayoría de los obispos se declaró por un nuevo ‘plan de consulta y ayuda’, que integra consulta y compromisos comprometedores que ofrezcan a la mujer apoyo, ayuda y mediaciones, proponiendo además una nueva formulación del certificado de consulta -explica la Secretaría de Estado-. Sin embargo, otro grupo de obispos consideraba que esta propuesta no correspondía plenamente a la invitación del Papa y optaba por una consulta que renunciase a la entrega de un certificado según la ley’.

 Síntesis de conciliación. En su carta, revela la nota vaticana, el Papa ‘tiene en cuenta las exigencias esenciales de ambas opiniones dentro de la Conferencia Episcopal Alemana y propone una decisión que constituye una síntesis de conciliación’. De este modo, les pide que ayuden a las madres en dificultad, pero que al mismo tiempo se evite toda ambigüedad, explicando en el mismo certificado que ese documento no justifica la ejecución del aborto despenalizado.

  Con esta decisión, aclara la nota explicativa vaticana, el Papa espera colaborar en la restauración de ‘la unidad de la Conferencia Episcopal sobre este problema importante’ y en la superación de ‘las tensiones surgidas en la opinión pública católica’.

 Defensa de la vida humana. ‘Esta aclaración contribuye a liberar a la Iglesia católica de una situación que ofusca la claridad y la resolución de su testimonio a favor de la intangibilidad de toda vida humana’, explica la Secretaría de Estado.

  ‘La carta deja claro que en este problema toda polémica está fuera de lugar -concluye la nota vaticana-. Aquí se trata exclusivamente de comprometerse en el amor y en la verdad a favor de la madre y del niño. Los únicos vencedores deben ser las mujeres en dificultad y los niños no nacidos»[1].

  En cuanto a la historia del caso, todo comenzó el 29 de junio de 1995, cuando el parlamento de Bonn adoptó por amplia mayoría una ley sobre el aborto que buscaba un compromiso entre el permisivismo exasperado que imperaba en la antigua República Democrática Alemana y el régimen de la República Federal Alemana, mucho más restrictivo. El aborto fue declarado ilegal, pero quedó despenalizado, a condición de que tuviera lugar durante los tres primeros meses de embarazo y de que la mujer se sometiera a un coloquio con psicólogos, médicos y asistentes sociales en un consultorio.

  El certificado que emite el consultorio no es una autorización para abortar, aunque en la práctica funciona como un ‘nihil obstat’ para esta intervención médica con la que se acaba con la vida de un niño no nacido.

  De los 1.700 consultorios que operan en Alemania, en el marco de esta ley, 270 están dirigidos por la Cáritas y 126 por el Servicio social de las mujeres católicas. La Iglesia católica alemana, si bien criticó la nueva ley sobre el aborto, consideró oportuno abrir sus propias estructuras de asistencia social a las mujeres en dificultad y entrar así en este sistema de consulta promovido por la ley. La decisión fue tomada en la asamblea plenaria de los obispos, en otoño de 1995, y ya entonces el Papa les invitó a reflexionar bien sobre las consecuencias: ‘Estad atentos para que la consulta ofrecida por los católicos no les haga cómplices de la supresión de vidas inocentes’.

  Los obispos insistieron en reafirmar que en los consultorios se trata de disuadir del aborto y, de hecho, en el 20 por ciento de los casos, se logra que la mujer cambie de opinión. Trabajar dentro del sistema estatal permite acercarse a madres con problemas. Ahora bien, entre la opinión pública, especialmente entre los católicos, la entrega de un certificado que permite el aborto por parte de una institución dirigida por la Iglesia constituía un auténtico problema de conciencia. Como se puede ver, nos encontramos ante un caso moral particularmente espinoso.

  Por este motivo, en enero de 1998, Juan Pablo II pidió a los obispos alemanes que se tomaran las medidas necesarias para evitar esta ambigüedad. ‘Una petición que acogemos -respondió monseñor Karl Lehmann, el presidente de la Conferencia Episcopal-. Buscaremos nuevos caminos’.

  De este modo, se creó un grupo de trabajo que en febrero de este año presentó sus resultados. Los obispos alemanes se comprometieron a ofrecer ayuda y asistencia a las madres en dificultad y consideraron que la solución al problema ético pasa por una nueva formulación del certificado que emite el consultorio. En la respuesta a esta propuesta, el Papa les pidió en la carta hecha pública ayer que el texto de este documento diga expresamente: ‘Este certificado no puede ser utilizado para la ejecución despenalizada de abortos’.

  Por su parte, el informativo Aciprensa, el día 24 de junio de 1999 resumía el problema y su historial, de la siguiente manera. ‘La Santa Sede emitió un documento que explica algunas consideraciones de la reciente Carta del Papa Juan Pablo II a los Obispos alemanes, que recomienda a los consultores familiares católicos oficiales que continúen brindando asesoría a las mujeres que quieren realizar un aborto pero que no otorguen los certificados que permiten abortar legalmente, pues ello atenta contra la vida humana y contra las enseñanzas de la Iglesia.

  ‘Esta Carta del 3 de junio de 1999 debe ser leída en el contexto de las dos anteriores intervenciones papales’, señala la ‘Nota Explicativa’ publicada ayer por la Oficina de Prensa de la Santa Sede. ‘Ya en la carta del 21 de septiembre de 1995, el Papa tomó una postura en relación con la nueva reglamentación legislativa sobre el aborto’, que exige a las mujeres que deseen abortar obtener un ‘certificado’ de haber asistido a un centro de consulta, entre los cuales se encuentran los consultorios católicos familiares.

  Por ello, el Santo Padre ‘expresó -en esta primera carta- algunas serias perplejidades sobre la participación de los consultorios eclesiales en la ejecución despenalizada de abortos e invitó a los obispos a volver a definir el compromiso eclesial en el asesoramiento. En los dos años sucesivos, se buscó a través de un diálogo intenso entre la Santa Sede y la Conferencia Episcopal Alemana, una solución al difícil problema’.

  ‘Con la Carta del 11 de enero de 1998, el Santo Padre se dirigió nuevamente a sus hermanos Obispos en Alemania. Les invitó con insistencia a seguir estando presentes de modo eficaz en el asesoramiento de las mujeres que buscan ayuda, pero también a que no se suministrara ningún certificado, que según la ley, constituye el presupuesto necesario para el aborto despenalizado’, continúa la Nota Explicativa.

  Respecto de la reciente reunión del Consejo permanente de los obispos alemanes para analizar la última carta del 3 de junio, el Papa ‘manifiesta su esperanza de que la decisión que ha adoptado ayude a recuperar la unidad en la Conferencia Episcopal sobre este importante problema y a superar las tensiones surgidas en la opinión pública católica’.

  ‘La decisión comunicada por Juan Pablo II tiene como punto de partida el amplio reconocimiento del plan de asesoramiento y de ayuda que ‘une el asesoramiento orientado a la vida a una serie de iniciativas de ayuda’.

  ‘El certificado que se suministra a las mujeres según el plan de asesoramiento y de ayuda, adolece sin embargo todavía de una grave ambigüedad. Documenta ciertamente la orientación del asesoramiento a la vida y constituye una garantía para la atribución de las ayudas prometidas, pero al mismo tiempo puede utilizarse para la ejecución despenalizada de abortos según la norma del código penal 218a(1)’, explica la nota.

  Además, el documento precisa que ‘para que el empleo del certificado como vía de acceso al aborto no sea posible’, el Santo Padre dispone que ‘se añada la anotación: Este certificado no puede utilizarse para la ejecución despenalizada de abortos‘.

  Haciendo un llamado a la unidad de los Obispos alemanes, el Santo Padre pidió con su misiva que acojan unánimemente sus enseñanzas y ‘pongan en práctica su decisión dentro de este año’. A pesar de la convocatoria papal a la unidad, existen algunos consultores católicos que han manifestado que seguirán ejerciendo las mismas funciones de manera no confesional -invocando un ‘deber democrático’- si los Obispos prohiben sus funciones en el sistema oficial de consultorías previas al aborto'[2].

P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Cf. ZS99062308.

[2] Aciprensa, 24 de junio de 1999.

¿Se puede hablar de esterilizaciones por razones de salud?

Pregunta:

¿Cuando el útero, por ejemplo a causa de repetidos partos o cesáreas, se convierte en un peligro actual o potencial para la mujer, puede el médico extirparlo, o bien, como alternativa, anular alguna función que elimine positivamente dicho peligro?

Respuesta:

La pregunta engloba realidades diversas entre sí, a las cuales, por consecuencia, se debe responder diversamente. Podemos evidenciar tres casos planteados: 1º la extirpación del útero que presenta un peligro grave actual; 2º la extirpación del útero que presenta un peligro potencial; 3º la eliminación de una función (no un órgano, como en el caso precedente), como alternativa a la extirpación, que excluya el peligro (sería el caso de la ligadura de trompas).

  Los tres problemas han sido objeto de una consulta a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, por lo que contestaremos comentando la respuesta de dicho dicasterio[2].

1. La extirpación del útero en caso de peligro actual

  El texto de la Sagrada Congregación dice: Cuando el útero -por ejemplo, durante un parto o una cesárea- resulta tan seriamente dañado que se hace médicamente indicada su extirpación (histeroctomía), incluso total, para evitar un grave peligro actual para la vida o la salud de la madre, ¿es lícito seguir tal procedimiento aunque ello comporte para la mujer una esterilidad permanente? RESPUESTA: Sí.

  La razón fundamental es que el objeto moral de este acto[3] es la acción terapéutica; dicho de otro modo: el médico (y la paciente que se somete voluntariamente) buscan con su acto la ‘bondad’ que ven ‘contenida’ en la acción que da la salud o al menos elimina un peligro real y actual. El objeto de este acto no es hacer a la mujer incapaz de procrear, sino amputar o suprimir un órgano reproductivo en cuanto y por cuanto éste constituye un grave peligro para la vida o la salud del sujeto.

  Para que se esté en presencia de tal acto, Pío XII señalaba, ya en 1953, tres condiciones esenciales:

  1º Que la presencia o el funcionamiento de un órgano particular en el conjunto del organismo provoque un daño serio o constituya una amenaza de daño serio para el mismo.

  2º Que este daño serio no pueda ser evitado o al menos no pueda ser notablemente disminuido sino mediante la supresión orgánica o funcional.

  3º Cuando prudentemente puede presumirse que el efecto negativo (la mutilación) será compensado por el efecto positivo (supresión o disminución del peligro o del sufrimiento)[4].

  El soporte de este juicio es el llamado principio de totalidad, expresado por el mismo Pío XII en los siguientes términos: ‘cada órgano particular está subordinado al conjunto del cuerpo y debe someterse a éste en caso de conflicto. En consecuencia, quien ha recibido el uso de todo el organismo tiene el derecho de sacrificar un órgano particular, si su conservación o su funcionamiento causan al todo un notable estorbo imposible de evitar de otra manera'[5]. La clave para que este principio se mantenga en sus justos términos radica en la recta comprensión del concepto de ‘subordinación’ o ‘funcionalidad’ empleado por Pío XII. Hay realidades que son partes de un todo, pero al mismo tiempo trascienden esa condición de ‘partes’ en cuanto tienen también un valor en sí mismas, independientemente del todo al que pertenecen: tal es el caso del ser humano y la sociedad a con la que se vincula (es parte de la sociedad pero su realidad no se agota en el ser parte -como ocurre con el engranaje de una maquinaria- sino que tiene un valor intrínseco indiscutido y un fin trascendente personal, por lo cual el principio de totalidad no se le puede aplicar -en relación con la sociedad- de modo absoluto, sino complementándolo con otros principios[6]). Otras realidades, en cambio, son partes de un todo y solamente partes: su valor está, pues, condicionado por su relación con el bien del todo al que pertenecen; tal es el caso de los órganos corporales, y en este sentido, en la medida en que pongan en peligro real el bien del todo, el hombre tiene derecho a suprimirlo en favor de la totalidad de la persona.

  Por lo dicho, se sigue que el acto del que estamos hablando es en sí mismo bueno, porque se configura como una acción estrictamente terapéutica[7].

2. La extirpación del útero en caso de peligro potencial

  He aquí el texto de la Sagrada Congregación: Cuando el útero -por ejemplo, a causa de precedentes intervenciones- se encuentra en tal estado que, aunque no constituya en sí un riesgo actual para la vida o la salud de la mujer, no está ya previsiblemente en condiciones de llevar a término un futuro embarazo sin peligro para la madre -peligro que en algunos casos puede resultar incluso grave-, ¿es lícito extirparlo (histeroctomía) a fin de prevenir tal eventual peligro futuro derivado de la gestación? RESPUESTA: No.

  La razón de esta respuesta, diametralmente opuesta a la anterior, se basa en el mismo criterio. El objeto moral de este segundo acto es aquí la acción esterilizante: el médico (y eventualmente la paciente que se somete voluntariamente y con conocimiento de lo que hace) buscan con su acto la ‘bondad’ (falsa) que ven ‘contenida’ en el acto esterilizante que consiste, en este caso, en la extirpación del útero. A esta acción hacía referencia Pío XII al decir: ‘por esterilización directa nosotros designamos la acción que se propone como fin o como medio el hacer imposible la procreación…'[8]; como fin la busca la esterilización exclusivamente anticonceptiva, que no apela a motivos de salud sino a la regulación de los nacimientos; como medio la buscaría el caso que ha sido planteado en la consulta, en cuanto se procuraría a través de la esterilización evitar un futuro embarazo que pondría en riesgo la vida de la mujer. No está de más recordar que a la doctrina de la tradición teológica y del Magisterio que acabamos de exponer se han opuesto numerosos moralistas, tales como Javier Gafo[9], Henry Peschke[10], Bernard Häring[11], L. Rossi[12], Marciano Vidal[13], y otros. El error fundamental de estos autores es el no reconocer la importancia del objeto moral en la calificación ética del acto humano, viéndose obligados a recurrir a principios consecuencialistas, teleologistas o proporcionalistas.

  Tengamos en cuenta que en este caso el útero no representa un peligro actual para la mujer. El peligro sobrevendrá en caso de una nueva gestación. Pero la gestación depende de la realización de un acto sexual libre durante los períodos fecundos. El riesgo se elimina evitando tales actos durante el tiempo de fecundidad y no extirpando el útero, el cual, mientras no se verifique una nueva gestación, no constituye un peligro para la mujer.

  Permitiéndome usar el ejemplo dado por otro moralista, podríamos decir que aconsejar la extirpación del útero en el caso planteado, es tan absurdo como indicar la amputación de las piernas a un futbolista que se ve de pronto afectado por una dolencia grave al corazón, pretendiendo de este modo que no caiga en la tentación de jugar al fútbol. Es verdad que sus piernas constituyen un peligro potencial, porque la practica del deporte comprometería seriamente su corazón enfermo, pero el peligro no viene de las piernas, sino del acto libre que consiste en usarlas deportivamente.

  Por eso explica el referido documento: En realidad, el útero, tal como es descrito en la pregunta 2ª, no constituye in se y per se ningún peligro actual para la mujer. Por tanto, los procedimientos arriba descritos no tienen carácter propiamente terapéutico sino que se ponen en práctica para hacer estériles los futuros actos sexuales, de suyo fértiles, libremente realizados. El fin de evitar los riesgos para la madre derivados de una eventual gestación es pues perseguido por medio de una esterilización directa, en sí misma siempre ilícita moralmente, mientras que quedan abiertas a la libre elección otras vías moralmente lícitas.

3. La anulación de una función para eliminar un peligro potencial: la ligadura de trompas

  El texto de la Sagrada Congregación se expresa diciendo: En la misma situación descrita en la pregunta 2ª, ¿es lícito sustituir la histeroctomía por la ligadura de las trompas, teniendo en cuenta que se obtiene el mismo fin de prevenir los riesgos de un eventual embarazo con un procedimiento mucho más simple para el médico y que, además, en algunos casos, la esterilidad provocada de este modo puede ser reversible? RESPUESTA: No.

  El caso es una variante del segundo; vale para él, por tanto, lo que ya hemos dicho para el anterior. Por otra parte, el hecho de que en tales casos la ligadura de las trompas se presente como una alternativa a la extirpación del útero, constituye una confirmación de la respuesta anteriormente dada: el útero no representa un riesgo en sí y por sí (y por eso la ligadura de trompas lo deja como está), sino que éste proviene del eventual embarazo.

P. Miguel A. Fuentes, IVE


[1] Apareció en Revista Diálogo nº 9.

[2] El texto lleva fecha del 31 de julio de 1993, firmado por el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal J. Ratzinger (cf. Rev. PALABRA, diciembre de 1993, p. 19).

[3] Sobre el objeto moral dice la Veritatis Splendor: ‘El objeto del acto del querer es uncomportamiento elegido libremente… El objeto es el fin próximo de una elección deliberada que determina el acto del querer de la persona que actúa’ (Enc. Veritatis Splendor, nº 78). ‘El elemento primario y decisivo para el juicio moral es el objeto del acto humano, el cual decide sobre su ‘ordenabilidad’ al bien y al fin último que es Dios’ (Ibid., nº 79).

[4] ‘Tres cosas condicionan la licitud moral de una intervención quirúrgica que comporta una mutilación anatómica o funcional: en primer lugar, cuando la conservación o el funcionamiento de un órgano particular en el conjunto del organismo provoca en éste un daño serio o constituye una amenaza; en segundo lugar, cuando este daño no puede ser evitado, o al menos, notablemente disminuido, más que por la mutilación en cuestión, siempre que la eficacia de ésta esté bien asegurada; finalmente, cuando se puede razonablemente dar por descontado que el efecto negativo, es decir, la mutilación y sus consecuencias, será compensado por el efecto positivo: supresión de daños para el organismo entero, mitigación de los dolores, etc…’ (Pío XII: Discurso a los participantes en el XXVIº Congreso italiano de Urología, 8 de octubre de 1953, en: López-Obiglio, Pierini, RayPío XII y las ciencias médicas, Ed. Guadalupe, Bs.As. 1961, p. 178).

[5] Ibid.

[6] Cf. la diversa aplicación del principio al ‘todo físico’ (como el cuerpo humano) y al ‘todo moral’ (como el cuerpo social) en en discurso de Pío XII Sobre la licitud del trasplante de córnea, del 13 de mayo de 1956, en Pío XII y las ciencias médicas, op. cit., p. 245.

[7] En este sentido puede comprenderse que la denominación de este acto como ‘esterilización terapéutica’ o ‘esterilización indirecta’, términos asumidos por el mismo Magisterio, contrapuestos a la esterilización directa (de la que hablaremos a continuación) no tiene otra razón que la pobreza de nuestro lenguaje que no posee un término apropiado para designar la primera. Hablando con propiedad, la llamada ‘esterilización terapéutica o indirecta’ no es esterilización, sino un acto pura y exclusivamente terapéutico que no busca la esterilidad ni como fin ni como medio; ésta se sigue del acto como consecuencia tolerada por su conexión inevitable con la acción terapéutica. En efecto, la esterilización directa y la esterilización indirecta no son dos especies de un mismo género. De ser así estaríamos afirmando: a) que la esterilización es de suyo un acto moralmente indiferente; b) que se hace bueno o malo por la intención (ya sea buscada en sí misma -directa- o como consecuencia de otro acto -indirecta). Desde el punto de vista físico puede haber semejanzas (incluso los actos físicos del médico pueden ser los mismos en ambos casos), pero el objeto moral de uno y otro acto son distintos; y desde el punto de vista moral los actos se diversifican específicamente por sus objetos morales. Se trata de dos actos esencialmente distintos y no accidentalmente distintos.

[8] Pío XII, Discurso al Congreso Internacional de Hematología, 12 de setiembre de 1958; en: Pío XII y las ciencias médicas, op. cit., p. 354; cf. Discurso a las Obstétricas Católicas, 29 de octubre de 1951, ibid., p. 109.

[9] Cf. Nuevas perspectivas en la Moral Médica, IEE, Madrid 1978, pp. 180-181.

[10] Cf. Christian Ethics, Alcester and Dublin, 1978, T. II, pp. 332-333.

[11] Cf. Libertad y fidelidad en Cristo, Herder, Barcelona 1983, T. III, p. 40-41; también:Moral y Medicina, P.S., Madrid 1977, p. 92.

[12] Cf. su artículo sobre la esterilización en el Diccionario Enciclopédico de Teología Moral, Paulinas, Madrid 1978, p. 346.

[13] Cf. Moral de actitudes, Paulinas, Madrid 1977, T. II, pp. 274-275.

castidad

¿Qué es la castidad y cómo vivirla? y ¿qué es el pudor? ¿hay alguna diferencia entre una y otra?

Pregunta:

Estimado Padre: ¿Qué es la castidad y cómo vivirla? y ¿qué es el pudor? ¿hay alguna diferencia entre una y otra?

 

Respuesta:

Estimado:

Te contesto con el siguiente artículo, tomado textualmente del P. Jorge Loring, ‘Para Salvarte’, n. 68,25-26.

1. LA CASTIDAD

La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona. La castidad cristiana supone superación del propio egoísmo, capacidad de sacrificio por el bien de los demás, nobleza y lealtad en el servicio y en el amor .

La castidad es el gran éxito de los jóvenes antes del matrimonio. Es, además, la mejor forma de comprender y, sobre todo, de valorar el amor. No es una negación de la sexualidad, sino la mejor de las preparaciones para la vida conyugal. Porque es un entrenamiento en la generosidad, en el deber y en el dominio de sí mismo, cualidades tan importantes para el ejercicio de la sexualidad humana.

En los jóvenes, la castidad entrena y forma la personalidad. Supone un esfuerzo que va dotando a la persona de solidez en la voluntad y de una sensación de posesión y dominio de sí mismo, que, a su vez, es fuente de profunda paz y alegría. Los jóvenes castos, normalmente, son más constantes en el trabajo y en el estudio, tienen más ilusiones, son más idealistas.

La pureza es una virtud eminentemente positiva y constructiva que templa el carácter y lo fortalece.

Produce paz, equilibrio de espíritu, armonía interior. Purifica el amor y lo eleva; es causa de alegría, de energía física y moral; de mayor rendimiento en el deporte y en el estudio, y prepara para el amor conyugal.

El Papa Juan Pablo II dijo a los jóvenes en Lourdes el 15 de agosto de 1983: ‘Los que os hablan de un amor espontáneo y fácil os engañan. El amor según Cristo es un camino difícil y exigente.

El ser lo que Dios quiere, exige un paciente esfuerzo, una lucha contra nosotros mismos. Hay que llamar por su nombre al bien y al mal’. También Juan Pablo II dijo a los miles de jóvenes reunidos en Rímini (Italia) en agosto de 1985: ‘Quieres encerrarte en el círculo de tus instintos? En el hombre, a diferencia de los animales, el instinto no tiene derecho a tener la última palabra’.

Los jóvenes reciben de la oración fuego y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocación humana y cristiana con un sereno dominio de sí y con una donación generosa a los demás .

Lo que es imposible es guardar la pureza de cuerpo sin guardarla también de corazón y de pensamiento. Si no vigilas tu imaginación y tus pensamientos, es imposible que guardes castidad.

El apetito sexual es sobre todo psíquico. Si no se arrancan las raíces de la imaginación es imposible contener las consecuencias en la carne.

Por eso es necesario saber dominar la imaginación y los deseos. El apetito sexual aumenta según la atención que se le preste. Como los perros que ladran cuando se les mira, y se callan si no se les hace caso.
Dice el gran moralista belga José Creusen: ‘La impureza, sin ser el más grave de los pecados, es el más frecuente de los pecados graves.

La castidad, sin ser la más perfecta de las virtudes, es una de las más necesarias. (…). En materia de castidad lo más fácil es el dominio completo. Andar a medias es muy peligroso'(864).

Muchos quieren liberarse de la moral católica que consideran represiva, y lo que hacen es caer en la esclavitud del pecado que degrada al hombre. El yugo de Cristo es suave y ligero, si se lleva con amor y voluntad corredentora.
La pureza no puede guardarse sin la mortificación de los sentidos.

Quien no quiere renunciar a los incentivos de la sensual vida moderna, que exaltan la concupiscencia, es natural que sea víctima de tentaciones perturbadoras, y que la caída sea inevitable. La pureza no se puede guardar a medias.

Con nuestras solas fuerzas, tampoco; pero con el auxilio de Dios, sí.

Quien -con la ayuda de Dios- se decide a luchar con todas sus fuerzas, vence seguro. No es que muera la inclinación, sino que será gobernada por las riendas de la razón.

En la vida hay que entrenarse. Entrenarse es hacer un esfuerzo cuando no hace falta, para saber esforzarse cuando haga falta. El que no sabe decir no cuando pudiera decir sí, no sabrá decir no cuando tenga que decir no. El que no sabe privarse de lo lícito por ensayo, no sabrá privarse de lo ilícito cuando sea necesario.

La explotación de la sexualidad por sí misma y sobre todo, con el único fin de conseguir la satisfacción sexual, es funesta, tanto para la vida individual como colectiva.

Aunque los pornócratas, para defender su negocio, dicen que la virginidad ha dejado de ser virtud, y nos presentan la homosexualidad y la masturbación como cosas naturales, por encima de todas las palabras de los hombres está la ley de Dios que nos señala lo que es bueno y lo que es malo.

Hoy se oyen con frecuencia palabras de menosprecio hacia la virginidad. Generalmente provienen de personas que la han perdido.

Como en el cuento de la zorra y las uvas, es natural menospreciar lo que uno no es capaz de conseguir. Pero las joyas no pierden valor porque haya personas que son incapaces de apreciarlas.

Ha escrito el P. Lebrato, dominico: ‘Si hubiéramos de responder ateniéndonos a duros hechos externos que definen masivamente nuestra sociedad, tal vez hubiéramos de concluir que, a juicio de muchos, la castidad, hoy, es todo lo contrario de un valor: es un antivalor que hay que arrumbar para siempre. Si fue un valor, hoy es un lastre.

Pero si la respuesta la damos analizando la naturaleza misma de la castidad, contrastada con el concepto filosófico del valor para el hombre, entonces hay que concluir que la castidad es un valor, un valor por sí mismo, primario y absoluto por su bondad intrínseca y por la conveniencia esencial con la naturaleza humana.

Acaso todo depende del concepto que tengamos de castidad. Si la entendemos como una represión, una mutilación, un comportamiento negativo, una actitud desnaturalizante, entonces no es ni puede ser un valor. Qué es entonces la castidad? Sencillamente, la castidad es el ordenamiento de la potencialidad sexual del hombre en consonancia con su condición específica de persona racional, inteligente y autodeterminativa…

Ser un esclavo de los instintos en el campo sexual, le convierte en animal, lo desnaturaliza de su condición de persona libre y de su condición de sujeto autodeterminativo. Usar mal de la capacidad sexual, es una traición a la sexualidad humana. Al ser la castidad la recta ordenación de las fuerzas sexuales y de la afectividad en el hombre en consonancia con los fines específicos de la sexualidad y con la condición integral de la persona como ser inteligente y dueño de sus instintos, no cabe duda que la castidad perfecciona al hombre en su misma condición de hombre. Una perfección en lo esencial siempre es un bien. El bien, en sus múltiples formas, es un valor.

Una joven de 16 años dice:

Con la castidad yo pienso que aprendemos a respetarnos a nosotros mismos y a no hacernos animales. Los animales lo hacen todo por instinto. Si nosotros no tuviéramos un principio regulador, un medio para dominar nuestros instintos nos haríamos como ellos. Es bonito que aprendamos a valorar algo que nosotros tenemos y ellos no tienen. Es una satisfacción disfrutar de algo adquirido por tu propio esfuerzo, por tu decisión, por tu voluntad. Con la castidad voluntaria yo me hago superior a los animales. Esto creo que tiene su belleza y su valor…

– Te es fácil vivir la castidad a los dieciséis años?

-En principio, me cuesta, como creo que les cuesta a los demás. Pero debo confesar que a mí me es fácil vivirla.

– Por qué te es fácil?

-En primer lugar, me doy cuenta de que no merece la pena perder la castidad por el placer sexual de un momento. Pero acaso me cueste poco por la educación que he recibido desde mi infancia…

– Encuentras valores en la castidad?

-El saber que nuestro cuerpo tiene un destino superior al de dejarlo aquí en la tierra. Los planes de Dios sobre los hombres nos hablan de una glorificación de nuestro cuerpo en la vida futura. Aparte de la glorificación corporal donada por Dios, tiene que ser también un don de este cuerpo, el haber sabido conservarlo íntegro, inmaculado, como Él nos lo dio.

Y una joven madre soltera contesta:

-En realidad, no ha sido la castidad mi fuerte. Para mí prácticamente no ha existido. No he sido casta. Pero hoy, que me he dado cuenta, la considero maravillosa. Para mí la castidad no ha entrado en mi vida por el hecho de haberme apartado de Dios. Hoy creo que la encontré y la veo fenomenal.

– Te atreverías a decirme por qué no has sido casta?

-Sí. No he sido casta por el hecho de no pensar, por vivir al margen de todo. Tal vez por comodidad, por dejadez. Te dejas llevar por cualquier impulso.

– Cuándo diste el cambio?

-Al mes de dar a luz tuve la oportunidad de estar sola, pensar mucho, y me di cuenta de que había algo más que todo aquello que había vivido. Y vi claro que aquel Dios que mis padres y mi colegio me habían enseñado, existía realmente y era algo verdadero… Si amo ahora la castidad es porque le amo a Él… Dios importa mucho para mi vida.

– Qué otros valores crees que tiene la castidad?

-Creo que hay otros valores. Antes, que no era casta, que me dejaba llevar por los impulsos, no era libre. En cambio, ahora que tiendo más a ser casta, me siento más libre, me he liberado de mis impulsos. Al dejar esos impulsos a un lado, el mismo cuerpo gana serenidad, dominio, salud, belleza. Y hasta dignidad, porque el cuerpo no debe ser sólo un instrumento del placer, sino un medio de realizarse en la vida cumpliendo una misión'(865).

Por otra parte, la castidad es fácil de guardar, si se busca el auxilio de la gracia de Dios, y se fortifica el alma con los sacramentos de la confesión y la comunión.

El mejor consejo que se puede dar al que ha empezado a rodar por la pendiente del vicio es comunión frecuente y confesión con un Director Espiritual fijo. Es un remedio seguro para corregirse y salir del pecado. No hay pecador que resista. El sacramento de la confesión, además de ser un remedio curativo, es un remedio preventivo. La Comunión y la Dirección Espiritual dan fuerza y luz para obrar con eficacia.

Dice Charboneau:’Se puede, por tanto, hablar, y hay que hacerlo, de un imperativo de la pureza que se impone a los novios, no como una coacción penosa cuya única finalidad sería crearles molestias, sino como una fuerza interior que vivifica el amor elevándolo y manteniéndolo en un plano superior. Esta pureza pretende estar libre de todo desprecio hacia el cuerpo y se basa, al contrario, sobre el respeto soberano a la carne, a la que restituye su equilibrio, eliminando los elementos de defección que son un peligro para ella. En cuanto al amor mismo, lo consolida; y prepara así la felicidad de que gozará la pareja cuando se halle ligada por la vida común’.

Manuel Viera escribe: ‘El que la castidad prematrimonial sea perjudicial a la salud es ya un mito descartado hace tiempo por la ciencia médica y la psicología, y algo en que sólo tratan de creer los que buscan una excusa para no ser castos.

Para Freud toda neurosis era de origen sexual. Hoy sus mismos discípulos no sostienen esta doctrina. Adler afirma: ‘No siendo verdad que la libido reprimida sea causa de la neurosis, el dar salida al instinto sexual no cura por sí mismo esta neurosis’. La castidad educa la voluntad por el vencimiento que supone. Una educación que no exige esfuerzos, conduce a la anarquía, no forma adultos sino desequilibrados, sin aptitud para hacer frente a las dificultades de la vida. El vencimiento propio es indispensable para la formación del ser humano. Decir que los impulsos sexuales son irresistibles no es científico. La biología moderna declara que los reflejos genitales pueden dominarse con el ejercicio de la voluntad. El poder del espíritu sobre el cuerpo, de lo psíquico sobre lo físico es muy grande. Esto lo confirma la psicología actual'(866).

Dice Robinson: ‘La castidad protege vuestro futuro amor. Los jóvenes que han sabido estar a la altura de su deber son los que sabrán después estar a la altura de su amor. El amor conyugal, les va a exigir entrega, generosidad y sacrificio, y ellos ya traen un buen entrenamiento en todo esto. Además, el mejor regalo que podréis haceros unos esposos es el de un cuerpo y un alma íntegros.

La castidad juvenil es un esfuerzo. Pero es un esfuerzo que lleva consigo una recompensa inmensa.

Un esfuerzo que va reforzando y madurando tu personalidad. Es un esfuerzo que lleva consigo una profunda alegría. Un esfuerzo que comprenden y practican los que saben qué es el amor’.

Los jóvenes reciben de la oración fuerza y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocación humana y cristiana con un sereno dominio de sí y con una donación generosa a los demás.

El mundo se ríe de la pureza y de la castidad, como si se tratara de cosas trasnochadas y pasadas de moda. El mundo dice: ‘Hay que darse el máximo de satisfacciones en la vida’. Pero Cristo dice: ‘Véncete a ti mismo, toma tu cruz, procura entrar por la puerta estrecha'(867). El mundo dice: ‘Hay que liberarse de viejos tabúes!’. Pero Cristo dijo:

‘Bienaventurados los limpios de corazón'(868).

El mundo dice: ‘El amor no es pecado. Lo que se hace por amor es bueno’. Pero la Biblia limita las relaciones sexuales al matrimonio:

‘Absteneos de la fornicación'(869). ‘Dios juzgará a los fornicarios y a los adúlteros'(870).

2. EL PUDOR

El pudor es un mecanismo de defensa, propio de la castidad, que protege instintivamente la intimidad sexual con la vergüenza. Es un muro protector de la pureza.

Pudor no es miedo al cuerpo desnudo, sino respeto a él. No es casto el que trata de ignorar lo sexual, sino el que sabe mirarlo con ojos limpios.

El pudor distingue al hombre de los animales.

El pudor ayuda a evitar eficazmente excesos y peligros morales de todo tipo en materia sexual.

Además, evita aquellos aspectos de vulgaridad, chabacanería y desorden que acompañan a ciertas expresiones sexuales.

Alfonso López Quintás, en su libro ‘El amor humano’ escribe: ‘El pudor no indica gazmoñería, apego irracional a costumbres pacatas. Supone respeto a lo más personal del hombre. Protegerse de la mirada ajena, no indica ñoñería sino salvaguardar su sexo del uso posesivo de los demás. Palpar algo es, en cierta medida, un acto de posesión. Ver es como tocar a distancia. Ofrecer a la mirada ajena las partes íntimas del cuerpo supone dejarse poseer en lo que tiene uno de más íntimo.

Toda exhibición sugiere un acto de entrega. Hacerlo en público se asemeja a la prostitución'(871).

Dice el psicopedadogo Bernabé Tierno:

‘La educación del pudor sólo es posible allí donde imperan ideas nobles y sentimientos limpios.
El pudor sólo es sentido por quien todavía es sensible a las amenazas que sufre la virtud. En medio de un ambiente que apenas distingue la línea divisoria entre lo que es bueno y lo que es malo, hay que devolver a los jóvenes el sentido de dignidad personal, y a la opinión pública una mayor sensibilidad. Pero no podemos cometer el error pedagógico de atribuir a toda realidad sexual una sensación de vileza o un sentimiento de vergüenza que se identifica muchas veces con el pudor.

Los educadores hemos de poner el acento, no sobre la educación sexual, sino sobre la educación de la persona. No educamos la sexualidad del muchacho; es él el verdadero artífice de su educación como persona, que, en consecuencia, se expresa también en sus comportamientos sexuales. Lo que debe ser educado, no es la sexualidad, sino la persona.

La actitud egocéntrica de la persona hace neuróticamente compulsiva, especialmente en la adolescencia, la necesidad de autoafirmación que se manifiesta claramente en el sector de la sexualidad. La compulsión se hace tanto más fuerte cuanto más se convence el joven de su falta de valía, lo que le hace aferrarse al sexo como único medio de autoafirmación…

Está claro que una atmósfera cargada de hedonismo sexual que se nos cuela de rondón en casa a través de la ‘ventana televisiva’, envuelve al joven por doquier, y no contribuye lo más mínimo a una higiene mental que favorezca el dominio normal sobre los propios impulsos.

La trivialización de la sexualidad conduce a la desvalorización de las relaciones heterosexuales, cada vez más frecuentes y precoces. En el fondo es la desvalorización misma de la persona del ‘otro’ que queda reducida a la condición de simple instrumento al servicio del placer…

La apología que ciertos medios de comunicación hacen de aberrantes conductas sexuales contribuye a deformar el concepto y la naturaleza de los papeles sexuales con los que deben identificarse los jóvenes'(872).
Esforcémonos por ver todo lo que tiene el vicio de repugnante y abominable. Esto nos ayudará a amar la castidad. Todo lo que tiene ella de grande y de noble, de dominio propio y de respeto, lo tiene el vicio impuro de bajo y despreciable.

La persona impura es una persona sin voluntad. La razón, que debería ser la señora, se vuelve esclava de los instintos animales; el hábito vicioso se convierte en el peor de los tiranos, exige cada vez más y vuelve a la persona egoísta, con un egoísmo de la peor especie: la persona impura lo sacrifica todo para satisfacer su propia pasión. El vicio impuro quita a la persona la tranquilidad de conciencia, la alegría, la libertad, la fe, la esperanza, el verdadero amor, la honra, la fortuna, la salud y, en fin, la gloria del cielo.

No es raro que a la persona que se deja dominar del vicio impuro le sobrevenga, antes o después, la dureza de corazón, la pérdida de la fe, y al fin la condenación eterna.

Hay que tener en cuenta que los pecados contra la pureza no son los únicos, ni los más graves. No podemos olvidarnos que el buen cristiano, además de la virtud de la pureza, debe tener la de la justicia y la caridad. Hay entre nosotros demasiada ambición, avaricia, egoísmo, soberbia, odio, envidia, ruindad de corazón y falta de honradez profesional.

Los fieles tienen derecho a ser informados fielmente en la doctrina católica.

El 7 de enero de 1987 la Comisión Episcopal Española para la Doctrina de la Fe, publicó un documento donde dice: ‘A quienes elaboran materiales catequéticos, de enseñanza religiosa o de divulgación teológica, les pedimos que pongan un empeño especial en transmitir con fidelidad e integridad la enseñanza de la Iglesia sobre estos temas. A los fieles cristianos les asiste el derecho a que no sean difundidas, con ligereza y arbitrariedad, doctrinas parciales o hipótesis relacionadas con la moral, y en concreto con la moral sexual, sin que previamente hayan sido sometidas al estudio y al parecer de la comunidad teológica y, en última instancia, al discernimiento de los pastores (n 18)… El fin de las normas objetivas morales no es la represión de la sexualidad, sino proteger y favorecer que el dinamismo profundo de la sexualidad llegue a su plenitud y sentido (n 15)’.

Rafael Gómez Pérez resume la concepción cristiana de la sexualidad así:

‘a) Dios estableció la institución matrimonial como principio y fundamento de la familia y de la sociedad.

b) El sexto precepto del Decálogo -no fornicar- protege el amor humano y señala el camino moral para que el individuo coopere libremente en el plan de la creación, usando la capacidad de engendrar, que ha recibido de Dios, solamente dentro del matrimonio.

c) El sexo es un don de Dios abierto a la vida, al amor y a la fecundidad. Su ámbito natural y exclusivo es el matrimonio. Jesucristo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento.

d) La generación no es el resultado de una fuerza irracional, sino de una entrega libre y responsable -es decir, humana- de acuerdo con la dignidad natural de la persona creada por Dios.

e) Como los demás mandamientos, el sexto precepto del Decálogo está impreso en la naturaleza humana, es parte de la ley natural, y, por tanto, obliga a todos los hombres.

f) La virtud de la castidad consiste esencialmente en la ordenación de la función sexual al fin que Dios le ha señalado; por eso es una virtud positiva que se ha de vivir según las características de la vocación regida por Dios: virginidad o matrimonio.

g) Con frecuencia, la corrupción de las costumbres comienza por los pecados contra la castidad; se tiende a querer justificarlos, de modos diversos, a través de la deformación del juicio de la conciencia.

h) Por tratarse de una exigencia de la ley natural, todos los hombres reciben de Dios la ayuda necesaria para cumplir este precepto del Decálogo. Por otra parte se señala la necesidad de medios sobrenaturales que Dios no niega nunca a los creyentes que los imploran por medio de la oración’.

P. Miguel A. Fuentes, IVE

NOTAS.

(864) – EDUARDO ARCUSA, S.I.: Eternas preguntas, IV, 2. Ed. Balmes. Barcelona
(865) – J. R. LEBRATO: Junto al erotismo, 1ª, II. Ed. Studium. Madrid, 1974. Breve pero interesantísimo libro en el que se exponen unas entrevistas sobre la castidad a gran variedad de personas.
(866) – MANUEL VIERA: Vida sexual y psicología moderna, VI, 1. Ed. Mensajero. Bilbao
(867) – Evangelio de San Mateo, 16:24
(868) – Evangelio de San Mateo, 5:8
(869) – SAN PABLO: Primera Carta a los Tesalonicenses, 4:3
(870) – Carta a los Hebreos, 13:4
(871) – ALFONSO LÓPEZ QUINTÁS: El amor humano,XII, 2, a. EDIBESA. Madrid
(872) – BERNABÉ TIERNO, Fichas 58 y 59 de Aprender a Educar. YA Domingo, 17 y 24-III- 1991